En más de una ocasión me han pedido que un contenido formativo para aprendizaje electrónico evocara a «ese profesor que todos recordamos», un profesor o profesora que nos marcó por lo bien que explicaba, por cómo se ganó a la clase, por las descripciones tan ilustrativas que parecía que veías lo que estaba contando… Aquel profesor que prestaba una ayuda especial a los que iban más despacio, pero no perdía de vista a los que captaban todo a la primera.
Pues bien: no es posible. Lo siento, pero no. Es más, si al impartir una formación presencial a adultos me piden que provoque el efecto de ese profesor que todos recordamos, la respuesta va a ser la misma: va a ser que no.

Lo que supone ese profesor
La relación que se establece en la infancia y adolescencia con los docentes no es la que se establece en la edad adulta. Los y las docentes son adultos y personas de apego que educan, se asimilan a «figuras paternas». Normalmente, se tiene clase con ellos durante al menos un curso lectivo, si no más. Por lo tanto, entra en juego aquello que os decía de la oxitocina: se crea una relación como de amistad.
Y, sobre todo, lo que aprendemos de esa persona lo hacemos en una etapa en que todo es nuevo, fresco, por tanto las impresiones son más intensas y duraderas. No es como lo que aprendemos de adultos, que es un refrito de lo ya conocido y muy pocas veces nos sorprende, incluso si contiene «bells and whistles» (campanas y silbatos), una forma de referirnos a las florituras multimedia en los cursos en línea.
Pilar Hernández
Pilar Hernández (o acaso Fernández) fue mi profesora en 4º de educación primaria (EGB). Esta profesora me escribió en un boletín de notas:
Llegarás lejos.
Pilar Hernández, profesora de primaria.
Esto es un impulsor. Que un docente te escriba una frase tan llena de posibilidades es un gran impulsor. También puede servir, de forma negativa, de listón inalcanzable. A veces he pensado: «¿Habré llegado tan lejos como Pilar Hernández aventuraba?». Probablemente (aún) no. Eso sí, tener un regalo como esta frase y recordarlo de vez en cuando para mí ha sido una gran motivación.
Carlos Urdiales Recio
Recientemente, un profesor que nos daba clase de técnicas de escritura en bachillerato (BUP) ha contactado conmigo. En su mensaje, me ha escrito las mismas palabras que me dijo a los 15 años y que, claro, no se me han olvidado:
Escribes como los ángeles.
Carlos Urdiales Recio.
Al igual que pasa con el ejemplo de Pilar, la frase fue un auténtico impulsor para mí, aunque no era consciente de hasta qué punto escribía diferencialmente bien. Con el paso de los años, he sabido que, en efecto, aquellas redacciones que hacía eran excelentes (modestia aparte). La que este profesor incluyó en un libro suyo también yo la incluí en un libro mío que puedes descargar aquí: Relatos siniestros.
El sueño de equipararme con mi amigo don Benito Pérez Galdós quedó ya muy atrás: pronto descubrí que no era novelista. Si ya es difícil abrirse paso como novelista, en cualquier otro género, como los cuentos o los poemas, incluso el teatro, la producción queda en un plano marginal. Sea como fuere, el apoyo de este profesor fue clave. Y seguí escribiendo: ya lo podéis ver, en este blog cada semana desde 2008, con parones, y algunos librejos por ahí. Mis mayores éxitos, haber ganado un 2º premio por un relato (llamado Alas, por cierto) y haber estado como autora en la feria del libro. Imponderable. ¿Escribo como los ángeles ahora? Bueno, esto es una redacción decente y correcta más que otra cosa. Aun así, esa capacidad o posibilidad está ahí.
Cuestión de influencia y poder
La gran influencia que puede tener un docente es también un poder que hay que utilizar con mucho cuidado. Como decía, el profesor o la profesora es algo más que otro adulto que te habla raro, se generan lazos fuertes a lo largo del curso y para algunas personas como yo, el profesor puede ser, en un momento dado, uno de los escasos amigos/aliados en una etapa que se puede vivir como muy hostil.
El docente tiene que cuidar mucho lo que dice al alumnado, en especial si es negativo: quedará igualmente marcado, pero no como impulsor, sino como mandato: «Serás tan vago como tu padre».
Así, poca mención a esos otros profesores que también he tenido que viven de ridiculizar a su alumnado, quizá por algún complejo de inferioridad y mediocridad: amigos, desde mi etapa adulta os digo que ojalá os hubieseis dedicado a otra cosa. Claro, que sé que vuestro guion de vida os llevó a ello y de alguna manera no fuisteis capaces de salir de ese camino.
Y por no dejar mal sabor de boca, expreso toda mi gratitud a Pilar Hernández, a Carlos Urdiales Recio y a tantos otros profesores y profesoras que me ayudaron a impulsarme hasta donde estoy y más allá. Vuestra labor es impagable.
¿Y tú? ¿Recuerdas en especial a algún docente? ¿Te llevaste palabras de aliento como estas? Ya sabes, cuéntame en los comentarios y comparte libremente. Muchas gracias por leer.