El histrión

Una de mis profesiones más admiradas es la de camarero. Lo he contado alguna vez en este blog, e incluso hay un camarero de ficción al que le hemos dedicado unas palabras: el camarero Moustache.

Pues bien, otra de mis profesiones admiradas es la de actor, actriz. Cuanto más la conozco, más la admiro. Recientemente, en mi escuela, Arteluna Teatro, hemos representado una versión acortada de La venganza de don Mendo. Hemos actuado dos veces, una en el pueblo de mi abuela y otra en el teatro de Tres Cantos. Pues bien, la paliza en el cuerpo que se nos ha quedado a tod@s es para conocerla. Con solo 2 representaciones separadas por 5 días hemos acabado agotados, y eso que los actores y actrices de teatro hacen la misma obra todos los días, a veces en dos sesiones. Cierto es que nuestra media de edad supera los 50, pero hay que ver a Lola Herrera o José Sacristán solos en el escenario para darnos cuenta de que la edad no es una excusa.

Representación de La venganza de don Mendo en Cardeñosa, Ávila.

Recuerdo que hubo un concurso en Antena 3 (El gran test de inteligencia) hace como 20 años en el que distintas profesiones competían en grupo para averiguar cuál tenía el cociente intelectual más alto. Y ganaron los actores. Vamos a investigar por qué, centrándonos en lo que caracteriza al actor de teatro.

Las habilidades del actor

Un actor memoriza textos muy largos, en verso o en prosa, y los dice (declama) de forma natural. Pero no los dice como si le diera al botón de Play, los dice en respuesta a las últimas palabras que dice otro actor (pie). De manera que el actor conoce su texto y el texto ajeno, al menos en sus finales.

Un actor, como vemos, está pendiente de lo que dicen sus compañeros en escena. Practica la escucha activa y se entrena para ello. Ya hemos visto algunas veces en este blog que la escucha activa alcanza sus niveles más altos en la improvisación, porque el texto no está dado, por tanto, no se sabe cuáles van a ser las últimas palabras del compañero.

Un actor improvisa. Incluso si tiene un texto memorizado y entrenado en innumerables ensayos, puede ocurrir que su compañero no le diga el texto que le da pie a hablar, o que surja cualquier imprevisto de última hora, en escena o antes de salir, que haga que se tenga que adaptar. Por tanto, otra de sus habilidades es adaptarse a la situación que está viviendo, totalmente centrado en el aquí y en el ahora y en estado de flujo. El actor dice sí sin saber a qué; a ciegas.

Un actor representa un personaje. Actor y personaje pueden confundirse cuando no se conoce el mundillo de las candilejas, pero claro, no son lo mismo. De manera que Paula, actriz, puede estar con dolor de muelas, de tripa o con una gran tristeza porque tiene un familiar hospitalizado, y Coqueta, personaje, estará sonriendo y saltando por el escenario si el personaje lo requiere. Esto pide del actor una alta capacidad para dejar de lado sus problemas personales y entrar de lleno en la obra que está representando.

Un actor es hiperconsciente de lo que está ocurriendo, como lo es un profesor en clase, por ejemplo. Así, sus sentidos agudizados perciben las toses, los murmullos y los móviles en el público, las equivocaciones de los compañeros, los fallos en la iluminación o en la entrada de una música… Al mismo tiempo, está completamente preparado para salir adelante como si esos fallos no existiesen, o para reconocerlos con dignidad, por ejemplo: «Huy, se me ha caído esto». De manera que puede llevar el traje rasgado y sujeto con imperdibles, puede faltarle un elemento que tiene que usar en la siguiente escena, puede haber percibido que el espacio en el que actúa tiene muy mala acústica… y sale adelante con todo. El actor vive el presente con confianza.

Un actor en escena está viviendo, por tanto, dos vidas a la vez: la suya propia, por debajo, con su dolor de muelas o su dificultad con el traje, y la del personaje, por fuera, mostrando unas emociones acordes al texto y a la situación. ¿Las emociones del personaje son vividas por el actor? Se sabe que en algunos métodos de actuación es así, y se ha demostrado que esto es una montaña rusa emocional para el actor, lo que acaba pasando factura. Así, es más recomendable mostrar emociones sin adentrarse hasta el fondo en ellas. Y, una vez más, es algo que se puede entrenar.

Un actor está en forma. Sean cuales sean sus capacidades físicas y su edad, el actor permanece de pie en escena durante el transcurso de la obra, cuando no le toca hacer diversos despliegues físicos. Los más habituales son tener que agacharse, arrodillarse, caer al suelo como muerto o tirarse. Aquí, contaré una anécdota. Formé parte del coro de jóvenes de Tebas en el montaje de Antígona de David Gaitán. Curiosamente, a la convocatoria fuimos solo chicas. Algunas de nosotras, no obstante, no éramos jóvenes, precisamente. Estuvimos ensayando unas tres horas. En la escena final, entrábamos por las puertas, recorríamos el pasillo del público y subíamos al escenario. En él, subíamos a una estructura y ahí dábamos un paso adelante con decisión, golpeando el suelo con el pie. Pues bien, solo del ensayo, las que no éramos jóvenes acabamos agotadas. Al día siguiente teníamos agujetas. De manera que, hasta un papel que en escena se ve unos segundos y sin ningún protagonismo, exige una cierta capacidad física.

A un actor hay que oírle y entenderle desde la última fila. Para ello, tendrá que saber proyectar la voz muy lejos, elevarla lo necesario sin gritar. La voz también se entrena, tanto en la emisión del sonido como en la vocalización de las palabras. El actor hace los mismos ejercicios de voz que un locutor o que un cantante, pero la proyección de la voz en escena, sobre todo en espacios con mala acústica, es crucial en su caso. Esto también requiere de un entrenamiento.


Como ves, actuar es una profesión dura. La persona que actúa es versátil, y parece ser que todas las capacidades que requiere le llevan a tener un alto nivel intelectual, como se vio en aquel concurso de televisión. Por eso, es una profesión que admiro.

Por cierto, fue en uno de los episodios nacionales de Galdós donde encontré la palabra histrión. Siempre se asocia histriónico a exagerado, pero histrión significa actor teatral.

La vista en las oportunidades

Cuando ya tenía escrito el esqueleto del post para esta semana, sobre un tema totalmente distinto, me di cuenta de que los tres autores de los que hablaba se han dedicado a algo muy parecido desde distintas perspectivas: a deshacer la programación de vida instaurada en nuestro cerebro y que nos impide ver lo que tenemos delante.

