Comunicación genuina: qué hay detrás

¿Cómo te comunicas? ¿Reaccionas a lo que escuchas? ¿Lanzas mensajes no verbales y paraverbales que se contradicen con las palabras que pronuncias? Veamos cómo mejorar las relaciones con los demás detectando desde qué estado hablas y te hablan.

Los tres estados del yo

El análisis transaccional es el estudio de tres estados del yo: el Padre, el Adulto y el Niño. Es como si el yo estuviese dividido en partes que se manifiestan con determinadas formas verbales y no verbales. Los estados del yo no son personajes que uno interpreta en un lugar concreto, como el rol de jefe cuando vas a la oficina. Son realidades conductuales directamente relacionadas con la actividad gestual, el tono de la voz y las palabras que se utilizan. Vienen heredadas de las posturas y gestos aprendidos durante la niñez.

Pues bien, cuando hablamos con otra persona, nos dirigimos a ella desde alguno de estos estados. Si la persona reacciona sin pensar, lo más probable es que responda desde el estado desde el que estamos provocando su respuesta. Si, por el contrario, no acepta esta «provocación», responderá desde un estado que rompe la comunicación.

Transacción complementaria

La primera regla de comunicación en el análisis transaccional afirma que las conversaciones «en paralelo» suponen una transacción complementaria que puede prolongarse de manera indefinida. Veamos un ejemplo:


—El Gobierno siempre está igual: ahora quieren subir los impuestos, ya lo decía yo. Nunca hacen nada bien –con voz fuerte.
—Tiene usted toda la razón, nunca tienen en cuenta a la tercera edad, ¿cuántas veces lo habré dicho yo? –frunciendo el ceño y con el dedo índice señalando al aire–. Son todos unos ladrones.

Diagrama de la transacción complementaria.

En esta conversación, ambas personas están en el estado Padre, toman una postura sentenciosa, sin tomar datos de la realidad, criticando algo o a alguien y encontrando satisfacción en que los dos están de acuerdo en la crítica.

Veamos otro ejemplo en el que cada persona habla desde un estado distinto pero complementario al otro:


—El Gobierno siempre está igual: ahora quieren subir los impuestos, ya lo decía yo. Nunca hacen nada bien –con los brazos en jarras y un tono de voz alto e iracundo.
—¡Ay, madre mía! Me van a hacer polvo esos señores. ¿Qué puedo hacer? ¿Tú que harías? – con voz lastimera y gesticulación exagerada.

Transacción complementaria Padre-Niño.

Aquí, la primera persona que habla está en el estado Padre y la otra persona le responde desde el estado Niño. En esta conciliación ninguno de los dos extrae datos de la realidad.

Transacción cruzada

La segunda regla del análisis transaccional dice que cuando el estímulo y la respuesta se cruzan en el diagrama conciliatorio, se interrumpe la comunicación. Uno habla al otro apelando a un estado del yo, mientras que el otro responde desde un estado diferente. Veamos un ejemplo:


—¿Dónde está el cuchillo de cortar pan? –dice el marido desde el estado de Adulto.
—¡Tú sabrás dónde lo has dejado! –responde la mujer desde el estado de Padre – Siempre estamos igual: como tú no haces nada y lo hago yo todo, pues claro, no encuentras las cosas.

Transacción cruzada: Adulto a Adulto, pero respuesta de Padre a Niño.

En este tipo de transacciones, una de las partes está interpretando la información de manera errónea, escuchando algo que en realidad no se ha dicho, y aprovechando el momento para liberar alguna tensión que guardaba, propia del «yo no estoy bien».

Otro ejemplo de conciliación cruzada es cuando uno de los interlocutores toma el estado de Padre, hablando al otro como si fuera un niño, pero a su vez, el otro interlocutor también habla de Padre a Niño. La conversación sería así:


—Lo que tienes que hacer es pagar tus impuestos, como todos. Es nuestra obligación.
—Tú no eres quién para decirme lo que tengo que hacer, siempre tengo que estarte recordando que este Gobierno es el culpable. ¡Nunca hacen nada bien!

Transacción cruzada Padre-Niño, Padre-Niño.

Transacción cruzada doble

El ser humano riza el rizo en este último tipo de transacción. En ella, parece que se está jugando a un juego, pero lleva oculto un mensaje velado a otro nivel. Es decisión del estado de Adulto hacer caso omiso del mensaje velado, y permanecer en una posición equilibrada. Veamos un ejemplo:


—¿Dónde has escondido el cuchillo de cortar pan?


Esta pregunta contiene un componente Adulto, que es la petición de información, pero a diferencia de la pregunta “¿Dónde está el cuchillo de cortar pan?” lleva implícita una insinuación de que la otra persona ha escondido el cuchillo, y se le solicita esta información de manera imperativa. Puede haber múltiples respuestas. Si el interlocutor ha desarrollado un buen estado del Adulto, podría responder, con tono neutro y tranquilo:


—Lo he escondido en el cajón de los cubiertos.

Transacción cruzada doble.

Esto haría ver al otro que no se ha dado por aludido con la insinuación, y que además ha captado el matiz de la palabra escondido, y lo ha devuelto sin más.


Sea como sea tu comunicación, sé sensible al Niño que hay en los demás, puesto que responde a un sentimiento depresivo de «yo no estoy bien». En cualquier conversación, atender de forma compasiva al Niño del otro le acoge y le ayuda a crecer como persona.

Tócala otra vez, Sam

Deshacerse de un guion de vida decidido en la infancia es realmente difícil cuando las personas que nos rodean lo conocen y esperan que interpretemos nuestro papel. ¿Cómo es que tú, que eras el payaso de la clase, ahora te pones serio? Por favor, sigue tu guion, tócala otra vez, si no, no sabremos que eres tú y nos sentiremos muy incómodos.

Tú eres el gordo

Pondré un ejemplo de guion que se perpetúa para complacer a los allegados: una persona con sobrepeso se reúne con sus amistades o familia para una comida. Cuando la gente va sintiéndose llena o ya no quiere comer más, ofrece invariablemente sus restos «al gordo» [digo el gordo para seguir la forma de tratar las cosas de Eric Berne: hablando en plata]. Y esta persona, para complacer al resto y no salirse de su guion, se come los restos de comida y cumple con el papel que se había dado a sí mismo desde pequeño. Si, por ejemplo, esta persona se pone a régimen y trata de cuidarse, puede que rechace las sobras de comida de los demás. Entonces, empezará a recibir presión para que se las coma. Los del grupo harán chistes de todo tipo para ridiculizar la loca idea de esa persona de seguir un régimen.

¿Tú? ¿El gordo? Ja, ja, ja, ¡tú eres incapaz de hacerlo!

Los supuestos amigos de «el gordo».

Puede que esa persona sea capaz de vencer esta presión social unas cuantas veces, pero es probable que acabe cayendo ante ella, dando la razón al resto: claro que no puedo dejar de ser «el gordo», en ese caso, sería un extraño para todos vosotros, no sabríais qué papel darme. Yo mismo no sabría cómo actuar.

