¿Por qué escribir?

O quizá debería preguntarme: ¿para quién escribir? Mi visión del texto escrito es la de un océano en crecimiento exponencial, donde cada obra es tan solo una gota. Para el lector, las gotas son tan parecidas entre sí que ya no puede distinguir qué es bueno, quién es un gran artista de la escritura. Ni puede, ni le interesa; quizá otro texto mucho más coloquial y cercano le da las respuestas que busca.

No hace ni un año que estábamos ya en un mundo en el que cada persona es potencial creadora de contenidos audiovisuales. Ya en ese mundo, el mercado editorial tenía un interés ínfimo en comparación con la gran cantidad de contenidos audiovisuales que se crean día tras día en Internet. Hay grandes autores premiados que no pueden vivir de lo que escriben. En ese contexto, Chuck Palahniuk, en su libro Plantéate esto, viene a decir, citando a Bret Easton Ellis, que ya no es el momento del mundo editorial.

Ahora hemos dado un salto y no nos hemos enterado: del océano de crecimiento exponencial en el que todos consumimos y producimos al océano infinito de generación de contenidos por inteligencia artificial. ¿Qué valor le vamos a dar a una novela escrita por una persona cuando estos modelos de aprendizaje del lenguaje escriben otra similar? ¿Vamos a ser lectores de inteligencias artificiales? ¿Sueñan los robots con ovejas eléctricas?

Esta crisis de sentido de la escritura se ha acentuado y casi parece ridículo imaginarse a una persona en su soledad, en su rincón del escritor, construyendo una gran obra, una gran novela. Es como tratar de hacerse la casa con las propias manos, algo ancestral.

Libros prohibidos

Varias publicaciones de prestigio, como The Economist, siguen dando mucho valor a los libros. Recomiendan listados de libros a los que blogueros y personalidades relevantes de distintos ámbitos dan importancia.

Recientemente, The Economist publicó un boletín de libros prohibidos en distintos países y por distintas razones. Es curioso que, en medio de ese océano de publicaciones indistinguibles, los gobiernos se ocupen de examinar y prohibir libros. No solo los gobiernos, también las universidades. Paremos unos segundos a releer esto: las universidades prohíben libros.

Aquí rescato otra frase de Chuck Palahniuk: es mejor escribir algo que no se puede representar de otra forma. Si una historia se presenta mejor en formato de videojuego, cómic o película, entonces mejor no hacer una novela. En cambio, lo que está censurado en el mundo audiovisual y de las redes, puede escabullirse en el mundo del texto escrito, por los vericuetos. Además, un texto «subversivo» puede ser producido por una persona, pero quizá no tanto por una inteligencia artificial que está programada para evitar (de forma un tanto mojigata) todo tipo de sesgos contra los valores actuales.

Robots quemando libros. La obra es de DALL.E, la instrucción es mía. ¿Habrá instrucciones de una IA a otra? Pronto lo veremos.

Representación en vivo

Esta crisis no afecta a las artes escénicas, esto es, al teatro, los conciertos, bailes, circos (aunque les afecten otros temas). Porque lo que valoramos es lo que ocurre en ese momento, como algo único e irrepetible. Incluso si el texto o la canción estuviera escrito por una IA, no querríamos ver a robots en escena: ¿qué interés tiene que un robot recuerde el texto o lo declame o cante o baile a la perfección? Es al actor o actriz, al cantante, al guitarrista, a quien queremos ver mostrar emociones, sudar, bailar su representación en una escenografía compartida.

Se dice que los actores tienen como herramientas las emociones. Las emociones son físicas. Las emociones, incluso si las pueden emular los robots, son animales, hormonales. Por eso me parece tan ridícula la escena de Her en la que el sistema operativo con voz de mujer tiene un orgasmo. ¿Exactamente cómo se produce eso en un ente sin cuerpo? En Transcendence resuelven el tema físico con unos nanorrobots que se introducen en el cuerpo de otras personas. Es bastante fantasioso, pero está mejor justificado.

Lo atávico

Ahora que los productos audiovisuales pierden aún más valor, que podemos ver y oír a una persona que no existe, que podemos tener como amigo a una IA desarrollada para hacerte compañía, es lo humano, lo corporal, lo primitivo, lo tangible lo que a mí me interesa «consumir».

Tengo que decir que me importa poco si la tilde de solo viene o va: ya prescindí de ella en 2010, cuando se imponía seguir las últimas reglas. El ChatGPT a veces también tiene nostalgia y la pone. Me interesa la vía de escape que cada uno se va a buscar ante un mundo digital «sintético». ¿O nos va a satisfacer, nos va a llenar? ¿Nos veremos hablando con nuestro colega C3PO?

Frente a esa gran amenaza, emerge la sombra de lo contrario, un mundo en el que, por una guerra mundial, o una invasión, o una pandemia, «vayamos hacia atrás en el tiempo» (realmente todo es hacia adelante) y nos encontremos en una especie de Edad Media distópica en la que el hecho de que haya o no haya robots sería lo de menos.

Será muy interesante cualquier escritura sobre lo atávico. Cuando se presenta un mundo inventado y próximo a la Edad Media idealizada, se permite todo en él. Lo vemos en Juego de tronos. Sabemos que el ser humano puede pasar de discutir temas intelectuales tomando una taza de té a torturar y matar despiadadamente. Lo atávico no desaparece por el hecho de apoltronarse en un sillón a «consumir» vídeos de YouTube. Es más, quizá en la sombra, latente, lo atávico está engordando, esperando su momento.

Aquellas costumbres

«En los cuarenta andaba el siglo [1840] cuando se inauguró (calle de la Abada, número tantos) el comedor o comedero público de Perote y Lopresti, con el rótulo de Fonda Española». Así comienza Montes de Oca, un Episodio Nacional de Galdós que menciona muchas costumbres curiosas de la época. Aquí, la adopción de los hábitos franceses en el comer. Más adelante sigue:

La exótica palabra restaurant no era todavía vocablo corriente en bocas españolas: se decía fonda y comer de fonda, y fondas eran los alojamientos con manutención y asistencia.

Narrador de Montes de Oca.

Como puede verse, en los libros se encuentra cómo se origina el uso de vocablos que en un principio suenan muy extraños y que después se adoptan y son de lo más común. La fonda entonces era similar a los orígenes del pub inglés o irlandés: un lugar en el que se puede comer pero también dormir.

Los italianos Perote y Lopresti también contribuyeron a sustituir la lista verbal (tengo gambas, tengo chopitos, tengo croquetas, tengo jamón…) por el menú, que empezó llamándose «ordubre», por adaptación fónica de hors d’oeuvre (aperitivos). Otra novedad de estos italianos es que pusieron un precio fijo a un buen número de platos, «por el módico estipendio de 12 reales», adaptado a la pobreza nacional.

Anuncio de la ONCE con la canción que se popularizó.

Para continuar con las novedades, el narrador menciona que Genieys (otra fonda similar) había dado a conocer las croquetas, pero Lopresti las puso al alcance de los bolsillos flacos. Cuesta imaginar una España en la que las croquetas no fueran plato habitual de un restaurant, pero ocurrió hace menos de dos siglos. Y es que se importaron de Francia. Además de croquetas, Genieys servía asados un poquito crudos, chuletas a la papillote y otras cosillas.

