Miedo a lo desconocido

Casi 3 000 líderes de la tecnología han firmado una petición para que se detengan los avances de la inteligencia artificial durante al menos 6 meses. Se busca desarrollar en paralelo un control de esta que permita que sea más precisa, segura, interpretable, transparente, robusta, alineada, confiable y leal. Les ha dado miedo la capacidad de estas herramientas de barrer miles de empleos, al igualar en capacidad a perfiles de medio y alto nivel de todo tipo. Además, en una de las notas de la petición, comparan las repercusiones que puede tener este avance con otras tecnologías con efectos potencialmente catastróficos para la sociedad: clonación humana, modificación del genoma humano, investigación de ganancia de función (alterar los genes para producir individuos mejores) y eugenesia.

…y debemos preguntarnos: ¿Deberíamos dejar que las máquinas inunden nuestros canales de información con propaganda y falsedad? ¿Deberíamos automatizar todos los trabajos, incluidos los satisfactorios? ¿Deberíamos desarrollar mentes no humanas que podrían a largo plazo superarnos en número, ser más inteligentes, hacernos obsoletos y reemplazarnos? ¿Deberíamos arriesgarnos a perder el control de nuestra civilización?

Petición para detener los avances de la IA.

Y es que realmente los nuevos avances de ChatGPT All y de MidJourney v5 barren un montón de tareas aparentemente complejas y que nos parecía que solo podían desarrollar perfiles especializados. Ethan Mollick, profesor de la universidad de Wharton, publicaba recientemente la capacidad de ChatGPT de crear una simulación de una negociación, calificarla y proporcionar comentarios según las respuestas (feedback). El propio Mollick advierte que no hay «prompts» (las preguntas en texto a las inteligencias artificiales) mágicos y que cada vez que volvemos a preguntar obtenemos resultados distintos. Recordemos también que muchas veces obtenemos información «inventada». De manera que hay que tener en cuenta:

1) Cualquier prompt que encaje en un tuit es, en el mejor de los casos, un punto de partida. 2) La aleatoriedad es parte de los LLM (modelos de aprendizaje del lenguaje), por lo que obtendrá respuestas diferentes cada vez. 3) Ningún prompt eliminará las alucinaciones. Experimente y verifique los hechos.

Los puestos en peligro

Según publicaba Xataka el 21 de marzo (2023) haciéndose eco de un estudio de OpenAI (los creadores de ChatGPT), «los trabajos mejor pagados y cualificados son los más afectados, así como los empleos relacionados con la programación y la redacción». Así, se mide el nivel de exposición de los trabajos, es decir, en qué grado puede ese trabajo ser sustituido por una inteligencia GPT. Con el 100% aparecen puestos como analista financiero, escritor, periodista, auditor, contable, diseñador de interfaces digitales y web…

También se recogen puestos no afectados por la inteligencia artificial, a los que me remitía hace unos pocos post cuando hablábamos de robots bailando flamenco:

Estos son trabajos manuales de la industria y la ganadería, también deportistas, camareros… Se han dejado fuera muchos trabajos: enfermería o auxiliares, personas que atienden a la tercera edad, o profesorado y educadores infantiles, entre otros.

Hay que tener en cuenta que este estudio de OpenAI tiene varias limitaciones que están muy bien recogidas en el propio estudio. Aun así, nos sirve de orientación para comprender el miedo de los líderes tecnológicos.

Intervención de los gobiernos

La petición firmada por los líderes tecnológicos también pide la intervención de los gobiernos para frenar el avance de la IA. Se pide la creación de autoridades reguladoras nuevas y capaces dedicadas a la IA. La idea es que exista una supervisión de lo que generan las inteligencias artificiales. Expertos como David Mattin ya han apuntado anteriormente a la necesidad de que otra IA supervise la generación de contenidos de la IA. En la petición, también se señala la necesidad de marcar de alguna manera el contenido generado para que siempre se distinga entre contenido creado por personas y por IA, procesos de auditoría e identificación de la responsabilidad por información falsa. Así solicitan la creación de

…instituciones bien dotadas para hacer frente a las dramáticas perturbaciones económicas y políticas (especialmente en la democracia) que provocará la IA.

Petición para detener los experimentos de IA.

Ya el gobierno de Italia ha bloqueado el acceso a ChatGPT por la violación de la ley de protección de datos y por difundir información falsa. Recordemos que esta herramienta no es un buscador como Google, es un generador de contenido nuevo, y ese contenido puede ser «inventado», no consecuente con la realidad. Además, ChatGPT no puede discernir si la persona que pregunta es menor de edad, en consecuencia, los menores estarían desprotegidos contra las respuestas de todo tipo que pueda generar.

El avance de la vida

Mi opinión es que no se puede parar esto. Me da la sensación de que no es comparable a las técnicas de clonación o de alteración del genoma, que atentan directamente contra lo que es humano. Pienso que, habiéndose extendido como la pólvora y estando el conocimiento en manos de miles de personas, los avances seguirán y se escaparán al control de las autoridades. Quizá el hecho de que estas inteligencias puedan barrer puestos especializados sea el origen de trabajos distintos que puedan realizar esas personas. Quizá provoque la revalorización de trabajos artesanos, hechos a mano, y, como comentaba hace unas semanas, una mejora de los trabajos basados en la ayuda.

Sin precedentes

El lanzamiento de ChatGPT-4 y de MidJourney v5 dan un salto en la inteligencia artificial sin precedentes. ChatGPT-4 ahora es multimodal. Significa que puede interpretar textos e imágenes. Se ha hecho viral la imagen en la que se ha dibujado con un boli el aspecto de una página web, porque ChatGPT ha creado esa página con código en cuestión de segundos:

El avance es tan loco, que escribir de una semana a otra no acaba de recoger la velocidad exponencial y sin precedentes que lleva esto. Lo último, que Microsoft incorpore en Office 365 ChatGPT-4, tiene unas implicaciones económicas y laborales que le dan la vuelta a todo. En este post cuento mi experiencia al generar contenidos con esta herramienta. También hablo de la versión 5 de MidJourne, la herramienta de inteligencia artificial que hace fotos de una calidad y sofisticación que barren la fotografía tal como la conocemos hasta ahora.

Generación de contenidos

Este título que suena tan abstracto, generación de contenidos, da de comer a muchísimas personas en muchos sectores. Hasta «hace cinco minutos», nuestras redes sociales e internet en general estaban plagados de contenidos generados por redactores de todo tipo. En mi sector, la formación online, el principal trabajo es crear contenido, curar contenido, presentar el contenido de forma pedagógica. Pues todo esto lo hace ChatGPT-4.

Hice la prueba. Había una unidad didáctica de un profesor que estaba de baja, por lo que no podíamos ampliar la información. Le pasé este material a ChatGPT y le pedí un diseño instruccional, es decir, un guion con las instrucciones para crear un curso a partir de una presentación bastante escueta. Lo primero que me pasó fue una estructura completa con todos los puntos necesarios: título del curso, duración, introducción, objetivos pedagógicos, varias secciones, incluida una de práctica, y un apartado de conclusiones. Después le fui pidiendo el desarrollo de cada uno de los puntos. Uno a uno, fue desarrollando cada apartado, yo iba «tomando notas», es decir, copiando lo que me pasaba y pegándolo en un documento. Este único trabajo de copiar y pegar desaparece con la incorporación de ChatGPT a Office: directamente se va a generar el contenido en el formato que queramos, haciendo el proceso todavía más corto, casi instantáneo.

