Las cabezas blancas

Hace poco estuve en un concierto de rock de un grupo amateur, pero bastante experimentado. Al mirar hacia el público, vi una buena proporción de cabezas canosas. Después me fijé en que también las había entre los integrantes del grupo. Entonces me di cuenta de la edad: los que estábamos allí rondábamos o habíamos pasado los 50 años, éramos «señoras y señores». Y sentí nostalgia, porque me pareció que ese grupo de rock, ese tipo de concierto, tenían los días contados. Antes, ir a un concierto como este era ser joven. El concierto de pronto cambia de significado y se convierte en una actividad para gente «de edad madura».

Cuando «era joven», creo que era bastante consciente de la edad que tenía. Sabía identificarme «con los de mi edad». Había niños, jóvenes y mayores. Pero a partir de los 40 más o menos, hay un largo periodo en el que muchas personas como yo se identifican erróneamente con gente más joven: vas por la calle, se cruza «un señor», y no te das cuenta de que tiene tu edad. O se cruza «un chico de mi edad» y no te das cuenta de que tiene diez años menos. Ahora entiendo eso que decían mis padres:

Tú siempre eres la misma persona, por dentro no envejeces, te sientes igual, no puedes percibir la edad porque [tu espíritu, tu alma, tu mente, lo que sea] no envejece.

Mis padres.
Imagen de 박유정 Alex park en Pixabay. Dejé Midjourney: ya no es gratuito y sigue siendo complicado usarlo.

Cuando el esfuerzo no compensa

Entre el público del concierto de rock había otros que una vez pertenecieron a un grupo, pero ya se sienten cansados. Comentan que no compensa tener que llegar con antelación, cargar todo el peso, especialmente de la batería, montar el escenario, actuar y luego desmontar todo a las tantas, llevarlo a los coches… Todo este esfuerzo por unos 300-400 euros para repartir entre los componentes del grupo. Este es el punto de inflexión: cuando el esfuerzo de un disfrute no compensa.

Mi forma de medir la juventud de espíritu de una persona que ya ha pasado los cuarenta es comprobar si habla de jubilarse. Una persona joven puede hablar de «ojalá me toque la lotería y me retire a un país tropical», pero de jubilación, del concepto de dejar de ser útil a la sociedad y dedicarse a cultivar las aficiones, solo hablan personas que empiezan a sentirse cansadas, que ven más grande el esfuerzo que la recompensa.

Otra manera de medirlo es cuánto se sacrifica una persona por ver a otras: los abuelos están en su casa y sus familiares van a verlos. Cuesta que salgan, que hagan un esfuerzo por ir a un sitio muy alejado. Solo algunos muy animados se apuntan a viajes y tienen una agenda como de persona joven. He observado que estos últimos puede que vivan muchos más años. Pues bien, ya a partir de los 40-50, escucho a las personas decir que ya no van a tal sitio o no quieren conocer a alguien que esté a más de 20 Km de su casa: demasiado lejos. ¿Lejos? Tú, que has querido recorrer el mundo, tú que te has querido retirar en un país tropical, ¿me dices que no recorres más de 20 Km? Pues sí, aceptémoslo: a partir de una edad, independientemente de la salud, se empieza a sentir un cierto cansancio, se está a gusto sentado viendo la tele, se olvidan grandes aventuras que conllevan grandes sacrificios.

Esta canción de Queen habla de la nostalgia de aquellos días que ya se han ido.

¿Qué es «joven»?

Recientemente leía los materiales de una autora sobre público objetivo en marketing y hablaba de «mujeres de edad avanzada» para referirse a la franja de 40 a 60 años. Le comenté que eso eran mujeres maduras, la edad avanzada está más allá. Claro, la persona que lo había escrito es joven.

Cuando te preguntan cómo es alguien y empiezas a describirlo, puede que digas: «es joven». Ser joven es algo muy relativo, ahora que se ha alargado bastante la edad de la juventud. Así que quien dice «joven» establece el punto de referencia con su propia edad. «Sentirse joven» no vale tanto como «ser joven», en el sentido de que muchos nos sentimos jóvenes pero no lo somos ya desde ningún punto de vista. Por ejemplo, hace pocos meses iba andando por la calle y se me cayeron las gafas de sol, pero no me di cuenta. Un señor de unos 85 años decía detrás de mí: «¡Señora, señora! ¡Se le han caído las gafas!». Yo no me daba por aludida porque no esperaba que un señor mayor que mis propios padres me pudiera ver como a una señora. Pero así era.

Hay un periodo de los 40 a los 60, realmente largo, en el que se empieza a estar más cerca del final que del principio, pero no se quiere ser consciente de esto. Un periodo de «persona madura», con la cabeza encanecida, blanca, en el que todavía se lleva un ritmo de vida «joven» pero que ya va haciendo mella cuando es muy ajetreado. Un periodo en el que nos identificamos con personas más jóvenes porque no podemos creer que nos hayamos hecho tan mayores tan pronto. Un periodo en el que vas a un concierto y de pronto descubres que tú eres una de esas personas de cabeza blanca, pero no habías querido ser consciente de ello.


Dedicado a FHF.

Comerse el filete

En una de sus novelas, Galdós explica que, por mucho que se describa lo que se siente al comerse un filete, ese conocimiento teórico no puede sustituir a la experiencia real de comerse el filete.

Igualmente, por mucho que se lea o escuche sobre la atención plena, nada sustituye prestar está atención. Ninguna otra persona puede ser consciente en su cuerpo de tu respiración, solo de la propia.

ChatGPT parece comprender perfectamente qué es la meditación. Conoce el cuento Las tres preguntas, de Tolstói, mencionado por Thich Nhat Hahn, sabe resumirlo y sabe relacionarlo con la meditación:

«Las Tres Preguntas» es un cuento de León Tolstói que plantea las preguntas fundamentales de la vida: ¿Cuál es el momento adecuado para hacer algo?, ¿Quiénes son las personas más importantes?, y ¿Qué es lo que se debe hacer en cualquier momento? Un rey decide buscar respuestas a estas preguntas, consultando a un sabio, pero no logra obtener las respuestas que esperaba. Sin embargo, después de experimentar situaciones difíciles, descubre que el momento adecuado para hacer algo es siempre el presente, las personas más importantes son aquellas que están a su alrededor, y que lo que debe hacer es ayudar a los demás.

