Florence Lawrence

Hace un tiempo os hablé de la historia de Florence Lawrence, que conocí hace 3 años. A raíz de lo que descubrí, escribí un relato que presenté a varios concursos literarios sin éxito. He pensado que es el momento de que vea la luz. Para todos vosotros/as, mis lectores:

Llama al Doctor Wilson

Fotografía de la actriz de cine mudo Florence Lawrence

Me miro en el espejo de mi tocador y reparo en la vieja fotografía que está enganchada en su marco. En ella aparecemos mi madre y yo actuando en el teatro, yo tendría unos seis años. Sé que por detrás de la fotografía pone “Baby Flo, la niña prodigio, 1893”, aun así, tomo la foto y observo la bella caligrafía de mi madre. ¡Mamá, cómo te echo de menos!

Dejo la fotografía en el marco del espejo y veo mi reflejo en él. Mi aspecto me sobresalta como el sonido de una alarma. Es cuando me doy cuenta de cómo estoy ahora, de quién soy ahora, o de quién no soy. Ya no soy ella, ya no soy Florence Lawrence, ni siquiera soy Florence Annie Bridwood, si es que alguna vez lo fui. Soy una vieja pobre y desfigurada que va a acudir esta tarde a la M-G-M para hacer un papel secundario que no va a tener ningún reconocimiento.

No, no voy a ir.

Telefoneo a Mike y le digo que me encuentro indispuesta y que no podré asistir al rodaje. Desde luego, no he mentido, no me encuentro bien. No se trata solo de que ya no sea la estrella de cine mudo que llegué a ser hace más de veinte años. Se trata de que estoy enferma, me duelen los huesos, me encuentro muy cansada y ya no quiero seguir adelante.

Esto ya lo he sentido más veces en mi vida, en especial desde que me separé de mi tercer marido, Henry Bolton. ¡Ese cerdo! Pero no seguir adelante en aquel momento habría sido darle la razón.

Lo cierto es que yo no soy quien fui, lo he perdido todo. Todo.

Me siento en la silla del tocador y repaso algunas viejas fotos de mi álbum preferido.

¡Ah, la foto de Harry! Yo te amaba, Harry Solter. Fuiste el gran amor de mi vida. Por eso todavía no puedo comprender cómo me pusiste en riesgo en aquel escenario en llamas. Recuerdo cómo nos conocimos, mucho antes de aquello. Me buscaste, sin conocerme, para hacer un papel de amazona. Buscabas a una mujer joven y guapa que supiese montar a caballo, ¡esa era yo! Estaba ganándome la vida en Vitagraph por veinte dólares a la semana y me tenían de costurera. Gracias a ti pude colaborar con Biograph Studios, mi sueldo subió y pude dedicarme en exclusiva a actuar.

Eran tiempos tan diferentes… En un solo año podíamos rodar sesenta películas. Parece increíble. No dejábamos de trabajar. Los fans me llamaban la Chica Biograph.

Mira, aquí está la foto de Carl Laemmle. Fue gracias a ti, Carl: hiciste una campaña muy ingeniosa para hacer creer a los fans que había muerto, para después «resucitarme» e invitarles a ver mi nueva película. ¡Fue increíble! ¡Funcionó! A los veintiséis años de edad estaba ganando quinientos dólares a la semana como actriz principal. Eso era en 1912, hace ya demasiado tiempo. Con ese dinero pude cumplir mi sueño de toda la vida, comprarme un terreno de cincuenta acres.

Un terreno de cincuenta acres, mi sueño.

Ese terreno, aquella vida, mi sueño…

Solía sentarme en el camerino del estudio y me preguntaba cuánto tiempo más podría seguir haciendo creer.

Lo que yo realmente deseaba era retirarme, tener una vida hogareña al lado de Harry, tener hijos. Habríamos vivido en el campo con mi madre. Habríamos sido felices.

Florence Lawrence en su coche

¡Ah, el Lozier! Esta foto siempre me gustó. Fue también en 1912, si no recuerdo mal, cuando compré este Lozier descapotable. Los hombres se sorprendían con mi habilidad para manejar un automóvil, pero mucho más con mi capacidad para repararlo. En efecto, conocía toda la mecánica, su funcionamiento, para mí era una afición que me llenaba tanto como actuar. ¡Qué joven era! Se me ve tan pequeña al mando de esta máquina tan bella.

