Brines, testigo del paso del tiempo

El pasado domingo emitieron un Imprescindibles sobre Francisco Brines en La 2. Cuando lo vi anunciado en Twitter, sentí emoción: yo conocí personalmente a Francisco Brines en la carrera de Teoría de la literatura y literatura comparada; de hecho, autografió para mí su antología Poesía completa (1960-1997). Brines era materia de estudio de la asignatura de Crítica literaria, dentro de la generación del 50.

Cuando vi a Brines en el documental, me costó aceptar su envejecimiento. Le había conocido alrededor del año 2002-2003, cuando tenía unos 70 años; aún no era académico de la RAE. Brines vino a la Facultad a dar un seminario y leyó varios de sus poemas. Explicó que la inspiración podía venirle en cualquier momento, incluso conduciendo: se paraba en un semáforo en rojo y apuntaba rápidamente en un papel la imagen que le había venido a la mente.

Su visita era importante, es como si nos hubiera visitado Vicente Aleixandre, de quien tenía influencias en su primera obra. Durante su charla, se me ocurrió una «pregunta inteligente» que, cuando me llegó el turno, se me fue de la mente. Como no conseguía recordarla, le pedí torpemente que leyera otro poema. Su voz era vibrante, profunda, leía con gusto y buena vocalización. Brines tenía más o menos este aspecto:

Magazelka, CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0, via Wikimedia Commons

La voz de Brines en el documental, grabado en 2020 y 2021, sonaba como un hilillo de aire, muy débil, pausada. Ya no solo su aspecto, su voz no era la voz que yo había escuchado. Lo que decía, por contraste, tenía mucha fuerza. Una fuerza que se puede apreciar en sus poemas, por ejemplo, este, Sísifo de la carne(*):

Algo el tiempo ha empezado a corroer
en la línea del vientre, en donde cruel
me avasalló, gimiendo, tu belleza.
Se ha iniciado la lenta despedida
del esplendor, y me arroja el reino
la maldición de mi naturaleza.
Y otra vez el desierto hasta encontrar
de nuevo los grilletes que me aten
a esa indecisión de una sonrisa
aparecida. El valle de los pájaros.

Cuántos barcos sin norte en esa niebla
de desaparición. Los mástiles caídos.
Al espejo se asoma
el estupor cansado de mis ojos,
la destrucción tan larga de mi carne.
Y el mendigo del mundo prometido
adelanta la mano que le humilla
por cobrar la moneda que no ha alcanzado nunca.

La reflexión sobre el tiempo

Los temas comunes de la poesía de Francisco Brines son varios. Uno de ellos el cuerpo, la carne. Otro los paisajes, los atardeceres y la noche, la naturaleza. Y otro, el principal, el tiempo. Impresiona el paso del tiempo en él, se buscan sus trazas al comparar sus poemas de Las brasas con los de La última costa. Curiosamente, su yo lírico en Las brasas era un hombre anciano despidiéndose de la vida porque se sabe mortal. En el poema Sísifo de la carne, de La última costa, podemos ver que la carne es víctima también de ese paso del tiempo.

Cuando vi a Francisco Brines en la Complutense, fijé el aspecto del autor, como si lo hubiera visto en una película. Así, en mi mente, Brines no envejecía. En las películas, los personajes no envejecen, mientras que, en cada revisión de una película, el espectador sí lo hace. Si en su día te habías identificado con Gene Kelly en Levando anclas, un día vuelves a ver la película y de pronto te parece un chico «demasiado joven». Y, al mismo tiempo, lleva muerto muchos años. Estos son los contrastes temporales a los que nos llevan fotografías y películas.

Por otro lado, a partir de una edad, es muy posible que no reconozcas a las personas de tu propia quinta. Más o menos hasta los 40 identificas bien a otros coetáneos. Y a partir de ahí, poco a poco, vas creyendo (ingenuamente, erróneamente) que esas personas «tan mayores» no pueden ser de tu edad, que tú te conservas mejor. El «señora» y la gente que te habla de usted te devuelven rápido a tu sitio, a tu generación.