En el apartado de la práctica, me sorprendió porque me presentó el lenguaje de programación para resolver el ejercicio de esta manera:

Imagen con código proporcionada por ChatGPT-4.

Luego recordé que esta herramienta es capaz de generar códigos de páginas web y similares, domina muchos lenguajes de programación e incluso te los puede enseñar como si fueses un niño de 11 años. Es decir:

En resumen: en unos minutos y con distintas preguntas, logré tener un contenido preparado para la formación online. Un contenido perfectamente expresado, sin erratas, con orientación pedagógica. Algo que a cualquiera de mi equipo le habría llevado al menos 2 horas. Y es que este cacharro sabe perfectamente lo que tengo que tener en cuenta para maquetar mi contenido en una de las herramientas de autor habituales, Articulate Rise, y cómo hacer que el alumnado desde casa no se sienta abandonado, sino integrado en un sistema de aprendizaje. Digamos que lo que he aprendido en años y ya puedo destilar en pequeñas píldoras es lo que esta IA me cuenta en cuestión de segundos (y lo aplica a los contenidos que genera, claro):

Hacer fotos sin cámara

La otra gran revolución es la generación de imágenes por inteligencia artificial. En este blog estoy compartiendo imágenes inquietantes generadas por DALL.E-2 y por Lexica Aperture. Pero MidJourney va un paso más allá y genera fotografías de excelente calidad y realismo a partir de textos realmente cortos. Quiero compartir aquí algunos ejemplos que publicó Nick St. Pierre en Twitter recientemente. En este hilo, Nick St. Pierre va comparando el resultado de solicitar una imagen a la versión 4 de MidJourney con respecto a la nueva versión 5. La versión 4 ofrece fotos perfectas, pero con cierto toque inquietante en algunas miradas, mientras que la versión 5 crea fotos perfectas y con un toque de realismo y «sensibilidad» asombroso. Tomemos esta imagen de un mercado:

Imagen de un mercado generada por MidJoruney5, con la sola instrucción: «foto de estilo callejero de un concurrido mercado de la ciudad de Nueva York llena de gente parada junto al mostrador de delicatessen –ar 16:9».

En la imagen que vemos arriba, nada existe. No hay fotógrafo, esas personas no existen, su ropa tampoco, los productos que se ofrecen no están ahí. Es todo generado por una inteligencia artificial.

En esta otra imagen, compara la generación de una mujer en la versión 4 frente a la generación de la versión 5:

Parte del hilo de Nick St. Pierre, donde la petición a la IA es: «foto de estilo callejero de una mujer joven, chaqueta gucci roja, camisa gucci azul, plano general, iluminación natural, soho, filmada en Agfa Vista 200, 4k –ar 16:9».

Simplemente, estoy sin palabras. Estoy totalmente de acuerdo con David Mattin, que en su newsletter 116 comenta que nadie sabe ahora mismo las implicaciones que va a tener todo esto. La adopción es loca, es explosiva, imparable. También comenta lo mismo que comentaba yo la semana pasada: agarrémonos a aquello que nos hace humanos, porque es lo único que nos va a quedar tras este tsunami.

Todo lo demás, cualquier dominio de procedimiento técnico o experiencia, casi todo lo que ahora definimos como «trabajo», está siendo devorado por máquinas. (…) Eso es todo lo que quedará al final de este largo camino que estamos recorriendo con inteligencia artificial: los unos para los otros.

David Mattin

Los robots no bailan flamenco

Nos estamos ocupando en identificar aquellos trabajos que puede muy pronto (ya) hacer la inteligencia artificial. Con el reciente lanzamiento de ChatGPT 4, llega incluso más lejos. Me parece más importante identificar aquellos trabajos que nunca vamos a querer que haga una IA o un robot. Ya se apuntaba a esto en la segunda parte del vídeo «Mi empleo, mi futuro» que os compartí y reproduzco aquí:

#MiEmpleoMiFuturo 2, un documental de COTEC.

El resumen es: todo aquello que se puede sistematizar de alguna manera lo puede hacer un robot. Y añado: será aquello en lo que no nos importa demasiado ver a un robot o dejar de ver a una persona.

Cantiñas

Hace poco tuve la suerte de asistir a una conferencia de cante, una especie de clase magistral sobre las cantiñas, un palo del flamenco, en la escuela de flamenco de Amelia Vega. Cantaor: Israel Paz. Guitarra: José Arenas. Percusión: Antonio Maya. Bailaora: Amelia Vega. La idea era estudiar en profundidad qué son las cantiñas, cuáles son sus tipos y melodías y cómo distinguir una cantiña de una alegría y otros palos.

Resulta que el flamenco se origina con los cantes sin guitarra. La guitarra se añade después y solo más adelante se le añade el baile. Así, si en un principio la guitarra se adapta a la voz y la acompaña, hoy día el baile toma protagonismo y determina cómo son la guitarra y la voz, obligando al cantaor a adaptar su voz cortándola donde conviene.

¿Dónde viene escrito qué es la cantiña y cómo se distingue? ¿En qué partitura puede un guitarrista inspirarse para tocar como José Arenas o emular a su padre Antonio Arenas? La respuesta es: no existe ese material. No hay ninguna fuente, ni por escrito ni grabada, de la que un guitarrista pueda beber. Las fuentes de transmisión del flamenco son eminentemente orales y por imitación: José Arenas preguntaba a su padre por qué esto o lo otro, su padre decía, simplemente:

El flamenco es así.

Posible frase de Antonio Arenas.

Si se quisieran anotar en una partitura las variaciones y formas de «hacer cantar a la guitarra», la partitura quedaría ilegible. Es más, no hay un lenguaje con el que reflejar estas variaciones. De manera que, si llega una melodía a un guitarrista de academia, de conservatorio, tocará la guitarra como… un robot. Será correcto, dará las notas, pero no tendrá los matices que se han destilado de un aprendizaje oral, experiencial y por imitación. Ya os digo que no suena ni parecido.

En el post anterior os decía que nadie pagaría por ver actuar a robots. Quizá, como dice un asiduo lector de este blog, la gente muy joven ahora lo vea como algo normal y sí le den valor. Un robot podría ejecutar una partitura a la perfección. Yo particularmente le daría valor cero. ¿Un robot podría aprender escuchando horas y horas tocar a José Arenas, para luego desviarse de la partitura aquí y allá cuando «la situación lo pidiera»? ¿Puede un robot improvisar?

Vaya cuadro hemos pintado aquí DALL.E y yo con esta petición: «Un androide bailando flamenco, otro androide sentado tocando la guitarra y un tercero cantando.»

