En los últimos posts hemos visto la fuerza de la pertenencia y la fuerza del orden en el contexto de las nuevas constelaciones familiares. Esta semana os hablo de mi comprensión de la fuerza de la compensación, o el equilibrio entre dar y recibir.
Cuando pienso en esta fuerza, recuerdo el dilema del prisionero iterado, muy bien resumido en la entrada de Wikipedia. El dilema del prisionero es un problema de teoría de juegos que explica por qué dos personas podrían no cooperar entre sí incluso cuando la solución mejor para ambos es cooperar.
Si la interacción entre dos personas se prolonga indefinidamente, en cambio, la solución óptima es la cooperación. Esto lo explica Robert Axelrod en La evolución de la cooperación: el dilema del prisionero y la teoría de juegos. Este es un libro que descubrí gracias al profesor Fernando Esteve Mora.
Para resumirlo mucho, la estrategia ganadora en la interacción entre dos personas cuando va a repetirse de forma indefinida es el toma y daca. Esta estrategia comienza cooperando y, después, imitando la conducta de la otra persona. Si coopera, se sigue cooperando. Si no lo hace, se deja de cooperar. La única estrategia que mejora incluso a la de toma y daca es toma y daca dos veces: el primer jugador coopera las dos primeras veces, independientemente de lo que haga el otro. Después, de nuevo, imita la conducta de la otra persona.
Tal como nos cuenta Axelrod, estas estrategias se escribieron en lenguaje informático. Sin embargo, son estrategias que ponemos en juego cada vez que interactuamos con otras personas, sean amistades, clientes, proveedores, jefes, colaboradores…
La ley de equilibrio entre dar y recibir
La ley sistémica de equilibrar el dar y recibir se parece a ese intercambio indefinido entre personas. Contempla además un momento de desequilibrio, ese tiempo en el que una persona ha dado pero la otra aún no ha agradecido. Este momento «inconcluso» (tal como lo denomina Brigitte Champetier de Ribes) es el tejido de todas las relaciones sociales.
Dar
Dar es agradecer, es devolver. Produce la mayor alegría. El que da se siente libre (y se siente más grande). Se dice que la mayoría de la gente prefiere regalar a recibir un regalo.
Es cierto que el que da recibe de forma automática, siempre que respete profundamente a la otra persona como para permitirle agradecer o devolver.
Puede darse el caso de personas que solo quieren dar, sin recibir nada a cambio. Esto puede mostrarnos conductas que en realidad son egoístas: la persona solo se ve a sí misma y a su necesidad de dar, no ve al otro ni se pregunta si necesita de su ayuda. Así, pone en peligro el intercambio de toma y daca, está siguiendo una estrategia de solo dar (que hemos visto que no es óptima).
Recibir
Cuando recibimos algo, automáticamente estamos en deuda. Por ello, recibir nos hace sentir un poco más pequeños, hasta que podemos devolver, si quiera con el agradecimiento por lo recibido.
Si no se nos permite devolver o agradecer lo recibido, perdemos la dignidad al perder nuestra independencia. Si solo se recibe, se entra en una situación degradante, puesto que nos posiciona en el niño. Una estrategia de solo recibir tampoco es óptima, no hay intercambio.
Compensación
Podemos explicar la vida como opuestos o polaridades que se compensan para crear algo mayor. Podemos ver la ley sistémica del equilibrio entre dar y tomar como la ley de la compensación, una regulación automática de todo, en la que lo que estaba por exceso se compensa con lo que está por defecto.
Si vemos la ley de la compensación desde un sistema familiar, puede darse una compensación arcaica en la que los miembros posteriores del clan quieren compensar algo por sus ancestros, lo que se llama buena conciencia. Se toma partido y, automáticamente, se pierde el estado adulto, entrando en una conducta de repetición del pasado o poniendo demasiado entusiasmo en algo.
Sin embargo, es más interesante la compensación adulta, la decisión consciente de reconciliar los opuestos, de no quedarse solo con una visión parcial de una dinámica, sino ampliar la perspectiva para incluir un movimiento y su opuesto. Así, la actitud que lo incluye todo es: «Todo está bien como es, aunque no lo entienda».
La rendición
En la compensación adulta entra en juego la rendición. Implica renunciar a tomar parte, a identificarse solo con una visión parcial de una dinámica, normalmente la que mejor nos va y la que las creencias heredadas nos indican que es la buena. Al soltar nuestros deseos de que las cosas sean una forma, es cuando dejamos el espacio suficiente para siquiera concebir que sean de otra, de una manera que no imaginamos (o que tememos profundamente).
En nuestra cultura la palabra rendición se asimila con resignación y se opone a dejar de luchar por los objetivos, algo que realmente está muy mal visto. Sin embargo, esta rendición del adulto está más en línea con la renuncia, con dejar de agarrarse a algo que es parcial, asintiendo a la totalidad.
Hablamos de la fuerza de la compensación en nuestro próximo curso de constelaciones familiares:
Una respuesta a “El equilibrio entre dar y recibir”