Don Beltrán de Urdaneta

Recordar a Brines me ha conectado al personaje estimable de don Beltrán de Urdaneta, del que ya os he hablado un par de veces. Este personaje es un señor de unos setenta años. Le ha gustado disfrutar de la vida y sigue queriendo hacerlo. Pero se está quedando ciego y se va sintiendo cansado de ir de un lado para otro. Que esté acercándose a la última costa no significa que no pueda estar sometido a las circunstancias del destino, del azar. En el Imprescindibles, Brines comenta que somos hijos del azar: cuando llega, hay que agarrarlo, aunque nos aparte de un golpe.

El paso del tiempo, con la propia observación de un cuerpo que «el tiempo ha empezado a corroer», es doloroso cuando se atisba la muerte, el final, la otra cara de la moneda de la vida. Don Beltrán de Urdaneta se siente cercano a la muerte, por edad, pero cuando se ve apresado por un regimiento de facciosos (soldados carlistas) liderado por Cabrera, y es sometido a todo tipo de trabajos duros, se prepara aún más para este final: en cualquier momento puede ser fusilado por orden del general Cabrera, personaje histórico, apodado «el tigre del Maestrazgo».

La historia es dura: los liberales fusilan a la madre de Cabrera, María Griñó. Desde ese momento, Cabrera promete que la sangre de los liberales llenará los valles y subirá por las montañas. Y fusila a todo el que encuentra, sean mujeres, sean niños, o sean personas que pasaban por ahí, como el propio Urdaneta, que es capturado y llevado como preso a través de montes y valles, la mayor parte del tiempo a pie.

A pesar de su edad y su nobleza (el primer noble de Aragón), a Urdaneta le encargan talar árboles (con un hacha) para despejar una zona, o enterrar a los fusilados, a los que se desnudaba antes.

Terrible duelo y consternación produjo a don Beltrán la vista de los dieciséis cadáveres ya desnudos, rígidos en sus violentas contorsiones (…). Eran jóvenes, lozanas existencias destruidas bárbaramente en la plenitud del vigor (…). [Pensó:] «¡Pobres muchachos! ¿Por qué se les ha quitado la vida? España se desangra, España se aniquila. Asisto al suicidio de una nación. Sepultémosla en su propia tierra…»

La campaña del Maestrazgo
Hecho de Burjasot. M. Molina. Biblioteca Nacional. Madrid.

Contrasta la edad de los cuerpos con el rigor de la muerte. Contrasta la vejez de Urdaneta con la juventud de los muertos a los que se ve obligado a enterrar. Galdós no omite la dureza de la guerra, más bien crea imágenes claras de aquellos sucesos. En la época que escribió esta tercera serie, Galdós tenía entre 55 y 57 años. Aún había de vivir unos 20 más, pero ya era sensible a los achaques de la edad, especialmente el que le tocaría a él: la progresiva pérdida de la visión.

Igualmente, Francisco Brines habría de vivir unos 20 años a partir de aquella charla en la que presentó su antología subtitulada «Ensayo de una despedida».


Todo este juego de edades que contemplan edades es lo que me evocó el excelente documental de Imprescindibles. Brines, en pantalla, con 88 y 89 años, inmediatamente el Brines de la charla en mi Facultad, con 70, yo con 47 recordando haberle pedido su autógrafo con 29, Galdós escribiendo con 56 años sobre un personaje de 70 que contempla la muerte de jóvenes de unos 20.

Tal vez no podemos saber cuándo hemos de despedirnos. No sabemos qué hechos nos va a tocar presenciar, qué circunstancias nos quedan por vivir. Podemos atestiguar el paso del tiempo, como Brines y Galdós, podemos reflejar lo que vemos y lo que sentimos. Podemos, simplemente, vivir, disfrutar de lo que tenemos, agradeciendo lo que nos llega, despidiendo lo que se va.