Tres hombres que podrían ser Berne, Watzlawick y Taleb, pero no lo son
Imagen de John R Perry en Pixabay

Estos tres hombres podrían ser Watzlawick, Taleb y Berne (en ese orden)… pero no lo son.

Dejar de aferrarse a las creencias

Este es el párrafo de Nassim Taleb que me llevó a conectar las ideas de los tres autores:

Cuando nos formamos nuestras opiniones a partir de pruebas poco sólidas, tenemos dificultades para interpretar la posterior información que contradice tales opiniones, incluso si esta nueva información es claramente más exacta.

Como buscamos confirmar nuestras creencias, solo tomamos de la realidad los datos que cuadran con ellas, obviando lo demás.

Paul Watzlawick podría continuar el texto de Taleb así:

(…) una información adicional, contraria a la primera explicación, no da lugar a correcciones, sino a una ulterior reelaboración y refinamiento de la primera explicación.

Podemos dar explicaciones innecesariamente complicadas y hasta absurdas que justifiquen nuestra primera opinión, sin darnos cuenta de que hay que tirarla por tierra y volver a empezar.

La hipótesis fundamental de Watzlawick es que la percepción de la realidad se da a través de la comunicación, pero es una percepción alejada de los hechos. Esto se produce a través de la confusión, la desinformación y distintas concepciones del mundo. Al comunicarnos, utilizamos palabras que definen la realidad según nuestras creencias, por lo que dejamos fuera otras palabras (conceptos, ideas, posibilidades) que pueden ampliar nuestra visión del mundo.

Y es que, según Watzlawick:

Todo lenguaje se apoya en la concepción de la realidad de quienes lo utilizan y a su vez determina y perpetúa esa realidad.

Pasando de nuevo el testigo a Taleb, este autor describe muy bien las falacias en las que solemos caer fácilmente.

  • La falacia de confirmación, que en programación neurolingüística (PNL) se llama generalización. Muchas personas confunden la afirmación «casi todos los terroristas son musulmanes» con la de «casi todos los musulmanes son terroristas». Si el 99% de los terroristas son musulmanes, esto significa que un 0,001% de musulmanes son terroristas, ya que hay más de mil millones de musulmanes y quizá unos diez mil terroristas.
  • La falacia narrativa, que en PNL se llama simplificación. Tenemos una habilidad limitada para ver las secuencias de acontecimientos sin añadirles una explicación o buscarles un sentido. Al revés, nuestra mente está preparada para retener información comunicada a través de historias. La falacia narrativa hace que forcemos vínculos entre los hechos, aumentando nuestra impresión de comprender.
  • La falacia lúdica: lo que se enseña sobre probabilidad en las universidades está basado en el juego: tirar un dado o una moneda un número de veces. Pero, como nos cuenta Taleb, «los atributos de la incertidumbre a los que nos enfrentamos en la vida real guardan poca relación con los rasgos esterilizados con que nos encontramos en los exámenes y los juegos».

De los guiones de Eric Berne hemos vuelto a hablar hace poco cuando explicábamos la importancia de saber decir «Hola».

Según Berne, las conductas responden a guiones o argumentos que las personas han creado en sus primeros cinco años de vida. Este guion se revisa entre los cinco y los once años y se refina durante la pre-adolescencia. Los padres refuerzan determinadas conductas verbalmente y, cuando lo hacen con determinación, esto queda grabado en el guion de vida de una persona. Los padres enseñan no solo a cómo ponerse de pie, sentarse o hablar, sino también cómo sentir, cómo pensar, qué creer, quiénes son los malos…

La descripción que hace a veces Berne de cómo está programado el guion en una persona es desalentadora. Lo asimila a tener en la mente una pianola con un rollo perforado que ya tiene una melodía escrita. La persona cree estar tocando las teclas, incluso con entusiasmo y fuerza, cuando en realidad está siguiendo lo ya escrito en su guion en los primeros años de vida. Los demás también piensan que la melodía se está creando en ese momento. Podría dejar de esforzarse y sonaría la misma música. O podría introducir pequeñas variaciones sobre el mismo tema…

Abrirse al futuro

…así que hay sitio para la esperanza. Los tres autores contemplan la posibilidad de que las personas tomemos conciencia y dejemos de filtrar la realidad a través del férreo sistema de creencias y prejuicios que tenemos programado.

Esto se hace a través de la experimentación, con la vista puesta en las oportunidades, abriéndose a lo nuevo que pueda venir, sin definirlo, en lugar de buscar algo concreto, porque entonces la mirada se sesga y se estrecha.

Aprovechemos cualquier oportunidad, o cualquier cosa que parezca serlo.

Esto nos dice Taleb, para quien es más importante trabajar en perseguir oportunidades y exponerse a ellas, que quedarse en algo repetitivo o mecánico. La repetición es lo más cómodo del mundo, pues pone en funcionamiento mecanismos ya aprendidos. Lo malo es que, además de aburrir soberanamente, deja la mirada en el pasado e impide captar nuevos aires.

Por su lado, Watzlawick busca que el lector tome conciencia a través de «justo lo contrario»: explica cómo no cambiar nunca de opinión, la escalada de inferencias, la profecía autocumplida, espantar elefantes dando palmadas o cuidarse mucho de alcanzar las propias metas. También lista una serie de frases que las personas se dicen unas a otras que podrían ser un catálogo de análisis transaccional escrito por Berne:

  • «Sé espontáneo». ¿Quién puede cumplir esta frase?
  • «Si me amases de verdad, comerías ajo de buen grado».
  • «El ser humano debe ser noble, dispuesto a ayudar y bondadoso»
  • «Todo es culpa de los extranjeros (o cualesquiera otros que no pertenezcan a mi grupo)»

Berne ve una posibilidad de salir del guion a través de la improvisación y el humor. La forma de hacerlo es pasar cada vez más tiempo en el estado adulto del yo, en la acción y en el presente, sin prejuicios ni creencias. Se logra trabajando, meditando, abriéndose a ver la realidad, aceptando a los demás, especialmente a las personas difíciles, y asintiendo a lo que es tal y como es.

Watzlawick también nos habla de una profecía autocumplida que puede ser positiva:

Si sé el futuro, en el presente actuaré dirigiéndome a ese futuro.