El cuento de Tolstói se relaciona con la meditación en varios aspectos. En primer lugar, la historia invita a reflexionar sobre preguntas profundas y universales, lo cual es similar al proceso de introspección y autoconocimiento que se busca en la meditación. Además, el rey en la historia se da cuenta de que las respuestas que buscaba estaban siempre presentes en el momento actual, lo cual es una idea central en la meditación, donde se busca estar presente en el momento actual y aceptarlo tal como es. También se destaca la importancia de la ayuda a los demás, lo cual puede ser visto como una forma de practicar la compasión y la bondad amorosa, que son valores importantes en muchas prácticas de meditación. En resumen, el cuento de Tolstói puede inspirar una reflexión profunda y conectarse con los valores y prácticas de la meditación.

Imagen de Adelia Rosalinda en Pixabay.

La meditación es humana, unipersonal y aburrida

Lo que no puede hacer ChatGPT es respirar. No puede darse cuenta del momento presente. Tampoco se logra a través de la lectura un libro. Ni sirve escucharlo de una persona que practica la meditación. Solo lo puedes hacer tú.

La gran dificultad de la meditación no es, claro, respirar. Su gran dificultad es mantener la atención en un objeto «tan aburrido». El cerebro enseguida busca otros estímulos, necesita nueva información.

Es más, en los tiempos que corren, la nueva información constante está garantizada: más redes sociales, más notificaciones que atender. He observado que a la gente le resulta irresistible esperar a contestar un chat como WhatsApp o Teams, es mucho más adictivo que el email. Reaccionar a notificaciones es parecido a jugar a un videojuego en el que se dispara a objetos que caen o se colocan bloques que bajan. Atender a la respiración, ralentizarla y estar presente no es un videojuego, no divierte (es decir, no divide la atención, la concentra). Pasa lo mismo con atender a los movimientos automatizados que hacemos en labores cotidianas: la mente se va a otro estímulo más atractivo con facilidad.

Hace pocos días, un colega del sector de la formación online, Mike Taylor, comenzaba su newsletter semanal con una cita de Lao-Tse:

Conténtate con lo que tienes. Regocíjate en la forma en la que son las cosas. Cuando te das cuenta de que nada te falta, el mundo entero te pertenece.

Lao-Tse.

En su boletín, Mike cuenta que ha empezado a investigar sobre la importancia de la respiración por el impacto que tiene en el nivel de estrés, e incluso influye en las facciones de la cara. Los libros que ha leído y recomienda, son: Respira: la nueva ciencia de un arte olvidado, de James Nestor, y El poder del oxígeno, de Patrick McKeown. Estos libros son «científicos», por tanto, aprobados por la corriente imperante de validar el conocimiento milenario cuando se etiqueta de científico.

En una conversación con Mike, me preguntó:

¿Cómo empezaste con tu práctica de la respiración y qué has encontrado más útil?

Mike Taylor.

Tuve que echar la vista muy atrás: fue en 1999, cuando tenía un trabajo que consideraba estresante, y busqué un alivio de ese estrés. Me apunté a una escuela de Taichi y luego continué en el Centro Tai San de Tres Cantos, Madrid. El taichí incluye la respiración como parte de su práctica. Además, existen ejercicios específicos de respiración en el Chi Kung.

Para mí, lo más útil ha sido incorporar la atención a la respiración en cualquier tarea que esté haciendo, incluso trabajar. No es que esté constantemente atenta a cómo respiro, pero sí que detecto rápidamente cuándo estoy conteniendo la respiración o cuándo es superficial y está solo en la parte de arriba de los pulmones.


En resumen, dos ideas: la única persona que puede ser consciente del momento presente y de su respiración eres tú. Si olvidas practicar algún tipo de meditación, siempre puedes atender a tu respiración ahora, estés haciendo lo que estés haciendo. ¿Practicas meditación o mindfulness? ¿Cómo te va? Puedes opinar en la zona de comentarios. Te agradezco que hayas leído el post. Siéntete libre de compartirlo.

Un monje budista que friega los platos para fregar los platos

¿A qué prestas atención?

Recupero un libro que leí hace algunos años, Lograr el milagro de estar atento, de Thich Nhat Hanh. Este libro destila vitalidad, la voz suena joven y con energía. Sin embargo, este monje debía de tener unos 83 años cuando lo escribió. El objetivo del libro es prestar atención al momento presente, lo mismo que se practica en mindfulness. Y se logra de la misma manera: atendiendo a la respiración. A pesar de que se puede resumir el título a «Presta atención» y el texto a «Atiende a tu respiración», estos dos consejos parecen no casar con la vida moderna: «ya lo haré después». Por lo que voy a extraer algunas de las enseñanzas del monje budista zen que parecía tan vital a esa edad.

Fregar los platos para fregar los platos

El libro está escrito dirigido a Quang, un discípulo: el lector es Quang. Y Thich Nhat Hanh le habla de encontrar para cada tarea el fin en sí misma: friega los platos para fregar los platos. De aquí que el autor no comprenda el uso de lavavajillas, porque para él resulta placentera esta actividad de fregar los platos (y de lavar su ropa). Te imaginas al monje en un sitio muy agreste, lleno de árboles, sin los avances de la vida moderna, fregando en una fuente, sintiendo el agua fría en sus manos. Pero lo escribe en 2009. Tratas de trasladar esa realidad a la tuya, porque claro, no vas a dejar de usar el lavavajillas ni la lavadora. ¿Qué vida arrastrada llevaríamos si tuviéramos que fregar todo a mano?

Imágenes generadas en MidJourney. Pedí que el monje estuviera fregando, pero en realidad están cocinando. Aún aprendiendo a usar esta app espectacular de IA.

Por tanto, no miremos fijamente al dedo cuando el maestro señala la luna. La luna es la atención plena. Es inspirar y espirar con consciencia, prestando atención a cómo el aire entra y sale del cuerpo, permitiendo la conexión entre cuerpo y mente a través del mecanismo automático de la respiración, que sin embargo podemos ralentizar a voluntad.

Nuestro aliento es el puente entre nuestro cuerpo y nuestra mente, el elemento que los reconcilia y que hace posible la unidad cuerpo-mente. (….) Pero de lo que quiero hablarte, Quang, es de cómo la respiración es un instrumento y cómo la respiración es en sí misma atención mental.

Thich Nhat Hanh, El milagro de estar atento.

En cualquier actividad que se realice, incluida cualquier tarea del trabajo, «fregar los platos para fregar los platos» significa volcar la atención únicamente en esa tarea, siendo consciente de los movimientos que se realizan, consciente de la respiración que la acompaña, siendo uno con la tarea. Cuando surgen pensamientos o emociones, se trata de reconocer lo que ha surgido y seguir respirando hasta que se recupere la atención plena. Lo importante es darse cuenta.