(*) Nadie mejor que cada lector para sentir las emociones que le sugieren los versos del poeta. La poesía es difícil por su simbolismo, por su polisemia, por no ser lógica. Muchas veces requiere relectura, ir destilando cada imagen, cada palabra.

Mis cuarenta y cuatro: 2 patitos x 2

Esta semana he cumplido los 2 patitos… 2 veces. Es decir, 44.

Una bañera con cuatro patitos de goma que simbolizan el número 44 = 22 por 2

 

Es posible que me encuentre en la mitad de mi vida, es posible que me queden por vivir tantos años como he vivido, lo cual parece muchísimo, ¡y puede que hasta más!

Las tendencias “abuela Cebolleta” aumentan cuando se es más vieja que la Constitución española del 78. ¿Tanto? Yesssss…

Por otro lado, este blog cumple ya 10 años, y pienso que continuará adelante, es ya como una agradable rutina.

Y mi perra Kira cumple 12, que en términos humanos corresponde a 84: ella sí que es una abuela, con su osteoartritis y con una motivación por la vida que se contagia.

Un golden retriever color canela olisqueando la nieve
Kira en la nieve

Tener o no tener un plan de vida: esa es la cuestión

Cuando era pequeña, para mí existían tres tipos de personas: niños y niñas, señoras y señores y viejos y viejas. Es decir, iguales a mí, iguales a mis padres, iguales a mis abuelos. Por mucho que uno proyecte su vida cuando es pequeño, “de mayor quiero ser…”, no puede imaginarse la cantidad de años para los que no tenía ningún plan y ningún vislumbre. De hecho, parte de mi crisis de los 40 comenzó con la sensación de que ya estaba todo hecho y de que a partir de ahí todo iba a ser una aburrida repetición.

Ahora tengo que decir que cada vez estoy mejor. No cambiaría mi vida de ahora por ninguna etapa de mi pasado. Como decía sobre cumplir años, cada vez estoy más segura de mí misma y de lo que hago, y cada vez están más igualadas mis actividades reales con mis aspiraciones.

Conocerse a sí misma: sabiduría superior (puede que dijera o no Confucio)

Me he quitado un gran peso de encima desde que no trato de demostrar cuánto sé al redactar artículos para este blog. Esto se debe a que cada vez me parece más interesante el conocimiento personal, subjetivo, la verdadera comprensión y toma de conciencia al ir avanzando en la vida que la opinión también personal y subjetiva que puedan tener ciertos autores y que no deja de ser ajena a lo que una misma vive. Aquí estoy de acuerdo con Kris Gage.

Así que también he descubierto que, si bien puede parecerte interesante lo que lees aquí, nada va a transformar tu vida como tu propia experiencia real.

Lo que sí espero es que los lectores aprecien esta escritura más centrada: más sosegada, más fluida, menos forzada.

Todo esto ilustra un punto fundamental que he nombrado: igualar las actividades reales con las aspiraciones. Me preguntaron hace poco qué haría si me tocara el gordo de Navidad. En ese momento me di cuenta de que no tenía ni idea, y de que, cuando trabajaba en oficinas ajenas sí que me dedicaba a fantasear con lo que haría con mucho dinero, tipo dejar todo e irme a viajar, o a vivir cerca de la playa, etc.

Viviendo el día a día, sin más

No se trata de que ya no tenga ilusiones, sino que me siento a gusto con mi vida, suelo pensar a muy corto plazo, porque estoy convencida, como Nassim Taleb, de que no se puede predecir el futuro y de que se pierde un tiempo precioso al proyectar sobre aquello que está fuera de nuestro alcance. Así que disfruto de las pequeñas cosas y a veces se me olvidan los grandes anhelos de antaño.

Tampoco estoy diciendo que haya alcanzado algún estado de iluminación que me ponga por encima de esto; todo lo contrario. De hecho, hay muchas cosas que me molestan, que critico, de las que me quejo. Esas mismas que suelo omitir en este blog porque pienso que no aportan mucho, a pesar de que suelen ser buenas para conseguir seguidores que se quejan de lo mismo.

