Hace unos días os hablaba del prólogo de Clásicos para la vida, un libro de Nuccio Ordine, en el que el profesor da su opinión sobre distintos aspectos de la pedagogía.
Pues bien, sigamos dialogando con él, porque hemos dejado para este post todo lo relacionado con «transformación digital en la educación»: uso de dispositivos, creación de cursos online, evaluaciones automatizadas…
Vamos a ello.
Cómo se mide el aprendizaje
Como bien indica el profesor Ordine, la recogida de datos cuantitativos no implica la comprobación del aprendizaje.
…no explica los efectos que la «escuela digital» produce realmente «en la mente de los estudiantes y en su capacidad de aprendizaje»
Sin embargo, el autor contrapone la educación en valores y la medición del éxito de los instrumentos didácticos a través de datos cuantitativos.
Pienso que la educación en valores puede hacerse a la vez que se mide el éxito de los instrumentos didácticos. Es verdad que la recogida de datos muchas veces no mide si los alumnos han aprendido, sino que mide:
- Que hayan finalizado el curso.
- Que hayan pasado el test.
Y creo que esto no ha cambiado por pasar a los entornos digitales. Se sigue midiendo que los alumnos aprueben el examen.
Medir el aprendizaje es algo realmente difícil, porque supone observar cambios de conducta que se han producido en el proceso aprendizaje-enseñanza. Cuando lo que se enseña son conceptos, ¿cómo medimos que se han interiorizado? La mayoría de preguntas que se hacen a los alumnos sobre conceptos está evaluando su memoria…
La transformación digital
Pienso que la educación tiene que ser parte de lo que ocurre en el mundo, y no quedarse en un limbo de musas y dioses clásicos. De otra manera, muy pronto se quedaría anclada en el pasado. La educación, como la lengua, ha de estar viva.
Es normal que el profesor Ordine critique la velocidad a la que cambian las innovaciones tecnológicas, un mal que se sufre en todos los sectores y que lleva a realizar inversiones constantes en la actualización:
…rapidísimas innovaciones del mercado (que vuelven en poco tiempo obsoleta, y a menudo inutilizable, gran parte de los materiales adquiridos)…
Esto es una realidad. No es algo ideal, no es quizá deseable, pero sí es un hecho. En todo caso, no implica la segunda parte de la afirmación del profesor:
…significa automáticamente dejar caer en el vacío otros posibles caminos: por ejemplo, el de la formación y selección de los profesores o el de la optimización de la ratio entre docentes y alumnos.
Desde mi punto de vista, la utilización de la tecnología no guarda relación con la selección de profesores ni con la ratio docentes/alumnos. Lo que tendría relación con esto último es la transformación del profesor en facilitador o en tutor, la creación de aulas virtuales y el uso de plataformas para intercambiar contenidos.
Entiendo que el profesor se refiere a la elección de en qué se invierten los recursos, pero la inversión en tecnología requiere en todo caso la formación de los docentes en ella.
Ordine dice:
La buena escuela no la hacen las tablets ni los programas digitales, sino los buenos profesores.
El uso de tabletas, plataformas o pizarras digitales es un tema relacionado con los materiales del aula: a grosso modo, se cambian cuadernos por tabletas y libros por plataformas virtuales. Por tanto, yo puntualizaría: la buena escuela la hacen los buenos profesores, redactores de contenidos y expertos en e-learning que saben optimizar el uso de los medios digitales.
El misterio de la evaluación de los alumnos
Pienso que la evaluación es siempre el escollo. Y que cuando pasamos a entornos virtuales, es la parte más descuidada, peor planteada y más frustrante para los alumnos. Como las preguntas abiertas requieren a un tutor que las lea, se suelen preferir preguntas cerradas de test, relacionar elementos, escoger de una lista, ordenar… Todo aquello cuya corrección se pueda automatizar.
Para una explicación completa de cómo redactar preguntas de evaluación, visita esta otra entrada.
Nuccio Ordine critica el
…restringir los objetivos de la enseñanza a la simple superación de las pruebas evaluadoras.
Y en este aspecto, estoy bastante de acuerdo con él… siempre que tengamos en mente las pruebas evaluadoras como test mal planteados.
Hay muchísimos tipos de pruebas que permiten evaluar a los alumnos, y que dependerán de si la formación está destinada a adquirir conocimientos teóricos (información) o si lo está a adquirir destreza en la ejecución de una tarea (desempeño).
Pruebas de evaluación colaborativas
Además, existen pruebas que no responden al modelo tradicional y que para los alumnos resultan bastante atractivas:
- Opinión en foros: parecido a una discusión en clase, pero por escrito. En un foro de pregunta/respuesta todos los participantes pueden plantear preguntas y los estudiantes no pueden visualizar las respuestas de sus compañeros hasta después de haber contestado, lo que hace que pueda convertirse en una actividad evaluativa.
- Evaluación entre pares: los alumnos presentan un trabajo y después evalúan el trabajo de varios compañeros, de forma anónima. De esta manera se reconoce la capacidad de los alumnos de identificar las pautas con las que van a ser evaluados.
- Creación de documentos colaborativos: parecido al tradicional trabajo en el que los alumnos se reúnen en casa de uno para poner ideas en común, pero realizado a través de documentos digitales, con la potencialidad del acceso inmediato a más recursos.
Herramientas para el profesor
La inversión realizada en tecnología se puede amortizar si se utiliza en toda su potencia. A las pruebas de evaluación colaborativas, podemos sumar herramientas que el docente puede utilizar en entornos digitales:
- Encuestas: el aula permite una encuesta a mano alzada, pero las herramientas digitales añaden también encuestas en que se vota entre varias opciones. Se puede por ejemplo preguntar a los alumnos qué explicación quieren primero, cuántas pausas prefieren hacer, qué parte prefieren repasar…
- Elementos multimedia: el profesor puede utilizar vídeos, tutoriales, unidades interactivas… La cantidad de recursos que tiene a mano el profesor es mucho mayor, así como la facilidad de pasar de uno a otro.
- Grabación de la clase: si un alumno no se entera de algo en la clase presencial, pedirá a sus compañeros los apuntes, normalmente, a alguno más «empollón» (yo era empollona, uso la palabra con orgullo y sin connotaciones peyorativas). Tendremos suerte si el otro alumno ha apuntado bien las cosas. En cambio, en entornos virtuales, el alumno puede ver la clase todas las veces que necesite y acceder a los apuntes redactados por el profesor (sin errores de interpretación).
Estos son algunos de los elementos que me llevan a defender la transformación digital en la enseñanza.
¿Cuál es tu experiencia? ¿Crees que los entornos virtuales para los alumnos están bien diseñados? ¿Prefieres el libro de texto? Gracias por leer y por comentar. 🙂
Para saber más, lee este artículo de Brenda Padilla: Cómo transformar tus clases presenciales a modalidad en línea sin sufrir en el proceso.