Hace poco comencé un curso en Coursera que me parecía prometedor: Futures Thinking, pensamiento de futuro. En él, Jane McGonigal presenta las unidades y explica en qué consiste tener una mentalidad de «futurista«.
Lo cierto es que pronto perdí el interés: por un lado, las connotaciones de la palabra «futurista» en español son totalmente diferentes que en inglés; en otras palabras, los recursos que se pueden encontrar en Internet son básicamente norteamericanos. Por otro lado, y esta fue la razón fundamental para dejar el curso:
El método sugerido para captar tendencias de futuro a diez años era hacer búsquedas en Google con distintas palabras clave…
¿Perdona?
Pues sí, en un navegador totalmente sesgado y que ofrece resultados patrocinados en primer lugar, si encontramos algo relacionado con «el futuro» será información del pasado, de cómo en el pasado hemos hablado del futuro. El futuro, por definición, no está escrito en ninguna página web.
Lo que en el pasado decíamos del futuro
En línea con esto, hace unos días di con una revista «del pasado» que estaba en casa de mis padres, una edición de la revista Quo del año 1995. En ella, había varios artículos que hablaban de cómo sería el futuro. En general, había muy pocos aciertos. Por ejemplo, en un reportaje de las casas del futuro, se explicaban todas las comodidades que existirían en nuestro hogar y que, 25 años después, siguen sin existir.
Me llamó la atención que sí se mencionaba un atisbo del Internet de las cosas (IoT), explicando que los elementos del hogar estarían comunicados con el exterior a través de fibra óptica, y que de esta manera se pedirían los productos de la compra que faltaban y similares. Aun así, esto no está extendido a la mayoría de los hogares occidentales ni sabemos si ocurrirá así.
Vivir en la incertidumbre
Como ya sabéis los lectores asiduos, nuestro Nassim Taleb no hace más que repetirnos que no podemos predecir, y que básicamente todas las predicciones acaban siendo erróneas. Esto se debe al fenómeno de los cisnes negros y al hecho de que la distribución de los sucesos de la vida no suele ser la Normal, en contra de lo que nos gustaría.
Puede ser muy interesante acostumbrarse a vivir en la incertidumbre, abrirse a lo que va sucediendo sin tener un plan previo, aceptar el presente y lo que sucede, abarcando con la vista tanto lo que nos gusta como lo que no nos gusta.
Es lo que propone el Instituto de constelaciones de Brigitte Champetier de Ribes, con un ciclo de vídeos en directo hablando de esta cuestión.
La herencia del pasado, vivir el presente, caminar hacia el futuro
Yo me preguntaba de dónde venía mi necesidad de convertirme en una escritora de éxito, una necesidad que hace poco tiempo, quizá dos años, descubrí que no era mía y que debía dejar aparcada para poder dedicarme a lo que sí es mi misión, claramente relacionada con la formación online.
Esta necesidad venía de mi abuelo paterno. El abuelo Mariano, que de joven había deseado ser escritor, que llegó a ser doctor en Filología Hispánica, que fue director de un colegio y que finalmente se dedicó a la enseñanza.
Es como si del pasado viniera un chorro de información con la que comienzas a vivir en el presente hasta que en un momento dado dices:
No, espera, que lo mío no es exactamente esto.
Ya en la madurez, te dejas llevar por lo que te va sucediendo, olvidas lo que te gustaría que te sucediese, y de ahí procede una fuerza muy grande que te permite caminar hacia el futuro.
Yo este año me lo planteo así: estoy en varios proyectos de investigación e innovación relacionados con la formación online.
Pienso que podemos hacer muchas cosas interesantes cuando dejamos de aferramos a lo que debería ser. ¿Y tú, qué piensas? ¿Algún ejemplo de lo que se esperaba que sucediese en el futuro y que no ha sucedido? ¿Algo que te gustaría que pasase? Como siempre, gracias por leer y por vuestros comentarios. 🙂
Una respuesta a “El futuro nunca llega”