Un día a la semana para ti

La vida es una vorágine. Curioso el origen etimológico de esta palabra: viene de devorar, tragar. Tendemos a pensar que es solo ahora, pero yo creo que ha sido siempre: la vida siempre nos requiere acción, está en movimiento, nos lleva y nos trae, nos presenta obstáculos. Por tanto, siempre es complicado buscar un tiempo de meditación. Tras muchos años en contacto con distintas técnicas de meditación, he llegado a la conclusión de que hay que integrar esta práctica como parte del resto de la vida. En lugar de necesitar reservar media hora para sentarse en silencio a observar cómo entra y sale el aire del cuerpo, la atención plena tiene que darse aquí y ahora, en cada actividad que se hace, a cada paso.

Esto también lo comenta el autor del libro, pero él añade no solo el hábito de sentarse a meditar un rato cada día, sino el buscar un día completo para uno mismo en el que hacer todas las tareas con consciencia. Ese trabajo de un día a la semana hará que el resto de los días sea más fácil tomar consciencia y prestar atención.

Ese día, Thich Nhat Hanh propone que todo sea consciencia plena desde el acto de levantarse: ser consciente de la postura, de la respiración, de cómo nos levantamos, nos vestimos, nos duchamos, desayunamos, nos lavamos los dientes… Todas las tareas observadas por el placer mismo de la observación, que esto es la meditación, respirando en cada una de ellas. Se trata también de cocinar con atención plena, de limpiar la casa o, claro, de fregar los platos. Estas actividades, realizadas de forma consciente, procuran un cierto bienestar que despierta una sonrisa interior, esa media sonrisa que surge de estar en paz o en calma.

Seamos realistas: según el tipo de vida de cada cual, lograr pasar un día entero así a la semana es poco menos que una fantasía. Sin embargo, se pueden reservar unas horas del domingo para practicar la atención plena, o bien un día al mes. También se puede distribuir a qué se presta atención cada día de la semana: un día a cómo te lavas los dientes, otro día a cómo comes, otro día a cómo barres, etc.

La mente se observa a sí misma

En esta atención, somos tanto el observador como el objeto observado. No se trata de la objetividad de un observador científico, se trata de la subjetividad de un observador que es sujeto y objeto de observación. Aquí entramos en el terreno filosófico de lo que sucede en la meditación. La mente no es diferente de los pensamientos y emociones que puedan surgir en ella. La mente es la misma cosa esté ajetreada o esté calmada. Pero el asunto va más allá:

Cuando el objeto de conocimiento (el algo) no está presente, no puede haber sujeto que reciba el conocimiento.

Thich Nhat Hanh.

Al leer esta frase del monje, de pronto la información me parece nueva. A pesar de llevar años escuchando hablar de esta disolución entre sujeto y objeto, de este desaparecer del sujeto en el mar de lo observado, ahora leo algo nuevo aquí. Me viene a la mente esa paradoja del árbol que se cae en medio de un bosque, pero que nadie oye caer. Si nadie lo oye, ¿ha hecho ruido? La frase del monje me parece lo contrario: sin árbol, sin mundo exterior, no hay sujeto, no hay mente. La mente es el árbol, la mente es el sonido, la luz, es las sensaciones internas. Esto es bastante complicado de aprehender. Se disuelve la diferencia entre el que bebe una taza de té y el té que está siendo bebido.

Así, no hay división, no hay objetos, no hay categorías. No podemos aislar una mesa de las personas y materiales que han contribuido a su creación: la mesa no existe sin el carpintero, sin el árbol del que sale la madera, sin los metales que componen los clavos, sin la tienda que la vende…

Esto también es científico

Afortunadamente, hay neurocientíficos dedicados a validar estas prácticas ancestrales y a darles el barniz científico que hoy día se reclama. Ya he mencionado alguna vez a Andrew D. Huberman, profesor de neurobiología en Stanford. Este neurocientífico es un youtuber bastante activo, tiene varias meditaciones en su canal y evidencias de cómo la meditación mejora la salud. Comparto aquí este vídeo sobre cómo respirar correctamente y lo que aporta a la salud:

https://hubermanlab.com/how-to-breathe-correctly-for-optimal-health-mood-learning-and-performance/.

Sin querer quitar peso al gran trabajo de este autor, si comparamos a Huberman con Nhat Hanh, este último destila una felicidad que permanece, una calma y una paz interior que se transmite en sus palabras vigorosas: es como ver luz a través de sus palabras, de tal manera que, de forma casi inmediata, consigue del lector que se adhiera a sus prácticas. Huberman es más un hombre de nuestros tiempos, práctico y prolífico, quizá otras personas se inspiren más con él. La meta en todo caso es la misma: a través de la respiración consciente, además de calmar la mente, tenemos acceso directo a la realidad, contacto directo con nuestras sensaciones, experiencias plenas.


¿Qué opinas? ¿Practicas la meditación? ¿Llegas a sentir que eres uno con el objeto observado? Como siempre, agradezco mucho que leas este blog y compartas libremente.

Si solo queda el recuerdo

Una mujer joven regresa al hogar familiar con su hermano y su madre, a la vuelta de una estancia en Suecia. Decide emprender el proyecto de convertir ese hogar caótico, anárquico y lleno de trastos en un espacio minimalista que acoja su propia oficina. Este es el argumento de Feliz año pasado, una película tailandesa que vi recientemente en una iniciativa cultural: Cine invisible V.O. Al principio, la protagonista hace lo fácil: qué mejor forma de dejar ir el pasado que meter rápidamente todo en bolsas, cerrarlas y desecharlas. Ella misma lo dice:

Ojos que no ven, corazón que no siente.

Conocido refrán.

En un momento dado, estando con su amiga Pink, que es quien va a ejecutar la reforma, decide tirar a la basura un CD porque ya no hay dónde escucharlo. Su amiga abre la caja del CD y le muestra la nota que hay dentro: una dedicatoria de la propia Pink. Ver cómo quiere tirar el regalo como si fuese basura ofende a su amiga y despierta en la protagonista aquello que deseaba evitar:

Antes de deshacerte del pasado, debes mirarlo y despedirte de él.

