En el telediario cuentan que muchos incendios pueden evitarse si pasan unas ovejas y van comiendo rastrojos, limpiando así el campo, o si hay una labor de mantenimiento del bosque. Si se evita una catástrofe, ¿cómo lo sabemos? Ya no saldría en las noticias, tampoco sabríamos qué personas o corporaciones han evitado lo que nunca ha llegado a suceder.
Se habla de la sequía cuando ya empieza a haber problemas de abastecimiento. ¿Por qué no se actúa cuando los expertos detectan el problema y avisan? Si se actúa y se corrige un rumbo, ya no sería noticia. Por otro lado, ya no se podría manipular a la gente para que se sienta culpable por ducharse más de cinco minutos seguidos o poner lavadoras sin fin.
De esto habla Nassim Taleb en su libro El cisne negro, de todos aquellos cisnes negros que se han evitado, pero que no sabremos jamás. Hay una serie de héroes que ni ell@s mism@s saben que lo son, porque su invento o la medida que tomaron evitó un desastre. Como lo evitó, ni la persona ni el invento trascendieron. Aquí, Taleb hace un ejercicio interesante: imagina un legislador que aprueba una ley el 10 de septiembre de 2001 por la que se colocan en todas las cabinas de los aviones puertas a prueba de balas y que no se pueden abrir. Bien, el 11S se habría evitado, pero este legislador habría pasado a la historia, como mucho, como un derrochador que obliga a las compañías a gastar dinero en una medida inútil. Su obituario no podría ser este, ya que no existiría el 11S:
Joe Smith, que ayudó a evitar el 11S, murió a consecuencia de una enfermedad hepática.
Obituario que Taleb imagina para el legislador que habría evitado el 11S.
Continuando con el razonamiento y con la historia, el 11S sí sucedió. ¿A quién se premió? A aquellos que vimos en televisión realizando actos heroicos. También se premió, tristemente, a aquellos que simulaban hacer actos heroicos. El ejemplo que pone Taleb es el director de la Bolsa de Nueva York, Richard Grasso, que lo único que hizo es hacer sonar la campanilla de inicio de sesión, lo que fue retransmitido por televisión. Esto le reportó grandes beneficios económicos.
¿Quién es el héroe?
Entonces,
¿a quién se recompensa, al banquero central que evita una recesión o al que acude a corregir los fallos de su predecesor y resulta que está ahí durante cierta recuperación económica? ¿Quién tiene mayor valor, el político que evita una guerra o el que empieza una nueva (y tiene la suerte de ganarla)?
Taleb se pregunta esto en su libro.
A partir de estas reflexiones de Taleb, y del hecho de que se premia más la resolución costosa de un problema que su prevención, me pregunto: ¿Hay algún interés en que las cosas se estropeen para luego arreglarlas (a un coste mayor de lo que habría supuesto su prevención)? Porque claro, quien pasa a la historia es el que arregla, el otro; el Joe Smith de la prevención es rápidamente olvidado, cuando no criticado por sus medidas ridículas. Yo tuve una asignatura en económicas que era algo como «Gasto público». En ella se nos dijo claramente que, de 3 opciones para solucionar un problema, se escogía siempre la más barata. Los arreglos de no haber hecho una inversión mayor acababan costando más que la solución más cara.
¿Será que nos gusta?
La película Tiburón tiene este mismo argumento: tras el primer ataque del tiburón, el alcalde se niega a cerrar las playas porque esto implicaría un duro palo al sector turístico. Piensa que ese fenómeno es puntual y que no va a repetirse: ¿cómo va a llegar un gran tiburón blanco hasta la costa? Sin embargo, se repite. No es parte de la película, pero es posible que ese mismo alcalde se colgase la medalla de la solución del problema porque contrata al cazador de tiburones más experimentado, obviando las muertes previas por su inacción. Pasaría a la historia como el alcalde que solucionó el problema.

Podemos ver películas como Tiburón una y otra vez, quizá porque nos gusta. Es decir, lo que nos engancha de historias así, reales o ficticias, es, como decía Aristóteles, el paso de condiciones positivas a condiciones negativas en la vida de los personajes y cómo se enfrentan a ellas y las resuelven… o no. La extensión apropiada de la trama es la que permite
…una transformación desde la mala fortuna a la buena fortuna o desde la buena fortuna a la mala fortuna.
Poética de Aristóteles.
Sea como fuere, parece que nos lo pasamos mejor si la transformación es desde la buena fortuna a la mala fortuna. Siguiendo con nuestro amigo Aristóteles, que ya dijo todo lo que había que decir sobre la teoría de la literatura:
…todos los seres humanos disfrutan con las imitaciones. Señal de ello es lo que acontece de hecho, pues obtenemos placer cuando contemplamos imágenes lo más precisas posible de cosas que en sí mismas son desagradables de ver, como las figuras de animales horrorosos y de cadáveres.
Poética de Aristóteles.
Así, los libros de historia van contando catástrofes mezcladas con grandes inventos, también inesperados y también cisnes negros. Incluso en muchas ocasiones, el gran invento es consecuencia de una gran catástrofe, pues es la búsqueda de soluciones para evitar eventos similares.
Volviendo a Joe Smith, su invento tiene aún más mérito, porque es capaz de imaginar una situación posible, pero no acaecida, y de poner los medios para evitarla. Lamentablemente, no queda registro de tal cosa en la historia.
Otro tipo de tramas con las que jugamos más actualmente es con los distintos cursos de la historia según las decisiones tomadas: viajes en el tiempo que nos permiten cambiar un «error» del pasado y nos traen a un futuro totalmente diferente. Esto ocurre en Regreso al futuro, también algo parecido en Atrapado en el tiempo o en historias que presentan ambos caminos a la vez, como Dos vidas en un instante.
Volviendo a la realidad, en la que no podemos deshacer lo ya acaecido, merece la pena pensar en términos de filosofía china: es más fácil arrancar una mala hierba cuando está naciendo que deshacerse de ella cuando ya es un árbol. O dicho en bonito, según vemos en el Tao Te Ching:
Lo que aún no se manifiesta es fácil de controlar.
(…) El árbol que un hombre apenas puede abrazar / nació de un tallo fino como un cabello.
Tao Te Ching.
Aunque claro, en otro de los poemas, el Tao Te Ching también dice:
Antes de aniquilar algo, / espera a que florezca plenamente.
Tao Te Ching.
Quizá lo que pretendía el alcalde de Tiburón era esperar a que el problema floreciera plenamente.
¿Qué inventos crees que pueden evitar catástrofes? ¿Cómo podríamos reconocer a los héroes que ni saben que lo son?