Mi viejo auto… ¿Dónde estarás ahora? Quizá desguazado… Desguazado como yo.

Y todavía algunos dicen que mis inventos de las señales para indicar la dirección y la frenada, y el del limpiaparabrisas eléctrico, tenía que haberlos registrado en aquel momento y no dejar que las grandes compañías automovilísticas los patentasen como suyos. Yo no le di tanta importancia a aquello. Era ingenioso, sí, pero solo me parecía un divertimento.

Vivía la vida que nunca había pensado que podría vivir, y que siempre había soñado. Y me persuadieron para que volviera a trabajar… Quizá mi ambición fue lo que me perdió. El momento decisivo fue renunciar a mi vida en el campo y volver a Hollywood.

No pude tener hijos con Harry Solter. Tenía un corazón delicado, su salud fue empeorando y al final se fue. Su pérdida fue muy dolorosa para mí, aunque lo habría sido más antes de la tragedia. Algo se rompió entre nosotros aquel día.

Matt Moore. Ver tu foto me produce dolor. Solo un año después de volver a mi carrera como actriz, ocurrió aquello. Fue durante el rodaje de “Peones del destino”. Estábamos rodando una escena en la que nos tenían que rescatar de un edificio en llamas. El fuego se descontroló. Yo siempre había hecho escenas arriesgadas, sobre todo montando a caballo, pero culpé a Harry de habernos obligado a rodar aquella escena. Matt, sin duda habrías muerto de no ser por mí, estabas tirado en el suelo, inconsciente. Quemarme la cara y el pelo y quebrarme la espalda cuando se derrumbó la escalera, creo que es un precio demasiado alto. Mi vida cinematográfica murió en aquel incendio en 1915, aunque yo me empeñase en continuarla. Ese, desde luego, fue otro de los momentos decisivos de mi vida. ¿Cómo me sentiría ahora si en lugar de volverme para ayudar a Matt hubiese seguido corriendo? Quizá la culpa no me habría permitido continuar con mi vida. Pero al menos habría sido una lacra que nadie más habría podido ver reflejada en mi rostro o en mi cuerpo, como sí lo fue el fuego.

Mi vida entera se desmoronó después del incendio. ¡Tantos meses de recuperación! En el fondo, nunca llegué a restablecerme por completo. La cirugía plástica… Reparó, pero no como para permitirme hacer un papel principal, y más con la nueva moda del primer plano. Y esta espalda nunca se ha curado, no ha dejado de doler.

Ah, esta foto es de la película “Elusiva Isabel”. Para mí fue un esfuerzo excesivo volver a estar en activo tan solo un año después del incendio. La tensión del trabajo me hizo recaer; estuve paralizada cuatro meses, la espalda… Intenté regresar a Hollywood unos años después, pero no tuve mucho éxito, ya era mayor y ya no era la misma.

Al año siguiente de morir Harry me casé contigo, Charles. En esta foto estamos guapos a pesar de todo. Compartíamos el amor por los automóviles. Contigo tampoco tuve hijos. Nuestro matrimonio empezó algo tarde para ello, yo tenía treinta y cinco años, pero todavía albergaba la esperanza de tener una hija y hacer de ella lo que mi madre hizo de mí: una estrella. Mi madre me había dado una profesión y siempre habíamos estado muy unidas, cosa que a Harry no le gustaba, y a ti, Charles, tampoco.

Cierro el álbum y lo dejo sobre la cómoda.

¿Por qué nunca he acabado de comprender a los hombres? Quizá sea porque mi padre murió cuando yo tenía doce años, pero ya estaba separado de mi madre desde mucho antes, así que para mí era como si no existiera. Yo adopté el apellido artístico de mi madre, y así borré a mi padre de mi realidad.