¿Qué hace una persona con un guion ganador? Se fija un objetivo, comunica este objetivo a los demás y lo alcanza. El ganador sabe lo que hará a continuación si pierde, pero no habla de ello: normalmente, buscará vías alternativas de acción hacia su objetivo. El ganador tiene la vista puesta en su plan de acción futuro.

Los convivientes

La situación actual nos invita a permanecer el máximo tiempo posible con «los convivientes».

Me gustaría analizar esto. Tengo la sensación de que este consejo se limita a la versión ideal de la familia nuclear. Así, los convivientes son los padres y sus hijos y son felices conviviendo juntos.

Una familia de madre, padre e hijos ju

Permanezca el máximo tiempo con nadie

Desde hace años, el concepto de familia se ha abierto y ha incorporado muchas otras realidades, tal vez más frecuentes: 

  • Una persona que vive sola.
  • Una persona divorciada que vive con sus hijos una parte del tiempo.
  • Una persona que tiene pareja de hecho, pero no vive con ella.
  • Una persona mayor sola.
  • Una persona mayor en una residencia, rodeada de «convivientes» pero no de familiares cercanos.

En estos casos, los convivientes son en el mejor de los casos los hijos, y en la mayoría, nadie. No hay convivientes. De manera que la situación de prevención nos plantea «permanecer con nadie».

Hay una mujer de 104 años en una residencia que pide ver a sus hijos. ¿Qué sentido tiene que permanezca encerrada «a salvo» con esa edad? Esta mujer debió de nacer en 1916, ya lo ha visto todo. Está claro que ella prefiere estar con sus seres queridos el tiempo que le queda.

Permanezca el máximo tiempo con los que no soporta

Otra situación no contemplada es que haya convivientes y la persona necesite dejar de verlos por periodos más o menos largos a lo largo del día. Estos convivientes pueden ser sus familiares, pero también pueden ser compañer@s de piso a los que no se siente especialmente unida.

Muchas personas en esta situación pueden desear intercambiarse por esas otras personas que viven solas o que solo están con sus hijos en casa, mientras su pareja está en otra.

En la situación anterior a la pandemia, podían:

  • Volver mucho más tarde del trabajo.
  • Salir a tomar algo con amig@s.
  • Salir, precisamente, para ver a sus familiares.
  • Tener todo tipo de actividades en el exterior: gimnasio, bici, correr, baile, teatro…

La situación actual, no de confinamiento pero sí de restricciones, pone a prueba los lazos familiares y las relaciones con simples compañer@s de piso… o de residencia. Esto obliga a hacer un trabajo de aceptación de las personas con las que se convive.

La mirada a todos

Creo que en las medidas que se toman se puede incluir la mirada a todos, a los que conviven y a los que no conviven. Dentro de la mirada a los que conviven, incluir a quienes conviven con personas con las que comparten el espacio, pero no los vínculos de afecto. Dentro de la mirada a los que no conviven, incluir las casuísticas más complejas hoy en día, en que las personas de apego no comparten casa pero sí tienen una vida en común.

Mientras esto sucede, mientras se cae en la cuenta, quienes escuchan la frase «permanecer con los convivientes» con una mezcla de resignación y amargura, podemos trabajar para tomar esta situación de otra manera.

La situación es la que es. La persona está con nadie o está con los que no soporta o está con los que no conoce. Por tanto, el asentir a su situación es el primer paso para llevarla mejor.

Además, una vez se abraza la situación que se tenga, se pueden encontrar ventajas y formas de vivirla de manera activa y con confianza, en lugar de vivir de forma reactiva o pasiva.

Y ahora un poquito de humor

Estaría gracioso que se nos diese a elegir si queremos cambiar nuestra situación durante la pandemia, como en un juego. ¿Te imaginas? Estas serían las condiciones:

  1. Puedes cambiar solo una vez, es decir, una vez elijas tu nueva situación, debes permanecer en ella hasta el fin de las restricciones (duren lo que duren).
  2. Tienes que cambiar ahora. No vale con tratar de cambiar cuando las cosas se compliquen más, sino que tu elección ha de ser previa a la situación más restrictiva que se nos presente.
  3. Los nuevos convivientes, si los hay, deben estar de acuerdo con el cambio: también te tienen que elegir para convivir.
  4. La elección de la soledad prima: si no hay nuevos convivientes porque eliges la soledad, los antiguos convivientes pueden a su vez buscar otros convivientes, pero no te pueden elegir a ti.

Con estas reglas del juego, ¿cambiarías de situación? Me gustaría conocer tu respuesta.

Como siempre, agradezco enormemente que leas lo que escribo, gracias a vosotr@s, lectores y lectoras, seguimos al pie del cañón 12 años después. 🙂

La letra con sangre entra

Desde hace tiempo, he observado el ensañamiento que producen las discusiones sobre la corrección en la escritura, la ira quizá desmedida que produce la visión de faltas de ortografía. Como es algo que me ha pasado a mí también, me pregunto qué hay detrás.

Buena parte de mi trabajo con contenidos incluye la revisión ortotipográfica. A lo largo de los años, he pasado por varias fases:

  1. La postura de ensañamiento con los que cometían estos errores: sí, yo era uno de ellos/as.
  2. El enfrentamiento con otras formas de corrección: es la mejor forma de darse cuenta de que no se está en posesión de la verdad.
  3. La aceptación de que existen varias formas de tratar un texto y de que todas ellas son correctas.
  4. La aceptación incluso de que hay personas que cometen errores y aun así, merecen mucho la pena como personas, porque estos errores son despreciables en relación a su grandeza como seres humanos.

Así, ahora soy capaz de hablarme con personas que escriben:

Haber si nos vemos.

1. El ensañamiento

Hace no demasiado tiempo podría haber escrito uno de estos tuits, y puedo comprenderlos:

Han corrido ríos de tinta sobre la eliminación de la tilde de la palabra solo. Los que hacemos mi trabajo, hemos tenido discusiones con los clientes que prefieren mantener la tilde, a pesar de que oficialmente se eliminó en 2010. Puedes comprobarlo en el corrector de ortografía de MyStilus.

Claro que, si los propios académicos de la RAE la siguen utilizando, poco podemos decir los redactores de a pie.

Tengo que decir que, por lo que he observado, la asociación de inteligencia o de cultura con ortografía no siempre se cumple. Por ejemplo, conozco casos cercanos de personas que leen y cometen faltas de ortografía; también de lo contrario.

Sea como fuere, a mí me sigue llamando la atención la desproporción de la ira que provoca el asunto.