Desautomatización

Hay un resquicio de esperanza entonces en especializarse en lo que no se puede automatizar: todo lo que puede hacer un robot lo acabará haciendo mejor que un humano. Por supuesto, es mucho más eficiente automatizar tareas. Cada día, llegamos al trabajo y existen una serie de rutinas, pasos, procedimientos. Se trata de llevarlos a cabo en el mismo orden. Es algo que podrá hacerse pronto sin intervención humana, o mucho menor.

Así que veo un camino en desautomatizar nuestras tareas. Hace tiempo, cuando hablaba de la improvisación y el clown, comenté que una persona puede llegar a acomodarse a hacer el ridículo más espantoso. El profesor le dice: «haz que eres una cabra en celo». Y esta situación vergonzante la representa de una manera durante un minuto o dos y a partir de ahí empieza a repetir. Ya se ha acomodado.

Lo contrario de acomodarse es incomodarse, crear en el acto conforme se realiza una actividad. No siempre es posible, quizá solo en esos pequeños matices que damos a nuestras tareas, esos momentos súbitos de improvisación, de tener una idea feliz y cambiar el orden, añadir un rasgo, enriquecer un paso. Quiero pensar que esto no nos lo pueden arrebatar las inteligencias artificiales.

Humanidad

Como vengo apuntando, el otro campo en el que no vamos a querer robots es en los cuidados a una persona. ¿O sí? Hay una serie de tareas que sí están muy sistematizadas, pero en las que nos gusta el trato humano, la calidez. Se trata de la atención al paciente y al cliente.

Cuando nos sale el robot en la enésima llamada a un operador de telefonía, cuando nos toca volver a repetir los mismos pasos que sabemos que no sirven para nada porque luego nos vuelven a preguntar todo, ahí querríamos de verdad que una persona estuviera al otro lado, con su capacidad para la empatía.

Cuando nos ingresan en un hospital y una persona nos pone una vía, estoy convencida de que además nos está aportando tranquilidad. La mirada a los ojos, las neuronas espejo que se activan, una serie de elementos de comunicación no verbal que entran en juego… todo esto no podría ser así con un robot, o sería una situación altamente inquietante.

Cuando necesitamos hablar con una persona experta en la ayuda a otras, como pueda ser un psicólogo, necesitamos no solo de su experiencia sistematizada, no solo de sus conocimientos de las neurosis y las psicosis. Necesitamos de la persona en sí, del humano que se da cuenta de algo en el transcurso de la conversación y propone una vía de solución. ¿Qué vías de solución podría proponer una IA?


Los robots (aún) no bailan flamenco ni se les espera. Busca todo aquello que no se puede sistematizar, que requiere de tus rasgos más humanos y más animales. Aquello será la especialización que la inteligencia artificial y la robótica no te podrán quitar.

¿Por qué escribir?

O quizá debería preguntarme: ¿para quién escribir? Mi visión del texto escrito es la de un océano en crecimiento exponencial, donde cada obra es tan solo una gota. Para el lector, las gotas son tan parecidas entre sí que ya no puede distinguir qué es bueno, quién es un gran artista de la escritura. Ni puede, ni le interesa; quizá otro texto mucho más coloquial y cercano le da las respuestas que busca.

No hace ni un año que estábamos ya en un mundo en el que cada persona es potencial creadora de contenidos audiovisuales. Ya en ese mundo, el mercado editorial tenía un interés ínfimo en comparación con la gran cantidad de contenidos audiovisuales que se crean día tras día en Internet. Hay grandes autores premiados que no pueden vivir de lo que escriben. En ese contexto, Chuck Palahniuk, en su libro Plantéate esto, viene a decir, citando a Bret Easton Ellis, que ya no es el momento del mundo editorial.

Ahora hemos dado un salto y no nos hemos enterado: del océano de crecimiento exponencial en el que todos consumimos y producimos al océano infinito de generación de contenidos por inteligencia artificial. ¿Qué valor le vamos a dar a una novela escrita por una persona cuando estos modelos de aprendizaje del lenguaje escriben otra similar? ¿Vamos a ser lectores de inteligencias artificiales? ¿Sueñan los robots con ovejas eléctricas?

Esta crisis de sentido de la escritura se ha acentuado y casi parece ridículo imaginarse a una persona en su soledad, en su rincón del escritor, construyendo una gran obra, una gran novela. Es como tratar de hacerse la casa con las propias manos, algo ancestral.

Libros prohibidos

Varias publicaciones de prestigio, como The Economist, siguen dando mucho valor a los libros. Recomiendan listados de libros a los que blogueros y personalidades relevantes de distintos ámbitos dan importancia.

Recientemente, The Economist publicó un boletín de libros prohibidos en distintos países y por distintas razones. Es curioso que, en medio de ese océano de publicaciones indistinguibles, los gobiernos se ocupen de examinar y prohibir libros. No solo los gobiernos, también las universidades. Paremos unos segundos a releer esto: las universidades prohíben libros.

Aquí rescato otra frase de Chuck Palahniuk: es mejor escribir algo que no se puede representar de otra forma. Si una historia se presenta mejor en formato de videojuego, cómic o película, entonces mejor no hacer una novela. En cambio, lo que está censurado en el mundo audiovisual y de las redes, puede escabullirse en el mundo del texto escrito, por los vericuetos. Además, un texto «subversivo» puede ser producido por una persona, pero quizá no tanto por una inteligencia artificial que está programada para evitar (de forma un tanto mojigata) todo tipo de sesgos contra los valores actuales.

Robots quemando libros. La obra es de DALL.E, la instrucción es mía. ¿Habrá instrucciones de una IA a otra? Pronto lo veremos.

Representación en vivo

Esta crisis no afecta a las artes escénicas, esto es, al teatro, los conciertos, bailes, circos (aunque les afecten otros temas). Porque lo que valoramos es lo que ocurre en ese momento, como algo único e irrepetible. Incluso si el texto o la canción estuviera escrito por una IA, no querríamos ver a robots en escena: ¿qué interés tiene que un robot recuerde el texto o lo declame o cante o baile a la perfección? Es al actor o actriz, al cantante, al guitarrista, a quien queremos ver mostrar emociones, sudar, bailar su representación en una escenografía compartida.

Se dice que los actores tienen como herramientas las emociones. Las emociones son físicas. Las emociones, incluso si las pueden emular los robots, son animales, hormonales. Por eso me parece tan ridícula la escena de Her en la que el sistema operativo con voz de mujer tiene un orgasmo. ¿Exactamente cómo se produce eso en un ente sin cuerpo? En Transcendence resuelven el tema físico con unos nanorrobots que se introducen en el cuerpo de otras personas. Es bastante fantasioso, pero está mejor justificado.

Lo atávico

Ahora que los productos audiovisuales pierden aún más valor, que podemos ver y oír a una persona que no existe, que podemos tener como amigo a una IA desarrollada para hacerte compañía, es lo humano, lo corporal, lo primitivo, lo tangible lo que a mí me interesa «consumir».