A partir de ahí, reabrir las bolsas de basura y mirar dentro, objeto por objeto, se convierte en un proceso doloroso en el que la protagonista tiene que enfrentarse a su propio dolor, cuando encuentra objetos que pertenecen a distintas personas. Entre ellos, están las fotos que se hizo con su exnovio, a quien dejó sin ninguna explicación al irse a Suecia. Y está el gran piano, la evidencia de la ausencia de su padre, el piano al que su madre se aferra porque es la última prueba, el último recuerdo tangible, de un pasado mejor, de un hogar feliz.

Por momentos, se superponen imágenes del resultado final, el espacio blanco, aséptico y minimalista, a imágenes del estado actual, sucio, desordenado, incómodo… pero cercano y conocido. Qué duda cabe: el salón sin el piano queda mucho más despejado que con el piano, el piano «no pega» con el nuevo estilo minimalista; hay que deshacerse de él.

El hermano de la protagonista (cuyo nombre no recuerdo, todo eran nombres muy cortos, como Nim, Nao, Aim…) ve unos vídeos de Marie Kondo, y se fija en la frase que más repite:

Deja ir aquello que no despierta tu alegría (doesn’t spark joy).

Marie Kondo.

Pero para el hermano, todos los objetos que ve despiertan su alegría. En ese momento, muestra a su hermana una foto en la que se ve a la familia feliz que fueron, o que al menos fueron en el momento de la foto: el padre al piano, la madre cantando, los niños felices. Era el cumpleaños de la protagonista, pero ella no lo recuerda, se ha ocupado de ocultarse ese recuerdo que ahora es doloroso.

Cuando hay más pasado que futuro

El proceso que a la chica y a su hermano les es necesario, dejar ir el pasado y abrirse al presente, a la luz y a lo funcional, es perjudicial para su madre, porque ya solo le queda eso. Pasa los días cantando con un viejo karaoke al lado del piano que solo sabía tocar su exmarido, anclada en un pasado sin presente ni futuro. Cuando las personas alcanzamos ese momento de la vida en que empieza a haber más pasado que presente, ¿qué culpa podemos tener en tratar de aferrar aquello que fue, lo viejo conocido? Cada vez es más difícil abrirse a lo nuevo, acoger la incertidumbre, cada vez nos encuentra con un cuerpo más cansado, con una mente más saturada, con una sensación mayor de extrañeza ante lo desconocido. Quizá a esa mujer solo le quedaba ese piano. Quizá a otra mujer, que se calienta en su casa con una estufa de butano, solo le quedan las fotos en blanco y negro de muertos, junto con unos adornos anacrónicos y heterogéneos de los que no puede deshacerse, porque entonces corre el riesgo de olvidar quién era y qué hacía.

https://www.insconsfa.com/

Cada día, dejar ir

El pasado no solo está en los objetos que nos rodean, en los recuerdos que aún despiertan sentimientos. El pasado está, sobre todo, en nuestra mente. El pasado nos permite comprender el presente: sería imposible reconocer lo que nos rodea si el cerebro no estuviese preparado para registrar memorias. Por tanto, el pasado es un gran guía. Pero también es lo que nos impide acoger lo que cambia, lo nuevo. La sensación de incertidumbre es frecuentemente desagradable. Es mucho más incómodo, cansado y duro estar en una situación constante de desconocimiento sobre el siguiente paso a dar; es mucho más estresante. Pero esto empeora y se convierte en inasumible cuando, consciente o inconscientemente, dejamos de mirar la realidad para acomodarnos en lo viejo conocido. Es una colección de pensamientos y recuerdos, que, al decidir soltarlos, serían equivalentes a llenar cientos de bolsas de basura física. Por tanto, es mucho más fácil, cada día, ir mirando a lo que fue pero ya no es, dándole las gracias (a lo Marie Kondo) y dejándolo ir. Son pequeñas despedidas, un pequeño trabajo diario: se va el tiempo, se van las oportunidades, se van personas, se van formas de hacer una tarea. En su lugar, tiempo nuevo, nuevas oportunidades, otras personas, formas distintas de trabajar. Sean mejores o peores, se acaban imponiendo. Tratar de permanecer en una ceguera elegida es un esfuerzo adicional.


De nuevo, cada persona es libre de elegir a qué se aferra. En ocasiones, los cambios chocan tanto con la propia forma de ver la vida que no se consiguen digerir. Y se puede seguir adelante en una especie de realidad paralela, apoyada en esos objetos de antaño. Por ejemplo, yo sigo teniendo muchos CD que no tengo dónde escuchar, incluso algunas cintas. Tengo libros que sé que no volveré a leer. Y tengo esos adornos inservibles que me siguen acompañando, cuyo valor es solo sentimental. ¿A ti también te pasa? ¿Te rodeas de pasado? ¿O eres de las personas a las que les es muy fácil dejar ir? ¿Estás a gusto en espacios minimalistas? Me encantaría leerte en comentarios. Comparte libremente. Muchas gracias por leer.

Los propósitos de año nuevo

En el fin de año de 2020, mi familia y yo comentamos que era imposible que el siguiente año fuese a ser peor. Pero 2021 fue un año tan duro o más que 2020. En el fin de año de 2021 ya no nos atrevíamos a afirmar nada: ¿podía, realmente, ser peor 2022? Lo cierto es que estamos a las puertas del fin de este año y sí, podía ser al menos tan malo. Cuando echas la vista atrás, te das cuenta de que, cosas que consideraste malas, comparadas con otras que sucedieron después, resultan ser hasta positivas por comparación. De manera que una forma de relativizar los sucesos de la vida es echar la vista atrás y ponerlos en perspectiva.

En Qué bello es vivir, George Bailey, cada vez que baja o sube la escalera, se queda con un pomo en la mano, un pomo que está mal ajustado, algo que acaba por hacerle perder los nervios. Pero en un momento dado, cuando ya está de vuelta de esa otra vida «sin él» que le muestra el ángel, al volver a pasar por la escalera y quedarse con el pomo, lo besa.

Imagen tomada de https://nestinteriordesign.net/blogs/news/building-the-baileys-its-a-wonderful-life-style.

Reparar en lo que fue bien

A finales del año pasado, recibí un meme en el que se aconsejaba apuntar en papeles lo bueno que se recibe de la vida e irlos metiendo en un bote. Al final del año, encontrarías todos esos regalos de la vida en los que en el día a día no reparas. Pues bien, me propuse recoger cada semana en una agenda tres regalos de la vida. La mayoría de las semanas, tenía más de 3 cosas por apuntar, mientras que muchas otras, me costó llegar a ver 3 cosas positivas.