Mi madre… Mi madre murió en agosto de 1929, hace ya nueve años. No me acostumbro a estar sin ella, me defendió siempre, me abrió carrera, incluso luchó por aquellas ridículas patentes del automóvil. 1929 fue para mí un año maldito. Ya tenía cuarenta y tres años y Charles me abandonó. ¿Me abandonó por vieja? ¿Me abandonó por la tristeza en que me sumí a la muerte de mi madre? No lo sé, lo cierto es que continuamos con nuestra tienda Hollywood Cosmetics a pesar de estar separados, pero al final tuvimos que cerrar por la gran crisis… En ella perdí buena parte de mi fortuna. Me habían aconsejado invertir en acciones, y de hecho durante un tiempo estuve ganando bastante dinero. Pero de pronto todo se desplomó. Una vez más, mi vida se derrumbaba de golpe dejándome caer al vacío, como aquella escalera en el incendio.

Me casé de nuevo por ver si un hombre me mantenía. Pero aquel animal de Henry Bolton era alcohólico y un maltratador, así que le aguanté cinco meses penosos. Aquello fue muy doloroso, ya entonces contemplé la opción de no seguir adelante, y dejé todo preparado.

Ahora me veo obligada a hacer papeles menores por 75 dólares a la semana, y aun tengo que estar agradecida de que la M-G-M nos haya acogido, a los actores del cine mudo, como quien acoge a los niños harapientos de las calles.

Seguir adelante ya es un absurdo. No soy Florence Lawrence, no soy la Chica Biograph, soy una vieja desfigurada y enferma. Lo último que se ha añadido a mi carrera hacia el infierno es esta afección que me tiene tan cansada. El doctor Laurian dice que es una enfermedad de los huesos que produce depresión y que es incurable. Yo diría que la depresión comenzó en mi vida con aquellos hijos que no tuve, creció en aquel fuego que dejó su sello en mi rostro y se consolidó cuando perdí todo, hasta mi terreno soñado, en el crac de la Bolsa. Pero es solo desde que estuve con mi último marido, con el animal, que guardo conmigo los ingredientes que me van a ayudar a decir adiós: el jarabe para la tos y el insecticida para hormigas. No quiero hablar de cómo llegué al conocimiento de esta combinación. El insecticida es veneno, claro, pero sé que combinado con el jarabe va a ser menos doloroso porque el jarabe adormece, o es lo que espero.

Esos ilusos de la M-G-M me van a esperar para otro rodaje mañana, pero ya no va a haber un mañana.

Cojo de la cocina el insecticida y el jarabe. No se me puede olvidar dejar una nota para Bob. Hace poco tiempo que estoy viviendo con Bob Brinlow y su hermana. Ellos no tienen la culpa de nada. Me da pena hacerle esto a Bob, es un compañero de trabajo que se ha portado muy bien conmigo, me quiere como a una madre. ¿Y si lo dejo?

No, estoy decidida. He visto la alarma al mirarme en el espejo. Por primera vez en mi vida, voy a responder a un aviso del destino. Lo siento mucho, Bob, es mejor así. Podéis quedaros a vivir aquí.

Cojo papel de la libreta de la cocina, y escribo:

Querido Bob,

Llama al Doctor Wilson. Estoy cansada. Espero que esto funcione. Adiós, querido. No pueden curarme, así que dejémoslo así.

Con cariño, Florence.

P.D. Habéis sido todos estupendos. Todo es vuestro.

* * *

Miércoles 28 de diciembre de 1938

Marian Menzer, vecina de Florence Lawrence, escucha gritos de agonía procedentes de la casa de Florence y acude rápidamente a su auxilio. La señora Menzer encuentra a la señora Lawrence retorciéndose en el suelo. En la mesa de la cocina puede ver el bote de jarabe para la tos y el insecticida para hormigas.

– Pero, ¡qué ha hecho usted, señora Lawrence!

Marian Menzer telefonea al servicio médico. Se arrodilla en el suelo y toma a Florence Lawrence de la mano. La mano está fría, los ojos de la señora Lawrence están entrecerrados, su gesto es de dolor, su otra mano agarra la ropa en la zona del estómago.

Una ambulancia acude a la casa poco después. Se llevan a la antigua estrella del cine mudo en camilla.

Florence Lawrence fallece en el Beverly Hills Emergency Hospital a las 14:45.


Fuentes:

Viejas glorias que nunca lo fueron

En línea con los fracasados que tuvieron éxito, pero en un nivel más cercano a lo sórdido, están las viejas glorias que nunca lo fueron.

¿En qué consiste ser una vieja gloria sin gloria?