Felicitaciones varias

Ha sido interesante, como cada año, que me felicite Google. Si además una empresa se toma la molestia de crear un vídeo que te hace sonreír, pues es un gusto compartirlo:

Carátula del vídeo con que ING felicita a sus clientes

Ver vídeo de felicitación

Y quizá lo que he echado de menos han sido las llamadas de felicitación: cercanos, amigos y conocidos me han felicitado por Whatsapp y otras redes sociales, y la única llamada, claro, ha sido de mis padres, cantando el Cumpleaños feliz, porque ellos también son de la generación analógica.

En todo caso, me alegro mucho de celebrar virtual y asíncronamente mi cumpleaños con vosotros/as, y de contar con tantos sufridos lectores. 🙂

¡Gracias por leer!

 

No te prepararon para envejecer

Por mucho que te hayan contado, por mucho que hayas visto a tus propios padres envejecer, lo cierto es que no te prepararon para recorrer ese camino. Un buen día te miras al espejo y ves a una señora o a un señor, en lugar de verte a ti. Es impactante.

La forma del cuerpo cambia al envejecer, el abdomen se expande

Hay otras señales más allá del espejo que te van haciendo sospechar: por ejemplo, la edad de los protagonistas de la mayoría de películas clásicas es menor que la tuya. Piénsalo, recuerda Gilda, Irma la dulce, o también Regreso al futuro, Superman… Todos los protagonistas tienen unos veintitantos años, y de pronto te parecen demasiado jóvenes, incluso para resultarte atractivos: lo peor de todo es tener la sensación de que podrían ser tus hijos.

Vas por la calle, y te das cuenta de que los hombres o mujeres que se fijan en ti te parecen muy mayores… y quizá tienen tu misma edad. Ves en ellos lo que quizá no veías tan claro en ti: canas, arrugas, barriguita, lentitud de movimientos…

Quedas con tus amigas y las conversaciones han cambiado de forma radical. Antes eran picantes, graciosas, variadas, y de pronto te haces consciente de que habláis sobre dolencias y achaques, o sobre operaciones de estética, todo es un poco más serio y apagado, y el encuentro acaba mucho antes.

Cambios físicos

Hay muchos elementos que te hacen reconocer que no eres la misma persona. Es como si algunas cosas se superpusieran sobre tu yo real, o bien, como si tu yo real se descolgase o churripringase hacia abajo.

Zara lo sabe muy bien: cuando buscas ropa en su página web, te hacen algunas preguntas que te hacen comprender por qué midiendo y pesando lo mismo ya no te sirve la misma ropa:

La edad influye en la forma del cuerpo

Recuerdo a una profesora de gym jazz que rondaba los 40 y lo decía:

Mi cuerpo ya no es el mismo. Entreno las mismas horas, hago muchísimo ejercicio, pero ya se me descuelga “el músculo de la sal” y noto que mi cuerpo es otro.

Por esto es tan difícil envejecer, por la sensación tipo invasión de los ultracuerpos de estar metido o abducido en un cuerpo que no es el tuyo.

Cambios mentales

Si todo acabara en el cuerpo… Lo cierto es que algo que tampoco te contaron es que tu capacidad mental no va a ser la misma. Es un conocimiento menos extendido, porque estamos acostumbrados a ver intelectuales brillantes en edades más allá de la madurez, como Eduard Punset, Marguerite Duras, José Luis Sampedro o Ana María Matute, por citar algunos.

Con la edad notas más dificultades para realizar cálculos o deducciones lógicas y matemáticas. Además, el alejamiento definitivo de las aulas hace que comprender cualquier información (o simplemente leerla) lleve más tiempo, incluso sin tener en cuenta la presbicia, algo que imaginabas que tendrías a partir de los 55 y que sin embargo aparece a partir de los 40…

Las ventajas de la madurez

A pesar de todo esto, si hablas con personas que hemos pasado de los 40, la mayoría te dirán que prefieren su vida actual a su vida de juventud. ¿Por qué?