Ahora recupero esas notas de un año completo y he sacado estas conclusiones:

  • La mayoría de «regalos de la vida» fueron acontecimientos con personas cercanas. Nada de grandes celebraciones, más bien, tardes tranquilas, conversaciones por teléfono, tomarse un aperitivo, ver un espectáculo de impro… Tener todo lo que se necesita suele ser lo menos valorado, o que haya personas en tu vida «que siempre están ahí»: ambas cosas se dan por hechas. Tomar conciencia sobre lo que ya se tiene hace más liviano un año duro.
  • Otros regalos fueron cuando salí de mi zona de confort para hacer algo que no había hecho nunca. De hecho, he tenido mucho de esto este año, en todas las áreas: ha sido para mí un cambio radical de forma de vida.
  • Algunos regalos muy grandes provienen de fuera y simplemente queda aceptarlos (o rechazarlos). Por ejemplo, uno de los momentos que me pareció un gran regalo fue el fin de las mascarillas en la mayoría de los espacios, el 20 de abril. Los meses anteriores de este año tuvimos que ir con mascarilla a todas partes, incluido el gimnasio.

Esta práctica de apuntar cada semana tres sucesos, acontecimientos, personas o desafíos que supusieron regalos, me ha llevado a tener más conciencia de que las cosas buenas de la vida se relacionan con el contacto con otras personas, principalmente las más cercanas, y con desafiar los propios límites. En menor medida, también, con aceptar lo que llega.

The world is a rich tapistry, my friends.

Saul en Better Call Saul.

Como os decía, hay semanas que «el Sol» (que haga sol o poder pasear al sol, o incluso ver el sol por la ventana) puede ser un regalo, sobre todo cuando ha habido varios días con niebla, o nublados, o lloviendo mucho. Es como ese pomo de la escalera de George Bailey: tras ver lo que habría pasado si él no hubiera nacido, que se desencaje el pomo es hasta gracioso.

Ser capaces de relativizar también ayuda a poner los sucesos en perspectiva, especialmente los negativos.

Yo misma.
Este es el meme que ha inspirado esta entrada de blog.

¿Te animas a tomar notas con lo bueno que te vaya sucediendo cada semana de 2023? ¿Qué reflexiones te surgieron al leer esta entrada? Como siempre, muchas gracias por leer y compartir. Feliz Año, querid@s lectores.

¿Crees en la magia?

Lo que Peter Pan pregunta a los niños perdidos para salvar a Campanilla es muy similar: ¿Creéis en las hadas?

Si creéis, aplaudid: no dejéis que Campanilla se muera.

Peter Pan.

Hay un tipo de personas que quiere creer en la magia. Y esto implica no querer conocer el truco (o, como diría un mago, el juego).

Esto es lo que hace el protagonista de Big Fish. Durante buena parte de la película, vemos la forma de vivir (o de narrar su vida) de este personaje. Cabe preguntarse si él acaba de creer en sus historias. Lo que está claro es que muestra un fuerte deseo de creer o hacer creer en la magia. Creer en la magia es pensar que no hay truco, que aquello es un fenómeno inexplicable, lleno de misterio.

Lo mágico tiene algo de sueño, algo de siniestro. Imagen de Stefan Keller en Pixabay.

Pero detrás de toda la magia que inventa el ser humano, siempre hay un «truco»: el mecanismo que la hace posible. Así, hay magia en una construcción, en una fórmula química, en una maquinaria, en una novela, en una película…

Personas como Tim Burton o Steven Spielberg seguramente han creído en la magia durante mucho tiempo, o al menos han tratado de trasladar esa idea en muchas de sus películas. En otro ámbito, puede que Iker Jiménez sea otro del club, especialmente cuando se deja llevar por la exploración de lo misterioso en su programa de Cuarto milenio.

Cuando acabé de estudiar Teoría de la Literatura, estuve varios años sin poder leer un libro: había descubierto el mecanismo detrás de la magia. Cambié el placer del lector por el placer del crítico literario. Nada que ver. Con el paso de muchos años, he recuperado parte del placer lector, pero me temo que no hay vuelta atrás.

Con base en esta experiencia, decidí hace mucho tiempo no descubrir, no indagar, el mecanismo que hace posible el cine. Y eso que muchos trabajos que he hecho y hago lo rozan, por ejemplo, escribir guiones de vídeo para un programa de televisión ya te está revelando parte del truco. Y acabas por conocer cuál es la estructura de un guion, de cualquier guion cinematográfico, y qué ocurre en el minuto tal o cual. Saber esto, tener la estructura en la mente, comprobar que la mayoría de las películas responden a ella, crea una cierta distancia con el placer cinéfilo. Y no quiero más distancia.

Esta creencia naïve tiene el riesgo de ver magia allí donde no la hay ni debe haberla, aceptar el engaño en ciertas situaciones de la vida, o vivirlas como si perteneciesen a un cuento, sin tener plena consciencia de lo que está pasando y de las consecuencias de nuestras acciones. Por ejemplo, la propia boda, la compra de un bien de mucho valor (coche, casa, vacaciones), la decisión de migrar a otro país en busca de nuevas oportunidades… Es decir, hay que tener muy claro cuándo dejarse engañar, engatusar, llevar por una historia, y cuándo mantener los ojos abiertos y utilizar el razonamiento lógico.

Protagonistas ingenuos

Gustándome la magia, me gustan mucho los protagonistas que creen en ella. Ya he hablado alguna vez del agente Patou (Jack Lemon) en Irma la dulce, que piensa que la prostituta está simplemente paseando a su perrito, o de Sam Lowry (Jonathan Pryce) en Brazil. Me gustaría detenerme en el comportamiento de este protagonista antihéroe. Sam vive en una sociedad distópica muy controlada por el Estado. Es funcionario público y tiene un empleo en un lugar gris, oscuro y con recursos escasos. Vive solo en un apartamento estándar, bastante poco acogedor. Pero Sam sueña. Se pasa las noches soñando con una bella y desconocida mujer a la que él ama. Él se sueña a sí mismo como un ser alado, un héroe con armadura y alas que rescata a la mujer de diferentes situaciones, que lucha de forma caballeresca con distintos monstruos.

Según avanza la película, los sueños de Sam van tornándose en pesadillas, pues elementos de la realidad irrumpen en ellos, afeándolos. Tiene sueños premonitorios, porque después llega a conocer a esa mujer de sus sueños en una versión real mucho menos dulce, una superviviente, Jill Layton. Y también ve otras cosas, objetos, situaciones, que después aparecen en la película.