Reforzar al perdedor

Reforzar el lado perdedor de otra persona puede dar una cierta seguridad y sensación de poder al que lo hace. El gordo es el chivo expiatorio. Hace lo que los demás no se atreven a hacer, o consideran incorrecto según unos valores que les hacen sentir por encima, o bien, hace lo que todos los que pertenecen a ese grupo deben hacer para seguir perteneciendo.

Esto se da en otras conductas perjudiciales, como fumar, beber, tener comportamientos sádicos… También se refuerzan y perpetúan actitudes que llevan a una persona a ser la callada, la que no piensa, la tonta…

Al reforzar al perdedor, la persona se lleva un beneficio secundario: nadie espera que alcance nada o llegue a ningún sitio, por tanto, puede continuar su guion de vida banal sin demasiados esfuerzos.

Imagen de Fernando Villalobos en Pixabay.

Es curioso, pero tocamos la misma melodía una y otra vez incluso en soledad. Puede que la persona trate de cambiar una conducta que no le gusta y de pronto se sorprenda justificando la conducta anterior: «Bueno, solo son unos donuts, ya la semana que viene no compro más». No hay nadie ahí para escuchar este mensaje, salvo la propia persona. Esto refuerza la idea de Eric Berne de tener 3 estados del yo: el Niño está diciendo que ya no compra más bollos, puede que el estado Padre responda: «Vale, no pasa nada, te lo paso por esta vez». O bien: «Eres un desgraciado, nunca vas a adelgazar, ¡gordo de mierda!». Es probable que la persona sea más cruel consigo misma de lo que es cualquiera de su entorno.

La risa del ahorcado

Cuando la persona muere según su guion de vida, muestra una sonrisa o utiliza el humor. Está confirmando que todo va conforme a lo que decidió en su infancia. Es como si dijera: «Estoy siguiendo tus instrucciones, madre, ja, ja, espero que estés contenta». Es una conducta bastante llamativa, si nos paramos a pensarlo: reírse cuando se está muriendo.

Pues bien, sin que tenga que producirse este hecho, la persona ya está bromeando sobre «su muerte» cada vez que repite una conducta de guion que el resto aplaude, fuerza, o trata de evitar desde el salvador. Esto es: los demás refuerzan el guion de comer todo y engordar, lo aplauden y hacen lo mismo, o dicen frases como: «No te conviene, no deberías hacerlo, recuerda que no es saludable». Pues bien, las tres respuestas del entorno refuerzan la conducta perjudicial.

Como solemos comentar, el primer paso es ser consciente de esta conducta, sobre todo, de cómo te hace sentir después. Puede que sientas sensación de fracaso, autoestima baja, sensación de no poder hacer nada mejor… Sin embargo, es posible tomar otras decisiones la siguiente vez que se está en esa situación. Lo más importante es no responder de forma automática y reactiva a lo que el entorno propone (salvo si se está en peligro). Después, desde el estado adulto, decidir hacer otra cosa, actuar de otra manera.


¿Tienes la sensación de que tu conducta responde a la presión exterior? ¿Qué te dicen los demás? ¿Qué te dices tú? Como en otras ocasiones, agradezco que leas este blog y compartas con quien quieras.

Las cabezas blancas

Hace poco estuve en un concierto de rock de un grupo amateur, pero bastante experimentado. Al mirar hacia el público, vi una buena proporción de cabezas canosas. Después me fijé en que también las había entre los integrantes del grupo. Entonces me di cuenta de la edad: los que estábamos allí rondábamos o habíamos pasado los 50 años, éramos «señoras y señores». Y sentí nostalgia, porque me pareció que ese grupo de rock, ese tipo de concierto, tenían los días contados. Antes, ir a un concierto como este era ser joven. El concierto de pronto cambia de significado y se convierte en una actividad para gente «de edad madura».

Cuando «era joven», creo que era bastante consciente de la edad que tenía. Sabía identificarme «con los de mi edad». Había niños, jóvenes y mayores. Pero a partir de los 40 más o menos, hay un largo periodo en el que muchas personas como yo se identifican erróneamente con gente más joven: vas por la calle, se cruza «un señor», y no te das cuenta de que tiene tu edad. O se cruza «un chico de mi edad» y no te das cuenta de que tiene diez años menos. Ahora entiendo eso que decían mis padres:

Tú siempre eres la misma persona, por dentro no envejeces, te sientes igual, no puedes percibir la edad porque [tu espíritu, tu alma, tu mente, lo que sea] no envejece.

Mis padres.
Imagen de 박유정 Alex park en Pixabay. Dejé Midjourney: ya no es gratuito y sigue siendo complicado usarlo.

Cuando el esfuerzo no compensa

Entre el público del concierto de rock había otros que una vez pertenecieron a un grupo, pero ya se sienten cansados. Comentan que no compensa tener que llegar con antelación, cargar todo el peso, especialmente de la batería, montar el escenario, actuar y luego desmontar todo a las tantas, llevarlo a los coches… Todo este esfuerzo por unos 300-400 euros para repartir entre los componentes del grupo. Este es el punto de inflexión: cuando el esfuerzo de un disfrute no compensa.

Mi forma de medir la juventud de espíritu de una persona que ya ha pasado los cuarenta es comprobar si habla de jubilarse. Una persona joven puede hablar de «ojalá me toque la lotería y me retire a un país tropical», pero de jubilación, del concepto de dejar de ser útil a la sociedad y dedicarse a cultivar las aficiones, solo hablan personas que empiezan a sentirse cansadas, que ven más grande el esfuerzo que la recompensa.

Otra manera de medirlo es cuánto se sacrifica una persona por ver a otras: los abuelos están en su casa y sus familiares van a verlos. Cuesta que salgan, que hagan un esfuerzo por ir a un sitio muy alejado. Solo algunos muy animados se apuntan a viajes y tienen una agenda como de persona joven. He observado que estos últimos puede que vivan muchos más años. Pues bien, ya a partir de los 40-50, escucho a las personas decir que ya no van a tal sitio o no quieren conocer a alguien que esté a más de 20 Km de su casa: demasiado lejos. ¿Lejos? Tú, que has querido recorrer el mundo, tú que te has querido retirar en un país tropical, ¿me dices que no recorres más de 20 Km? Pues sí, aceptémoslo: a partir de una edad, independientemente de la salud, se empieza a sentir un cierto cansancio, se está a gusto sentado viendo la tele, se olvidan grandes aventuras que conllevan grandes sacrificios.

Esta canción de Queen habla de la nostalgia de aquellos días que ya se han ido.

¿Qué es «joven»?

Recientemente leía los materiales de una autora sobre público objetivo en marketing y hablaba de «mujeres de edad avanzada» para referirse a la franja de 40 a 60 años. Le comenté que eso eran mujeres maduras, la edad avanzada está más allá. Claro, la persona que lo había escrito es joven.