Luego estaban los caldos:

…el poco pelo de la clientela limitaba el consumo a los tintos de Arganda o Valdepeñas para pasto, y un Jerez familiar y baratito para los libertinos domingueros, y para los que iban de jolgorio, con mujerío o sin él, a horas avanzadas de la noche.

Montes de Oca.

Como vemos, el tema de salir «de jolgorio» por la noche es más antiguo que las croquetas.

No solo se bebía vino, también agua. Recordemos que en esta época no había agua corriente. Así, la que se ofrecía «se anunciaba como de la Fuente del Berro; mas era de la Academia o de la Escalinata».

Fonda de la calle Toledo. Grabado de época. Colección particular.

Perote y Lopresti adoptaron el horario francés, dando la comida fuerte por la noche, con supresión de cocido. Cuesta pensar cómo cambian costumbres tan arraigadas como el horario de la «comida fuerte», pues este cambio no ha resistido el paso del tiempo. El caso es que en esta Fonda Española daban almuerzos de seis y ocho reales al medio día, con huevos fritos y uno o dos platos, junto con «el invariable postre de pasas y almendras con añadidura de un bollito de tahona» y, atención:

…régimen que las casas de huéspedes han perpetuado como una institución hasta nuestros días, y será preciso un golpe de revolución para destruirlo.

Narrador de Montes de Oca sobre el invariable postre.

Pues algo debió de ocurrir entre 1898, la fecha en la que don Benito escribe esta novela, y nuestros días, porque el postre no ha resistido el paso del tiempo.

Lo que afortunadamente sí cambió fue la iluminación de las calles. La Fonda Española estaba bien iluminada a primera hora de la noche con «un farolón de dos mecheros», pero era oscura y expuesta a tropezones a última hora de la noche,

…sin contar el desagradable «quién vive» de las humedades mingitorias.

Narrador de Montes de Oca.

Matrimonio indisoluble

Ese mujerío que a veces acompañaba a los hombres era «bulliciosa trinca de mozas alegres». Pero la mayoría de mujeres de la época estaban atadas a costumbres muy conservadoras y férreas.

En esta novela aparece un personaje femenino fuerte, Rafaela del Milagro, hija del anteriormente citado, una mujer joven «separada de su marido por la mala vida que éste le daba». A través de este personaje, Galdós denuncia cómo una mujer en estas condiciones está en un estado indefinido, «ni casada, ni soltera, ni viuda». El destino de una mujer separada era vivir como una monja en el hogar de sus padres. La propia Rafaela defiende el divorcio:

Tanto hablar de libertad, y no nos traen el divorcio. Que mi padre no me oiga decir la herejía de que no tendremos una buena Constitución hasta que no traigan las reglas de descasar…

Rafaela en Montes de Oca.

Pues Rafaela no llegó, desde luego, a la Segunda República, cuando por primera vez se instauró el divorcio (1932), casi un siglo después del momento en el que se sitúa la novela. Galdós era muy sensible a los derechos de las mujeres, y esto nos da personajes femeninos fuertes y decididos en sus novelas.

En definitiva, aquellas costumbres quedaron atrás, los cambios finalmente se producen y, después, parece que las cosas siempre fueron así.

El atractivo de la guerra

La guerra, como la imitación, es connatural al ser humano. Siempre ha habido guerras. Cuando empecé a leer los Episodios Nacionales de Galdós, lo que más me aburría era la guerra. No solo eso, no quería saber nada del tema. Además, el primer episodio, Trafalgar, tiene una fuerte curva de aprendizaje con el vocabulario naval. Sin importar la maestría con la que don Benito describe la guerra, incluida la intervención de las mujeres en ella, no era un tema que me interesara.

Honrando la guerra

Pues bien, me he dado cuenta de que cada vez me interesa más entender la guerra. La guerra como estrategia y táctica, como organización de batallones, como objetivos de conquista. Galdós mezcla admirablemente este punto de vista propio de los altos mandos con el punto de vista del soldado raso y del pueblo, que se ve envuelto en el conflicto, luchando, defendiéndose, sufriendo ataques, estados de sitio, hambrunas; muriendo o quedando lisiado.

Ahora en algunos programas vemos coroneles, generales, dando su punto de vista. Cuentan, por ejemplo, cómo los submarinos están ubicados en zonas estratégicas, dónde están los objetivos clave, los radares, cuáles son las tácticas defensivas, etc. Lo que más me llama la atención de los militares es que se duelen del dolor ajeno, de las atrocidades cometidas en civiles, del dolor gratuito. Por tanto, ser una «persona de la guerra» no implica ser insensible al dolor ajeno, ni mucho menos.

España es un país que se pasó en guerra la mayoría del siglo XIX. Así, los Episodios Nacionales solo pueden relatar esto: combate, tregua, inestabilidad del gobierno, nuevos conflictos… Hasta sus personajes llegan a confesar que les gusta la guerra, como un estado vivo, de acción, de movimiento hacia algo. Sigue sorprendiéndome cómo se relata la vida de los civiles en medio de la guerra, siguiendo sus actividades cotidianas en la medida de lo posible, interesados en el amor, en el trabajo, en la familia, amistades.

La guerra vista sobre el terreno. Imagen de Defence-Imagery en Pixabay.

El arte de la guerra

El arte de la guerra de Sun Tzu es uno de esos libros, como la Poética de Aristóteles o el propio Tao Te Ching, de Lao Tse, que contiene verdades imperecederas. Son el «primer manual» sobre distintos temas, al que se recurre una y otra vez. Este librito es el tratado sobre la guerra más antiguo del que tenemos conocimiento. Tiene mucha información sobre las batallas «de la época» (hace más de 2.000 años), por ejemplo, en términos de distancias recorridas, caballos necesarios, condiciones atmosféricas, terreno…

También contiene mucha otra información más generalista y que se utiliza incluso en ámbitos de estrategia empresarial. Así, algunas perlas como:

Todo el arte de la guerra está basado en el engaño.

Sun Tzu

La perspectiva general de este tratado es la del estratega, del general. Se analiza la batalla en detalle, pero siempre con una visión global, desde arriba. Se ataca al enemigo cuando está desprevenido, cuando no es claramente más fuerte, cuando está desorganizado. Sin embargo, se conserva la compasión hacia los prisioneros. No en vano, menciona el Tao como filosofía de base. Esta compasión no impide saquear al enemigo y aprovecharse de sus víveres.

Algunos temas generales que se pueden extraer de este manual son:

  • Mejor que las batallas no sean muy prolongadas, desgastan a los soldados y no son muy productivas. Lo aplicaría a cualquier proyecto.
  • El refinamiento en la guerra es atacar los planes del enemigo, evitar la batalla, desmontar su estrategia.
  • Es vital conocer las fuerzas que se tienen y actuar en cada caso conforme a ellas.
  • El general debe actuar según se presenten las circunstancias, incluso en contra del soberano bajo el que actúa.
  • No se puede controlar que el enemigo sea vulnerable, pero sí se puede potenciar la propia invencibilidad.