2. El enfrentamiento

Cuando he dado con la horma de mi zapato, esto es, cuando me han corregido por el uso de expresiones o me han cambiado comas, yo también he reaccionado con ira desproporcionada. ¿Corregirme a mí? Hay detrás un sentimiento como de «perfección» y superioridad. También parecen verse heridos los valores y creencias más fundamentales del individuo.

Por ejemplo, yo utilizo habitualmente la expresión «aterrizar las ideas», pero parece ser que no es muy correcta.

Otra cosa que hago es poner comas separando frases complejas que están unidas por una conjunción, por ejemplo:

Fueron al campo a pasar el día y comer tortilla, y después se fueron a echarse la siesta.

Otra cosa que hago es distinguir un inciso de una información relevante. Si es relevante, no la acoto entre comas.

3. La aceptación

El tema es el siguiente: cada uno de nosotros/as aprendió unas normas distintas. Mi abuelo paterno era catedrático de Filología Hispánica, por lo que mi padre conoce muy bien las normas y nos las ha transmitido. Se reciben por tanto informaciones tanto del colegio como de la familia de cómo hablar y escribir. Lo malo es que las normas que se aprendieron van cambiando y lo que era correcto deja de serlo.

Un ejemplo: el dequeísmo. En mi época de estudiante se hacía mucho hincapié en evitar el dequeísmo, porque muchas personas decían cosas como:

El pescadero me dijo de que no le quedaban gallos.

Algo así, porque esto casi ha desaparecido y no lo recuerdo bien. En cambio, en mi época era correcto decir:

Le advertimos de que está prohibido estacionar en esa zona.

Actualmente, para evitar el dequeísmo, lo que se hace es evitar todas las formas «de que», incluso las correctas.

Algo que se suele olvidar es que las normas de la lengua son, en un primer momento, arbitrarias. Los nombres que se utilizan no se corresponden con los objetos que denotan, la formación de estructuras oracionales es distinta en cada idioma, la Lengua está viva y va cambiando, palabras que eran incorrectas se incorporan al diccionario, etc.

Si se acepta la propia Lengua como algo cambiante, variable y ajustable, como algo que se actualiza entre todos sus hablantes cada vez que se utiliza, es posible que se deje de sentir tanta ira cuando se cometen esos pequeños pecadillos que son las faltas de ortografía.

Además, la Lengua española se habla en muchos lugares del mundo, en los que las normas son diferentes.

Hace poco, mi hermano me llamó para que le confirmase a su pareja argentina que en España la c con la e se dice «ze» y no «se». Ellos estudian en el colegio que la c con la e se dice «se», y les es inconcebible otra pronunciación. Ella me preguntó varias veces:

¿De verdad que ustedes en el colegio aprenden a decir la c con la e como «ze»? ¿De verdad estudian eso?

Gracias a la Lengua

No habríamos alcanzado estos niveles de sofisticación en el pensamiento sin tener una Lengua rica que utilizar. Nos sería más difícil relacionarnos si esta Lengua no tuviese unas normas. Es de agradecer que se haya mantenido, cuidado y también actualizado a lo largo de los siglos.

Solo hay que recordar que quizá no sea tan grave escribir con ciertos fallos. Fallar es humano y nos hace más humildes.

Y todavía te extraña…

Hace unos cuantos años me pidieron que impartiera un curso de comunicación escrita eficaz.

Mujer escribe notas mientras toma un café

Así lo hice, me basé en distintas fuentes y teorías de la comunicación, e incluso utilicé las dos cartas del libro Cómo ganar amigos e influir en las personas, de Dale Carnegie, las que se eliminaron en versiones posteriores del libro.

El curso fue un éxito, en la empresa estaban encantados con el resultado que había tenido. Sin embargo, mi impresión mientras impartía era que no necesitaban un curso de comunicación escrita eficaz, sino simplemente un curso de comunicación empática, unas guías de cómo ponerse en el lugar del otro.

En el mundo actual, en el que mucha de la comunicación es escrita, me da la sensación de que falta un punto, o a veces un gran espacio, de acercamiento a la otra persona, a la que va a recibir el mensaje.

Las cartas eliminadas de Dale Carnegie hacían hincapié en ese matiz empático, en ese ponerse en el lugar de la otra persona:

¿Qué haría yo si recibiera un mensaje como este?

El mundo de la comunicación escrita

Un mensaje no es únicamente un email. Un mensaje es un tuit, un whatsapp, un Skype, un post en un blog o una lección multimedia en una plataforma de formación, entre otras opciones.

Nos podemos acercar a la teoría de comunicación que más nos guste. Yo menciono varias en el Manual de comunicación que escribí: la percepción, el análisis transaccional, la PNL, los estilos sociales, la asertividad, la empatía, la escucha activa y el coaching.

Incluso es posible que en una organización haya cursos sobre alguna de estas técnicas, o de varias, a disposición de los profesionales. Pero esta formación es inútil si no hay un cambio de cultura centrado en la mejora de la comunicación. Como mucho, puede aumentar el resentimiento del que hace el curso y lee sobre mundos ideales.

Características de la comunicación ineficaz

El listado que siempre se hace es el otro, las características de la comunicación eficaz. Sin embargo, a veces nos reconocemos mejor en los posibles fallos:

  • Escribir correos electrónicos utilizando formas impersonales o infinitivos de los verbos, como si no fuesen dirigidos a una persona, sino a un sabio robot. Por ejemplo: «Abrir incidencia y escalar el caso al departamento X».
  • Escribir en mayúsculas: hace ya bastantes años QUE ESCRIBIR EN MAYÚSCULAS SIGNIFICA GRITAR.
  • Asaltar a la otra persona en un sistema de mensajería instantánea o chat como whatsapp: «Mira esto, haz lo otro».
  • En un curso, no se explica al alumno con qué criterios se le va a evaluar (falta una rúbrica), con quién contactar en caso de incidencia, quién es su tutor/a, etc.
  • Personas del mismo nivel jerárquico (o inferior) utilizan formas imperativas en su comunicación: «Cuando termines, me avisas».

Cuando el fallo de comunicación es que no hay comunicación

Es conocido el deseo de muchas organizaciones de evitar «silos de información», esto es, que el conocimiento de la empresa esté en manos de unos pocos y no esté recogido en ningún sitio. Este es un fallo importante de comunicación, porque deposita una gran responsabilidad en las personas que poseen este conocimiento. Si estas personas desaparecen por cualquier motivo, se pierde lo que saben.