Cuando te preguntan cómo es alguien y empiezas a describirlo, puede que digas: «es joven». Ser joven es algo muy relativo, ahora que se ha alargado bastante la edad de la juventud. Así que quien dice «joven» establece el punto de referencia con su propia edad. «Sentirse joven» no vale tanto como «ser joven», en el sentido de que muchos nos sentimos jóvenes pero no lo somos ya desde ningún punto de vista. Por ejemplo, hace pocos meses iba andando por la calle y se me cayeron las gafas de sol, pero no me di cuenta. Un señor de unos 85 años decía detrás de mí: «¡Señora, señora! ¡Se le han caído las gafas!». Yo no me daba por aludida porque no esperaba que un señor mayor que mis propios padres me pudiera ver como a una señora. Pero así era.

Hay un periodo de los 40 a los 60, realmente largo, en el que se empieza a estar más cerca del final que del principio, pero no se quiere ser consciente de esto. Un periodo de «persona madura», con la cabeza encanecida, blanca, en el que todavía se lleva un ritmo de vida «joven» pero que ya va haciendo mella cuando es muy ajetreado. Un periodo en el que nos identificamos con personas más jóvenes porque no podemos creer que nos hayamos hecho tan mayores tan pronto. Un periodo en el que vas a un concierto y de pronto descubres que tú eres una de esas personas de cabeza blanca, pero no habías querido ser consciente de ello.


Dedicado a FHF.

Comerse el filete

En una de sus novelas, Galdós explica que, por mucho que se describa lo que se siente al comerse un filete, ese conocimiento teórico no puede sustituir a la experiencia real de comerse el filete.

Igualmente, por mucho que se lea o escuche sobre la atención plena, nada sustituye prestar está atención. Ninguna otra persona puede ser consciente en su cuerpo de tu respiración, solo de la propia.

ChatGPT parece comprender perfectamente qué es la meditación. Conoce el cuento Las tres preguntas, de Tolstói, mencionado por Thich Nhat Hahn, sabe resumirlo y sabe relacionarlo con la meditación:

«Las Tres Preguntas» es un cuento de León Tolstói que plantea las preguntas fundamentales de la vida: ¿Cuál es el momento adecuado para hacer algo?, ¿Quiénes son las personas más importantes?, y ¿Qué es lo que se debe hacer en cualquier momento? Un rey decide buscar respuestas a estas preguntas, consultando a un sabio, pero no logra obtener las respuestas que esperaba. Sin embargo, después de experimentar situaciones difíciles, descubre que el momento adecuado para hacer algo es siempre el presente, las personas más importantes son aquellas que están a su alrededor, y que lo que debe hacer es ayudar a los demás.

El cuento de Tolstói se relaciona con la meditación en varios aspectos. En primer lugar, la historia invita a reflexionar sobre preguntas profundas y universales, lo cual es similar al proceso de introspección y autoconocimiento que se busca en la meditación. Además, el rey en la historia se da cuenta de que las respuestas que buscaba estaban siempre presentes en el momento actual, lo cual es una idea central en la meditación, donde se busca estar presente en el momento actual y aceptarlo tal como es. También se destaca la importancia de la ayuda a los demás, lo cual puede ser visto como una forma de practicar la compasión y la bondad amorosa, que son valores importantes en muchas prácticas de meditación. En resumen, el cuento de Tolstói puede inspirar una reflexión profunda y conectarse con los valores y prácticas de la meditación.

Imagen de Adelia Rosalinda en Pixabay.

La meditación es humana, unipersonal y aburrida

Lo que no puede hacer ChatGPT es respirar. No puede darse cuenta del momento presente. Tampoco se logra a través de la lectura un libro. Ni sirve escucharlo de una persona que practica la meditación. Solo lo puedes hacer tú.

La gran dificultad de la meditación no es, claro, respirar. Su gran dificultad es mantener la atención en un objeto «tan aburrido». El cerebro enseguida busca otros estímulos, necesita nueva información.

Es más, en los tiempos que corren, la nueva información constante está garantizada: más redes sociales, más notificaciones que atender. He observado que a la gente le resulta irresistible esperar a contestar un chat como WhatsApp o Teams, es mucho más adictivo que el email. Reaccionar a notificaciones es parecido a jugar a un videojuego en el que se dispara a objetos que caen o se colocan bloques que bajan. Atender a la respiración, ralentizarla y estar presente no es un videojuego, no divierte (es decir, no divide la atención, la concentra). Pasa lo mismo con atender a los movimientos automatizados que hacemos en labores cotidianas: la mente se va a otro estímulo más atractivo con facilidad.

Hace pocos días, un colega del sector de la formación online, Mike Taylor, comenzaba su newsletter semanal con una cita de Lao-Tse:

Conténtate con lo que tienes. Regocíjate en la forma en la que son las cosas. Cuando te das cuenta de que nada te falta, el mundo entero te pertenece.

Lao-Tse.

En su boletín, Mike cuenta que ha empezado a investigar sobre la importancia de la respiración por el impacto que tiene en el nivel de estrés, e incluso influye en las facciones de la cara. Los libros que ha leído y recomienda, son: Respira: la nueva ciencia de un arte olvidado, de James Nestor, y El poder del oxígeno, de Patrick McKeown. Estos libros son «científicos», por tanto, aprobados por la corriente imperante de validar el conocimiento milenario cuando se etiqueta de científico.

En una conversación con Mike, me preguntó:

¿Cómo empezaste con tu práctica de la respiración y qué has encontrado más útil?

Mike Taylor.

Tuve que echar la vista muy atrás: fue en 1999, cuando tenía un trabajo que consideraba estresante, y busqué un alivio de ese estrés. Me apunté a una escuela de Taichi y luego continué en el Centro Tai San de Tres Cantos, Madrid. El taichí incluye la respiración como parte de su práctica. Además, existen ejercicios específicos de respiración en el Chi Kung.

Para mí, lo más útil ha sido incorporar la atención a la respiración en cualquier tarea que esté haciendo, incluso trabajar. No es que esté constantemente atenta a cómo respiro, pero sí que detecto rápidamente cuándo estoy conteniendo la respiración o cuándo es superficial y está solo en la parte de arriba de los pulmones.


En resumen, dos ideas: la única persona que puede ser consciente del momento presente y de su respiración eres tú. Si olvidas practicar algún tipo de meditación, siempre puedes atender a tu respiración ahora, estés haciendo lo que estés haciendo. ¿Practicas meditación o mindfulness? ¿Cómo te va? Puedes opinar en la zona de comentarios. Te agradezco que hayas leído el post. Siéntete libre de compartirlo.

Un monje budista que friega los platos para fregar los platos

¿A qué prestas atención?

Recupero un libro que leí hace algunos años, Lograr el milagro de estar atento, de Thich Nhat Hanh. Este libro destila vitalidad, la voz suena joven y con energía. Sin embargo, este monje debía de tener unos 83 años cuando lo escribió. El objetivo del libro es prestar atención al momento presente, lo mismo que se practica en mindfulness. Y se logra de la misma manera: atendiendo a la respiración. A pesar de que se puede resumir el título a «Presta atención» y el texto a «Atiende a tu respiración», estos dos consejos parecen no casar con la vida moderna: «ya lo haré después». Por lo que voy a extraer algunas de las enseñanzas del monje budista zen que parecía tan vital a esa edad.