Tengo que decir que me importa poco si la tilde de solo viene o va: ya prescindí de ella en 2010, cuando se imponía seguir las últimas reglas. El ChatGPT a veces también tiene nostalgia y la pone. Me interesa la vía de escape que cada uno se va a buscar ante un mundo digital «sintético». ¿O nos va a satisfacer, nos va a llenar? ¿Nos veremos hablando con nuestro colega C3PO?

Frente a esa gran amenaza, emerge la sombra de lo contrario, un mundo en el que, por una guerra mundial, o una invasión, o una pandemia, «vayamos hacia atrás en el tiempo» (realmente todo es hacia adelante) y nos encontremos en una especie de Edad Media distópica en la que el hecho de que haya o no haya robots sería lo de menos.

Será muy interesante cualquier escritura sobre lo atávico. Cuando se presenta un mundo inventado y próximo a la Edad Media idealizada, se permite todo en él. Lo vemos en Juego de tronos. Sabemos que el ser humano puede pasar de discutir temas intelectuales tomando una taza de té a torturar y matar despiadadamente. Lo atávico no desaparece por el hecho de apoltronarse en un sillón a «consumir» vídeos de YouTube. Es más, quizá en la sombra, latente, lo atávico está engordando, esperando su momento.

Los trabajos ya perdidos

Llevo unas semanas hablando de inteligencia artificial a pesar de no ser una experta, porque considero que esta explosión de herramientas de IA no tiene precedentes, y me quiero subir al carro. En mi trabajo puedo utilizarlas y solo veo ventajas y un gran potencial. También veo la pérdida inmediata de muchos puestos: en mi equipo ya estamos produciendo contenidos audiovisuales gracias a estas herramientas y mi sensación es que van a ir a más.

Herramientas de IA

Hagamos un repaso a las herramientas de inteligencia artificial que están disponibles y cualquier persona puede utilizar:

Para generar textos:

  • ChatGPT: herramienta desarrollada por OpenAI y cuyo uso se ha extendido hasta los 100 millones de usuarios. Se trata de un chat, una conversación, con un software de IA que responde preguntas generando (es decir, creando) respuestas a partir de la información con la que se ha entrenado. Sus usos son infinitos: cualquier texto de cualquier tipo que se quiera generar, ChatGPT lo hace en segundos.
  • Perplexity: como su nombre indica, esta herramienta te deja en la peplejidad. Funciona de manera similar a ChatGPT pero con menos inventiva, es decir, se nutre de fuentes aparentemente fidedignas y las cita en el resultado que ofrece.

Para generar imágenes:

  • DALL.E 2: esta herramienta crea ilustraciones a partir de un texto sugerido. Es anterior a ChatGPT, también de OpenAI. Su éxito quizá no era tanto porque las ilustraciones siguen siendo como «dibujos», algunas bastante siniestras, en lugar de ser realistas.
  • Lexica Aperture: es una herramienta competidora de DALL.E y que genera imágenes más realistas. Funciona igual, traduce una descripción de texto en una imagen. También se puede aportar qué no se quiere que aparezca en ella.

Para generar locuciones y vídeos:

  • Prime Voice AI: es la herramienta de ElevenLabs que ha causado tanto revuelo por su grado de perfección. La lectura del Gran Gatsby suena a un locutor profesional, mientras que la imitación de la voz de Emma Watson leyendo el Mein Kampf hizo que se limitara el uso a usuarios de pago.
  • Video Library: es una herramienta que permite crear vídeos con un avatar hablando en el idioma del texto que se proporciona. El avatar puede ser totalmente realista, es decir, puede parecer una persona. En el resultado se da cierto efecto de valle inquietante, es decir, no lograr el parecido máximo con el ser humano produce cierto rechazo.
  • Synthesia: esta herramienta también permite hacer vídeos por inteligencia artificial, cambiando el fondo y generando un avatar de una persona real. Además, permite entrenar a la IA para generar una voz a partir de otra voz que se le proporciona. El resultado es difícilmente distinguible de la persona real, como puedes ver en este artículo.

Trabajos perdidos

Si he dedicado tiempo a recopilar las inteligencias artificiales que he probado (esto significa que hay muchos más productos y que cada día aparece algo nuevo), es porque sus capacidades ya apuntan a los empleos que peligran de forma más inmediata.

Hace realmente muy poco tiempo, compartí en este blog el vídeo de los robots y el tipo de trabajos que peligran: los que contienen tareas repetitivas que se pueden sistematizar fácilmente. Esto parecía dejar libre el espacio de la creación y de trabajos «más elevados», pero no es así.

El refinamiento de las herramientas de generación de texto es tanto que reduce considerablemente los tiempos necesarios para generar cualquier tipo de contenido. Esto pone en peligro los trabajos de escritura no artística: copy, redactor, escritor de discursos, guionista, diseñador instruccional… por mencionar algunos. Como explicaba hace unas semanas, los textos que generan estas inteligencias basadas en modelos de aprendizaje del lenguaje (learning language models o LLMs en inglés) no tienen erratas y están correctamente redactados.

La revolución comenzó, sin embargo, por las herramientas de generación de imágenes: los diseñadores gráficos vieron peligrar sus puestos cuando una obra de arte pintada por una inteligencia artificial, Midjourney, ganó el premio de pintura digital de la feria de arte de Colorado. Siendo anteriores estas herramientas, los resultados a veces son peores: muchas imágenes que genera DALL.E son siniestras y parecen proceder de pesadillas. Por ejemplo:

Imágenes generadas por DALL.E al pedir redes de usuarios o un informático con un portátil y código. Nótese la extraña cantidad de vello en el reverso del brazo derecho.

En cuanto a la generación de locuciones y vídeos, peligran trabajos de actores y locutores para muchos terrenos alejados de las grandes producciones: anuncios, videoclips, vídeos corporativos, vídeos de aprendizaje… Solo hay que ver esta noticia en la que se pide a actores y actrices firmar la cesión de su voz para entrenar a una inteligencia artificial y producir más contenido con ella.

Es verdad que hemos visto a un Tom Cruise indistinguible del real en un vídeo en el que se superpone su cara y voz sobre otro actor. También hemos visto sustituciones de actores que han muerto durante el rodaje, como el caso del protagonista de El cuervo, Brandon Lee. Pero hasta ahora, parecían juegos o utilidades aplicables en caso de necesidad extrema. Sin embargo, pensemos en actores y actrices que no conocemos. Si recupero el ejemplo que he citado antes, cómo Chris Lavigne es capaz de generar un avatar de sí mismo con su propia voz que es indistinguible del Chris Lavigne real, entonces podemos atisbar la pérdida de muchísimo trabajo de interpretación.

Voy ahora más allá: en una formación 100 % en línea, en la que el alumnado no ve al docente si no a través de vídeos, chats y foros, ¿por qué no se va a sustituir a una persona por esta generación de textos, audios y vídeos? Se entiende que el docente tiene unos conocimientos pedagógicos que no se pueden sustituir… ¿o sí? Se puede entrenar a una IA para que tenga estos conocimientos pedagógicos y responda a lo que le plantea el alumnado. Ya he puesto también algún ejemplo en el que ChatGPT escribe preguntas de test mejor que muchas personas, y llevo años redactando y leyendo preguntas de test.


