¿Sube la luz? Apágala

Ayer recibí un whatsapp con este texto:

Atención!!!
Hoy a las 19h pagaremos por encender la luz un 33% más.
Esto es lo que permiten en plena ola de frío polar!❄❄.
Apaguemos las luces durante tan solo 20 minutos para que sus pérdidas sean notables y vean que SÍ TENEMOS VOZ!!! 😠😠😠.
Anima a tus amigos y familiares a que hagan un pequeño esfuerzo!!
Si lo pasamos rápido a las 19h ya estará por toda España.
📢📢📢📢📢📢📢💪💪💪💪


Y decidí tomarme la pausa de 20 minutos, no ya por el precio de la luz, sino para experimentar un pequeño apagón digital.

Acababa de merendar una rebanada de pan con Nocilla y un café con leche condensada (me lo pide el invierno).

Me disponía a leer una buena novela, y me pregunté si lo podría hacer con la linterna pequeña y con la luz de la calle que entra por la ventana.

Pero, ¿por qué no escuchar el silencio (o acaso a mi vecino pianista ensayar)?

En mi caso, el reto de los 20 minutos era doble: no se trataba solo de apagar la luz, sino también el WiFi.
Me arrebujé con la manta, al más puro estilo de capullo de invierno.

Mientras, pensaba en si lo mejor era bajar los fusibles dejando el frigorífico enchufado, o simplemente apagar la luz y aparatos… incluido el router. No habría servido de nada si entonces conecto los datos. ¿Qué clase de apagón digital es ese?

Lo último que pensé antes del apagón fue: «Voy a pasar frío», «voy a estar en paz».

Elige aburrirte

Estos 20 minutos únicos de desconexión resultaron muy breves. Esperaba aburrirme, esperaba estar pendiente del paso del tiempo. No. Lo cierto es que intenté leer los primeros minutos, con la linterna, y pronto me pareció que no estaba aprovechando este espacio en blanco para estar desocupada.

Me acordé de un artículo de Scott Young con título chocante: No estés ocupado. Es exactamente lo contrario de lo que escuchamos que hacen las personas de éxito; algunas incluso presumen de dormir solo 4 horas al día, tratando de mantener los platos chinos bailando al tiempo, cuantos más, mejor, cuanto más tiempo, mejor.

En mi momento de silencio, pensé que quizá lo más importante es distinguir entre mantenerse ocupado (tener una ocupación) y mantenerse agitado. Lo que he observado es que en la mayoría de las empresas, lo que se promueve es la agitación. Incluso la promueve el estilo de vida, con los perjudiciales “hay que”, y además, “se debe”.

Espacio para la creación

Este espacio de vacío también me recordó a lo que dicen muchos creadores: para el talento artístico se requiere espacio, la sensación de que no hay urgencia que atender, la sensación de poder vivir el momento presente, de poder sentir el vacío. Lo dice John Cleese y lo dice Ken Robinson.

«No puedes ser juguetón, y por lo tanto creativo, si estás bajo las presiones habituales» John Cleese

Mis reflexiones me llevaron a recordar el movimiento slow (por cierto, he visto que esto ha dejado de estar de moda, las búsquedas en Google ya no arrojan tantos resultados interesantes). No se trata solo de evitar una agenda apretada de eventos, sino de hacer que las cosas sucedan despacio. Por ejemplo, en el restaurante vegano Level, te avisan de antemano de que los platos se preparan en el momento y que por tanto tardarán en servirlos. Realmente, el tiempo de espera es semejante al de otros restaurantes, pero se vive con más tranquilidad cuando se sabe que el producto está siendo elaborado en el momento, “con amor”.

Pienso que la agitación en que vivimos es mental: estar siempre disponible, siempre responder, estar siempre sentados, utilizar el cuerpo lo menos posible. Cuando hay acción física hay liberación, y está demostrado que con el ejercicio se generan nuevas neuronas.

La creación en medio de la agitación mental no es posible, tal vez salgan exabruptos. Quizá la única cita en la agenda de un creador deba ser: crear. Hoy voy a crear, voy a dejar a mi inconsciente sacar palabras, voy a escoger colores y los voy a combinar de formas diferentes. Este creador puede salir a pasear para seguir captando ideas mientras pasea.

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Un creador en una oficina… No puede pasear, no puede quedarse mirando al infinito, no puede detenerse a observar un objeto y ver algo en él que no había contemplado antes. Algunos creadores han sido capaces de aislarse en una oficina y dejar salir su corriente de pensamiento, como Einstein, pero esto no suele ser lo habitual.

Los 20 minutos terminaron de súbito, pasaron demasiado rápido, dejaron ganas de escuchar más silencio.

¿Por qué no probar cada día unos minutos así, en blanco? ¿Qué opinas? Deja tu comentarios.

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