Fregar los platos para fregar los platos

El libro está escrito dirigido a Quang, un discípulo: el lector es Quang. Y Thich Nhat Hanh le habla de encontrar para cada tarea el fin en sí misma: friega los platos para fregar los platos. De aquí que el autor no comprenda el uso de lavavajillas, porque para él resulta placentera esta actividad de fregar los platos (y de lavar su ropa). Te imaginas al monje en un sitio muy agreste, lleno de árboles, sin los avances de la vida moderna, fregando en una fuente, sintiendo el agua fría en sus manos. Pero lo escribe en 2009. Tratas de trasladar esa realidad a la tuya, porque claro, no vas a dejar de usar el lavavajillas ni la lavadora. ¿Qué vida arrastrada llevaríamos si tuviéramos que fregar todo a mano?

Imágenes generadas en MidJourney. Pedí que el monje estuviera fregando, pero en realidad están cocinando. Aún aprendiendo a usar esta app espectacular de IA.

Por tanto, no miremos fijamente al dedo cuando el maestro señala la luna. La luna es la atención plena. Es inspirar y espirar con consciencia, prestando atención a cómo el aire entra y sale del cuerpo, permitiendo la conexión entre cuerpo y mente a través del mecanismo automático de la respiración, que sin embargo podemos ralentizar a voluntad.

Nuestro aliento es el puente entre nuestro cuerpo y nuestra mente, el elemento que los reconcilia y que hace posible la unidad cuerpo-mente. (….) Pero de lo que quiero hablarte, Quang, es de cómo la respiración es un instrumento y cómo la respiración es en sí misma atención mental.

Thich Nhat Hanh, El milagro de estar atento.

En cualquier actividad que se realice, incluida cualquier tarea del trabajo, «fregar los platos para fregar los platos» significa volcar la atención únicamente en esa tarea, siendo consciente de los movimientos que se realizan, consciente de la respiración que la acompaña, siendo uno con la tarea. Cuando surgen pensamientos o emociones, se trata de reconocer lo que ha surgido y seguir respirando hasta que se recupere la atención plena. Lo importante es darse cuenta.

Un día a la semana para ti

La vida es una vorágine. Curioso el origen etimológico de esta palabra: viene de devorar, tragar. Tendemos a pensar que es solo ahora, pero yo creo que ha sido siempre: la vida siempre nos requiere acción, está en movimiento, nos lleva y nos trae, nos presenta obstáculos. Por tanto, siempre es complicado buscar un tiempo de meditación. Tras muchos años en contacto con distintas técnicas de meditación, he llegado a la conclusión de que hay que integrar esta práctica como parte del resto de la vida. En lugar de necesitar reservar media hora para sentarse en silencio a observar cómo entra y sale el aire del cuerpo, la atención plena tiene que darse aquí y ahora, en cada actividad que se hace, a cada paso.

Esto también lo comenta el autor del libro, pero él añade no solo el hábito de sentarse a meditar un rato cada día, sino el buscar un día completo para uno mismo en el que hacer todas las tareas con consciencia. Ese trabajo de un día a la semana hará que el resto de los días sea más fácil tomar consciencia y prestar atención.

Ese día, Thich Nhat Hanh propone que todo sea consciencia plena desde el acto de levantarse: ser consciente de la postura, de la respiración, de cómo nos levantamos, nos vestimos, nos duchamos, desayunamos, nos lavamos los dientes… Todas las tareas observadas por el placer mismo de la observación, que esto es la meditación, respirando en cada una de ellas. Se trata también de cocinar con atención plena, de limpiar la casa o, claro, de fregar los platos. Estas actividades, realizadas de forma consciente, procuran un cierto bienestar que despierta una sonrisa interior, esa media sonrisa que surge de estar en paz o en calma.

Seamos realistas: según el tipo de vida de cada cual, lograr pasar un día entero así a la semana es poco menos que una fantasía. Sin embargo, se pueden reservar unas horas del domingo para practicar la atención plena, o bien un día al mes. También se puede distribuir a qué se presta atención cada día de la semana: un día a cómo te lavas los dientes, otro día a cómo comes, otro día a cómo barres, etc.

La mente se observa a sí misma

En esta atención, somos tanto el observador como el objeto observado. No se trata de la objetividad de un observador científico, se trata de la subjetividad de un observador que es sujeto y objeto de observación. Aquí entramos en el terreno filosófico de lo que sucede en la meditación. La mente no es diferente de los pensamientos y emociones que puedan surgir en ella. La mente es la misma cosa esté ajetreada o esté calmada. Pero el asunto va más allá:

Cuando el objeto de conocimiento (el algo) no está presente, no puede haber sujeto que reciba el conocimiento.

Thich Nhat Hanh.

Al leer esta frase del monje, de pronto la información me parece nueva. A pesar de llevar años escuchando hablar de esta disolución entre sujeto y objeto, de este desaparecer del sujeto en el mar de lo observado, ahora leo algo nuevo aquí. Me viene a la mente esa paradoja del árbol que se cae en medio de un bosque, pero que nadie oye caer. Si nadie lo oye, ¿ha hecho ruido? La frase del monje me parece lo contrario: sin árbol, sin mundo exterior, no hay sujeto, no hay mente. La mente es el árbol, la mente es el sonido, la luz, es las sensaciones internas. Esto es bastante complicado de aprehender. Se disuelve la diferencia entre el que bebe una taza de té y el té que está siendo bebido.

Así, no hay división, no hay objetos, no hay categorías. No podemos aislar una mesa de las personas y materiales que han contribuido a su creación: la mesa no existe sin el carpintero, sin el árbol del que sale la madera, sin los metales que componen los clavos, sin la tienda que la vende…

Esto también es científico

Afortunadamente, hay neurocientíficos dedicados a validar estas prácticas ancestrales y a darles el barniz científico que hoy día se reclama. Ya he mencionado alguna vez a Andrew D. Huberman, profesor de neurobiología en Stanford. Este neurocientífico es un youtuber bastante activo, tiene varias meditaciones en su canal y evidencias de cómo la meditación mejora la salud. Comparto aquí este vídeo sobre cómo respirar correctamente y lo que aporta a la salud:

https://hubermanlab.com/how-to-breathe-correctly-for-optimal-health-mood-learning-and-performance/.

Sin querer quitar peso al gran trabajo de este autor, si comparamos a Huberman con Nhat Hanh, este último destila una felicidad que permanece, una calma y una paz interior que se transmite en sus palabras vigorosas: es como ver luz a través de sus palabras, de tal manera que, de forma casi inmediata, consigue del lector que se adhiera a sus prácticas. Huberman es más un hombre de nuestros tiempos, práctico y prolífico, quizá otras personas se inspiren más con él. La meta en todo caso es la misma: a través de la respiración consciente, además de calmar la mente, tenemos acceso directo a la realidad, contacto directo con nuestras sensaciones, experiencias plenas.