El correveidile o teléfono escacharrado

Otro rasgo de la comunicación ineficaz es no hablar con la persona a la que se quiere comunicar algo, sino hablar con otra, que preferentemente no sepa demasiado de qué va el tema. La confusión está asegurada, la mala transmisión del mensaje también, la ineficiencia es bienvenida.

Si el mensaje implica a cuatro personas, es casi como un gag cómico:

Me ha dicho Manuel que le digas a Ana que deje lo que esté haciendo y se ponga con los contratos.

Aquí, el verdadero emisor del mensaje utiliza un cierto sadismo porque parece disfrutar creando confusión y haciendo parecer tontos al mensajero, a Ana y al receptor. ¿Sabe el emisor qué es «lo que está haciendo» Ana? ¿Sabe si lo puede dejar para ponerse con los contratos?

Al no especificar qué hace falta hacer en relación a los contratos, es posible que la tarea se haga mal, se haga a destiempo o no se haga.

La comunicación hablada

Una amiga me lo decía con frecuencia: si el tema es difícil, mejor hablarlo. La mayoría de la gente no controla bien el tono de sus escritos. Y la mayoría de textos pueden interpretarse de muchas formas. Por eso hay tantos malentendidos en redes sociales, whatsapp, Skype, mensajerías varias… e incluso en largos correos electrónicos.

Tras recibir un email seco, duro o robótico, llama a esa persona. Verás cómo el tono es otro, mucho más suave, incluso sonriente y desenfadado. Es mucho más fácil perder el respeto al otro cuando se lanza el mensaje a una interfaz, por eso los insultos y el odio desmedido en redes sociales.

¿Cómo evitar la escalada de violencia?

Para impedir el tono imperativo, robótico o directamente insultante, imagina delante de ti a la persona que va a recibir el mensaje. ¿Cómo lo siente? ¿Qué cara pone? ¿Reacciona como si le dieras una patada en el estómago?

Luego, ponte en su lugar, imagina que tú recibes tu propio mensaje. Si eres una persona dura, que ha hecho callo y que se protege con esa forma de comunicación, puede que te parezca un mensaje muy correcto y que encuentres ridículo comenzar un mensaje con «Buenos días», «Hola» o despedirte con «Un saludo», «Saludos cordiales». Vale, pues ponle voz. Si llamas a una persona, ¿no le saludas antes de empezar a hablar?


Las organizaciones se gastan mucho dinero en cursos para mejorar la productividad, la eficiencia e incluso la comunicación. Y todavía se extrañan cuando estos cursos no tienen ningún resultado. El cambio de cultura corporativa requiere un cambio profundo de mentalidad que va desde arriba (fundadores) hacia abajo. Si esto no se da, no hay solución.

Traduttore, traditore

La traducción es un trabajo difícil, porque no basta con traducir palabras de un idioma a otro. La traducción literal puede traer frases como estas de un manual de instrucciones de un ventilador:

Saque el tanque de agua de la parte inferior de la parte posterior (enfriador de aire) y escape un tercio del tanque de agua mientras inyecta agua corriente en él.

Las cajas de hielo congelado (o helados) se colocan en el tanque de agua cuando el cliente desea obtener el viento más frío.

De la traducción automática como esta a las traducciones de obras de literatura clásica que consiguen una calidad literaria similar a la del texto original, va un mundo, como la Odisea de José Manuel Pabón para la editorial Gredos.

Por muy buena que sea una traducción, siempre se van a perder matices, como explica este artículo para traductores: muchos términos de un idioma no tienen una traducción que suene bien en otro idioma.

Traducción en el cine

Adaptación del guion

Los guiones de las películas necesitan de muchas adaptaciones para ajustarlos a nuestra cultura manteniendo la fidelidad al significado original.

Un ejemplo: muchas películas norteamericanas hacen alusión a personajes célebres que aquí desconocemos. En la traducción se sustituyen por personajes más conocidos, como en Top secret, que se habla de «Julito Iglesias».

Hablando de películas del humor absurdo, su traducción es realmente difícil y un trabajo muy respetable. Salvo los gags visuales, la mayoría de lo que se dice hay que reinventarlo con referencias equivalentes a las del chiste original. Por ejemplo, en la segunda y tercera películas de Austin Powers, el doblaje de Mike Myers lo hace Florentino Fernández, y se añaden en él incluso imitaciones de Chiquito de la Calzada.

Invención de los títulos

Mención aparte merecen las traducciones de títulos de películas. Algunas de ellas ciertamente responden a la expresión «traductor: traidor», como es el caso de «La semilla del diablo», gran spoiler que consigue desvelar el final de la película ya en el título. El título original, «El bebé de Rosemary», es más conservador con respecto al contenido de la película.

Cartel de La semilla del diablo, que en inglés se titula Rosemary's Baby

A veces, la inventiva no está muy justificada. Por ejemplo, en «La invasión de los ultracuerpos», la palabra ultracuerpos es inventada y sustituye a «ladrones de cuerpos», una expresión perfectamente utilizable. Hay una película magnífica de Billy Wilder que en inglés se titula «El fin de semana perdido», un título perfecto para lo que ocurre en la película, y que en español se titula «Días sin huella».

Otro ejemplo es una película francesa que se titula «Tout por plaire» (Todo para complacer) traducido como «¿Por qué las mujeres siempre queremos más?». Quizá se piensa que así es más vendible, sin embargo, el mensaje de la película no solo es el contrario al que da a entender el título en español, sino que cuadra perfectamente con el título en francés.

El doblaje de las películas

En el doblaje de películas, se añade una dificultad a la traducción: el texto tiene que coincidir más o menos con el movimiento de los labios de los actores. Por lo que a veces la traducción está lejos de la frase original, aunque el sentido sea el mismo.

En Terminator 2, en un momento dado en que se arma una explosiva escena de acción en una fábrica, uno de los trabajadores dice:

Get the hell out of here!

Lo que en subtítulos aparece como:

Evacuad la fábrica.

Sí, el sentido es el mismo, pero creo que se han perdido ciertos matices… La traducción literal no es posible, pero una traducción más aproximada podría ser:

¡Salid a la puta calle ya!

El doblaje tapa por completo no solo lo que los actores dicen, sino su tono de voz, inflexiones,… y el sonido ambiente, ese reverberar de las palabras en una catedral, el eco en una nave industrial, el sonido quedo de una sala muy pequeña…

Al ver una película doblada, ¿estamos disfrutando de la obra original? ¿O estamos disfrutando de una obra derivada? ¿El guion es equivalente? ¿El trabajo del actor de doblaje es equivalente?