La vieja gloria sin gloria trató de destacar en alguna disciplina, avanzó y mejoró en ella, pero no alcanzó nunca un nivel lo suficientemente alto como para destacar. Sería ser el mejor entre los peores y el peor entre los mejores, un/a mediocre, el punto medio. Además, esta persona rememora aquellos tiempos como si fuese una vieja gloria consagrada, dándose importancia y viéndose por encima de la media.

Fotograma de la película Y entonces llegó ella, con Philip Seymour Hoffman en un papel de vieja gloria sin gloria

Esta forma de verse a sí mismo está muy bien retratada en la película Y entonces llegó ella, en el personaje que interpretó Philip Seymour Hoffman. Se trata de un actor aficionado que de joven había protagonizado un anuncio. Algunas personas le reconocían aún, y esto le ayudaba a seguir sintiéndose una vieja gloria. A pesar de que  tenía un papel menor en una representación amateur de Jesucristo Superstar, no tenía reparos en indicar a los demás (mucho más jóvenes) lo que debían hacer e incluso suplantar al protagonista dejándose llevar por su identidad con la gloria que nunca tuvo.

¿Cómo surge el fenómeno?

Hay dos componentes en las viejas glorias sin gloria, a los que llamaremos «los sin gloria»:

  • Un suceso del pasado en que estuvieron cerca de la gloria. Lo llamaremos el «suceso glorioso».
  • Un periodo de tiempo muy largo desde aquel suceso en el que no ha sucedido nada glorioso, lo que echa por tierra la posibilidad de consagrarse.

Verdaderamente, se trata de una situación triste. Los sin gloria se agarran al pasado fuertemente, lo que les impide alcanzar un nivel superior de destreza en otras disciplinas, y además lo distorsionan, dándole al suceso glorioso una importancia mayor de la que tuvo.

¿Y por qué no van a hacerlo? Hay que tener en cuenta que aquellos momentos fueron los únicos en los que tocaron algo parecido a la fama o al prestigio. Tuvieron la sensación de que podían llegar a más. Creyeron que el suceso glorioso era el primero de muchos. Pero se equivocaron.

Sucesos gloriosos

Los sucesos gloriosos pueden tomar muchas formas, y ser prolongados en el tiempo o tratarse de acontecimientos puntuales que son la culminación de un aprendizaje. En todo caso, están situados en un lejano pasado y no tienen continuidad:

  • Haber aprobado el examen del First Certificate o haber pasado un año en Inglaterra durante la carrera…. hace 25 años.
  • Haber sido elegida para actuar en un grupo selecto de bailarinas… en la adolescencia.
  • Haber estudiado piano durante los años de colegio.
  • Haber estado en contacto con famosos o con la tele: salir en un anuncio, ser entrevistado una vez (30 segundos), ser un extra en un capítulo de una serie, haber conocido a un famoso cuando no lo era, etc.
  • Haber dominado una «nueva» tecnología… que ya no está en uso.

¿Qué necesitan los sin gloria?

Sin duda, la evocación constante de aquellos tiempos donde se producían sucesos gloriosos se debe a una necesidad no cubierta de los sin gloria. Antes hemos mencionado alguna:

  • Necesidad de fama.
  • Necesidad de prestigio.
  • Necesidad de reconocimiento.
  • Necesidad de cariño.

En efecto, aquello que pareció poner a los sin gloria por encima de la cotidiana distribución normal, aquello que pareció alejarles de la mediocridad y prometerles un futuro de éxito, les hizo sentir que podían acariciar la fama, tener prestigio, ser reconocidos y amados… Y lo siguen evocando porque de aquel recuerdo tan manoseado se obtiene un halo de estos logros deseados.

¿Cómo poner el suceso glorioso en su sitio?

Los sucesos gloriosos tienen más atención y se les da más importancia de la que les corresponde. En términos de PNL, el suceso glorioso tiene más colorido, brilla más, se ve más grande, contiene sonidos y ruidos identificables, se siente incluso en las manos, en la piel…

Así que el primer paso para recuperar la fuerza del presente es apagar el suceso glorioso, bajarle el volumen, desconectarse de él, alinearlo con los recuerdos grises y remotos que lo rodean.

El segundo paso es prestar atención a la realidad presente, de manera que se le devuelva toda su intensidad. Puede ser necesario hacerse preguntas sobre aquello:

¿Con qué frecuencia hablo en inglés hoy en día? ¿Sigo estudiando piano? ¿Volví a aparecer en la tele alguna vez? ¿Se utiliza ahora el software xxx?

Lo cierto es que ya ni recuerdas la última vez que te pusiste las zapatillas de punta, o tu aparición en televisión está grabada en una cinta de vídeo VHS, o el software que dominabas cabía en un disquete… Con este frío enfrentamiento con la realidad, puedes por fin girar la cabeza hacia adelante y caminar hacia tu vida de ahora, la de verdad.


Como apunte final, quizá ya lo hayas pensado: sí, un sin gloria puede caer en el fenómeno «cuñadismo»…

Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué reflexiones te surgieron mientras leías este post? Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios. 🙂

El éxito de los que fracasaron

Es bastante curioso: existen muchos libros que venden la fórmula del éxito. Incluso mucha formación está orientada a que tengamos éxito. En estos materiales, aparecen ejemplos de personas y empresas que han tenido éxito con ideas novedosas, con inversión en innovación, con su anticipación a los mercados, etc.

Sin embargo, parece que nadie se dedica a explicar el éxito de los que fracasaron en vida, a explicar por qué estudiamos las obras de los artistas que en vida eran casi vagabundos, llevando vidas sórdidas que acabaron en suicidio o sufriendo trastornos mentales que por momentos les incapacitaban.

Algunos de estos fracasados con éxito post mortem pertenecen al club de marcianos que inauguré en un post anterior, por ello les resultó especialmente difícil en vida vender sus ideas, vivir de su creatividad, hacer valer sus obras.

Otros fracasados no tuvieron el éxito suficiente como para que ahora se les recuerde, lo más probable es que se pierdan en el olvido, a menos que alguien muestre interés por contar sus vidas…

El loco del pelo rojo

Retrato de Vincent Van Gogh

Vincent van Gogh es uno de estos fracasados. A pesar de su forma inusual, novedosa y bella de expresión plástica, aquel loco apasionado no pudo ni imaginar lo que se valorarían sus pinturas más adelante.

Un hombre obsesionado con plasmar la luz del sol, la acción de trabajar en el campo, el movimiento del viento en los trigales, que trabajó intensamente cuadro tras cuadro. Recomendaría ver aquí la película El loco del pelo rojo, un gran homenaje a este pintor, estéticamente trabajada. ¿Alguien utiliza a van Gogh como ejemplo de éxito? Parece que no. Lo que hizo en vida no le sirvió de mucho.

Vincent llevaba el nombre de un hermano que nació un año antes que él y murió de forma prematura. Tal como dice el tomo «Vincent van Gogh y la melancolía» de la colección This is Art  de El País,

…el segundo Vincent llegó al mundo con esa lápida sobre el pecho, la piedra de su melancolía. Los padres no se lo pusieron fácil: le hicieron sentir que era una copia y no el original, un sustituto imperfecto.

SIVAINVI (VALIS)

Fotografía de Philip K. Dick

Philip K. Dick tuvo reconocimiento en vida: fue admirado tanto por autores coetáneos de ciencia ficción (por ejemplo, Robert A. Heinlein) como premiado numerosas veces y publicado en distintas revistas. Su producción fue vasta, tanto en novelas como en relatos cortos.

Sin embargo, no conseguía salir adelante, vivió con dificultades económicas y necesitando ayuda toda su vida. Además, comparte con Van Gogh el caminar por el filo entre la cordura y la locura, tenía visiones y posiblemente brotes psicóticos. Como podéis leer en el completo artículo de Wikipedia:

Dick aceptó estas visiones como reales, buscando otras explicaciones racionales y religiosas, creyendo que había establecido contacto con una entidad divina de algún tipo, a la que se refería como Cebra, Dios, o más frecuentemente SIVAINVI. SIVAINVI es el acrónimo de SIstema de VAsta INteligencia VIva (en inglés VALIS: Vast Active Living Intelligence System).

Ahora, todos conocemos sus historias por las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de ellas, por ejemplo, Blade Runner, adaptación de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? o Desafío total, adaptación de Podemos recordarlo por usted al por mayor, por citar las más conocidas.

¿Se sabe si en alguna escuela de negocios o en algún libro sobre el éxito se pone como ejemplo a Philip K. Dick? Parece dudoso.