¿Qué opinas? ¿Practicas la meditación? ¿Llegas a sentir que eres uno con el objeto observado? Como siempre, agradezco mucho que leas este blog y compartas libremente.

Un viaje en Taxi a Vilcabamba

En mi último viaje en taxi, una taxista me recogió en el aeropuerto para llevarme a donde vivo. Ella comentó que había vivido muchos años de su vida cerca de mi zona. Me fijé en ella. Me llamó la atención que era una mujer elegante y muy correcta. Casi parecía una directiva de un entorno empresarial. Mi curiosidad me animó a conocerla todo lo posible en un viaje de media hora.

Le queda un año para pagar la licencia del taxi. Yo miré a mi alrededor: un Prius. La licencia cuesta como un piso. Después, su sueño es montar un negocio de terapia asistida con caballos para trabajar con niños con dificultades. Se está sacando el máster. Mi interés iba en aumento. Había trabajado anteriormente en una gran empresa en el área de contabilidad. Le pregunté su edad, es dos años más joven que yo. Al comentarle que parecía muy joven, me dijo que sus ancestros provienen de un pequeño pueblo de Ecuador, Vilcabamba, famoso por la longevidad de sus habitantes. Su propio abuelo había vivido 120 años y había montado a caballo hasta poco antes de morir.

Esta pudo ser la taxista. Pero es una imagen generada en MidJourney.

Percibí en la taxista la fuerza, el empuje, la lozanía de su abuelo. Su motivación por la vida se enriquecía como reacción a momentos muy duros que le había tocado vivir. Llevaba un rosario colgando del espejo retrovisor en memoria de su hermana mayor, que había fallecido de cáncer. Su hermana había tenido un hijo estando ya enferma y había aguantado la vida hasta que estuvo criado (3 años). Y ella lo manifestó: «Ahora me puedo morir». Y se murió. Y este niño fue un regalo para la mujer taxista y entrenadora de caballos. El niño lo sabe: «Tengo tres madres, una en el cielo, una regañona (la hermana menor) y una regalona (la taxista)».

Creo que la taxista vive su vida con consciencia y la toma como un regalo. Creo que esta mujer sale adelante en todo lo que se proponga por este empuje que le viene de sus genes y por cómo ella toma de forma incondicional su vida. Creo que por eso pude prestar atención plena a comunicarme con ella, muy lejos de la «amenaza robótica» del mundo digital.

Tocar el alma de otro ser humano es caminar por tierra sagrada.

Stephen R. Covey

Máximo potencial

En la película Sin límites, el protagonista descubre una droga que permite que el cerebro trabaje hasta su máximo potencial. Así, un escritor pelagatos que no consigue redactar una línea pasa a ser un escritor muy productivo, ordenado y elegante que ve que escribir se le queda corto y empieza a invertir en bolsa. Hay personas que parecen llevar esa droga ya incorporada, lo pensé mientras hablaba con la taxista: tiene un plan de vida muy claro, un guion ganador, sabe el sacrificio que cuesta el camino elegido y transita por él con determinación. Para otras personas, hace falta un apoyo, un impulsor. Vengo a pensar que las inteligencias artificiales son ahora para muchos trabajos ese impulsor que nos va a convertir en muy productivos, ordenados y elegantes (mientras consigamos extraer su potencial y mantengamos los puestos para explotarlo).

¿Cuáles son los productos de nuestras actividades? ¿Cómo elegimos trascender? El producto que quiere lograr la taxista es la ayuda a niños con dificultades. Pienso que el ser humano tiene la necesidad de trascender, que no se agota con tener descendencia. Es la necesidad de hacer algo que llegue más allá que nuestra propia vida. ¿Podemos trascender creando productos apoyados en las inteligencias artificiales? ¿Los sentiremos como nuestros?

Siendo realistas, la mayoría de las veces, una persona llega a su máximo potencial y sin embargo no trasciende. Vi hace poco la película Un americano en París, en la que aparecen varios bailarines en distintas coreografías. Me imaginé a una de esas personas diciendo: «Mamá, fíjate bien en el baile en el que sale un decorado con dibujos, ahí se me ve». Cada uno de aquellos bailarines que acompañan a Gene Kelly en los bailes es perfecto, casi tan bueno como el propio Gene Kelly. Cada bailarina es casi tan buena, casi indistinguible de Leslie Caron. Sin embargo, la cara del resto de bailarines anónimos aparece en pantalla unos segundos. Es imposible retenerla. En su casa, dijeron: «Mamá, salgo en una película de Hollywood». Sin embargo, no quedó la huella de esto, no sabemos quiénes son esos bailarines casi perfectos seleccionados de entre miles.

La taxista de Vilcabamba no está pensando en esto cuando dirige su carrera hacia donde quiere ir. Está centrada en su objetivo y en la ayuda que puede ofrecer estando al servicio de la vida. Seguramente no esté pensando en que los productos de su actividad trasciendan. Así, no se apega a un hipotético resultado dirigido por los avatares de la vida, sino que se apega a su objetivo y a cómo puede beneficiar a otras personas.


Si vamos a vivir 120 años, si vamos a estar ayudados por robots e inteligencias artificiales que van a hacer aún menos original, creativo y trascendente nuestro trabajo, si nos queda por delante ver lo nunca visto, busquemos al menos una manera de entregar lo mejor al servicio de la vida, aquí y ahora, en cada momento presente. Si nos desligamos de la presión de trascender, nos podemos centrar en llevar a una pasajera desde el aeropuerto hasta su casa y vivir esa experiencia como la única posible del momento; una experiencia de calidad.

Si solo queda el recuerdo

Una mujer joven regresa al hogar familiar con su hermano y su madre, a la vuelta de una estancia en Suecia. Decide emprender el proyecto de convertir ese hogar caótico, anárquico y lleno de trastos en un espacio minimalista que acoja su propia oficina. Este es el argumento de Feliz año pasado, una película tailandesa que vi recientemente en una iniciativa cultural: Cine invisible V.O. Al principio, la protagonista hace lo fácil: qué mejor forma de dejar ir el pasado que meter rápidamente todo en bolsas, cerrarlas y desecharlas. Ella misma lo dice:

Ojos que no ven, corazón que no siente.

Conocido refrán.

En un momento dado, estando con su amiga Pink, que es quien va a ejecutar la reforma, decide tirar a la basura un CD porque ya no hay dónde escucharlo. Su amiga abre la caja del CD y le muestra la nota que hay dentro: una dedicatoria de la propia Pink. Ver cómo quiere tirar el regalo como si fuese basura ofende a su amiga y despierta en la protagonista aquello que deseaba evitar:

Antes de deshacerte del pasado, debes mirarlo y despedirte de él.

A partir de ahí, reabrir las bolsas de basura y mirar dentro, objeto por objeto, se convierte en un proceso doloroso en el que la protagonista tiene que enfrentarse a su propio dolor, cuando encuentra objetos que pertenecen a distintas personas. Entre ellos, están las fotos que se hizo con su exnovio, a quien dejó sin ninguna explicación al irse a Suecia. Y está el gran piano, la evidencia de la ausencia de su padre, el piano al que su madre se aferra porque es la última prueba, el último recuerdo tangible, de un pasado mejor, de un hogar feliz.