Se suele decir que el doblaje en España es muy bueno. Lo cierto es que las voces de doblaje son muy profesionales y experimentadas, y como decíamos antes, nos acercan la película al adaptarla a nuestra cultura.

Aun así, me parece un error que un mismo actor/actriz doble a más de un actor original. ¿Por qué? Cuando es el asesino, lo sabes por la voz, cuando no estás mirando, sabes que está hablando Al Pacino, Stallone o Robert De Niro, entre muchos otros. O si es una mujer, estás oyendo a Diane Keaton, Kim Basinger o Kate Capshaw entre muchísimas otras. Leonardo Di Caprio  tiene la voz de Jim Carrey, que a su vez dobló al primer Austin Powers pero no a los siguientes, Harrison Ford habla como George Clooney, y cuando De Niro y Pacino se encuentran en una película, uno de los dos tiene que perder su voz por otra.

Alteración de la obra de arte

Al margen de que la traducción sea más o menos fiel al original, está la consideración de si altera la obra de arte.

Si leo un libro traducido, ¿estoy leyendo el libro que escribió su autor? ¿O se trata de otro libro?

Las versiones bilingües de los libros nos muestran el fino trabajo que se ha realizado en su traducción, que no puede evitar perder matices por el camino. Sin embargo, también se añaden matices que provienen de las palabras escogidas por el traductor. Podemos hablar de obra derivada, o podemos hablar de la creación de una obra «nueva» a partir de una obra existente, con un mérito que tiene escaso reconocimiento.

En definitiva, tengo sensaciones encontradas con la traducción y el doblaje, porque pienso que la traducción es imprescindible para la difusión de las obras escritas (incluyendo los guiones cinematográficos) y al mismo tiempo pienso que se pierde parte del trabajo tanto del escritor/guionista como de los actores e incluso director en el caso del cine.


¿Qué opinas? ¿Hay películas que prefieres ver dobladas? ¿Eres de los amantes de la V.O.? ¿Consideras que la traducción de un libro equivale al original? Cuenta, cuenta.

Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios.

 

 

Quien no recuerda nombres

¿Existen las cosas si no tienen nombre?

Es un tipo de reflexión a la que se dedican los lingüistas, existe un amplio campo para el estudio de los significados, la semiótica, la semiología, los límites de la interpretación, etc.

Algunas personas tenemos dificultades en recordar nombres propios. Al mismo tiempo, nos cuesta poner un nombre distinto a algo que ya llevaba una etiqueta, una marca.

No recordar nombres propios

Cuando alguien que no recuerda nombres propios quiere hablar de una película, no recuerda su título. Prueba a hablar de sus actores, pero no recuerda cómo se llaman. Acaba haciendo frases muy largas que provocan pérdida de interés:

Sí, esa película en la que aparece el actor que también salía en otra película en la que son presos y les empiezan a perseguir porque se han escapado de un furgón que ha tenido un accidente y…

Cuando se habla de música, el que no recuerda los nombres pierde el prestigio con rapidez. Si afirma: «Me gusta la música heavy», le pueden preguntar: «¿Qué grupos, qué canciones?» Aquí las referencias son más difíciles de encontrar, haciendo un esfuerzo se consigue recordar algún grupo, los más nombrados: Iron Maiden, Guns N’ Roses… Y los títulos de las canciones quizá los adivina por el estribillo.

Cuando quien no recuerda los nombres viaja, lo hace cada vez por primera vez. Sabe que en una ciudad concreta había un restaurante muy bueno que… Pero no recuerda cómo se llama, por lo que no lo puede buscar ni reservar. Quizá alguno sabe orientarse y lo encuentra deambulando por las calles de esa ciudad. Puede describir en detalle ese restaurante, pero el nombre no ha quedado registrado en su memoria.

Recordar etiquetas y marcas

Curiosamente, quien no recuerda los nombres propios sí suele quedarse con nombres de etiquetas y marcas comerciales, hasta el punto de olvidar o desconocer el nombre genérico.

Cuando quiere hablar de esa crema de chocolate que se unta, tiene que decir Nocilla y, los menos antiguos, Nutella. Necesita decir la marca para estar seguro/a de que habla de lo mismo.

Para decir café de sobre, dice Nescafé.

En un bar, pide una Coca-Cola. Cuando le responden: «Solo tenemos Pepsi», vive unos microsegundos de perplejidad, pues en su mente responde: «Es lo mismo, Coca-cola es el refresco marrón». Además, en España este refresco no ha conseguido un nombre genérico rápido de decir.

En la farmacia, pide Gelocatil, de vez en cuando recuerda decir el nombre «más barato», paracetamol.

Y no sabe qué hacer con las denominaciones sucesivas del corona virus, coronavirus, el covid-19, la covid-10, la covid sin más…

Hablando en indio

Forma parte del discurso de autoridad la capacidad de mencionar los nombres propios y específicos de aquello de lo que se está hablando.

Los que no recuerdan los nombres propios, hablan parecido a los indios americanos en las películas y parecen menos capaces:

  • El que vive cerca del parque grande.
  • La que va muy arreglada y es mayor y simpática.
  • El señor mayor que anda como cojeando.
  • La hija de la señora que vende el pan («panadera» a veces no viene a la mente).
  • Un pueblo que está en la provincia de Badajoz, que es pequeño.
  • Un grupo heavy que su cantante es rubio y tiene el pelo largo.
  • Un programa para recortar imágenes y hacer una edición sencilla.

Lo que dijo Dale Carnegie

Fotografía retrato de Dale Carnegie

En Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, Dale Carnegie dedica muchas páginas a destacar la importancia de recordar el nombre de la persona con la que estás hablando.

Para cada uno de nosotros/as, nuestro propio nombre es el más importante de la tierra. Para influir en una persona, debemos al menos recordar su nombre, como signo de que nos interesa.

Una vez que llamamos a otro por su nombre, si queremos mostrarle interés, hablemos de lo que le interesa. La mayoría intentamos interesar a otra persona contándole lo que nos sucede y nos ha sucedido. Sin embargo, lo más aburrido para una persona es que otra le cuente su vida.