El punto de vista

De pequeña, jugaba con mi hermano a la guerra. Era un juego de mesa en el que se iban conquistando países, sobre un mapa. Yo siempre perdía, por varias razones: mi hermano era 3 años mayor, más avispado y más interesado en el tema. Pues bien, el punto de vista era el del general. El tablero era un gran mapa con los países, y había unas fichas con forma de tanques o similar. Desde arriba, la batalla se planifica según contaba Sun Tzu y según cuentan ahora militares de alto rango en distintos programas de la tele. Desde abajo, la batalla se parece a las películas que vienen a la mente, como El cazador, Apocalypse Now, Platoon, La chaqueta metálica y tantas otras.

La clave, quizá, es esto que comenta Sun Tzu:

En términos generales, mandar a muchas personas es como mandar a unas pocas. Es cuestión de organización.

Sun Tzu

En el momento en el que agrupamos personas, las personas dejan de ser tales. Así, un batallón visto desde el aire es un objeto, una especie de arma viva. Ya no es cada persona que lo compone. Rescato de nuevo la forma magistral de ver la guerra que tiene Galdós: constantemente ve la estrategia de cada general y constantemente muestra las consecuencias en personajes con los que el lector ya se ha identificado, personajes que asisten a fusilamientos, que caminan durante largas jornadas, que se empapan con la lluvia o que comen un mendrugo de pan y otras sobras. No olvidar al soldado ni al civil podría ser lo que pusiese la guerra en su justa medida. No dejar fuera la visión de cerca mientras se mantiene la visión global.


Si tienes curiosidad sobre el tema, el general Rafael Dávila ha escrito recientemente un libro llamado El nuevo arte de la guerra. Puede ser interesante leerlo, ver lo que ha cambiado y lo que sigue estando ahí.

El abrazo de Vergara

Dos militares recios a caballo acercan sus monturas, inclinan el cuerpo uno hacia el otro y se abrazan. Este abrazo histórico entre Espartero y Maroto pone fin a la primera guerra carlista, el 31 de agosto de 1839. Realmente, la batalla continúa casi un año más, pero el abrazo es su fin simbólico. Fue posible que se abrazaran un liberal, es decir, un hombre amante de su patria y convencido del derecho a gobernar de la reina Isabel II (entonces una niña) y un carlista, es decir, un hombre amante de su patria y convencido del derecho a gobernar de Carlos Isidro, hermano de Fernando VII. Así de pequeña era su diferencia y así de grande se hizo y se tiñó de la sangre de patriotas durante muchos años.

Abrazo de Vergara. Grabado del S. XIX. Museo Histórico Militar. San Sebastián.

Abrazaos, hijos míos, como yo abrazo al general de los que fueron contrarios nuestros.

Espartero citado en Vergara, episodio nacional de Galdós.

Así, se abrazaron los soldados de ambos ejércitos. Es una escena que ocurre en un descampado a la salida de la villa de Vergara. En palabras de don Benito:

En las filas, de punta a punta, resonó un alarido, que parecía explosión de llanto. No eran palabras ya, sino un lamento (…). La guerra parecía un sueño, una estúpida pesadilla.

Vergara. Galdós.

Se acababa una guerra que hasta ese momento había durado 6 años, ya digo que duró incluso un año más, y volvían a abrazarse hermanos con hermanos, que defendían lo que consideraban mejor para España, con unos resultados sangrientos y desastrosos, por el ensañamiento contra el enemigo que habían tenido ambos bandos.

Este abrazo justifica un episodio nacional en el que Galdós se implica menos, se mantiene más alejado de la primera fila. Da la sensación de que había que cubrir este último periodo de la primera guerra carlista para hacer avanzar la historia hasta lo siguiente. Atrás quedaban Luchana y La campaña del maestrazgo, donde Galdós había presentado retratos vivísimos de Espartero y del general más temible de los facciosos, Cabrera. Incluso otro episodio de transición precede a este del que hablo, La estafeta romántica.

Ya hemos mencionado el final de Luchana, un episodio intenso con un final sangriento, en el que se describe vívidamente la batalla final en Luchana, la sangre sobre la nieve, el frío, los cadáveres entre las rocas, y el batallón avanzando arengado por un Espartero con una voz «incomparable, que poseía la virtud de encender en los corazones la bravura, el amor, el entusiasmo y un noble espíritu de disciplina».

De Cabrera no hemos hablado mucho, pero daría para bastante. Con el intento de ecuanimidad que caracteriza a don Benito, se retrata al general como un hombre de la guerra, recio, que actúa respondiendo a una lógica. El generalísimo borraba la humildad de su origen con gran instinto. Al mismo tiempo, «no era hombre que se resignara a perder el tiempo: los minutos eran para él preciosos, y aborrecía las vanas palabras». Así, «la guerra no es más que el arte de la oportunidad, y éste lo posee don Ramón [Cabrera] como nadie, y lo completa con su diligencia y conocimiento del terreno». No extraña entonces que el llamado «Tigre del Maestrazgo» no dudase en ordenar ejecutar a cuatro mujeres presas del otro bando cuando le llegó la noticia de que habían fusilado a su propia madre. Además, el fusilamiento de su madre, María Griñó, fue ordenado por el Gobierno: esta orden recayó sobre el militar Agustín Nogueras. Después, el Gobierno y las Cortes se retractaron y dejaron a Nogueras como chivo expiatorio. Cabrera montó en cólera y su sed de sangre parecía no tener fin, asesinando sin piedad a todos los del bando cristino que se le cruzaban. Parece ser que dictó un bando diciendo que vengaría la muerte de su madre matando a veinte liberales por cada carlista muerto.

Cabe asegurar que Cabrera nunca habría abrazado a Espartero: no se habría dado el abrazo de Vergara, la historia sería otra. El dolor de este hombre por la muerte de su madre no lo iba a permitir. De manera que la historia, el destino, puso a un carlista más moderado en esa posición, un hombre que no estaba de acuerdo con el carlismo más furibundo. De hecho, la credibilidad de Maroto era ya floja entre los carlistas más extremos, incluido el propio Carlos Isidro, que lo temía. Maroto veía claro que había que poner fin, llegar a un acuerdo, aunque costó mucha diplomacia y esfuerzo llegar a redactar un Convenio de paz con el que ambas partes estuviesen de acuerdo. Así, muchos batallones del ejército carlista eran reacios a este acuerdo y fueron convencidos o medio arrastrados al abrazo famoso.


Pero Vergara fue escrito después de que ocurrieran los acontecimientos y, evidentemente, sus personajes protagonistas no sienten que haya llegado el fin, sino que ese abrazo es solo una tregua en la división que caracteriza al país desde, al menos, la llegada de los franceses en 1808.

Sea como fuere, ese abrazo demuestra que la reconciliación es posible hasta entre dos recios hombres de guerra, capaces de rendirse al sentido común para detener una sangría justificada solo por la lucha de poder en la esfera de la realeza. A mí me da que pensar.