Por momentos, se superponen imágenes del resultado final, el espacio blanco, aséptico y minimalista, a imágenes del estado actual, sucio, desordenado, incómodo… pero cercano y conocido. Qué duda cabe: el salón sin el piano queda mucho más despejado que con el piano, el piano «no pega» con el nuevo estilo minimalista; hay que deshacerse de él.

El hermano de la protagonista (cuyo nombre no recuerdo, todo eran nombres muy cortos, como Nim, Nao, Aim…) ve unos vídeos de Marie Kondo, y se fija en la frase que más repite:

Deja ir aquello que no despierta tu alegría (doesn’t spark joy).

Marie Kondo.

Pero para el hermano, todos los objetos que ve despiertan su alegría. En ese momento, muestra a su hermana una foto en la que se ve a la familia feliz que fueron, o que al menos fueron en el momento de la foto: el padre al piano, la madre cantando, los niños felices. Era el cumpleaños de la protagonista, pero ella no lo recuerda, se ha ocupado de ocultarse ese recuerdo que ahora es doloroso.

Cuando hay más pasado que futuro

El proceso que a la chica y a su hermano les es necesario, dejar ir el pasado y abrirse al presente, a la luz y a lo funcional, es perjudicial para su madre, porque ya solo le queda eso. Pasa los días cantando con un viejo karaoke al lado del piano que solo sabía tocar su exmarido, anclada en un pasado sin presente ni futuro. Cuando las personas alcanzamos ese momento de la vida en que empieza a haber más pasado que presente, ¿qué culpa podemos tener en tratar de aferrar aquello que fue, lo viejo conocido? Cada vez es más difícil abrirse a lo nuevo, acoger la incertidumbre, cada vez nos encuentra con un cuerpo más cansado, con una mente más saturada, con una sensación mayor de extrañeza ante lo desconocido. Quizá a esa mujer solo le quedaba ese piano. Quizá a otra mujer, que se calienta en su casa con una estufa de butano, solo le quedan las fotos en blanco y negro de muertos, junto con unos adornos anacrónicos y heterogéneos de los que no puede deshacerse, porque entonces corre el riesgo de olvidar quién era y qué hacía.

https://www.insconsfa.com/

Cada día, dejar ir

El pasado no solo está en los objetos que nos rodean, en los recuerdos que aún despiertan sentimientos. El pasado está, sobre todo, en nuestra mente. El pasado nos permite comprender el presente: sería imposible reconocer lo que nos rodea si el cerebro no estuviese preparado para registrar memorias. Por tanto, el pasado es un gran guía. Pero también es lo que nos impide acoger lo que cambia, lo nuevo. La sensación de incertidumbre es frecuentemente desagradable. Es mucho más incómodo, cansado y duro estar en una situación constante de desconocimiento sobre el siguiente paso a dar; es mucho más estresante. Pero esto empeora y se convierte en inasumible cuando, consciente o inconscientemente, dejamos de mirar la realidad para acomodarnos en lo viejo conocido. Es una colección de pensamientos y recuerdos, que, al decidir soltarlos, serían equivalentes a llenar cientos de bolsas de basura física. Por tanto, es mucho más fácil, cada día, ir mirando a lo que fue pero ya no es, dándole las gracias (a lo Marie Kondo) y dejándolo ir. Son pequeñas despedidas, un pequeño trabajo diario: se va el tiempo, se van las oportunidades, se van personas, se van formas de hacer una tarea. En su lugar, tiempo nuevo, nuevas oportunidades, otras personas, formas distintas de trabajar. Sean mejores o peores, se acaban imponiendo. Tratar de permanecer en una ceguera elegida es un esfuerzo adicional.


De nuevo, cada persona es libre de elegir a qué se aferra. En ocasiones, los cambios chocan tanto con la propia forma de ver la vida que no se consiguen digerir. Y se puede seguir adelante en una especie de realidad paralela, apoyada en esos objetos de antaño. Por ejemplo, yo sigo teniendo muchos CD que no tengo dónde escuchar, incluso algunas cintas. Tengo libros que sé que no volveré a leer. Y tengo esos adornos inservibles que me siguen acompañando, cuyo valor es solo sentimental. ¿A ti también te pasa? ¿Te rodeas de pasado? ¿O eres de las personas a las que les es muy fácil dejar ir? ¿Estás a gusto en espacios minimalistas? Me encantaría leerte en comentarios. Comparte libremente. Muchas gracias por leer.

Los propósitos de año nuevo

En el fin de año de 2020, mi familia y yo comentamos que era imposible que el siguiente año fuese a ser peor. Pero 2021 fue un año tan duro o más que 2020. En el fin de año de 2021 ya no nos atrevíamos a afirmar nada: ¿podía, realmente, ser peor 2022? Lo cierto es que estamos a las puertas del fin de este año y sí, podía ser al menos tan malo. Cuando echas la vista atrás, te das cuenta de que, cosas que consideraste malas, comparadas con otras que sucedieron después, resultan ser hasta positivas por comparación. De manera que una forma de relativizar los sucesos de la vida es echar la vista atrás y ponerlos en perspectiva.

En Qué bello es vivir, George Bailey, cada vez que baja o sube la escalera, se queda con un pomo en la mano, un pomo que está mal ajustado, algo que acaba por hacerle perder los nervios. Pero en un momento dado, cuando ya está de vuelta de esa otra vida «sin él» que le muestra el ángel, al volver a pasar por la escalera y quedarse con el pomo, lo besa.

Imagen tomada de https://nestinteriordesign.net/blogs/news/building-the-baileys-its-a-wonderful-life-style.

Reparar en lo que fue bien

A finales del año pasado, recibí un meme en el que se aconsejaba apuntar en papeles lo bueno que se recibe de la vida e irlos metiendo en un bote. Al final del año, encontrarías todos esos regalos de la vida en los que en el día a día no reparas. Pues bien, me propuse recoger cada semana en una agenda tres regalos de la vida. La mayoría de las semanas, tenía más de 3 cosas por apuntar, mientras que muchas otras, me costó llegar a ver 3 cosas positivas.

Ahora recupero esas notas de un año completo y he sacado estas conclusiones:

  • La mayoría de «regalos de la vida» fueron acontecimientos con personas cercanas. Nada de grandes celebraciones, más bien, tardes tranquilas, conversaciones por teléfono, tomarse un aperitivo, ver un espectáculo de impro… Tener todo lo que se necesita suele ser lo menos valorado, o que haya personas en tu vida «que siempre están ahí»: ambas cosas se dan por hechas. Tomar conciencia sobre lo que ya se tiene hace más liviano un año duro.
  • Otros regalos fueron cuando salí de mi zona de confort para hacer algo que no había hecho nunca. De hecho, he tenido mucho de esto este año, en todas las áreas: ha sido para mí un cambio radical de forma de vida.
  • Algunos regalos muy grandes provienen de fuera y simplemente queda aceptarlos (o rechazarlos). Por ejemplo, uno de los momentos que me pareció un gran regalo fue el fin de las mascarillas en la mayoría de los espacios, el 20 de abril. Los meses anteriores de este año tuvimos que ir con mascarilla a todas partes, incluido el gimnasio.

