Alguno de mis seguidores más constantes ha advertido que le llegan menos envíos de este blog. En efecto, de recibir uno a la semana pasó a recibir uno cada quince días y luego a no recibir nada.
Igual has notado algo parecido en cuentas que sigues en redes sociales o en canales de vídeo, que, de repente, desaparecen.
Pues bien, puede haber razones buenas y malas por las que esto ocurre y, en mi caso, puedo decir que son excepcionales: tengo muchas cosas cociéndose en estos momentos, lo que hace que la mayoría de mi tiempo sea productivo y pueda reflexionar poco sobre los temas que se tratan en este blog.
¿En qué estoy?
Cuando un potencial cliente me pide que le muestre trabajos anteriores, me remito a mi escaso y tal vez algo desactualizado portafolio. Esto se debe a que la mayoría del trabajo que hago es confidencial, a veces por siempre, otras veces hasta que se publica. Por ello, os puedo contar poco de lo que estoy haciendo, pero sí puedo compartir mi felicidad y absoluto agradecimiento por todo el trabajo que estoy pudiendo realizar como autora de formación. Así, por encima, estoy:
- Escribiendo varios libros para el certificado de profesionalidad de Gestión de residuos urbanos e industriales.
- Coordinando y escribiendo contenidos relacionados con Dependencia.
- Escribiendo cursos online muy completos y exhaustivos basados en las Competencias digitales DigComp 2.2.
- Escribiendo un curso online para la especialidad formativa de Inteligencia artificial aplicada a RR. HH.
- Retomando una novela que escribí y dándole un ángulo completamente distinto, lo que hará que tenga que descartar muchas páginas y añadir otras nuevas. Confío en que el nuevo enfoque haga la novela más dinámica y publicable.
Sigo a la zaga de las distintas herramientas de IA (no es posible estar al día, como reconoce el propio Ethan Mollick, profesor de la Universidad de Wharton, que se ha erigido como un experto en el tema por el tiempo que le dedica y la profundidad con la que trabaja).
¿Sabías que Darwin guardó su teoría de la evolución en un cajón durante diez años? Eso, al menos, según el libro The Moral Animal. Ahora no se lleva esto, se lleva comunicar a cada minuto en qué se está y qué se ha logrado. Pero él vio que aquello era gordo, porque iba en contra de las creencias católicas extendidas y que él mismo compartía.
Otro caso que me viene a la mente es el de Orison Swett Marden, que estaba finalizando el manuscrito de Pushing to the front cuando se le quemó por completo… y lo reescribió de nuevo, de pe a pa. Personas en sus despachos, haciendo un trabajo profundo y detallista. La exhibición constante, al menos para algun@s de nosotros, especialmente personas introvertidas, es un desgaste que impide la calma y el silencio necesarios para crear un trabajo de estas características.

Las fotos que no se hacen, los momentos que no se comparten
Desde hace algún tiempo, cada día salgo para ver la luz del amanecer. Camino unos veinte minutos y vuelvo. Doy gracias a que puedo hacer esto: soy una privilegiada. Si el día está bonito o veo algo que me llama la atención, hago una foto y la comparto en mi estado de WhatsApp, reservado para personas cercanas. Celebro así el nuevo día. Pero las fotos que comparto palidecen ante los momentos que no comparto, simplemente, porque son privados, no son fotogénicos o un poco de todo.
Nos hacemos una idea de cómo es el mundo a través de lo que encontramos en redes sociales. Pero se nos olvida todo aquello que no está ahí, todos los momentos de intimidad, de privacidad, que aún algunas personas se guardan, los momentos de trabajo duro, de elaborar un proyecto, de concebir una teoría y dejarla reposar, o, simplemente, de disfrutar de la vida. Se nos olvida también que lo que se nos muestra es, cada vez más, una especie de espejo reducido de nuestros intereses: una red social te muestra solo unas diez cuentas de todas las que sigues, siempre las mismas, y tienes que buscar manualmente otras si quieres saber qué publican. Inadvertidamente, los algoritmos ocultan a las personas aquello a lo que no reaccionan, mostrando solo lo que les gusta mucho y lo que no les gusta nada.
Los algoritmos empequeñecen el mundo de las personas.
Como el ser humano es ombliguista, es decir, centra su interés en su ombligo, suele creer que, cuando no sabe de una cuenta, o de una persona, es porque esa persona se ha alejado o enfadado con el ombliguista, si le conoce, o porque ya «no está haciendo nada». No se plantea que la persona puede tener mucho trabajo, estar en un momento de cambio vital, no desear o no poder compartir, sin que esto signifique que odie a la gente. Si pasa mucho tiempo, lo que no está desaparece de la conciencia.
Así, ten en cuenta que el blog sigue vivo y te seguirán llegando reflexiones que espero que te interesen. Hablando de esto: se admiten sugerencias de temas que tratar o extender más. Comenta o escribe, ¡y gracias por leer!






Ayer en Página 2 se hablaba de autores que comenzaron a publicar tarde, más allá de los 40.

Dentro de poco comienza el verano. Ya quien más quien menos, todos tenemos en mente las vacaciones. Quizá algunos (o muchos), desde hace unos meses, ya que el calendario laboral se ha secado de festivos hasta el 15 de agosto, al menos en Madrid.