El ingenuo de Sam piensa que puede: indagar sobre la vida de la mujer real que tanto se parece a la de sus sueños, no informar sobre la destrucción de un vehículo por parte de unos niños gamberros, entregar un talón por medios no adecuados… Pero no, Sam no puede. Y todo lo que hace este ingenuo personaje en su vida real, va quedando apuntado y notificado y se vuelve después en su contra. No cuento más: mejor verla.

Así, me da pena quitarle a Sam sus sueños, sus ilusiones. Cuando dejas de aplaudir, Campanilla se debilita, se muere. A cambio, la realidad se muestra tal como es: una gran maestra (como diría Brigitte Champetier de Ribes). Siempre quedarán espacios y lugares en los que podamos aplaudir y revivir al hada: uno de ellos, el teatro, una de las mejores prácticas que conozco, hacer clown (sí, el payaso).


¿Crees en la magia? ¿Te dejas llevar por las ensoñaciones? ¿Tienes ilusiones que no parecen concordar con la vida real que llevas? Como siempre, muchas gracias por leer y por compartir.

La mejor versión de ti mismo

He visto en el cine Todo a la vez en todas partes. La película plantea la conexión de las personas con diferentes versiones de ellas mismas en los diferentes universos (multiverso) que se han generado en cada toma de decisión, a partir del resto de opciones que en ese momento se descartaron. No hablaré mucho más del argumento para no hacer spoiler.

Universos paralelos con versiones distintas de cada persona. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

Mucho de lo que expone esta película yo lo veo con otra perspectiva. Por ejemplo, la protagonista, para acceder a las habilidades que ha desarrollado en universos paralelos, tiene que hacer algo inusual (la mayoría de las veces absurdo) para «conectar» con esos otros universos y que el aprendizaje venga «de allí». Sin embargo, pienso que las capacidades están en cada persona aquí y ahora, no hay que traerlas de ningún sitio. Asumimos que la persona es la misma, por tanto, si tienes potencial para el canto, aunque no lo hayas desarrollado, el potencial sigue ahí y en cualquier momento que te dé la gana puedes trabajarlo. Pero solo lo puedes hacer aquí y ahora.

Cada uno de nosotros porta todas sus potenciales capacidades. Cada persona puede cambiar su guion de vida y ampliar sus horizontes. Existen muchas maneras, una de ellas es la programación neurolingüística o PNL. La PNL tiene una potencia demostrada para cambiar la trayectoria vital. La finalidad de muchos de sus ejercicios es abrir el ángulo con el que se está mirando la realidad. De hecho, algunos ejercicios se llaman «reencuadre» (reframing) y muchos otros buscan completar frases que ocultan creencias o mandatos, esos mismos mandatos de los que habla el A.T. Puedes leer un poco más sobre PNL en esta entrada: son lentejas.

Si la idea de actuar de forma inesperada es buena como base para introducir un cambio en la vida, no creo que esté bien planteada en la película y al final me ha resultado ridícula. En realidad, sí se necesita actuar distinto, hablar distinto, cambiar el enfoque, pero son formas de actuar relacionadas con la capacidad que se quiere poner en juego. Así, pienso que la película ha desperdiciado dar este mensaje: aquí y ahora desde luego que puedes actuar de una forma inesperada: puedes leer un periódico en inglés, puedes apuntarte a clases de chino, puedes coger una mochila y empezar a ir al gimnasio.

¿La mejor versión de ti mismo?

En la película, se habla de mejores y peores versiones de la protagonista. La que está viviendo en el momento de empezar a contactar con esos otros universos es «la peor». Pero eso ¿qué significa? ¿Por qué va a ser peor vivir una vida en la que no se han explotado ciertas habilidades o en la que se ha elegido como pareja a un hombre de lo más común? ¿Quién determina que esa vida es peor que las otras? ¿Qué significa eso de peor o mejor?

Quizá no significa nada. No es más que una creencia que las personas tengamos que desarrollar al máximo nuestros potenciales. Puede ser hasta un mandato del guion de vida.

No hay nada más liberador que decir:

Sí, así fue. Sí, así es: esta es mi vida.

Y luego con ella haces lo que te da la gana (lo que puedes, en el lugar y momento que te ha tocado vivir), que incluye no hacer nada, echarse la siesta, no apuntarse al gimnasio ni tomar clases de canto ni leer textos en inglés ni aprender chino. Eso en sí no es «peor» que las versiones de ti en las que sí haces todas estas actividades.

¿Tú estás en paz?

Yo creo que se trata más de estar en paz. Estar en paz conlleva mucha aceptación, mucho: «sí, así es; sí, así fue». Si una persona percibe que podría sentirse mejor explotando alguno de sus potenciales, pues genial, lo hace y entonces se siente mejor y más cerca de estar en paz. Recordemos que el guion de vida ganador no necesariamente es el de una persona rica, famosa o con alto estatus. El guion de vida ganador es el más parecido a los anhelos de la persona: si alguien se planteó que sería feliz en un piso humilde y con un trabajo normalito y lo alcanza, se siente en paz, su guion es ganador. Si alguien escala social y económicamente y se siente desgraciado, su guion es perdedor.

El destino colectivo

Algo que no aparece en la película ni en el curso de nuestros pensamientos habituales es el destino colectivo. No olvidemos que lo que hacemos se enmarca en un acontecer común, el destino colectivo, que es más grande que cada cual y ante el que solo se puede decir: «sí, así es».

Por ejemplo, independientemente de las capacidades propias que se trabajen, ocurren acontecimientos fuera de nuestro alcance y que nos influyen directamente: guerras, atentados, catástrofes naturales, crisis económicas… Estos «contextos» son destinos para cada uno de nosotros con los que no contamos, pero que pueden cambiar el curso de muchas vidas a la vez. Ante el destino colectivo solo nos podemos rendir, es decir, solo podemos aceptar lo que hay, las circunstancias que configuran la realidad. Eso sí, podemos actuar frente a ellas desde nuestra plena capacidad: el estado adulto.


Tus capacidades del multiverso están accesibles ya. Elegir y, sobre todo, dejar atrás, son potestades de tu estado adulto que puedes poner en práctica en cada decisión de la vida. Hay muchísimas variables que una persona no puede cambiar. Aun así, siempre puedes seguir actuando desde el adulto «pese a» este destino, esto que estamos todos viviendo. El adulto también se echa la siesta.

El camino al infierno…

Mucho de lo que se decide con muy buenas intenciones acaba convirtiéndose en un camino al infierno. Por tanto, el ser humano, que es avispado a veces, obedece, pero no cumple. Y cuando cumple, puede encontrarse en el infierno casi sin darse cuenta.