Mostrar interés genuino es reconocer la importancia del otro, reconocer que somos iguales, que tenemos muchas cosas en común. Y reconocer quizá que nos parecemos más de lo que querríamos reconocer, o incluso que nos gustaría ser como la otra persona pero no nos lo permitimos.

En Estrella doble, Robert Heinlein habla de cómo el político Bonforte recuerda los datos de cada persona con la que se entrevista, comenzando por su nombre, a través de los ficheros Farley.

Un mundo más pequeño

Las palabras crean el mundo en el que vivimos. Sin palabras, el mundo se limita a aquello que podemos señalar, pero no podemos elaborar discursos complejos, abstractos, específicos…

Cuando una persona empieza a olvidar palabras, parece estar perdida y tener menos conocimientos, parece desubicada, en un mundo impreciso y vago. Cuando no somos capaces de recordar nombres propios, en nuestro pensamiento todo parece bastante claro, pero su construcción se viene abajo cuando queremos comunicarlo a otra persona.


Las cosas que no tienen nombre o que no puedo mencionar parecen no existir. Parece que la existencia de algo, aun si no es tangible, viene en nuestro mundo humano a través de su nombre.

 

Tienes una cita

Estos días cobra mucho valor «tener una cita», es decir, tener un acontecimiento o evento que se apunta en la agenda, empieza a una hora concreta y termina y, durante la sesión, permite interactuar con otras personas.

Por el contrario, puede que te apuntes a uno o varios cursos pero no tienes motivación para continuarlos. No hay nadie al otro lado a ninguna hora específica… y eso no motiva demasiado.

Tipos de citas durante el confinamiento

Durante el día, puedes tener varios tipos de citas que te ayudan a estructurar el tiempo, como pueden ser:

Seguir escuchando el programa de radio por las mañanas

El programa es en directo y con suerte tu llamada puede entrar en el aire, o tu mensaje de audio puede escucharse como respuesta a algo que han planteado. Muchas gracias a los que hacéis la radio, hacéis muchísima compañía.

Ver un programa educativo o de ejercicio en la tele

La tele como fuente de experiencias síncronas se había quedado en el telediario y algunos programas de corte informativo. Ahora se añaden programas educativos para niños o gimnasia para adultos que, sin ser en directo, sí agrupan personas frente al televisor durante el tiempo que se emiten.

Estos programas proporcionan una sensación de cohesión, especialmente a los colectivos que no disponen de medios de conexión a Internet, no son de calidad o no saben cómo utilizarlos.

Seguir un webinar o un taller que se imparte a una hora determinada

Por poner un ejemplo, ayer participé en un webinar (seminario web) de HEC Paris, impartido por Jeremy Ghez, un Economista con interesantes conclusiones de lo que está pasando con la globalización a raíz del coronavirus. Hubo tantas inscripciones que se realizó a través de YouTube en lugar de Zoom.

Ver una actuación por Instagram, YouTube, etc.

Hace un par de días vi una actuación del mago Kiko del Show, de A toda magia, englobado en el Festival #QuedateEnCasaConMagia organizado por la Fundación Abracadabra de Magos Solidarios.

También están los vídeos de Miguel Vigil en su canal de YouTube. Sus monólogos y canciones añaden un toque de humor y buen rollo a esta situación, y recomiendo altamente seguirle:

Quedar con los conocidos

Esto incluye dos tipos de citas, y son de las más valoradas:

  • Quedar con familiares o amig@s para hacer una videollamada y verse durante un rato, por ejemplo a través de WhatsApp. Esta cita puede incluir tomarse un vermut, una cervecita o el aperitivo, la idea es «emular aquellos tiempos».
  • Quedar con profes y compañer@s de actividades para tratar de continuar con ellas a través de Zoom, Skype o Hangouts.

El aplauso de las 20.00

Este aplauso trasciende su intención inicial. No solamente muestra el apoyo a todos los profesionales que están haciendo posible que esto salga adelante, sino que poco a poco ha tomado el tono de actividad social.

El aplauso, que se oye en la ciudad como una ovación en un estadio de fútbol, reconforta en pocos minutos de todo un día de aislamiento absoluto. Especialmente desde que cambiaron la hora, se ha hecho más fácil ver en las ventanas a los vecinos de edificios aledaños y con ello aumenta la sensación de conexión social.

En muchos barrios, algunos vecinos unen al aplauso alguna música motivadora como las que compartí cuando os hablaba de darnos ánimos unos a otros. Música que hace saltar, gritar y llorar, que sirve de desahogo y para compartir penas.

Características de estas citas

Podrían extraerse algunas características comunes de estas citas que no eran lo habitual en el consumo de productos virtuales o, en general, en las formas de relacionarnos fuera de un estado de confinamiento. Por ejemplo, veo que:

  1. Prima lo auditivo sobre lo visual. Incluso en las videollamadas, la calidad de la imagen es lo de menos, no digamos el diseño gráfico. Lo que importa es oír y entender. Los aplausos: oír a los vecinos, no verlos, es lo fundamental.
  2. Prima el contacto con el círculo más cercano sobre el contacto con personas desconocidas. Si bien podemos apuntarnos a seminarios y talleres «ajenos», mi sensación es que damos más importancia a poder continuar el contacto con personas más cercanas, tanto de la familia como de las actividades que hacíamos antes (teatro, creatividad, danza…).
  3. El aspecto casero es bueno. A diferencia de los productos profesionales que se entregaban hasta ahora, tipo charlas TED, estamos viendo productos audiovisuales con la calidad «que se puede». De hecho, producen una mayor sensación de cercanía y sobre todo de frescura, creatividad e improvisación.
  4. Prima el horario sobre el contenido. Esto rompería la tendencia que teníamos de consumir contenidos desde plataformas online, cada uno lo suyo cuando le da la gana. Si hay un horario en que siento que otros hacen lo mismo que yo, lo prefiero, ya que da la sensación de conexión y cercanía. Esto aplica tanto a películas y series como a los cursos online. Y hablando de los cursos…

Cómo afecta todo esto a la formación online

Llevo trabajando en el sector de la formación online desde 2010. Y algo que sé desde que me formé en la UNED sobre esto (Cátedra de Toledo, 2009), es que los alumn@s valoran mucho más tener tutores expertos y poder tener sesiones síncronas con ellos.

En otras palabras, el alto índice de abandono de los cursos online se debe a que el alumno se siente solo frente a una pantalla, con lo que no se engancha al contenido, más bien se aburre pronto de él.

Es algo que se está confirmando cada día con todas las iniciativas que surgen para aliviar el peso del confinamiento y de las que ya hemos hablado.