Ayer escuché a la niña pequeña de los vecinos pidiendo cuentos a Alexa de la forma más natural. Alexa iba contando cuentos con una perfecta entonación. Quizá para esa niña, que no pasará de los 5 años, la convivencia con las IA será tan natural que no le parecerá extraño trabajar, por ejemplo, en el diseño de preguntas adecuadas para que la IA dé lo máximo en la generación de su respuesta. O bien trabajar entrenando una voz nueva, un rostro nuevo, de una persona que no existe. A veces parece que hemos llegado al futuro de golpe. Y es lo que me parece ahora.

¿Cuál es tu experiencia? ¿Hablas con Alexa, Siri o con Google? ¿Qué opinas de las creaciones generadas por la inteligencia artificial? Como siempre, muchas gracias por leer y por compartir.

Lo siniestro de la IA

La semana pasada compartí este vídeo donde podéis ver «dobles» humanos bastante realistas, pero con un toque de rareza que revela su artificialidad. También mencioné el valle inquietante. El concepto de valle inquietante es relativamente nuevo, lo acuñó el profesor experto en robótica Masahiro Mori para expresar el rechazo que provoca un androide, un ser antropomórfico, cuando se parece demasiado a un humano. Ese «valle» es el punto mínimo de una curva que mide la reacción de las personas al aspecto de un robot.

Imagen generada con https://lexica.art/aperture, otra de las herramientas de IA que han aparecido.

Cuando la apariencia de un robot está alejada del humano o incluso empieza a ser humanoide (recordemos a C3PO de la Guerra de las galaxias), nuestra respuesta emocional es positiva. Si el robot se acerca más a lo humano, hay un umbral a partir del cual provoca un fuerte rechazo, el mismo que provoca un muerto. Este asco o aversión es mayor si además el robot está en movimiento. Pasado otro umbral, la cercanía del humanoide al aspecto humano es ya tanta que se le valora con los criterios con los que se juzga a otro humano, dejando atrás esa reacción de rechazo. En otras palabras, cuanto menos, y no más, se parezca el avatar o robot a un humano, menos rechazo provoca.

Podemos asociar el «valle inquietante» a «lo siniestro» freudiano. Freud se preguntó qué es aquello que nos da miedo. La respuesta fácil es «lo desconocido», lo no familiar. Sin embargo, también nos pueden dar miedo cosas familiares: los muñecos, la televisión, los payasos, un rincón oscuro… Como bien explica este vídeo de la Oregon State University, los miedos que pudimos tener en nuestra infancia siguen ahí, como sigue el estado del yo Niño, y se revelan en cualquier momento, por ejemplo, cuando un androide parece mirarnos.

Podemos encontrar grandes ejemplos de lo siniestro en los autómatas del siglo XIX que recogen las obras del Romanticismo alemán. El ejemplo que quiero traer, gracias al profesor Arno Gimber, es la obra de E.T.A. Hoffmann, El hombre de arena (Der Sandmann), en la que se basa el ballet Coppelia. En la obra, Nathanaël se enamora de Olimpia, una autómata que parece tan real que él no se da cuenta de que no lo es. Cuando descubre la realidad, se vuelve loco y finalmente muere. Son los ojos (die Augen) lo más siniestro de cualquier autómata, algo a lo que se recurre durante las descripciones de Olimpia. Y son precisamente los ojos lo que delata a un autómata o a un avatar casi humano: a pesar de que pestañean y parecen mirarte, los modernos robots o los personajes creados con inteligencia artificial tienen «algo siniestro» en sus ojos. Como explicó Chema Alonso recientemente en Horizonte, los ojos falsos reflejan siempre el mismo tipo de luz, el reflejo no cambia al moverlos como sí ocurre en una persona real. Esto se percibe inconscientemente y «algo no cuadra». También ocurre que los avatares humanoides tienen facciones simétricas, a diferencia de las caras humanas. Y esto también provoca esa sensación inquietante.

Una barba demasiado azul

La sensación inquietante e incómoda que nos provoca el autómata, el robot, la inteligencia artificial, es la misma que históricamente nos ha provocado una persona extraña. Cuando hay un elemento discordante, la reacción primera de rechazo se cubre con otra cultural, aprendida, de disimulo. Pero en el cuerpo ya se ha dado la emoción de asco o aversión. Clarissa Pinkola Estés incorpora está reacción en su análisis del cuento de Barba azul. En él, muestra las consecuencias de no escuchar la primera reacción: ¿acaso no es extraño que una persona tenga una barba azul? Si en nuestro aprendizaje de niños se nos enseñó a no estar alerta ante figuras peligrosas, e incluso se nos enseñó a respetarlas y a verlas «bonitas», es muy posible que de adultos no sepamos reconocer el peligro potencial.

En el caso de los robots, la barba «demasiado azul» se evita alejándose del modelo antropomorfo, o acercándose tanto a él que resulte casi indistinguible. Esto no solo aplica a rostros humanos, también a voces generadas por inteligencia artificial. Por ejemplo, se hizo viral una voz generada por ordenador por Eleven Labs que leía El gran Gatsby igual que un locutor profesional, con todas las inflexiones de voz esperables. Según cuenta David Mattin, esta herramienta se utilizó para que la voz de Emma Watson leyera el Mein Kampf, lo que hizo que se limitara su uso libre solo 3 días después de su lanzamiento y se entrase de nuevo en el debate de lo ético de la inteligencia artificial.


Estamos viviendo un momento único de avance tecnológico. Por el lado positivo, la cantidad de nuevas posibilidades que ofrece la IA va a suponer un cambio de las reglas del juego. Por el lado negativo, los sesgos y problemas éticos crecen a la par que las aplicaciones de IA. Afortunadamente, las alarmas sobre las cuestiones éticas de la IA han saltado a tiempo y se espera controlar estas herramientas. Mientras, nos toca a los seres humanos identificar la aversión que nos provocan estos aparentes «muertos vivientes» y quizá convivir con ella, o bien decidir alejarnos del modelo antropomorfo e inventar robots e inteligencias diferentes.

Los límites éticos de la IA

Venimos hablando de la inteligencia artificial porque es «el tema». Cada día, encuentro nuevas referencias a la IA, nuevos descubrimientos, funcionamientos más inteligentes. Por ejemplo, observa este vídeo:

Vídeo de inteligencia artificial realizado con https://studio.d-id.com/.

Desde luego, se puede seguir afinando, pero es suficientemente correcto. Quizá tan correcto que entra de lleno en el valle inquietante, del que hablaremos otro día. Tenemos al alcance de la mano la generación de vídeos sin contar con la colaboración de un montón de profesionales que hasta ahora eran necesarios. Es el fin de una época.

Por ejemplo, hace pocos días, Chema Alonso (director digital de Telefónica) publicaba este post donde explica cómo crear un modelo de Stable Diffusion para que te haga selfies en MyPublicInbox. En otras palabras, para que, a partir de 20 imágenes de una persona, se puedan crear vídeos en movimiento y generar cientos de imágenes en todos los estilos.