Por ejemplo, llegas a un área de carretera donde encuentras un sistema «optimizado» para pedir el desayuno: coges una bandeja, la pones en un camino de bandejas y vas «eligiendo» el desayuno. En algunas partes, alguien del personal te pregunta qué quieres y te trae tu pedido personalizado. Hay una larga cola y solo en el último paso consigues el café. Justo después, puedes pagar.

En Momo, una fantasía con tintes distópicos infravalorada por estar dirigida a niños (en teoría) y por la horrible película que se basó en el libro, hay un capítulo en el que también aparece este camino «optimizado»: Demasiadas comidas y muy pocas respuestas. Momo trata de hablar con su amigo Nino, pero su local se ha convertido en un local de comida rápida en el que hay que esperar esta larga cola, ir cogiendo los productos y llegar a la caja donde Nino cobra. Así, averiguar qué les ha pasado a sus amigos le cuesta a Momo pasar 3 veces por el sistema «optimizado».

Imagen de StockSnap en Pixabay. Todos son muy felices esperando su turno.

¿Por qué entrecomillo optimizado? Porque en un bar de toda la vida, según entras por la puerta el camarero te está saludando y cuando llegas a la barra ya tienes el café, y en pocos segundos consigues el resto del desayuno. Una sola persona te ha atendido a ti y a otros tantos que más o menos llegáis a la vez. Esto sí que está optimizado. La división del trabajo en estas colas de comida rápida está pensada con buenas intenciones, pero no funciona. Y probablemente, a cada persona que forma parte de ese proceso, le parecerá muy poco motivador hacer todo el rato lo mismo, de manera robótica.

Se dice, se hace

Cuando lo que se establece como norma de comportamiento no cuela, no cuadra y no funciona, se obedece, pero no se cumple. Encontré primero esta expresión en el libro ¿Es real la realidad? de Paul Watzlawick, libro que ya hemos citado varias veces. Y la volví a encontrar en uno de los episodios nacionales de Galdós. Parece ser que en la España de Felipe II, los funcionarios de la Corona de las posesiones ultramarinas no podían cumplir las órdenes que se enviaban de Madrid por varios motivos: no reconocían las circunstancias locales y, cuando llegaban, estaban totalmente desfasadas.

Sigue contando Watzlawick que la emperatriz María Teresa, dos siglos más tarde:

…concedía una distinción a aquellos oficiales que por iniciativa propia, y desobedeciendo las órdenes recibidas, decidían cambiar el curso de una batalla y conducían a sus soldados a la victoria.

Paul Watzlawick, ¿Es real la realidad?

Lo mejor de todo era que si su decisión les llevaba al fracaso, no se libraban del tribunal militar. Lo llama ejemplo de «contraparadoja oficial», de las que vemos muchas.

En definitiva, lo que se dice, lo que se anuncia, lo que se pone por escrito, muchas veces se abandona en pos de acciones con más sentido común, lo cual aleja, precisamente, del camino al infierno.

Se dice que el cliente es el centro de la actividad de cualquier empresa. Curiosamente, la forma en la que se ejecuta este pilar en muchas empresas es evitar todo contacto directo con la clientela. Así, se crean largas páginas de FAQ con el objetivo bienintencionado de solucionar el problema al cliente. Sin embargo, el cliente no encuentra ni la solución a su problema ni los medios de contactar directamente. La organización de la larga cola del desayuno, pensada (entiendo) para que el cliente tenga la sensación de estar escogiendo entre una amplia variedad, acaba convirtiéndose una pesadilla no solo para el cliente, también para el personal.

Se dice que una camiseta está hecha con algodón orgánico, es respetuosa con el medioambiente. Curiosamente, la camiseta sigue fabricándose en un país en vías de desarrollo, en unas condiciones pésimas. Se realiza con unos materiales que aseguran que al tercer lavado hay que tirarla a la basura (con mucho cuidado) y buscar otra de la misma calidad (porque no hay más opciones).

En los centros comerciales hay fotos gigantescas de familias felices, todos sonríen, están en el exterior y puede que sea primavera. Mientras, hay que ver los caretos de la gente que compra. Desde luego, consumir no da la felicidad, o al menos el paso previo de la búsqueda. Es como si esas fotos fuesen la declaración de intenciones buenas y las caras del personal paseante su resultado en el infierno.

Se dice que vivimos en el estado del bienestar… Bueno, eso ya no se dice.


Amigo lector, qué pena me acaba de dar buscar el enlace al libro de Momo y encontrarme que los primeros enlaces son «Momo resumen», «Momo rincón del vago», etc. ¡Por favor, leed este libro, es muy bueno!

¿Qué otras conductas has observado en las que se afirma una cosa pero se hace la contraria? Muchas gracias como siempre por leer y por compartir.

Disfruta como puedas

Si una persona se propone disfrutar de la vida, al menos debe saber qué significa esto.

Definición de disfrutar según la RAE.

Parece ser que el disfrute pertenece al presente, sin embargo, pienso que se puede estructurar en tres tiempos:

  1. Antes: la planificación, imaginar lo que va a venir, comenzar a disfrutar de la expectación.
  2. Durante: la experiencia, vivir el momento con plena atención, poner el foco en el presente, no perderse ni un resquicio de lo que sucede ni de las emociones que provoca.
  3. Después: el recuerdo, evocar aquello que se vivió y volver a disfrutarlo.

Antes de disfrutar

En la planificación del disfrute, hay que evitar las expectativas. Una cosa es esperar un suceso con expectación y otra cosa es crearse expectativas al respecto: la realidad siempre va a diferir de lo imaginado.

Aquí, planificando el finde. Imagen de Karolina Grabowska en Pixabay

Por ejemplo, si compramos unas entradas de cine y empezamos a crear grandes expectativas sobre la película, es posible que acabemos sintiendo frustración. Es posible que la película sea mejor de lo que esperamos, pero, al ser distinta, podemos concluir que no cumple los requisitos de lo planificado y tener una sensación de pérdida que no nos permite disfrutar. Ocurrió con el peliculón Drácula de Bram Stoker, de Coppola. A mucha gente le decepcionó porque no era de miedo.

Yo tenía un jefe que decía:

Lo importante es la calidad percibida por el cliente.

Un jefe

Y este jefe tenía bastante razón: cuando algo está por encima de nuestras expectativas, nos parece que tiene calidad. Si las expectativas son muy altas, todo es una m.

