Determinar la poeticidad de un texto no es fácil, porque todos los elementos del lenguaje que se dan cita en un texto literario tienen su correspondencia en el lenguaje común.
Tomamos como ejemplo Luciérnagas, de Ana María Matute. Este texto es literario, y nos basamos en el estudio de la intensificación en su discurso de elementos como el ritmo, los epítetos, las metáforas o el metalenguaje.
Veamos por qué afirmamos sin dudas que este es un texto literario frente a otros que son prosa correctamente escrita:
Iban a un pueblo de la costa, a una casa de paredes encaladas y postigos azules, con arena en el jardín, que crujía bajo los pies y se metía dentro de las sandalias. El día estaba lleno de oro, de un oro ardiente que inundaba los ojos, la boca. Se buscaba la sombra y la sombra era verde, con frescura mojada, como polvo de agua.
El ejercicio es este: podemos dar el mismo mensaje despojando al texto de todos sus recursos poéticos, de las imágenes que va creando, de los colores que nombra. Por ejemplo:
Iban a Altea, a una casa blanca y azul que tenía un jardín con arena. Hacía mucho calor y había mucha luz, una luz que cegaba y un calor que daba sed. Se buscaba la sombra en los árboles, que daban también humedad.
¿Qué hemos hecho? Desgraciar el texto. ¿Por qué? Para que se entienda que el hecho de que un texto en prosa sea correcto no da lugar a un texto literario.
«El día estaba lleno de oro, de un oro ardiente que inundaba los ojos, la boca» es una metáfora que hemos deshecho en el ejemplo prosaico. Es una imagen que va más allá de decir que hacía calor o que había mucha luz. El oro era ardiente, era oro líquido inundando los ojos y la boca. Es la práctica de una excepción, porque trabaja la imagen del calor y la luz de una forma nueva, no fácilmente repetible.
Además, hemos perdido la «frescura mojada, como polvo de agua«: se nos ha evaporado porque no nos ha sido posible traducirla en algo cotidiano.
Otro ejemplo:
Del humo tenue de aquellas fogatas, Sol creyó oír brotar una agria sinfonía de quejas, riñas y desolación.
El texto no literario podría decir algo como:
Sol tuvo la sensación de que brotaban quejidos del humo de aquellas fogatas.
Sigue siendo una metáfora, pero el texto de Ana María Matute contiene un hipérbaton que lo embellece, trayendo el humo a primer término, y dejando al final la «agria sinfonía» (una suerte de oxímoron) de quejas, riñas y desolación, que solo puede escuchar proceder del humo un personaje sensible como Sol.
Este es solo un pequeño ejemplo de cómo podemos detectar que un texto es poético: contiene recursos en todos los planos (fono-acústico, gramático, semántico, pragmático) que intensifican la práctica de la excepción.
Una pregunta. Que tipo de género era el de los ejemplo? ¿Narrativa?
Hola Xiomara, sí, son textos de narrativa.