También hace pocos días, David Mattin, que publica semanalmente la newsletter New World Same Humans, comentaba que Getty Images se había querellado contra Stable Diffusion por entrenar a su inteligencia artificial con su banco de imágenes. La empresa se defiende diciendo que ese entrenamiento no viola ninguna propiedad intelectual, por la forma en la que aprenden las máquinas (aprendizaje profundo). Pero hay más casos de artistas que se quejan de que una inteligencia artificial se haya alimentado con su obra.

El aprendizaje profundo o deep learning es lo que permite a las IA aprender a partir de una fuente de datos. Con el surgimiento del big data (datos masivos) se facilita enormemente la tarea de «entrenar» a un algoritmo para sistematizar un proceso.

Un ejemplo de este aprendizaje es el reconocimiento de imágenes. En 2012, AlexNet alcanzó una tasa de error del 15.3 %. Pues bien, solo 3 años después, se bajó a una tasa de error del 5 %, que es la del ser humano. Por baja que sea esta tasa, hay fallos imperdonables. Fue bastante sonado el error en 2015 de confundir imágenes de personas de raza negra con gorilas. De nuevo topamos con límites éticos. ¿Dónde están los límites éticos y jurídicos?

Un poco de historia

En el número 47 de la revista Harvard Deusto hay un dossier sobre inteligencia artificial. En él podemos leer sobre sus antecedentes. Por ejemplo, Esteve Almirall, profesor en Esade, marca una posible fecha de inicio de la IA: el 11 de mayo de 1977. Ese día, el ordenador Deep Blue, de IBM, venció a Kaspárov al ajedrez. En años sucesivos, distintas IA vencieron a los campeones de juegos como Jeopardy! o Go.

Ya recientemente, surgieron los coches autoconducidos de Tesla, donde surgen grandes cuestiones éticas. En ciertas circunstancias de la conducción, un coche autónomo puede tener que decidir entre la vida de sus pasajeros o la vida de los transeúntes que cruzan. ¿Cuál es la decisión correcta? Depende de muchos factores. En una persona, el impulso siempre será inconsciente, animal. Si bien se alimenta a la IA con modelos probabilísticos, la reacción final varía según la situación. Además, ¿quién sería el responsable de este accidente?

El cine ha mostrado magistralmente las implicaciones de que una inteligencia artificial se escape al control humano. Cómo no recordar a HAL 9000, ese robot que controla la nave en 2001: una odisea del espacio. Hay muchos otros ejemplos. En Robocop, antes de crear al robot cibernético se presenta en una reunión un robot que controla la delincuencia en las calles. En esta presentación, se pide a uno de los asistentes que amenace al robot con un arma. Entonces, pide: «Tire el arma al suelo, tiene 20 segundos para obedecer». La persona tira el arma, pero el robot no lo percibe, y continúa la cuenta atrás: «¡Tiene 15 segundos!». Mejor verlo:

Límites éticos de la IA

Como hemos visto, en distintos campos encontramos esos límites éticos que se plantean en la expansión explosiva e imparable de la inteligencia artificial.

El World Economic Forum identificó en 2016 una serie de conflictos éticos del cambio tecnológico, que son los que más o menos preocupan al ciudadano: cómo afecta al empleo, quién se beneficia del valor añadido producido por la IA, cómo interactuamos con las máquinas y, sobre todo, cómo evitamos los errores y el sesgo de la IA.

David Mattin apunta a la necesidad de que otra IA supervise los límites de la IA, que sea un proceso entre máquinas. Pero estoy de acuerdo con lo que comenta Josep Valor en la revista Harvard Deusto:

La responsabilidad última siempre tiene que recaer en un humano [o en una corporación, añado].

Josep Valor

Para comprender los sesgos y errores de la IA, hay que recordar que los algoritmos los crean personas (por ahora) y que las bases de datos de las que se alimenta son también humanas (obras humanas, resultados de conductas humanas, decisiones humanas, etc.). El carácter de injusticia que tiene la historia entra de lleno en estos datos. Corregir esa injusticia no es fácil. Hoy día, los anuncios de IA que vemos al navegar por Internet, siguen dependiendo de nuestro sexo y raza, según estudios como el de Latanya Sweeney, una profesora de Harvard.

Los sesgos se perpetúan en las IA entrenadas para seleccionar personal. Según comenta Konstantina Valogianni, profesora en IE Business School, el algoritmo de Amazon para selección de personal tuvo que ser suspendido porque «aprendió inadvertidamente a excluir las solicitudes de mujeres».


Pensemos sobre esto: una herramienta muy novedosa, inquietantemente eficiente, de pronto se basa en datos que son muy antiguos, injustos. Esto me trae a la mente la escena en la que se levantan las tumbas del cementerio indio en Poltergeist: por muy nuevas que sean las casas construidas, descansan sobre un suelo lleno de muertos, y la paz de sus almas se perturba. La IA viene a enfrentarnos a nuestros muertos, a esas injusticias que pensábamos que habían quedado atrás.

Los límites de la IA… si los tiene

La semana pasada os hablaba de chatGPT para la creación de contenidos. Se ha pasado de verlo como una herramienta para pasar el rato a una herramienta que ahorra tiempo en distintos procesos y trabajos, dependiendo del entrenamiento que tenga esa inteligencia. Como simple usuaria, compruebo que los resultados son suficientemente buenos para apoyar el trabajo de redactores y revisores, con la alta posibilidad de sustituir a algunos de ellos en poco tiempo. La redacción de los textos es correcta ortográficamente y «neutra», algo que se pide mucho: sin ningún sesgo o tono especial. Por cierto, también se puede pedir que añada el tono o enfoque que queramos.

Empecé a preguntarme si la inteligencia artificial sería capaz de elaborar un texto literario de cierta calidad. Para comprobarlo, le pedí un poema al estilo de Francisco Brines, sin añadir mucho contexto. Este es el resultado:

Como se puede apreciar, es un poema bastante malo, muy alejado de la capacidad de este gran escritor. Eso sí, si se le pide a un alumno de Secundaria que escriba un poema y entrega este, se podría pensar que es bastante correcto, si bien hay alumnado de esta edad que ya despunta y escribe mejor. Un profesor puede darse cuenta de que un texto no se corresponde a la forma habitual de escritura de un alumno, pero quizá no tanto de que el texto lo ha generado un «no-humano».

En la misma línea, hice otra prueba muy breve, le pedí una descripción de un personaje famoso al estilo de Galdós. Este es el resultado:

Esta última explicación como excusándose es la que me resulta llamativa, no tanto la descripción. Puedo añadir que mi pregunta era desde el estado Adulto, pero su respuesta es desde el estado Niño: es la típica forma de excusarse de una persona. Un poco siniestro.

Por último, le pedí escribir un diálogo entre una persona introvertida y una extrovertida, este es el resultado:

De nuevo, es un contenido bastante plano, «neutro» y que dice poco, pero con un poco más de contexto, chatGPT podría crear un diálogo más complejo y que se podría reutilizar para un guion.