Por ello, quizá el panorama de la formación online deba cambiar, dando más recursos a posibilitar sesiones síncronas a las que se pueda acceder y menos a interminables cursos de hacer clic, cursos que suelen estar desesperadamente bloqueados, lo que da lugar a que los alumnos hagan clic sin leer, buscando «escapar».

Esto que estoy diciendo puede llevar a que mi trabajo actual cambie radicalmente o desaparezca, por lo que no es gratuito ni me resulta fácil afirmarlo.


Por último, quería compartir una cita con una meditación para esta pandemia, de Brigitte Champetier des Ribes. Es asíncrona, sin embargo, puedes seguir la indicación de hacerla a las 19.30:

 

Dándonos ánimos unos a otros

El coronavirus cada vez está más cerca, cada vez me provoca más respeto, cada vez siento más el dolor de los que dan positivo, de los muertos. Dedico por ello un tiempo a enterarme de las últimas noticias. Después, procuro compensarlo con las múltiples manifestaciones de creatividad y humor que produce una situación como esta.

Así, mi actividad social principal se ha convertido en escuchar y compartir canciones en grupos de whatsapp. Como os contaba en el post anterior, un compañero de teatro tuvo la iniciativa de proponer este juego: dedicar cada uno/a una canción al resto en el grupo. He replicado la iniciativa en otros dos grupos, así que paso bastante tiempo escuchando estas canciones que nos dedicamos unos a otros y dejándome llevar por las emociones que despiertan.

Una serie de discos de vinilo y unos auriculares, que dan la idea de la importancia de escuchar música durante el confinamiento

En este post os paso las que más me han gustado, de entre unas 60 canciones, en tres categorías:

Canciones para levantar el ánimo, bailar, reír…

Seguro que os han llegado unas cuantas, que incluso se han puesto en ventanas y balcones para darnos ánimos entre todos/as. Yo os dejo aquí las que más me han cambiado el estado de ánimo de la resignación a la sensación de alegría:

Sobreviviré, de Mónica Naranjo, gracias a mi madre:

Party Rock Anthem, LMFAO, gracias a Jorge:

La magonesa, una parodia de Harry Potter, de Trazzto, gracias a Laura:

Todos los días sale el sol, de Bongo Botrako, gracias a Bea:

 

Canciones para reflexionar

La mala costumbre, Pastora Soler, gracias a Ana:

A tu lado en casa, Los secretos, gracias a Antonio, el impulsor de esta idea:

Quédate junto a mí, Playing for Change, gracias a Alberto:

You’ve got a Friend, de Carole King, gracias a Javier:

 

Canciones con vídeos curiosos

La Revolución Sexual, de La casa azul, gracias a María:

Hoy toca ser feliz, Mago de Oz, gracias a Ceci:

Think, de Aretha Frankin, gracias a Alberto:

Tiny Desk Concert de Monsieur periné: NPR Music, gracias a Susana:

 

Y un poquito de ruido blanco

Es posible que estos días estés escuchando demasiado silencio, que te desveles como yo a las 4 o 5 de la mañana o que cualquier ruido de los vecinos empiece a quitarte el sueño. Para ello, recomiendo un poquito de ruido blanco. Este vídeo dura 10 horas, así que lo podrías tener puesto toda la noche. A mí me basta con un rato, no sé si llega a una hora, hasta que de repente lo apago entre sueños:


Tengo que admitir que no habría escuchado la mayoría de estas canciones en «otros tiempos». De hecho, no veía vídeos que durasen más de 3 minutos, ni soportaba canciones de estilos musicales muy ajenos al rock o a la música de baile. Pues mira, «chúpate esa», estoy descubriendo todo un mundo y ampliando mis estrechos horizontes musicales…

Gracias por leer.

Los otros extraños

Es la hora habitual. Vas en el metro junto con los otros extraños. A pesar de que está lleno de gente, cada persona procura no tocar al resto si puede evitarlo. La barra a la que te agarras tiene otras cinco manos a distintas alturas, manos de los otros extraños. En esa situación, evitas, como todos, cruzar la mirada con el resto. Para esto, los teléfonos inteligentes son de mucha ayuda.

De hecho, no solo haces como si allí no hubiera nadie. Mantienes en tu mente una vívida conversación con tus compañeros de trabajo sobre un proyecto que se ha complicado. En este momento, la conversación en tu mente es más real que la situación donde está tu cuerpo, las personas en tu mente son más reales que las personas que rodean tu cuerpo.

Hasta que ocurre algo.

Un vagón de metro lleno de personas

En medio de un túnel el tren descarrila y el vagón en el que viajas gira noventa grados, todo el mundo cae, unos encima de otros. Gracias a ello, las personas y palabras que había en tu mente desaparecen en el acto. A cambio, los otros extraños cobran una realidad tangible, se hacen evidentes, se les oye, se les ve. ¿Cómo evitar el roce con esos extraños, si has caído sobre algunos de ellos y algunos de ellos sobre ti? ¿Cómo dejar de notar el tacto de su ropa, su olor corporal, su presencia, todo aquello que un minuto antes hacías como si no existiera?

¿Tiene que haber un accidente para que percibas a esas personas a tu alrededor?

La situación que se produce en el metro siempre me ha parecido muy llamativa, más aún cuando los vagones van completamente llenos (de gente). Leí de algún autor que si fuéramos ratas, en esa situación nos pelearíamos hasta matarnos, pero la oxitocina logra que, en lugar de eso, nos ignoremos amablemente.

Este ignorar personas, los otros extraños, es al mismo tiempo una forma muy rápida de cosificarlas. No sientes que estés rodeado/a de personas en el metro, sino de objetos o de obstáculos: solo hay que ver la rudeza con la que a veces te abres paso hacia la puerta de salida en tu estación.

Y se convierten en personas en momentos de vivencia inusual. Se convierten en personas cuando algo rompe la rutina: un señor mayor se cae, un joven da un tirón al bolso de una señora, de pronto, alguien se pone a hablar alto (como actuando) o a cantar y tocar un instrumento.

En otras palabras, si te sucede algo en el vagón del metro, es por interacción con los otros extraños; son los otros extraños los que pueden ayudarte, no las personas con las que conversas en la mente.

Cuando conviertes a los otros en personas, es muy probable que los otros te conviertan también a ti en persona.


Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué preguntas o reflexiones te surgieron mientras leías este post?

Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios.