La confusión que genera el lenguaje

La confusión en los mensajes depende de la percepción y de las creencias
Cuando estaba documentándome para escribir el manual de comunicación eficaz, descubrí a Paul Watzlawick, autor de ¿Es real la realidad?, La teoría de la comunicación humana y de El arte de amargarse la vida, entre otros.

La comunicación genera confusión

Lo que este experto en lingüística explica no se me olvida nunca: el lenguaje verbal lleva a la confusión y a la desinformación. Lo veo cada día en las conversaciones que se sostienen, veo cómo se pasan por alto las percepciones inconscientes del lenguaje paraverbal y del gestual, que están revelando mucha información que quizá contradice esas palabras no del todo verídicas.

Watzlawick nos dice que:

“la confusión es comunicación defectuosa, que deja sumido al receptor en un estado de incertidumbre o de falsa comprensión”.

De lo que alguien trata de decir a lo que dice hay un mundo, y hay otro mundo de lo que el receptor escucha a lo que entiende. Dos mundos que forman un mar de confusiones. Durante la conversación, ambos interlocutores mezclan las palabras que están escuchando no solo con sensaciones del momento, sino con emociones del pasado que quedaron ahí, sin ser digeridas. El resultado es nefasto, y más aún cuanto más estrecha sea la relación entre ambos.

Una de cal y otra de arena: el doble vínculo

En concreto, me interesa algo que se denomina “doble vínculo” y que es un arma de destrucción masiva de relaciones. Se trata algo así como de dar una de cal y otra de arena, de buscar inconscientemente la culpabilidad en el otro para ganar como sea la batalla verbal. Esto nos afecta de la siguiente forma:

1) Dudamos de nuestra propia percepción

Cuando personas de gran importancia nos reprimen por la forma en que vemos la realidad o en que nos vemos a nosotros mismos, tendemos a dudar precisamente de nuestra percepción. Acabamos desconfiando de nuestros sentidos, sintiéndonos inseguros/as por ser quienes somos. Por ejemplo, es relativamente fácil hacer que otra persona se sienta gorda o fea.

2) Dudamos de nuestros propios sentimientos

Si personas de vital importancia te echan en cara no tener los sentimientos que deberías tener, acabas por sentirte culpable por no ser capaz de tener los sentimientos “verdaderos”, válidos. Por ejemplo, hay personas que echan en cara a sus parejas no sentir el amor que consideran que deberían sentir por ellas.

3) Obedecemos normas desobedeciéndolas

Cuando recibes de personas de apego normas de comportamiento que exigen y a la vez impiden unas acciones, encuentras que sólo puedes seguir estas normas desobedeciéndolas. Por ejemplo, te dicen que es voluntario apuntarte a un plan y cuando dices que no te apuntas, te preguntan por qué te comportas así.

4) «Cariño, me gustaría que fueses espontáneo»

Cuando personas muy cercanas te piden que te comportes de forma espontánea. Una conducta espontánea deja de serlo cuando es exigida por otro. Se manipula mucho con este tipo de peticiones. Por ejemplo, cuando te piden que sonrías o te rías más, que te dejes llevar, que te excites, que tengas un detalle, que fluyas, que te relajes, o que te duermas, etc.


Por supuesto, estos 4 puntos se van forjando cuando somos pequeños/as (nuestros padres y educadores nos manipulan así), y después se convierten en mecanismos automáticos de comportamiento, de forma que es bastante probable que la gran mayoría los utilicemos sin darnos cuenta, provocando en otros dolor y sufrimiento (y alejamiento). Al mismo tiempo, es probable que otros los utilicen sobre nosotros/as y nos hagan sentir incómodos/as sin saberse muy bien por qué, pues todo esto bombardea la línea de flotación inconsciente.

¿Qué significado le das a cada palabra?

La confusión no se da solo cuando hay un intento consciente o inconsciente de manipulación. Por desgracia, se da en prácticamente toda conversación, desde el momento en que cada persona da unos valores diferentes a una misma palabra, derivados de sus experiencias previas.

Por esto es tan importante no dejarse calar por las palabras que se oyen, sino ir más allá de ellas, aclarar con la mejor intención posible qué quiso decir la otra persona, sobre todo cuando la conversación ha llevado a un estado de falta de entendimiento. ¿Y se hace esto? Pues no, no se hace, sino que se tiende a “leer el pensamiento” de la otra persona e inventarse lo que pasa por su mente, algo que no puede precisar ni la propia persona…


Amigo/a lector/a, ten esto en cuenta, escucha, y ve más allá de las palabras, busca lo que se esconde detrás. Ésta es la única forma de saber si hay alguien ahí fuera.

Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué preguntas o reflexiones te surgieron mientras leías este post?

Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios. 🙂

 

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