Drowse vacacional

Drowse es una canción de Queen que menciona «los domingos por la tarde». Significa dormitar, estar amodorrado, quedarse medio dormido… Describe muy bien lo que he experimentado en mis vacaciones. Lejos de hacer siquiera una cuarta parte de lo que había proyectado, el «drowse» me ha invadido, junto con el calor, y ha matado mi fuerza de voluntad.

Imagen de Jess Foami en Pixabay.

Lo contrario del «drowse»: la constancia

Con la fuerza de voluntad, se han ido la constancia y la capacidad de concentración, elementos que, según Murakami, son fundamentales para la creación. Así, lo que se había proyectado como un espacio sin límites para la creatividad, «haz lo que quieras», que diría Michael Ende , se convierte por el calor y el cansancio en un espacio sin límites de aburrimiento, dormitar y ver la tele, interrumpido por vivificantes visitas a la piscina y otros ocios.

Por otro lado, José Luis Sampedro se levantaba a las 4 de la mañana para escribir. Lo hizo durante 40 años antes de lograr el éxito, compatibilizando su trabajo como economista con su trabajo como escritor. Eso, aunque Murakami diga que no, para mí se llama fuerza de voluntad, bueno, Sampedro lo llama perseverancia.

Y hay otro escritor que conozco desde hace poco, Sergio Rozalén, que religiosamente escribe en su blog una entrada al día. Son al menos de dos tipos: unas se parecen a las mías y otras son ficciones de futuros distópicos las más de las veces. Este prolífico escritor no ha parado con el calor, lo que para mí es admirable. Sobre la fuerza de voluntad, este bloguero me diría esto: «Tanto si piensas que puedes como si piensas que no puedes… tienes razón».

Me llama la atención que tanto Sergio Rozalén como yo reflexionemos con frecuencia sobre temas similares, unas veces estando muy de acuerdo y otras veces sacando conclusiones totalmente diferentes. Casi se podría establecer un carteo escritoril de mensajes y respuestas.

Por ejemplo, muchas veces he echado de menos los carretes de fotos antiguos. Solo se podían hacer 12, 24 o 36 fotos, varias de ellas salían mal y, aun así, o precisamente por ello, se conservaban como si fueran tesoros. Ahora se hacen miles de fotografías cada año, la mayoría selfies, hace poco vi una noticia en la que la gente esperaba cola para hacerse una foto en un lugar de costa y que pareciera que estaban solos allí. ¿Y realmente miramos esas fotos? Yo no. Desde mi punto de vista, las fotos de un álbum sí se revisan, había una o dos de cada persona, localizar ancestros o momentos vividos en ellas era como hacer arqueología. Ahora son tantas y tan repetitivas que rara vez acudo a mirarlas. Sin embargo, Sergio Rozalén piensa que está mucho mejor ahora en que las fotos están organizadas por fechas y puede ver cuándo y dónde ocurrió algo, mientras que las del pasado le crean un desequilibrio de los recuerdos porque parece que no pasaba casi nada y además cuesta reconstruir el recuerdo a partir de unas pocas imágenes…

Ya sabéis que reflexiono sobre los guiones de vida de forma recurrente, puesto que me parece un tema apasionante y pienso que conocerlo ayuda a desautomatizar una serie de creencias. Sergio Rozalén hace una aportación interesante cuando habla del guion trazado por el padre de las hermanas Williams y sobre aquellos otros guiones que resultan perdedores y de los que no se habla tanto.

Hasta aquí las similitudes. Sergio Rozalén se permite imaginar futuros y posibilidades ilógicas (Irreflexiones es el nombre de su blog), de manera que puede crear más allá de «lo que hay»; yo solo lo hago en libros de relatos. Muchas entradas de su blog abren opciones posibles. Por ejemplo, en un momento dado reflexiona sobre la creciente complejidad de nuestro mundo, que da lugar a perfiles cada vez más especializados. Pues bien, inventa la figura del gestor de complejidad, que serían:

…personas que controlen el nivel de abigarramiento de los sistemas, tratando de reducirlo cuando sea posible, asegurando que el conocimiento se mantiene, definiendo las reglas y capacidades organizativas necesarias para su funcionamiento, en un contexto de cambio y evolución permanente.

https://irreflexiones.com/2022/06/21/gestionar-la-complejidad/

Y va más allá, escribe pequeños relatos de ficción, normalmente en mundos futuros y distópicos.

Podéis leer esta historia sobre una app llamada Cyrano AR, bastante interesante y que da que pensar. Es una de esas entradas que evocan distopías tipo Black Mirror, solo que las de Sergio Rozalén suelen acabar bien.

También es interesante leer este relato en el que se plantea una situación parecida a la de Gattaca, una distopía del futuro en la que los niños se conciben in vitro y se eliminan las posibilidades de que padezcan enfermedades o sean físicamente desagradables. El texto de Rozalén invita a reflexionar qué es mejor, si vivir muchos años siendo un ser más o menos perfecto o vivir unos cuantos menos siendo un ser superior. Habría que plantearse aquí si el hecho de tener todas esas ventajas genéticas hace que se siga un guion ganador.

En Gattaca, uno de los últimos niños en nacer de forma natural y sin cribado genético es Vincent. Tiene una deficiencia cardiaca de nacimiento y una gran miopía, lo que le califica como “no válido” en un mundo de humanos genéticamente perfectos. Así, subsiste trabajando en los puestos más bajos. Sin embargo, más adelante consigue entrar en el mundo exclusivo de la gente guapa y perfecta utilizando la identidad y la huella genética de un deportista que quedó paralítico en un accidente, pero que en todo lo demás es perfecto. ¿Y cómo lo logra? ¿Con fuerza de voluntad, con constancia, con perseverancia? Desde luego, con una combinación de estas cualidades y seguramente no durante un caluroso verano en el que el «drowse» te arrastra a tu versión más parecida a nuestro primer ancestro: la ameba.

El whatsapp del siglo XIX

Quizá pensemos que en el siglo XIX la gente no podía comunicarse de manera inmediata, sino que tenía que escribir cartas y esperar largo tiempo hasta obtener respuesta, siempre con demasiado retraso. Pero en aquella época utilizaban también el envío de notitas o «billetes», pequeños papeles con mensajes concretos que, en lugar de transportarse por el aire, los transportaban personas. Si emisor y destinatario estaban en la misma ciudad, el billete llegaba bastante rápido, y podía sucederse una serie de mensajes al más puro estilo del whasapeo.

Incluso cuando emisor y receptor estaban en ciudades distintas, podían cartearse tanto a través del servicio de Correos, que en aquella época se ganó la fama de lento y poco fiable, como de «propios», personas que llevaban cartas y no solo eso: gallinas, quesos, cabras… del emisor al receptor. Lo más interesante es que estos propios localizaban al destinatario incluso cuando se cambiaba de localidad, y eso que no existían los códigos postales. Simplemente, el mensajero buscaba al destinatario allá donde estuviera.