Este escritor comparte con van Gogh la carga de un hermano muerto, en este caso, el fallecimiento de su hermana melliza a las pocas semanas de nacer.

The Biograph Girl

Florence Lawrence en su coche

Florence Lawrence fue una actriz de cine mudo que comenzó su vida artística de niña, actuando junto a su madre. Tuvo mucho éxito y se la conoce como la primera actriz de la que se supo su nombre (hasta entonces, los actores no aparecían en los títulos de crédito).

Fue una mujer entusiasmada con la mecánica. En 1912 se compró un automóvil, algo bastante peculiar para una mujer de esa época. Florence inventó un mecanismo que funcionaba como una señal de intermitente. Al apretar un botón, se levantaba o bajaba una bandera en el parachoques trasero, indicando la dirección. Además, también desarrolló un invento para avisar a los motoristas de un stop próximo. Al pisar el freno, aparecía una pequeña señal que decía “Stop” en la parte trasera del coche. Además de esto, inventó el primer limpiaparabrisas eléctrico, que se comercializó en 1917. No fue hasta 1925 que se patentó algo parecido al invento de Florence.

Si ahora sabemos esto es porque se ha escrito sobre ello, pero es probable que en su época el hecho del invento pasase bastante desapercibido.

Su historia no acabó bien… Tras un accidente de trabajo, quedó desfigurada y con la espalda rota. Le empezó a ser más difícil trabajar, ya no le daban papeles protagonistas. En su vida personal, fue enlazando matrimonios desastrosos y empezó a sufrir de una enfermedad de los huesos. Acabó suicidándose.

El caso 112

Fotografía de Rosa Pérez Lema, también fue conocida como Rosita Lerma

En 1991 vi un documental sobre una vagabunda que había muerto al caer por las escaleras del metro y que había sido actriz cuando era joven. La historia me dejó muy impactada. He logrado localizar este documental sobre Rosa Pérez Lema y recomiendo encarecidamente que lo veáis, porque ilustra a la perfección la vida de una persona que parece triunfar y que luego se hunde en el fracaso más absoluto.

Rosa Pérez Lema comparte algunos hechos biográficos con Florence Lawrence. Como ella, procede de una familia artística, en este caso, acróbatas de circo, por lo que muy temprano aparece ya en espectáculos.

Si ves el documental, observarás que ella lo intentó una y otra vez, como actriz y después como rejoneadora, ella quiere triunfar, se lo cuenta a todo el mundo, llega a compartir foto con Francisco Rabal o con El Cordobés

112 es el número de la tumba de persona no identificada en la que fue enterrada hasta que aquel equipo de televisión se interesó en saber más sobre ella, en una investigación ardua y profunda.

¿Cuántos de estos fracasados con éxito habrá a nuestro alrededor?

No sabemos nada. Están ocultos. Puede que tengan un cierto éxito, no vamos a negar que van Gogh vendió algunos cuadros, que Phillip K. Dick ganó varios premios y publicaba regularmente, que Florence Lawrence hizo más de 300 películas y llegó a tener mucho dinero, que Rosita Lerma destacó como rejoneadora…

Pero, ¿quién sabe dónde están ahora las personas como ellos? ¿Saben ellos/ellas que podrían ser especiales para generaciones futuras? ¿Cómo vivirán el fracaso? ¿Intuirán la genialidad de su obra, de sus inventos, y verán cómo no les es posible persuadir a casi nadie de su importancia?

Si siguen estas trayectorias atormentadas y horribles, seguiremos sin saber nada, solo algunos privilegiados estarán cerca de sus capacidades, y serán otras generaciones las que los descubran. Son como los cisnes negros, fenómenos atípicos que no se pueden predecir…

5 formas de demostrar tu éxito en el e-learning

(artículo de Tom Kuhlmann, permitida la traducción)

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En un taller reciente, alguien me preguntó cómo demostrar que tenían éxito y que los cursos que creaban marcaban una diferencia en la organización.

Es una buena pregunta, especialmente en esta economía, porque el departamento de formación es normalmente uno de los primeros hacia los que se mira cuando la organización necesita hacer algunos recortes en el presupuesto. Así que queremos asegurarnos de que aportamos valor real.

