Recientemente, vi un vídeo de Marc Vidal en el que explicaba las características de la clase media y cómo la mayoría de la población, pertenezca en realidad a la clase baja o a la clase alta, se autopercibe como de clase media. Pero si no tienes inmuebles libres de cargas, cierto patrimonio o la holgura suficiente como gastar dinero en unas vacaciones o en renovar el vehículo, entonces eres de clase baja, solo que no tienes conciencia de clase.
Pienso que esto es más complejo que lo que se puede deducir desde el punto de vista económico. En Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester, se percibe muy claramente qué es la clase alta y qué es la clase baja. Los de la clase alta no trabajan y pasan el día charlando mientras el servicio les trae comida, pero sí poseen medios de producción, como el astillero o los barcos, donde trabajan los de la clase baja (hay que decir que Cayetano Salgado, el dueño del astillero, sí trabaja, como empresario, si bien, es denostado por su conducta en la que compra a las personas con dinero y las hace dependientes de él). Los de la clase baja están en la supervivencia, por ejemplo, Clara Aldán tiene un solo vestido, unas solas bragas y un par de medias. Va al mercado y le tienen que fiar para poder seguir comiendo.
Actualmente, si una persona no cumple los criterios que indica Marc Vidal sobre «clase media», pero tiene un coche, vive en una casa «lujosa» (nueva, con buena calidad, con aislamiento térmico, con piscina y jardines), tiene trabajo y puede irse de vacaciones, no va a sentirse de clase baja, porque el eco de aquellos tiempos de solo unas bragas quedaron en la generación de mi abuela, tal vez de mi madre de pequeña, en la posguerra, como una mala pesadilla. Quiero decir que la persona descrita tiene lo suficiente.
Un momento… Arriba comenté un detalle importante: los de la clase alta no trabajan. De manera que, quizá, una persona sienta que es rica o muy rica si no tiene que trabajar para vivir. Pero, ¿qué clase de vida tiene una persona que no tiene que hacer ningún esfuerzo por ganar el dinero que utiliza? ¿Qué tipo de motivaciones o satisfacciones logra? Quizá una vida así se sentiría estéril.
La abundancia
¿Qué es la abundancia? Pues es tener aquello que necesito, no aquello que creo necesitar (siguiendo a Brigitte Champetier de Ribes). Quizá, sentir que se está en la abundancia es más cuestión de mentalidad que de cantidad de dinero en el banco. Esta mentalidad se contrapone a la de la escasez: tener la constante sensación de que falta algo, estar siempre buscando la pieza que completa el puzle. Esta mentalidad genera una gran angustia, porque siempre se puede querer más: un coche nuevo, un coche más potente, una casa más grande, una segunda casa, ropa de marca, un viaje más largo, un viaje más lejos.
La persona que vive en la abundancia se siente rodeada de regalos. El primero: la misma vida. Siempre recuerdo aquel vídeo navideño que comenzaba con: «I’m alive, I’m alive!!!» (¡¡¡Estoy vivo, estoy vivo!!!) que decía al despertarse un hombre envuelto en papel de regalo con alegría y sorpresa. Después, todo lo demás que te rodea: agua corriente, agua caliente, un techo, comida, un trabajo, familia, amistades, pareja… Todo forma parte de la abundancia que vives.
Voy más allá: el bien público también es abundancia. Voy por la calle y entro a un lujoso jardín con unas enormes puertas de hierro, lleno de árboles centenarios, césped, fuentes y frescor. El parque de El Retiro es mío, pero no tengo que ocuparme de contratar y pagar a «unos jornaleros» para que lo cuiden: puedo disfrutar de sus ventajas sin pagar directamente (sí indirectamente a través de impuestos) a quien lo mantiene. Bueno, y sin entrar en política, puedo disfrutar del aire, del cielo, de las otras personas. Orison Swett Marden, un viejo conocido de este blog, escribió un bello libro, La alegría del vivir, en el que refleja este estado de gracia que es conducirse por la vida disfrutando de ella como de un inmenso regalo.
En el regalo de la vida se incluyen la salud, el amor o el éxito (definido por la persona misma), ajenos a las medidas cuantitativas o monetarias. Estas bondades son más valoradas que el dinero, porque garantizan vivir la vida de una forma más amable, más fácil. Pueden tenerse estos imponderables y aun así, no cumplir con la descripción de «clase media». Tal vez haya que redefinir los términos.