Esta práctica de apuntar cada semana tres sucesos, acontecimientos, personas o desafíos que supusieron regalos, me ha llevado a tener más conciencia de que las cosas buenas de la vida se relacionan con el contacto con otras personas, principalmente las más cercanas, y con desafiar los propios límites. En menor medida, también, con aceptar lo que llega.

The world is a rich tapistry, my friends.

Saul en Better Call Saul.

Como os decía, hay semanas que «el Sol» (que haga sol o poder pasear al sol, o incluso ver el sol por la ventana) puede ser un regalo, sobre todo cuando ha habido varios días con niebla, o nublados, o lloviendo mucho. Es como ese pomo de la escalera de George Bailey: tras ver lo que habría pasado si él no hubiera nacido, que se desencaje el pomo es hasta gracioso.

Ser capaces de relativizar también ayuda a poner los sucesos en perspectiva, especialmente los negativos.

Yo misma.
Este es el meme que ha inspirado esta entrada de blog.

¿Te animas a tomar notas con lo bueno que te vaya sucediendo cada semana de 2023? ¿Qué reflexiones te surgieron al leer esta entrada? Como siempre, muchas gracias por leer y compartir. Feliz Año, querid@s lectores.

El eslabón más débil

Sigo a vueltas con el guion de vida. Otro tema del que he cobrado conciencia es que el guion de vida puede ser ganador, banal o perdedor en distintas facetas de la vida que son como eslabones de una cadena, y será el eslabón más débil el que determine la trayectoria vital. Por ejemplo, una persona puede tener un guion ganador en el trabajo, llegar muy lejos, ascender, asumir riesgos, ser reconocida… y, mientras, tener un guion perdedor en las relaciones de pareja, no logrando mantener una relación estable con vínculos seguros. Es la misma persona y sin embargo no es capaz de trasladar sus estrategias ganadoras en un área a otra en la que las cosas no funcionan tan bien.

Este devenir tan distinto en las distintas áreas vitales puede explicar esos guiones aparentemente ganadores que luego acaban perdiendo de la peor forma. Es interesante analizar esto. ¿Cómo es posible que una persona no sea capaz de utilizar sus fortalezas de un área en otra?

Cómo fortalecer el eslabón más débil

La buena noticia es que existen formas de trasladar las habilidades a otra faceta de la vida. Por ejemplo, la programación neurolingüística (PNL) tiene ejercicios en los que se visualiza una experiencia ganadora, se ancla en una parte del cuerpo con un gesto que normalmente no se realice y se entrena a la mente para recurrir a las capacidades de esa experiencia ganadora siempre que se repite el gesto de anclaje.

Por otro lado, técnicas como el coaching permiten ampliar el campo de visión con el fin de detectar hábitos y creencias que limitan las capacidades en un área concreta. Por ejemplo, una persona quiere ir al gimnasio, se apunta pero no consigue ir nunca: siente que no tiene tiempo. Con ayuda de un coach puede detectar que el entorno no facilita que acuda al gimnasio. Si se prepara una mochila con todo lo necesario, solo tendrá que cogerla y salir, o meterla en el maletero y sacarla cuando la necesite. Así, el objetivo grande (hacer ejercicio) se trocea en al menos 2, preparar la bolsa y acudir al gimnasio.

Imagen de Jarda Šma en Pixabay.

La detección de creencias es fundamental para aplicar habilidades y capacidades de un área que funciona a otra que no. Una forma de hacerlo es analizar el propio lenguaje, algo a lo que la PNL dedica mucho tiempo: generalizaciones, eliminaciones, suposiciones… Por ejemplo, se puede tener la creencia de que toda la gente con dinero roba o que el dinero es sucio. Se puede creer que todos los hombres son unos cerdos, o que tratan siempre de engañarte. Tanto la PNL como el análisis transaccional (AT) ayudan a detectar este tipo de creencia, desafiándola.

El AT va más allá: describe la conducta automatizada que hace que una persona represente su guion de vida en secciones cortas. Creo que Eric Berne llega a la excelencia con la descripción de los juegos a los que jugamos para evitar una verdadera intimidad. En estos juegos, el protagonista busca a las personas que pueden representar los papeles, comienza la escenificación y logra su objetivo: una sensación de pérdida para todos los jugadores, incluido el protagonista. Una vez detectada la representación, se puede cambiar por otra que no reproduzca el comportamiento perdedor en el área «más débil». Uno de los juegos más fáciles de describir es «sí, pero…»:

El protagonista plantea un problema aparentemente irresoluble. El resto de jugadores se ponen en el papel del padre nutricio y empiezan a dar soluciones al problema. La respuesta del protagonista siempre será: «sí, pero…» echando por tierra cada solución. Al final «gana» (perdiendo) porque demuestra que su problema no tiene solución.

Juegos que la gente juega.

Por último, las constelaciones familiares permiten liberar temas que provienen de generaciones anteriores y que se reproducen de forma inconsciente. Buena parte son estas creencias y conductas automatizadas que comentaba. Por eso se da tanta importancia a estar en el estado adulto del yo y a tomar conciencia de lo que se hace, de lo que no se hace, y de las consecuencias que tiene cada decisión.

¿Y si paso del tema?

No existe ninguna necesidad de «mejorar» la parte más débil de nuestra personalidad, ni de «arreglar» algo que se presupone roto. Cada persona sentirá qué es lo que le conviene en cada momento. Y hay momentos en los que, por mucho que se sepa que se tiene esa parte más débil, ese ángulo muerto por el que vienen los golpes de la vida, no es posible invertir la energía suficiente en cambiarla, o no merece la pena.

Precisamente, de esto va actuar desde el estado adulto: tomar conciencia de las acciones y de sus consecuencias. Nada más. Nada menos. No se trata de torturarse o excluirse de la propia bondad.

De hecho, pasar del problema que te inquieta estando aquí y ahora, consciente de lo que se hace y no se hace, sin automatizar conductas, es una forma como otra cualquiera de llevarlo, rindiéndose a lo que es, sin más.

Más sobre el estado adulto

En el estado adulto es mucho más difícil que otra persona te involucre en sus juegos. También es más difícil iniciarlos tú, porque enseguida te das cuenta de que se trata de una conducta automatizada que no te lleva a ninguna parte.

Si quieres leer más sobre esta parte de tu personalidad con la que estar a gusto siendo tú, visita estas otras entradas del blog:


¿Cuál es tu caso? ¿Sientes que todas las áreas de tu vida están más o menos igual? ¿Sientes por el contrario que un aspecto te resulta más difícil y es el que te frena? Como siempre, muchas gracias por leer y por compartir.

