Seguro que la tensión y dinamismo del guion de Casablanca decaerían si, en el momento en que Rick descubre a Sam volviendo a tocar «As time goes by» le hubiese dicho:
¿Otra vez la misma canción, Sam?
Y es que, ¿cuántas veces como máximo puede escucharse una canción? ¿Dónde está el límite más allá del cual la «utilidad marginal decreciente» comienza a ser negativa y el bien se convierte en un mal? Lo creáis o no, este tipo de preguntas se analizan en Microeconomía y se representan en ejes de coordenadas…
Pero no, no quería entrar en el terreno analítico, sino en el del arte.
¿Existe un límite en el disfrute de una obra de arte?
Mi grupo preferido es Queen. Puedo asegurar que la mayoría de las canciones ya no las soporto. No solo me las sé de memoria, es que ya no me proporcionan ninguna «utilidad» o satisfacción.
Hablemos de obras universales, por si a alguien no le gusta Queen: ¿qué me decís de La Gioconda? Una vez estuve en el Louvre, y vi a la Mona Lisa. La vi, sí. Creo que había cincuenta metros de distancia, cubiertos por gente tratando de ver lo mismo que yo. El tamaño del cuadro era menor al esperado (las reproducciones no nos dicen el tamaño original), y a la distancia a la que pude avistar esta obra, no me dijo absolutamente nada: ya la había visto, aunque no fuera la original, un número demasiado alto de veces.
¿Y qué ocurre con un libro? Pues creo que en este caso es más difícil agotar la «utilidad» o el disfrute de la obra, porque rara vez se lee un libro dos veces, o quizá sí, uno muy concreto. Yo he releído algún libro muy puntualmente, pero en general, el libro es un objeto cuya utilidad desaparece una vez se sitúa, ya leído, en la estantería.
El espesor
Yo no hago más que acordarme del concepto de «espesor». Se nos explicó en Teoría de la Literatura, como la dimensión de peso o grandeza que adquiere una obra por la cantidad de receptores que tiene y ha tenido a lo largo de la historia, algunos de los cuales la han estudiado a conciencia.
Por ejemplo, Las Meninas. Otro cuadro que si te lo menciono tienes de él una imagen mental rápida, porque es ciertamente difícil no haber visto nunca una reproducción. Quizá no recuerdes que es la familia de Felipe IV o la ubicación concreta de los personajes, pero sí que te viene a la cabeza un «manchurrón» de Las Meninas.
Usar, usar, usar, despacito, y luego tirar
La tendencia es, precisamente, a agotar cuanto antes el número de veces que puedes disfrutar de una obra antes de empezar a odiarla. Ocurre con las canciones que son número uno en las listas, como Despacito.
Algo hace que te sea totalmente imposible escapar al uso reiterado de algunas canciones: están en el supermercado, en el gimnasio, en la tele, en la radio… Hasta que son agotadas. Ojo, que la canción que he tomado como ejemplo a mí me gusta. Y también tengo que decir que cuando la escuché en más de un sitio en Atenas… Pues ya me gustó menos.
¿Otra vez el mismo libro, Sam?
Esto, por tanto, es lo que nunca oiremos, ya que un libro es lo suficientemente gordo como para evitar el queme por exposición reiterada al producto.
¿Tú cómo lo ves? ¿Hay alguna película, canción, libro, cuadro, escultura… que no te canses nunca de disfrutar? ¿Crees que existe un número finito de veces en que puedes estar en contacto con una obra? Me gustaría conocer tus opiniones, ¡gracias! 🙂