Imitando a Cervantes y Pérez Reverte

En el programa de Página 2 del 24 de enero, se habló de la inteligencia artificial como creadora de contenidos literarios, a raíz de la presentación de Incompletos, el nuevo libro de José Carlos Ruiz, que en sí mismo, parece altamente recomendable.

Y es que se hicieron varias pruebas alimentando a una IA con textos de Cervantes, creo recordar que con El Quijote. En otra experiencia, realizada por Chema Alonso (director digital de Telefónica), se alimentó a la inteligencia artificial con varias obras de Arturo Pérez-Reverte, y se le pidió elaborar un relato con su estilo. En ambos casos, parece ser que se obtuvo un texto que coincidía plenamente con el estilo del autor y que podía pasar por suyo.

Cuando se inventa cosas

De todo lo que he podido experimentar, lo que más me ha impactado es que la inteligencia artificial se haya inventado partes de la información, algo de lo que advertían varios artículos que compartí en el post anterior. Por ejemplo, le pregunté por unas siglas que aparecían en un contenido de Informática. Entonces, me «contestó» que eran acrónimos de dos empresas, con las palabras que los formaban. Cuando quise ampliar esta información buscando las páginas web, solo existía la primera empresa, la segunda se la había inventado. Es decir, había utilizado un acrónimo que era el nombre de un comité creado por la empresa real y había puesto las palabras «que le había parecido» para cada inicial. Esto me pareció siniestro.

Porque puede llegar un momento en el que las noticias que leamos «en Google» sean todas inventadas y sea imposible contrastarlas. Sé que a los niños en primaria les explican ya cómo distinguir una noticia real de una falsa. Sin embargo, cada vez es más difícil este ejercicio, personas formadas e informadas encuentran grandes dificultades en distinguir información de desinformación. Imaginemos ahora un futuro cercano en el que las inteligencias artificiales generan la mayoría del contenido al que podemos acceder por Internet, hasta el punto de que se convierten en la primera fuente de información. Me pregunto: ¿cómo vamos a poder contrastar sus invenciones?


Es difícil evitar la fascinación por la inteligencia artificial, porque produce rostros, voces y textos que son muy difíciles de distinguir de los producidos por un humano. Son bastante conocidos el anuncio de Cruzcampo con el rostro de Lola Flores sobre una actriz o los vídeos deep fake en TikTok de Tom Cruise, realizados sobre otro actor, tan convincentes que realmente parece que estamos viendo y oyendo al verdadero Tom. En un ámbito más modesto, he visto que se pueden generar voces a partir de un texto y suenan del todo «naturales», «orgánicas», un poco como la voz de Google Maps, cada vez más «humana». ¿Dónde está el límite? ¿Hay límite?

Al día con la tecnología: IA

Llevamos años oyendo hablar de la inteligencia artificial, pero este año comienza con una explosión de su uso. En particular, chatGPT genera textos de manera autónoma, respondiendo a las preguntas del usuario, generando contenido y ayudando en la elaboración de textos de todo tipo.

Al principio se comentaba que esta herramienta era muy limitada y que su nivel de profundización en la escritura era el de un alumno de secundaria. Sin embargo, eso fue «ayer». Hoy, chatGPT está entrenado porque miles de usuarios le están dando constante información.

Para estar al día con la tecnología, he hecho mis pruebas y las he aplicado a la generación de contenidos para formación online. Sinceramente, su capacidad es muy sorprendente: el contenido se elabora con corrección (sin erratas), expresiones correctas y en el formato que se quiera: resumen por puntos, elaboración de un guion de vídeo, tablas, preguntas de test… Veamos un ejemplo:

Sí, esta información la podemos encontrar en distintos artículos y está escrita de forma muy generalista. Sin embargo es correcta y 100% original.

Vamos con otra prueba. Una de las dificultades principales en los cursos online es generar preguntas de test que sean relevantes. Como ya hemos visto en este blog, lo habitual es que se escriban enunciados incompletos y que se reconozca claramente la opción correcta por ser más larga y detallada que el resto. Suelen completarse las opciones con «Todas las anteriores», «Ninguna de las anteriores» cuando al autor no se le ocurre nada mejor. Pues bien, esto es lo que me da chatGPT sin darle ningún contexto previo:

En este caso, la respuesta correcta es clara, por ser la más completa. La opciones no son homogéneas. Aun así, puedo afirmar, tras muchos años en el sector del e-learning, que esta pregunta está bastante bien planteada.

Voy a poner un ejemplo más. En ocasiones, en la formación online se reciclan contenidos anteriores que no se pueden editar o, al copiarlos para editarlos, pierden el formato. Para el primer caso, ya desde hace tiempo existen las tecnologías OCR, que permiten transcribir el texto de una imagen. Esto también lo sabe hacer chatGPT si la imagen está en Google Drive o en Dropbox. En mi caso, tenía un contenido que, al pasarlo a otro documento, se le quedaban todas las palabras juntas. ChatGPT me ayudó a resolver esto rápidamente:

Otros tipos de IA

La generación de textos es en lo que me he centrado hasta ahora, sin embargo, la inteligencia artificial también produce imágenes y voces cada vez más realistas, incluso vídeos de personas contando algo, en los que la persona no existe y lo que cuenta es un texto que se ha podido generar con inteligencia artificial.

Imagen generada con DALL.E: «Una persona hablando con un robot en una escena realista en 3D».

¿Cómo reaccionamos ante esto?

La reacción de las personas ante el uso de la inteligencia artificial (IA) para crear contenido puede variar ampliamente. Algunas personas pueden verlo como una herramienta valiosa que puede ayudar a aumentar la eficiencia y la calidad del contenido, mientras que otras pueden tener preocupaciones sobre la posibilidad de que la IA reemplace a los trabajadores o genere contenido que carece de originalidad o sentido común.

En general, el uso de la IA para crear contenido ha sido muy útil en tareas específicas como:

  • La generación de texto.
  • La traducción automática.
  • La creación de imágenes.
  • La generación de música.

Sin embargo, como decía, muchas personas temen que el uso de la IA para crear contenido pueda conducir a la pérdida de empleos y a la homogeneización del contenido debido a la falta de creatividad y originalidad.

Algunos temen que el uso de la IA para crear contenido pueda conducir a la difusión de noticias falsas, contenido engañoso o contenido generado automáticamente que no tiene en cuenta la perspectiva humana, ética o moral.

En general, es importante considerar tanto los beneficios como los riesgos potenciales del uso de la IA para crear contenido y trabajar para garantizar que se utilice de manera responsable y ética.

Referencias

Para comprender la inteligencia artificial y cómo se puede utilizar, revisé varios artículos, aquí pongo una muestra de ellos:

Learning Design 3.0. En este artículo se habla del impacto de la IA en el diseño de experiencias de aprendizaje, y se apunta a distintos programas de IA que permiten realizar distintas tareas.

6 Ways AI Can Support Your Content Creation. Este artículo se centra más en las formas en las que se puede generar contenido (no específicamente formativo) con el apoyo de herramientas de IA.

Usos de chatGPT: una lista de comandos para mejorar tu vida. Este artículo muestra bastantes opciones a la hora de utilizar chatGPT. Digamos que sirve para todo.