Durante el disfrute

Durante la experiencia, hay que evitar irse a otro sitio. Esto es muy difícil, no solo porque estemos rodeados de elementos vivos e inertes que reclaman nuestra atención y la dividen, sino porque prestar atención completa a una experiencia es más aburrido y difícil para el cerebro. Por ejemplo, te pones a comer un plato suculento que has preparado y lo saboreas al principio. En cuanto te has habituado, estás pensando en cualquier otra cosa, engullendo casi sin masticar y olvidando el disfrute de la experiencia directa.

Así, en cualquier momento y lugar se puede prestar atención a los sentidos. Imagina que estás dando un paseo por un parque. Puedes ir mirando tu móvil, puedes ir pensando en mil cosas, o puedes ir tomando nota de lo que percibes:

  • Mira los árboles, cómo el viento mece las ramas, cómo están brotando las hojas.
  • Escucha el viento, los pájaros, los coches, las personas que pasan a tu lado.
  • Nota en tu piel el roce del viento, la temperatura que hace.
  • Inspira profundamente, huele el césped recién cortado, la humedad del estanque, el aroma de las flores.

(No esperes poesía, no es lo mío)

Un paisaje digno de prestar atención a los sentidos. Imagen de JamesDeMers en Pixabay

Después de disfrutar

En el recuerdo, es fácil caer en melancolía de lo que pudo ser y no fue, de nuevo al comparar un ideal con lo que pasó realmente. También es posible sentir nostalgia porque aquel momento de máximo disfrute no volverá, por ser irrepetible o por algún cambio a peor de las circunstancias. Sin embargo, recordar con gratitud y con nuevo gozo, permite obtener una segunda fuente de alegría. Por ejemplo, te has ido de vacaciones a un sitio muy caro y sabes que es difícil que vuelvas. Bueno, pero al menos has ido. Quédate con lo que has vivido y disfrutado.

Una abuela. Imagen de Benjamin Balazs en Pixabay

Con la edad, lo vivido parece superponerse al presente por vivir. Eso puede ocultártelo. En cuanto el cerebro te hace llegar a «esto ya lo he vivido», entras en «el día de la marmota» y ya no vas a tomar nota de aquello que sea nuevo. Es cierto que la experiencia sirve para no repetir errores y para llegar antes a los objetivos que se quieren alcanzar. Pero también ocurre que, por evitar «pérdidas» (errores, pero también dolor, perder el tiempo, una sensación desagradable) evitas descubrir qué trae de nuevo la experiencia presente.

Una receta para disfrutar

Teniendo en cuenta estos tres tiempos, para planificar el disfrute, vivirlo y dejarlo atrás con gratitud podemos seguir una receta como esta:

  • Decir sí sin saber a qué; a ciegas: esto nos abre a la planificación desde la expectación, con total incertidumbre de lo que pueda pasar.
  • Vivir el presente con confianza: esto nos permite una relajación necesaria para experimentar cada acontecimiento con conciencia plena.
  • Soltar lo que creías entender: esto nos ayuda a agradecer lo anterior y dejarlo ir.

Esta receta, por cierto, es un extracto de algunas de las enseñanzas de Brigitte Champetier de Ribes, otra habitual de nuestro blog.


Espero que disfrutes de estos días festivos incluso si te toca trabajar. Como siempre, muchas gracias por leer.

El vacío creador

La amenaza del confinamiento sobrevuela nuestras cabezas. Puede que no llegue a ocurrir, pero la situación de aislamiento vivida por unos meses ha dejado una huella profunda, que hace que tengamos (más) horror al vacío.

Agujero negro

Se acaba un proyecto, se acaba una relación, se acaba un trabajo, se restringe una actividad… y no hay nada en el horizonte. Se anticipa el hueco que esa actividad va a dejar y la primera reacción es rellenarlo como sea.

Cuando se trata de trabajo, es cuestión de supervivencia, pero incluso en este caso, hay un componente de miedo ante el abismo que se abre, miedo a las situaciones de incertidumbre.

¿Qué va a pasar? ¿Dónde voy a ir? ¿Qué voy a hacer esas horas libres?

El vacío forma parte de ti

Desde luego, no nos planteamos que el vacío forma parte de nosotros/as, incluso en nuestro propio cuerpo. Está en cada célula, en cada átomo. El vacío es lo que más abunda en el Universo: ausencia de.

Tampoco nos planteamos que tiene que quedar un hueco para que otra cosa lo llene. La tendencia es a hacer malabarismos, incluyendo de más, superponiendo actividades, proyectos y vidas para que en ningún minuto del día se produzca un silencio.

Ese silencio se parece demasiado a la muerte.

El vacío es creador

Pero el vacío no es la muerte. El vacío es creador. Es la condición para que haya creatividad, para que algo que no estaba antes allí pueda surgir.

Por ejemplo, John Cleese habla de la necesidad de reservar un tiempo en «aislamiento» para permitir que la creatividad surja. En general, los grandes artistas tienen muchas horas «vacías» en su día a día, en las que de pronto se inspiran y dan con una idea que les lleva a la acción, a un trabajo frenético para reflejar esa idea en algo material.

Cleese también resalta la importancia de jugar como parte de la creatividad. Este jugar es saber volver al Niño libre, saber salir momentáneamente de las normas y permitir que el vacío del momento presente se llene de formas nuevas, ideas nuevas, una mirada nueva.

Vacío y lleno, dos polaridades

Las polaridades de vacío y lleno están muy bien reflejadas en la tradición oriental: yin y yang. Al hacer Tai Chi, la maestra china nos podía decir: «eso ya está vacío». Estaba «lleno» cuando todavía había un potencial de desarrollo de un movimiento. Estaba «vacío» cuando el movimiento se había completado y no se podía continuar.

Esto me recuerda a algo de lo que ya hemos hablado: el camino es la meta. El camino está «lleno», la meta está «vacía». El mundo actual parece consistir en alcanzar metas y no permitir un vacío necesario antes de seguir «llenando». Esto también lo señalaba Zygmunt Bauman en Modernidad líquida: el individuo nunca está completo, nunca puede descansar ni darse por satisfecho; por tanto, está obligado a ir siempre a más.

Así que, cuando la vida te obliga a parar, experimentas de forma muy clara el vacío. Es posible que esta experiencia venga acompañada de ansiedad o tristeza. A continuación, si se resiste la mirada a ese abismo infinito, surge la posibilidad de crear. Y esa es la creación más satisfactoria.