El último giro de guion

De los temas que he estudiado en profundidad en mi vida, el del guion de vida es uno de los que más presentes tengo. No hago más que ver decisiones tomadas por la gente con base en su guion de vida, un «escrito» que se sigue de forma automatizada e inconsciente. Pues bien, he llegado a esta conclusión:

El resultado del guion se conoce al final.

Yo misma.

Esto explicaría por qué personas con un guion ganador, que van cosechando éxitos en su vida y van triunfando, escalando, logrando objetivos, de pronto terminan con un final perdedor, como ya expuse cuando hablaba de O. J. Simpson, Marilyn Monroe o Benito Pérez Galdós.

En una película de acción y grandes robos, The Italian Job, un personaje dice que confía en la gente, pero no confía en el diablo que llevan dentro. Esto me conecta con la forma en que nuestro amigo Eric Berne veía esas decisiones de guion que echan todo a perder, esos giros que molesta ver en una mala película y duele ver en una persona cercana. Berne lo llamaba «la voz del diablo», que susurra a la persona algo como «tírate por el barranco».

Recetas para el éxito

No será que falten recetas para el éxito aquí y allá. Hace poco, buscando documentación que tenía guardada de distintos cursos, di con un texto en PDF titulado Proyecto de vida, sin autor ni copyright reflejados en sus páginas. Empecé a leer y encontré muchas de estas recetas para el éxito, muy bien explicadas. Realmente merece la pena mencionar algunas de sus explicaciones. Por ejemplo, dedica varias páginas a explicar el triángulo de la vida, una teoría de Bob Trask, presidente de Aras Foundation, que explica el éxito y el fracaso como dos caras de la misma moneda. A pesar de que este PDF anónimo tiene ya unos 14 años, la página de Aras Foundation sigue activa.

Triángulo de la vida. Adaptado de un material anónimo. Fuente original: Aras Foundation.

Si observamos brevemente el triángulo, tiene un recorrido externo en el sentido de las agujas del reloj. En este recorrido, el miedo es un impulsor hacia el éxito, la forma de encararlo es correr riesgos. Este éxito nos otorga un reconocimiento externo y una mejora de la autoestima. Tras el éxito, el ganador se permite un descanso, tras el cual analizará cuáles han sido sus fortalezas y debilidades, para emprender el próximo paso con este aprendizaje ganado. Una vez lo ha hecho, puede volver a enfrentarse a lo que le da miedo.

El camino inverso, al contrario de las agujas del reloj, es el del guion perdedor. Ante el miedo, entra en ansiedad y se paraliza, no actúa, sino que descansa sin haber logrado nada. Esta evasión lleva a la persona a aburrirse y sentir que no merece reconocimientos, por tanto, su autoestima se ve afectada. La inacción lleva a sentirse culpable y se vuelve a la ansiedad. Como dice este autor que me gustaría mucho identificar y nombrar:

Hay una y mil formas de evadir la responsabilidad que tenemos con nosotros. Pasando horas interminables chateando, viendo TV, platicando tonterías, vagando, enojándonos, haciéndoles berrinches a los padres, a la pareja, a los maestros; usando drogas, durmiendo de más, deprimiéndose, confundiéndose, olvidándose de lo importante, fingiendo, aparentando, mintiendo, perdiendo el tiempo, suicidándose, etc. Pronto la evasión se convierte en aburrimiento… a veces mortal.

Proyecto de vida. Autor desconocido.

En esta cita, el autor pasa del guion banal al guion perdedor, y de este al guion harmático o de muerte, la versión más extrema de los guiones perdedores.

La autoestima, clave en el éxito

El autor desconocido menciona la autoestima como la clave, el impulsor que permite transitar por la parte externa del triángulo de vida. Y qué fácil es que falle, qué fácil dejarse caer dentro, incluso creyendo que se está en el legítimo descanso después del éxito. Si la autoestima no se ha construido fuertemente en la infancia, en que la actitud de los padres es clave para ello, se puede construir después: desde el adulto, cada vez que enfrentamos el miedo, cada vez que corremos riesgos, cada vez que vencemos retos, estamos reforzando la autoestima. Para su reconstrucción y fortalecimiento, ningún secreto: constancia, responsabilidad, aceptación… De estas palabras de nuestro autor desconocido encontramos alguna en la receta del éxito de este tuitero, Álex Maese:

Puedes ver el hilo completo de Álex Maese aquí.

Posponer, la clave del fracaso

Si hay un elemento que todas estas recetas para el éxito sugieren evitar, es la procrastinación, el posponer una y otra vez la meta. Claro, el diablo nos está diciendo: «mejor ve otro capítulo de la serie», «mejor déjalo para mañana, ¡qué pereza!», «no lo hagas, total, no va a servir para nada». Todas estas son la voz de la baja autoestima, una voz con un componente embriagador que nos adormece y nos arrastra a lo más fácil: la evasión. Posponer no es otra cosa que evadir. ¿Evadir qué? Evadir la vida que te ha tocado, evadir la responsabilidad que tienes, evadir el malestar que produce el incomodarse por primera vez, hasta que la rueda se engrasa y va siendo menos incómodo actuar.

Yo estoy de acuerdo con Haruki Murakami en que la voluntad no se puede forzar. Sin embargo, también pienso que cada persona es capaz de mucho más de lo que cree. De hecho, las personas estadísticamente somos muy parecidas, respondiendo a una distribución normal, una campana de Gauss que se nos aplica en nuestras características y capacidades. Incluso cuando nuestros cerebros, por su configuración, tienen una menor fuerza de voluntad, podemos entrenarnos para aumentarla.

La voz del diablo, el secreto de ese último giro de guion

Cuando observo la trayectoria vital de alguna persona, me acuerdo de ese cuento: «¿Buena suerte, mala suerte…? ¡Quién sabe!». Porque una vida puede haberse enderezado, puede parecer que va siguiendo un camino de éxito, aunque sea discreto, pero hasta el último giro de guion no podemos sacar conclusiones. Así, uno de los «mejores» guiones de vida en los que se puede acabar es el de final abierto: las personas mayores se sientan a contemplar el paso del tiempo. Ya han vivido, ya han cumplido metas, ya han ganado y perdido, y ya no tienen objetivos nuevos, solo estar. Este guion es un final banal, mejor que, por ejemplo, asesinar a tu exmujer o tirarte por un barranco con tu coche.

Solo al final sabemos si la persona va a dejarse llevar por un último giro de guion que la arroje fuera de su camino o si va a quedarse tan tranquila dando de comer a las palomas. Incluso puede que, en efecto, sea realmente una persona con guion ganador y siga activa hasta el último día.


Después de leer todo esto, alguien dirá: ¿Y para qué todo este esfuerzo? ¿Para acabar así? Este esfuerzo, realmente, supone ir a más. Como dice Bert Hellinger, ante cada decisión de la vida, puedes ir a más o puedes ir a menos. Tú decides. Cuando vas a más, progresivamente va siendo más fácil acomodarse en la incomodidad, enfrentarse al miedo, cosechar éxitos. Cuando vas a menos, la vida se va complicando, parece que todo a tu alrededor falla, pero eres tú quien no coge las riendas. Tu vida es tuya: haz lo que quieras.