El e-learning es un tema candente

La buena noticia es que ahora, incluso con la economía de lucha, el e-learning es una industria candente. Esto tiene sentido. Para la organización que busca hacer recortes y aun así ofrecer formación, el e-learning es una opción viable, porque puede reducir costes.

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Es uno de los puntos que se discutió en este post sobre por qué el e-learning es tan efectivo. En primer lugar, hay una convergencia entre dispositivos móviles y trabajadores remotos. De forma que el e-learning está en el primer plano de esta convergencia.

En ese sentido, si creas cursos de e-learning, estás en una buena industria, y probablemente no necesitas preocuparte sobre recortes tanto como en el pasado. Pero volvamos a la cuestión original sobre demostrar valor.

Conseguir cobrar es una buena indicación de éxito

A menudo, pasamos mucho tiempo tratando de averiguar el ROI (retorno sobre la inversión) de nuestro trabajo, cuando es algo que ya ha sido determinado por la organización, ya que ellos crearon tu puesto y lo cubrieron contigo.

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¿Te están pagando? Si la respuesta es sí, entonces es una de las mejores formas de medir tu valor. Si no te valoraran, probablemente no tendrías un trabajo. Y en ese sentido, se trata menos de determinar tu ROI y más de proveer el valor que la organización espera de ti.

¿Tus cursos están alineados con los objetivos reales del negocio?

Una solución común para alcanzar los objetivos del negocio es ofrecer más formación. Pero la formación no siempre satisface los objetivos de la organización. Así que es importante comprender esos objetivos y saber cuándo un curso encaja en satisfacerlos.

A menudo, un cliente quiere un curso pero no está muy claro cómo el curso marca una diferencia real, aparte del hecho de que el alumno/a esté expuesto a información adicional. Yo siempre trato de profundizar en los resultados esperados. Después de que alguien realice el curso, ¿qué esperas que haga? Y después continúo con: ¿de qué forma esperas que esto se relacione con los objetivos de tu organización?

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Un curso de e-learning es solo una solución. Aléjate de la solución. Averigua qué es lo que se supone que hace el curso y por qué eso es importante. Es posible que disuadas al cliente de hacer un curso de e-learning. Eso está bien. Ahorrarás tiempo y dinero al no crear un producto que es una pérdida de tiempo y que no añade valor real.

¿Qué tipo de curso estás creando?

Yo coloco los cursos en uno de estos cestos. ¿Es sobre información o sobre desempeño?

Los cursos de información son más parecidos a programas de marketing que promueven la consciencia, sin expectativas inmediatas de desempeño. También pueden ser de recursos de apoyo al desempeño. Son importantes para apoyar las necesidades de desempeño pero no necesariamente están enfocados a las actividades de desempeño.

Algunas personas sugieren que todos estos tipos de cursos deberían ser documentación de apoyo más que cursos “e-learning”. Y definitivamente hay que considerarlo. Pero con las herramientas de hoy en día, crear información multimedia ya no es más difícil o caro que crear documentación impresa. Así que solo es una cuestión o necesidad y la solución que la satisface.

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Los cursos de desempeño están enfocados en actividades. En lugar de reunir una montaña de información, se crean actividades de toma de decisiones que reflejan el tipo de decisiones que el alumno/a necesita para superar el curso y la vida real.

Una vez que comprendes el tipo de curso que estás creando, puedes crear uno que ofrezca el mayor valor. Por ejemplo, un curso sobre información puede no requerir mucha interactividad (que lleva más tiempo crear). Y en el mismo sentido, un curso sobre desempeño usualmente necesita más que docenas de pantallas con viñetas o bullets. Comprender el tipo de curso te permite invertir los recursos allí donde consigues el máximo retorno de la inversión.

¿Estás ahorrando tiempo o reduciendo costes?

Muchas veces no tienes acceso al tipo de estadísticas que realmente demuestran la efectividad de un curso. O quizá tienes que crear cosas como la formación de reciclaje anual donde las estadísticas pueden no ser nada claras. Si esa es tu situación, entonces una buena forma de mostrar valor es centrarse en el proceso de producción y determinar dónde puedes reducir costes o ahorrar tiempo.

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  • Calcula el coste de tus cursos si fueses a contratarlos fuera. Compara luego esos costes con los tuyos.
  • Otro dato es la diferencia entre la formación presencial y ofrecer lo mismo online.