Estos sistemas de comunicación funcionaban. Eran lentos, pero efectivos. Galdós basa todo un episodio nacional, La estafeta romántica, en el carteo de varios personajes entre sí, al estilo de Las amistades peligrosas de Chordelos de Laclos, si bien no tan logrado. Varios aspectos de este sistema de comunicación son llamativos, os cuento:

Las cartitas del siglo XIX

El saludo

En general, no empiezan con «Querida Pilar», sino con otras frases como: «Amiga y señora», «Ilustre amigo y dueño», «Amiga del alma», «Queridísimo y nunca olvidado Fernando», etc. Muchas veces, su comienzo es como el de una conversación informal, sin prolegómenos, por ejemplo: «Aquí me tienes, querido Calpena», «Ya sé, ya sé, picarona», «No creas, mi querida Pilar»…

Reenviar

A ver si vamos a pensar que el reenvío solo se da en el correo electrónico. En aquella época, a juzgar por esta novela epistolar, no se cortan un pelo en incluir en el sobre cartas recibidas de otras personas. Es decir, no se da por supuesto el secreto de la correspondencia, al revés, parece habitual tanto reenviar cartas recibidas de otra persona como leerle la carta al marido antes de mandarla, o incluso que el marido escriba a la amiga de su mujer con su parecer.

Despedidas

Algunas despedidas me han llamado la atención, sobre todo cuando el emisor aprovecha para:

…ofrecer al señor don Fernando sus respetos y su inutilidad...

Fragmento de una carta en La estafeta romántica.

Esto de ofrecer la inutilidad propia no lo acabo de comprender, parece algo como: «humildemente a tu servicio». Alguna otra despedida llama la atención por su comienzo, en el que aún se utilizaba a Dios en lugar de adiós:

A Dios, que te me guarde muchos años. María.

Fragmento de una carta en La estafeta romántica.

La muerte de Larra

De José Gutiérrez de la Vega – [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=39601606.

Pero sin duda, lo interesante de las cartas es el mensaje, el contenido. Las cartas de La estafeta romántica son jugosas, escritas a lo largo de varios días y entrecruzadas con las de varios personajes. Uno de los temas recurrentes en esta novela es el romanticismo. Al estar ambientada en la época de esta corriente literaria, sus personajes mencionan lo que es vivir y actuar de forma romántica, y en varias ocasiones comentan la muerte de Larra.

Así, La estafeta romántica es también un homenaje a Mariano José de Larra. Casi más que lo que escribía Fígaro o El pobrecito hablador, se comenta su enamoramiento con una mujer casada, Dolores Armijo, el despecho cuando ella vuelve con su marido a Filipinas, y el consecuente suicidio del poeta a los 27 años.

El funeral de Larra se describe con detalle y de manera realista en el episodio. No llega al naturalismo descarnado, pero llama al pan, pan y al vino, vino. Por ejemplo, cuando varios amigos de Larra se acercan a la bóveda de Santiago «donde habían puesto el cadáver«, que se describe sin miramientos:

…suspiramos fuerte y salimos, después de bien mirado y remirado el rostro frío del gran Fígaro, de color y pasta de cera, no de la más blanca; la boca ligeramente entreabierta, el cabello en desorden; junto a la derecha el agujero de entrada de la bala mortífera.

Descripción del cadáver de Larra en La estafeta romántica.

Es más, de allí, el emisor de esta carta (en realidad escrita haciéndose pasar por otra persona) comenta que fue a ver a Pepe Espronceda, que estaba en cama con reúma articular y al que Teresa había abandonado dos meses atrás.

Después, acude al entierro. Cuando se iba a dar por terminado, se presenta inesperadamente un joven Pepe Zorrilla (fijaos en que a los dos José los llama Pepe), «todo espíritu y melenas», que trae una poesía dedicada a Larra y que comienza a leer con una voz bien timbrada y dulce, con un ritmo musical. Parece ser que los versos de Zorrilla se divulgaron por toda España y en ese momento eran de sobra conocidos. De hecho, al leerlos, me he dado cuenta de que en algún momento yo también los he conocido:

Ese vago clamor que rasga el viento

es la voz funeral de una campana;

vano remedo del postrer lamento

de un cadáver sombrío y macilento

que en sucio polvo dormirá mañana.

Puedes ver el poema completo aquí: https://www.poesi.as/jz00002.htm

Al leer esta parte de la novela, pensé en cómo se cuentan las cosas cuando estudias. Si te cuentan todo esto, no se te olvida en la vida. Si te dicen:

Mariano José de Larra (1809–1837) fue un escritor del romanticismo. Se suicidó. Obras: Macías, El doncel de don Enrique el Doliente, artículos en periódicos, como El día de difuntos de 1836.

Pues te están dando un conjunto de datos que es necesario memorizar si se les quiere dar un significado. O eso, o buscarlos en Internet. Y olvidarlos pronto, muy pronto. Puedo asegurar que en un libro de texto de secundaria vi citados, en la misma frase, a 3 autores completamente distintos de una época dorada, nada menos que Calderón, Lope de Vega y Quevedo. Claro, esa frase estaba llena de datos y vacía de significado. ¿Cómo se puede resumir a una frase o a un párrafo a estos tres grandes?


Nuestros ancestros del siglo XIX se lo montaban bastante bien para estar comunicados, sin tener que soportar «notificaciones»: simplemente, una persona llegaba y les entregaba el mensaje. Este podía ser una pequeña esquela o una carta de varios pliegos acompañada de unas cabras y unos pellejos de vino. Y también podía describir con exactitud y hablando en plata el funeral de un gran poeta.

Última temporada: la más alta traición

En muchas de las series que he visto, sobra la última temporada, quizá las dos últimas. De pronto, la fórmula deja de funcionar, los capítulos se hacen pesados de ver, las historias que se cuentan no tienen la magia de las anteriores, casi se percibe el cansancio del equipo que lo ha producido. Y lo peor de todo: los personajes empiezan a actuar de una forma no coherente con quienes eran antes.

Esta falta de coherencia de un personaje era algo que molestaba mucho a Annie Wilkes, la enfermera psicópata fan de Paul Sheldon en Misery. No es que me guste tener algo en común con ella, sin embargo, creo que el propio Stephen King hablaba a través de ella: una vez se ha construido un personaje y conocemos sus valores, sus acciones y sus emociones, resulta muy incómodo verle actuar de una forma distinta, incoherente con lo anterior.

¿Por qué es tan importante que los personajes sean en todo momento coherentes, incluso si evolucionan a lo largo de la historia? Pensemos en historias como Enemigo público o la gran La invasión de los ultracuerpos: es muy inquietante que las personas en las que siempre has confiado comiencen a comportarse de una forma extraña, o empiecen a desconfiar de ti. De pronto, aquellos más cercanos se convierten en enemigos, en seres frente a los que te tienes que proteger.

Imagen vista en https://www.cinetecamadrid.com/programacion/la-invasion-de-los-ultracuerpos

Dawson’s Creek

He estado viendo «Dawson crece»; no la vi en su día. Me gustó su estilo desenfadado, puedes ver un capítulo de Dawson’s Creek y luego irte a dormir: no tendrás pesadillas.

Esta serie mantiene la coherencia de los personajes de Dawson Leery y de Joey (Josephine) Potter, pero traiciona por momentos al resto de personajes. Por ejemplo, uno de ellos, Pacey Witter, en una época es pareja de Joey y está profundamente enamorado de ella, se siente inferior a ella y muy agradecido de haber conseguido conquistarla. Pasan un verano en un barco velero sin mantener relaciones sexuales y luego sí lo hacen, es «su primera vez». Pues bien, se traiciona al espectador cuando Pacey, en una fiesta, empieza a gritar a Joey de forma agresiva y corta con ella. Eso no es coherente con lo anterior ni con lo posterior. Pacey nunca se comportaría así.