La inteligencia artificial ha venido para quedarse, supone una revolución en el mundo digital y específicamente en la formación online y es un carro al que pienso que hay que subirse. Es un reto superar en creatividad y precisión a una herramienta tan potente. Quizá sea mejor idea hacer aquello que los robots no van a poder hacer nunca, algo de lo que ya hemos hablado hace poco.

Por cierto, hay partes de este artículo generadas con inteligencia artificial. ¿Podrías distinguirlas?

¿Qué te parece todo esto? ¿Has hecho pruebas con chatGPT u otra inteligencia artificial? Me encantaría leer tus comentarios y que compartas este artículo con quien quieras. Gracias por leer.

La admiración de las personas famosas

Cuando era pequeña, las señoras hojeaban la revista ¡Hola! y veían a otras personas famosas que vivían mucho mejor. La principal actividad que observé era la crítica de esas personas famosas. Por ejemplo, recuerdo haber oído que una señora que limpiaba en casa de Isabel Preysler, o en la casa de una vecina suya, afirmaba que en persona y con ropa de estar por casa era muy poquita cosa. Como si ser famoso requiriese unos estándares mínimos. ¿O quizá sí? ¿Qué rol juegan las personas famosas en nuestras vidas? ¿Por qué sigue existiendo esta ad-miración por el famoseo, en la tele y en las redes sociales? ¿Cuál es la razón evolutiva de seguir las vidas de esas personas?

El caso es que, hoy día, al ver algún programa de estos de «prensa rosa», «corazón» o «sociedad», observo que el cupo de famosos que aparece está compuesto de estos tipos:

  • Persona descendiente de los que salían en aquella revista ¡Hola! de los 80.
  • Persona de la nobleza/realeza y allegados.
  • Persona del show business, es decir, del mundo del espectáculo, las artes escénicas, pero no todas. Aquí podemos añadir toreros.
  • Persona que ha estado tan cerca de los famosos que ha pasado a ser uno de ellos, como peluqueros, periodistas…
  • Alguna persona deportista; esto es puntual.
Foto de Andrea Piacquadio: https://www.pexels.com/es-es/foto/tierna-mujer-viajera-a-bordo-del-yate-de-vela-3756166/

El tipo de noticias al respecto de estas personas suele ser «del corazón», es decir: noviazgos, rupturas, bodas, divorcios, nacimientos, bautizos, muertes. Una especie de datos censales. Pero también se da bombo a problemas de esa persona con el Fisco u otros de orden monetario o penal. Si se ha sido famoso, también hay «datos censales» de entrada y salida de la cárcel.

Lo más interesante es que, si no sabes quiénes son, lo que te están contando no te aporta nada, por lo que la noticia se cuida de explicar qué hace famosa a esa persona. Por ejemplo: Agapito Ruipérez Garcinuño, nieto del hermano del conocido artista Juan Antonio Garcinuño Rey, bla, bla, bla…

Ahora todos famosos

La principal diferencia que observo entre la época actual y la de los 80 es que antes esas personas que posaban en las revistas o a las que se «robaba» su imagen eran unas pocas y el vulgo las observaba desde muy abajo, no pudiendo ni imaginar compartir sus ocios, lujos, estilo de vida o ropa: eran inalcanzables.

En cambio, ahora cualquiera parece una celebrity: estupendas fotos en las mismas calas, barcos y lugares «secretos» que aquellos famosos, ropa muy parecida o la misma, formas de posar profesionales y, de puertas adentro, pequeños lujos no antes soñados.

Si todos somos celebridades que exponen sus intimidades en las redes sociales, ¿qué distingue a las personas famosas? Supongo que ahora la conversación alrededor de los famosos no sería para derribar el mito de figuras como Isabel Preysler, sino que sería «yo también hago x, y, z, como Pepita Rodríguez, la famosa».

Vale, sí, pero si ahora todos pegamos carteles por las calles virtuales contando nuestro rollo, ¿qué sentido tienen los programas del corazón y la prensa rosa? ¿Por qué siguen existiendo? ¿Por qué se sigue la cuenta de personas famosas en redes sociales? ¿Acaso necesitamos aún modelos que nos digan cómo tenemos que vivir, a dónde tenemos que ir o qué ropa tenemos que llevar? Eso parece.

La necesidad de lo numinoso

Hace unos años escuché a una psicóloga decir que los seres humanos tenemos la necesidad de lo numinoso. Se trata de la necesidad de Dios, de algo superior a nosotros, más grande y divino. Quizá es un reflejo de la necesidad ancestral de los homínidos de que existan un macho y una hembra alfa que dirijan el cotarro. El caso es que puede haber una cierta traslación de «divinidad» a las personas famosas, que son «más grandes» en algún aspecto, aunque sea en número de seguidores o en dinero. Es ese estatus que, por más que sigamos sus pasos, no alcanzaremos, porque el número de hembras y machos alfa que puede haber es limitado. Quizá ya hay demasiados, por el mundo en el que vivimos, de manera que un famoso de los 80 era mucho «más grande y divino» que un famoso ahora; tenía mucho más reconocimiento, era más respetado y seguido, había mucha más distancia jerárquica con esa persona de la que pueda haber ahora.

En todo caso, un famoso siempre puede caer en desgracia y dejar de estar en el candelero, hasta el punto de vivir en la ruina. Algunos pueden agarrarse a aparecer en según qué programas para que se les siga viendo, mientras les sale un nuevo proyecto, mientras que otros dejan de gustar, dejan de estar de moda y se les aparta como si fuesen objetos. También hemos hablado aquí de la desgracia de personas con un guion perdedor que les ha llevado a morir en el Metro, a pesar de haber hecho sus pinitos en el mundo del espectáculo.

¿Y cómo era antes?

Con esta conexión con el siglo XIX que establezco a partir de los episodios nacionales de Galdós, los famosos de la época eran menos grandes que, digamos, en los 80. Por un lado, eran muchos menos, principalmente nobleza y realeza, estamento militar y algún intelectual. Por otro, eran más accesibles en persona, pero mucho menos en papel, lo que hacía que no se les pudiera idealizar tan fácilmente. Es decir, era fácil obtener una audiencia con el Rey o ver pasar a los reyes en sus carrozas, o incluso a caballo; ver en primera persona a los generales dirigiendo sus ejércitos y hospedándose en una fonda cualquiera. Pero no se imprimían sus vacaciones en su casa de verano en ningún medio. Y siempre quedaba el teatro para ver acudir a unos y a otras y cotillear de primera mano. No había prensa rosa (o eso creo), sí por supuesto el cotilleo y la crítica de aquellos famosos, a los que se ponían motes, como en los pueblos.


¿Merece la pena tener el distintivo de persona famosa? ¿Adónde nos puede llevar tener fama un día y al día siguiente no? ¿Cómo lo experimentan las personas que siempre van a ser «distinguidas» (distintas) por su cuna? [Es su estirpe de tan alta rama que, a fuerza de ser alta cual ninguna, más que cuna diríase que es cama].