Puede que no siempre seas capaz de establecer qué es lo que se alcanzó con el curso, pero definitivamente sí podrás establecer que fue rentable.

¿Está satisfecho tu cliente?

Mientras que esto no mide necesariamente la efectividad de la formación, aún es una medida legítima. Cuando comienzo un proyecto, negocio un acuerdo de nivel de servicio con mi cliente. Parte de él detalla las expectativas, plazos y resultados.

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Al final del proyecto, le envío esto al cliente para recordarle que cumplimos el acuerdo con éxito. Trato de hacer esto cuando todavía las cosas están frescas. Si esperas hasta final de año, puede que ellos ya no respondan (porque están muy ocupados) o tenderán a desvirtuar la respuesta, porque querrán parecer ecuánimes o porque no recordarán exactamente cómo terminó el proyecto.

Como puedes ver, hay una serie de formas de probar tu valor y demostrar el éxito. Puede que no comprendas del todo el ROI, pero tu cliente sí. Cuando contrato al hijo del vecino para que corte el césped, no espero que me mande por email una hoja de cálculo detallando todo lo que hizo. Solo quiero saber que alguien ha cuidado del césped.

De la misma forma, te contrataron para crear un curso. Si lo entregaste a tiempo y a satisfacción de tu cliente, confía en esto porque todavía tienes un trabajo, y estás demostrando tu valor.

¿Qué otras cosas recomendarías a un desarrollador de e-learning que quiere saber si tiene éxito o no? Añade tus comentarios haciendo clic en el enlace.

Piensa mal y acertarás

Espera lo peor y no te desilusionarás

¿Esperar lo peor o esperar lo mejor?

(Traducción de la entrada «Always expect the worst and you’ll never be disappointed» de Michael Gerber)

Hace poco, y no era la primera vez, alguien me dijo: «Piensa mal y acertarás.» Vaya frase del demonio, ¿no es verdad? Pienso que los que dicen esta frase tienen buenas intenciones y que realmente querían decir que esperaban que yo pudiera evitar el dolor tan a menudo asociado con la decepción.

El hecho es que hay mucha gente que enfoca la vida desde esta perspectiva y, aunque hay una parte de verdad en ella, no es una verdad con la que yo quiera vivir.

Yo siempre espero y deseo lo mejor. Si las cosas no salen como yo las había esperado o deseado inicialmente, entonces pienso que debe de existir una razón para ello, y observo para aprender del propio acontecimiento. ¿Acaso nunca me desilusiono? Sí me ocurre. Pero las decepciones son una de las formas en que aprendemos y una de las formas de la vida de enseñarnos. Cuando seamos capaces de mantener la perspectiva de aprender de todos los sucesos de la vida, entonces podremos ver el valor también en cada una de nuestras desilusiones.

«Pensar mal» nos priva de la oportunidad de aprender. Si uno espera lo peor, entonces ¿qué es lo que se obtiene de no tenerlo al final? Nada.Cuando uno espera lo peor, también se priva de otra oportunidad, y es la oportunidad de «LA ESPERANZA.» La «esperanza» puede ser una de las mejores experiencias que tenemos disponibles en la vida. Es de lo que están hechos los sueños. Es lo que pone al ser humano en la luna y lo que cura enfermedades y lo que finaliza las guerras. Es una fuerza conductora que perfila vidas, construye futuros y hace de nuestro mundo un lugar mejor. La «esperanza» es lo que las personas felices tienen y hacen.

La esperanza nos da valor. Esperar lo peor no lo hace. La esperanza nos da energía. Esperar lo peor no. La esperanza nos eleva a nosotros y a las personas que nos rodean. Esperar lo peor no.

La decepción es nuestra maestra, construye el carácter y muchas veces es la mejor cosa que nos puede ocurrir. Esperar desilusionarse o esperar lo peor no ofrecen estos beneficios.

Yo desde luego entiendo por qué la gente odia desilusionarse. Pero, ¿sabes qué puede ser peor que ser decepcionado? Perder una oportunidad para la esperanza y aprender lo que la vida tiene que ofrecer.

Dicho de otra forma, «piensa mal y acertarás» puede ser una de las peores cosas que puedes hacer.