Otro personaje, Jen Lindley, la chica rubia y sexy que aparece y se interpone entre Dawson y Joey, es al principio la mujer explosiva con un pasado de vida «poco respetable», en el que ligaba con quien quería, tomaba drogas, iba a fiestas… Muy pronto, se recorta el personaje de Jen, quizá por criterios moralistas, y se convierte en una especie de joven-vieja sabia que está de vuelta de todo y que explica a los demás cómo es la vida. La transformación de Jen podría ser coherente, pero no lo es, y deja al personaje vacío de contenido.

Lionel: cuando el actor/actriz se va

Hay varias formas de resolver en guion el hecho de que el actor se canse de su papel y se vaya o le hagan irse. Normalmente, le matan. En Dawson’s Creek hay un caso claro, el padre de Dawson. Yo diría (sin saberlo) que también en Better Call Saul Charles McGill, el hermano del protagonista, muere porque el actor decide dejar la serie. En otros casos se retira al actor por su comportamiento, como se hizo con Charlie Sheen en Dos hombres y medio o Kevin Spacey en House of Cards. En mi humilde opinión, eso nunca funciona. En estos dos últimos casos, además, el alma de la serie era el actor al que se retira, de manera que la serie ya no se sostiene.

El extremo es cuando el personaje es sustituido directamente por otro actor. Creo que fue en la serie «Rituales», que veíamos mis hermanos y yo de pequeños, pero no estoy segura. Lo que sí recuerdo perfectamente es el nombre del personaje: de un capítulo a otro, un tal Lionel empieza a tener otro cuerpo y otra cara. Se hace muy, muy raro.

Construcción de personajes coherentes

Está claro que el personaje definido en un guion está sujeto a los avatares de la producción y del propio actor o actriz. Donde pueden crearse personajes con gran detalle y que puedan evolucionar y crecer, es en la novela. Ahí, el autor es como dios, hace lo que quiere con sus personajes (aunque luego se rebelen y quieran ir por otro lado).

Una de las razones por las que no soy novelista es que no sé construir personajes. Mi estilo de escritura es el de este blog, tira más a lo filosófico y al monólogo. Por eso me admira la gran capacidad de crear personajes de nuestro amigo don Benito, porque por momentos los estás viendo. Sus personajes históricos cobran vida y sus personajes de ficción están tan vivos y parecen tan reales como los conocidos por la historia. Hay personajes de Galdós que se pasean por distintas novelas suyas, incluso familias enteras, como la de Bringas. Su capacidad de reproducir las formas de hablar es extraordinaria, los personajes responden perfectamente a su origen geográfico y a su clase social.

Me gustaría hablar de cómo pinta don Benito en Luchana a un personaje real, Baldomero Espartero.

Baldomero Espartero aparece presentado por don Beltrán de Urdaneta, un noble ya entrado en años y al que le gusta campar a sus anchas. Así, un personaje de ficción presenta a uno real:

…la suerte de este hombre, que vino al mundo en el signo de Piscis, los Peces, por donde ha resultado que es un pescador formidable. Ya le tienes hecho un tenientazo general, y no por chiripa, sino ganando sus grados en acciones de guerra, batiéndose con arrojo y con éxito.

don Beltrán de Urdaneta describiendo a Espartero.

Al final de Luchana es donde vemos a Espartero en acción. Este es un final apoteósico, en el que la intervención del general rompe con el largo asedio de la ciudad de Bilbao por parte de los carlistas. Espartero estaba en cama, aquejado de una penosa cistitis. Pero al escuchar al general Oraa describir la apretada situación en la que estaba el ejército, dice:

Voy ahora mismo aunque me cueste la vida… ¡pues no faltaba más! Tomado el puente, ¿qué hemos de hacer más que uparnos arriba como fieras? ¿Qué hora es? Las once. ¡Bonita Noche Buena! Señores, hemos jurado perecer o salvar a Bilbao. Esta noche se cumplirá nuestro juramento.

Espartero en Luchana.

Dicho y hecho, Espartero sale de la cama, le ayudan a vestirse y sale a ponerse al frente del batallón, en un invierno crudo y nevado. Solo en este momento, Galdós nos describe al personaje, si bien se le había estado nombrando a lo largo de la novela. Digamos que es ahora cuando se hace un primer plano:

Brillaban sus ojos negros; bajo la piel de la mandíbula inferior, decorada con patillas cortas, se observaba la vibración del músculo; fruncía los labios con muequecillas reveladoras de impaciencia. Mal recortado el bigote, por el descuido propio de la enfermedad, ofrecía cerdosas puntas negras, y bajo el labio inferior la mosca se había extendido más de lo que consintiera la presunción. Aún no gastaba perilla.

Descripción de Espartero en Luchana.

Es una descripción tan viva que estás viendo a Espartero, pero no solo a Espartero como en una foto, sino a Espartero nervioso y enfermo, con aspecto descuidado.

Ya en la batalla, el general se pone al frente de una columna y se dirige a los soldados, en medio del estridor de la batalla:

Adelante todo el mundo, y arrollemos a esos descamisados… ¡Coraje, hijos, coraje!… Ahora verán lo que somos. Delante del que de vosotros avance más, va vuestro general, que quiere ser el primer soldado… ¡A la bayoneta… carguen! ¡Coraje, hijos!… Por delante va esta espada que quiere ser la primera bayoneta… Que mueran ahora mismo esos canallas, ¡coraje! o abandonen el campo, que es nuestro. ¡Viva la Reina, viva el Ejército, viva la Libertad!

Espartero dirigiéndose a las tropas en Luchana.

Ningún personaje de don Benito es incoherente. Es más, llegan a parecerte personas conocidas, especialmente sus protagonistas. No puedes evitar alegrarte de lo que logran y compartir sus desgracias. Ahora estamos con el tema de los episodios nacionales, pero muchas de las protagonistas de sus novelas son mujeres: Tormento, Marianela, Fortunata y Jacinta, Doña Perfecta… y están creadas con igual realismo.

¿Qué personaje te ha marcado? ¿Cuál crees que es el secreto para que una serie o una película te llegue por medio de sus personajes? Como siempre, agradezco mucho tu lectura, comparte libremente.

El futuro

El futuro imaginado

Hace poco visité una exposición en el Espacio Fundación Telefónica. Eran los futuros imaginados, los futuros escritos en novelas, dibujados en viñetas o proyectados en películas. Me llamó la atención que en la mayoría de estos futuros, se utilizaban medios de transporte aéreo personales e individuales, algo que no ha ocurrido y no tiene visos de realizarse.

También me gustó ver que mi profesión ya se había aventurado en forma de viñeta, a pesar de que hoy en día sigan preguntándome «¿De qué das clase?» cuando digo que trabajo en la formación online.

Visto en la exposición de Espacio Fundación de Telefónica. Viñeta de Arthur Radebaugh. Yo soy la que escribe lo que pone en el Electronic Notebook, en las preguntas de test y, en ocasiones, lo que dice el TV Instructor.

Me gustó mucho la reflexión que se hacía en esta exposición a lo largo de todo el recorrido: ¿Por qué las proyecciones de futuro solo comienzan hacia el S. XVIII y antes de eso no se habla de futuro? ¿Por qué el futuro contemplado es, en general, cada vez más lejano? Más adelante voy a aventurar una respuesta.

Por cierto, han ampliado el plazo de esta exposición, puedes ir a verla hasta el 26 de junio. Puedes ir abriendo boca con este abecedario del futuro.

También he visitado recientemente la exposición de Stanley Kubrik, uno de mis directores de cine preferidos. Y ahí está su película 2001: una odisea del espacio. Es esta una película del futuro que habla sobre nuestro pasado: el año 2001 no fue tan «futurista» ni apareció un monolito (ni un mono listo) en medio de la nada. Lo que sí ocurrió y cambió el mundo fue el suceso de las torres gemelas, un auténtico cisne negro.

Para esta película, Kubrik se tomó la molestia de pedir a un diseñador de moda vestimentas que pareciesen del futuro. Eso, y otra «molestia»: la construcción de un enorme disco giratorio con una cámara fija y otra móvil para crear las hipnóticas escenas de dentro de la nave.

A la izquierda, imagen de la maqueta real que se construyó, creo recordar que con un diámetro de 12 metros. A la derecha, una maqueta de ejemplo. Si te fijas en su interior, verás a uno de los astronautas sentado a la mesa.

También La naranja mecánica es una historia del futuro, un futuro en el que se habla una jerga extraña: uno de los errores habituales en cualquier historia del futuro es que el vocabulario es el mismo que en el presente. Sin embargo, el idioma cambia muy rápido: ya os comenté la dificultad de entrar en los mundos que describe Galdós porque el vocabulario comienza a parecer antiguo. Por eso es especial esta novela de Anthony Burgess.

Parte de la exposición dedicada a La naranja mecánica.

El futuro desde el pasado

En los Episodios nacionales, los personajes de Galdós también piensan en el futuro. Hay que tener en cuenta que el autor conoce ya ese futuro, puesto que los episodios tratan en su mayor parte de acontecimientos anteriores al nacimiento del escritor. Por ejemplo, en Luchana, don Ildefonso Negretti cae enfermo y empieza a desvariar. Dice entre otras cosas que los barcos del futuro se van a construir de hierro y que van a ser enormes, propulsados por una hélice en la parte central del barco. A esto, sus familiares responden con dolor, les parece que ha perdido la razón por completo. Pero claro, el autor sabe que en «el futuro» de Negretti sí van a existir estos barcos.

Pensar en el futuro aceptando el destino…

La razón por la que creo que antes del S.XVIII no se proyectaba tanto al futuro y nunca muy lejano, es porque el Destino lo marcaba Dios. Digamos que el futuro era lo que Dios nos trajera. Los acontecimientos se desarrollaban conforme dispusiese Dios, por lo que no tenía mucho sentido imaginar futuros de ningún tipo: llegaría lo que hubiera de llegar, los designios divinos son inescrutables.

Así, en De Oñate a La Granja, cuando se habla del Destino, Fernando Calpena dice:

Pero, en fin, sea lo que Dios quiera, y cúmplase el destino que está marcado a cada criatura.

Fernando Calpena, personaje protagonista de la 3ª serie de EN

Por otro lado, sí reconoce que se puede comprender la sucesión de acontecimientos, si bien no su «existencia misteriosa»

…así como los males vienen siempre encadenados, tirando unos de otros, al iniciarse el bien vienen asimismo de reata y en creciente progresión los sucesos favorables. La ley de este fenómeno se esconde a nuestra penetración; pero su existencia misteriosa revélase a todo el que sabe vivir por duplicado, esto es: viviendo y observando la vida…

Benito Pérez Galdós en De Oñate a La Granja

Palabra aprendida o recordada: reata

…aprovechando lo que nos es dado

En línea con las dos citas anteriores, hay una enseñanza que nos da don Beltrán de Urdaneta, un personaje mayor y «corrido» (conocedor de mundo) que acompaña a Fernando en su odisea personal atravesando el norte de España en plena guerra carlista:

Mire, hijo, cuando el destino nos pone al pie de un árbol de buena sombra cargado de fruto, y nos dice: «siéntate y come», es locura desobedecerle y lanzarse en busca de esos otros árboles fantásticos, estériles, que en vez de raíces tienen patas… y corren. Yo desobedecí a mi destino, y por aquella desobediencia no he tenido paz en mi larga vida. Créalo: donde no hay raíces, no hay paz.

don Beltrán de Urdaneta, personaje en Luchana

Predecir el futuro es en cierto modo absurdo. Lo hemos visto con el ejemplo más claro: imaginar el año 2001 en 1968, como hizo Arthur C. Clarke, y encontrarse luego en el 2001 real con sucesos como el 11S, que echan por tierra lo proyectado. De alguna manera, estos fenómenos inesperados y de gran impacto nos muestran que el Destino del que nos habla Galdós es el que establece el camino.

Por otro lado, la gran creatividad de autores como Julio Verne o da Vinci al imaginar y diseñar elementos del futuro, permite que se creen innovaciones basadas directamente en esos futuros imaginados, desviando también la trayectoria de los acontecimientos.

¿Cómo te imaginas el futuro? ¿Cuál es tu distopía favorita? Muchas gracias por leer y por compartir.

Don Benito

Creo que me he ganado el derecho de llamar don Benito a Galdós, después de llevar más de 30 años leyéndole.

Benito Pérez Galdós, pintado por Sorolla. Imagen de dominio público y antes extendida por los billetes de mil pesetas.

Cuando tenía 15 años, en bachillerato, leí Doña Perfecta, me gustó tanto, que me hice fan de Galdós. Empecé a comprar y leer sus libros más conocidos, como La fontana de oro, Misericordia, Tormento, Fortunata y Jacinta… Más o menos a los 20 años empecé a leer y coleccionar Episodios Nacionales. Era muy fácil encontrar Trafalgar en una edición de bolsillo de Cátedra. El 19 de marzo y el 2 de mayo también era fácil de encontrar. Pero ir localizando el resto de episodios nacionales era cada vez más complicado, según avanzaba el número de episodio. La mayoría estaban agotados. Los buscaba en La Casa del Libro, en Fnac, en El corte inglés, incluso en el VIPS. Eran muy baratos, valían unos 5 € cada uno, y ya entonces me parecía un precio demasiado bajo para una obra de arte.

A partir de un punto, alrededor del episodio 28, no conseguí encontrarlos. Tenía algunos salteados, pero no quería leer el siguiente sin conocer el anterior, ya que entre ellos hay un hilo conductor por series, que suele ser un protagonista masculino, y un montón de personajes secundarios y familias enteras de las que se va sabiendo aquí y allá. Dejé de encontrar episodios alrededor del año 2000.

Un reencuentro años después

Por fin, en 2008, un periódico sacó una edición de los EN en libros bastante grandes, maquetados de dos en dos, y me compré la colección entera, los 46 (los 23 volúmenes que puede examinar en su casa sin compromiso alguno).

Empecé con fuerza y por el principio. Habían pasado muchos años y no recordaba bien dónde me había quedado y quiénes eran los personajes. La edición, de Espasa, estaba muy cuidada y «traía santos», es decir, tenía imágenes: tanto cuadros como infografías, explicaciones adicionales de personajes y lugares, etc. Nada que ver con las ralas ediciones de bolsillo con portadas «creativas».

Sin embargo, pronto me di cuenta de que era mucho más incómodo leer un libro de 25 x 19 cm y alrededor de 1 Kg de peso que leer un libro de 17 x 11 y unos 100 g de peso. Incluso la tipografía resultaba más cómoda en los libros de bolsillo que, por cierto, ya había ido regalando y llevando a distintas bibliotecas.

El caso es que me quedé a medio gas: hasta hace un par de semanas, los episodios dentro de los volúmenes 12 a 23 seguían retractilados. Desde 2008. ¿Por qué? Porque poco a poco perdí la capacidad de lectura que requiere una novela de don Benito: el vocabulario empieza a parecer anticuado, las explicaciones son pormenorizadas, en ocasiones prolijas, a veces la acción es muy lenta… Cuando se trabaja frente a la pantalla y la mayor parte del tiempo se escribe, lee, revisa y cura contenido, al finalizar la jornada lo último que apetece es ver letra impresa de cualquier tipo. Llegué a contemplar deshacerme de esta colección que tanto me había costado encontrar y completar.

El hábito recuperado

Pues bien, ahora que recupero viejos hábitos como escribir aquí, también he recuperado la lectura de los episodios nacionales. He empezado donde me quedé esta segunda vez, en De Oñate a La Granja y con Fernando Calpena como protagonista. Tras vencer la pereza inicial al ver tantas letras juntas y, ya digo, después de horas de revisar y organizar contenidos, me doy cuenta de que esta lectura es enriquecedora desde muchos puntos de vista.

En 15 minutos he leído un capítulo, mismo tiempo en el que antes podía estar leyendo tuits diversos en Twitter. Al finalizar este cuarto de hora, en la lectura he aprendido vocabulario, observado costumbres de otra época y, con suerte, vivido las emociones de unos personajes. Mientras que en redes sociales, al finalizar un cuarto de hora la sensación es de pérdida de tiempo, vacío y aburrimiento.

Una de esas palabras que he aprendido o recordado: crujía.

Me he propuesto ir compartiendo lo que más me llama la atención de lo que leo en estas novelas, que destilan enseñanzas de valor y anécdotas curiosas.

Por ejemplo, una mención recurrente en Galdós es al Destino, que siempre aclara que es Dios mismo. Sus personajes tienen unos objetivos, pero se van encontrando dificultades y el Destino se interpone en su camino:

…y al decir Destino daba este nombre indebidamente al soberano gobierno de Dios, que dispone a veces, según su alta voluntad, todo lo contrario de lo que propone nuestra pequeñez ignorante y ciega.

Benito Pérez Galdós. De Oñate a La Granja

¿Tienes algún escritor o escritora favorito? ¿Has leído a don Benito? ¿Te cuesta leer en estos tiempos de pantallas digitales? Como siempre, muchas gracias por leer y por compartir si te ha gustado. 🙂

Javier Meléndez

Un día comenté en este blog que hablaría alguna vez de esos tuiteros que Twitter considera que me interesan más. Desde entonces ha llovido mucho y mi Twitter se ha convertido en una convención de chistes, lo cual ha hecho que cada vez entre menos y que entre únicamente a leer chistes… confirmando así lo que sus algoritmos buscaron para mí.

Yorokobu

Pues mucho antes de que todo eso ocurriera, descubrí en Internet a Javier Meléndez. Por esa época leía con cierta asiduidad la revista Yorokobu. Poco a poco me fui fijando en que los artículos que más me llamaban la atención eran los de Javier Meléndez. Sus artículos hablan de creatividad, de futuro, de mundos postpandemia… Echa un vistazo. O date el placer de leer su última entrada sobre el significado del color verde en el cine.

Así que, al poco de darme cuenta de que me gustaban sus artículos en esta revista, empecé a seguirle en su cuenta de Twitter.

Sus tuits explicaban la geometría de los planos cinematográficos, por ejemplo, por qué un plano ligeramente torcido te introduce en el mundo distorsionado de un psicópata, o cómo se muestra el estatus (poder) de un personaje con respecto a otro por el espacio relativo que ocupa, etc.

O bien hablaban de cómo comunicar una idea, o de cómo estructurar un guion. También habla de talleres de guion y, en general, es muy didáctico.

La solución elegante

Javier Meléndez tiene una página web, La solución elegante, donde se trata (casi) todo sobre guion, según reza en su página principal. La verdad es que tiene muchísimo contenido interesante, es una página con solera y él un profesional con muchos años de experiencia. Tal vez te interese saber lo básico de cómo escribir un guion. En esta página encontrarás otros recursos, como plantillas, manuales de redacción, temas legislativos, cómo gestionar tu tiempo…

Además, Javi tiene un libro de mucho éxito, Antilista de guion. Según su propio autor:

Con Antilista de guion quiero mostrarte que los errores en guion son relativos. Quizá lo que sea un recurso erróneo en un guion, es un recurso necesario e incluso genial en otro.

Javier Meléndez

Por último, hasta la fecha ha estado enviando un boletín llamado Caramelos de guion, que hace poco ha decidido cerrar. Se trata de un boletín Guadiana sobre temas de todo tipo, muy interesantes. Y justo antes de que mis circunstancias vitales me llevaran a dejar de escribir aquí, Javi incluyó una de mis entradas en su boletín. Creo que no se lo agradecí lo suficiente y ahora que desaparece este boletín, siento cierta nostalgia.

Tú escribe

Si pudiéramos condensar toda la sabiduría que Javier Meléndez va dejando en sus tuits y en su blog, dejando al margen las cuestiones más técnicas, la extractaríamos en estas dos palabras que invitan a la acción:

Tú escribe.

Dicho directa o indirectamente por Javi Meléndez

En efecto, si no entras en acción no vas a elaborar nada que luego se pueda mejorar, pulir o comparar con otra creación. Hay miles de manuales, miles de listas, muchos gurús y grandes directores y guionistas. Como hemos visto con su libro Antilista de guion: deja de buscar errores basados en los dogmas que aparecen en diferentes libros y escribe, crea tu propio mundo, ponte en marcha.


Ya sea escribir guiones cinematográficos o para series, sea escribir tu blog particular o sea pintar un cuadro, lo cierto es que no puedes mejorar si no te pones a ello. Estoy de acuerdo con Stephen King en que no todo el mundo tiene el talento. Pero ni siquiera eso significa que no puedas disfrutar de una actividad. Yo por ejemplo disfruto muchísimo haciendo teatro, sin embargo no tengo el talento ni la intención de convertirme en una actriz profesional.

Si estas palabras no te animan, sigue a Javi Meléndez.

Escribe, haz, crea, disfruta.