Algunas respuestas:

  • Cumplir años, sin más, es positivo. Imagina la alternativa…
  • Tu autoestima es mayor.
  • Tienes una vida más estable, más asentada.
  • Sientes mayor tranquilidad, menos desasosiego.
  • No te dejas llevar tan fácilmente por las pasiones.
  • Tus ambiciones están más alineadas con la realidad y menos con las ilusiones.
  • Dejas de tener que mostrar tus títulos y formación, y tu experiencia habla por ti.
  • Ya no tienes que tomar decisiones vitales sobre tu carrera.
  • En tu vida hay más elementos que merecen la pena, en general tu nueva familia (pareja, hijos/as…).
  • Tus decisiones son más sopesadas y racionales, los riesgos que tomas son más calculados.
  • Tienes una mayor resistencia a circunstancias adversas, porque ya has vivido muchas situaciones de todo tipo.

Me gustaría conocer tu opinión. ¿Cómo llevas tú la madurez? ¿Qué otras ventajas encuentras a cumplir años?

Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios.

Por ti sí pasan los años

¿Qué pasa, todavía quieres más?

Tras «haz lo común» y «vive la vida sin más«, aquí llega otro capítulo de la contra-moda de la vida ordinaria, el más escalofriante: por ti pasan los años…

La vida después de los 40 (hay vida después de los 40, afirmo) resulta ser un continuo interrogante, dado que nadie la describió en ningún sitio.

Al no tener referencias de cómo sería, desde un poco antes de los 40 comienza una especie de vuelta atrás en un intento de re-vivir lo ya vivido y sobre todo, lo no vivido en profundidad o lo que se dejó pasar. Lo llaman, precisamente, crisis de los cuarenta, y tiene algunas tendencias como:

  • Volver a ponerse minifaldas.
  • Comprarse un coche muy caro.
  • Cortar con una pareja para comenzar con otra diez años más joven.
  • Volver a ir a discotecas (ups, estaba cerrada), bares (ups, son todo adolescentes)… y volver a beber, pero con otro hígado ya.

Y es que por ti y por mí sí pasan los años pero no logramos hacernos a la idea.

¿Qué mensajes recibimos de la sociedad?

  • Fueron felices y comieron perdices: a partir de aquí, el cuento no cuenta nada, se acabó la magia, y comenzó otra cosa que no se sabe lo que es ni está contada en ninguna parte.
  • Veamos una peli, entonces: fueron felices y comieron perdices. Las actrices de cuarenta a sesenta, ¿dónde se han metido? O bien eres una mujer en edad fértil que por tanto puede ligar con el protagonista (de cualquier edad siempre que pueda andar) o bien eres ya la madre o suegra de la protagonista. ¿Dónde mirarse? Salieron algunas opciones: Mujeres deseperadas, por ejemplo. Ok, haremos algunos cup cakes mientras planeamos el asesinato del marido…

La mujer retro sí sabía lo que tenía que hacer

  • Hay que operarse. Si acudimos a la tele, las redes sociales y las revistas, encontraremos a esas personas por las que «parece» que no pasan los años. Se nos olvida que esas personas viven de su imagen, por tanto en su caso quizá tenga sentido operarse, ponerse tetas, labios, quitarse arrugas, bolsas, teñirse, trasplantarse pelo, quitarse todos los dientes y cambiarlos por otros relucientes, etc.
  • Mejor, no cuelgues esa foto. Entonces, nuestro simpático móvil nos pone un filtro que ni a Sara Montiel en sus tiempos, haciendo que una mujer de, digamos, 45, aparente 18, porque el filtro es brutal.
  • Ten hijos. Porque lo único que te podemos mostrar es qué hacen los que tienen hijos: múltiples actividades que conozco de refilón, que incluyen visitas a parques exteriores, interiores y de bolas, películas infantiles, piscinas, otros.
  • No tengas hijos PERO entonces tienes la obligación de seguir pareciendo joven, la obligación o la esclavitud. Es decir, ¿en qué ocupas tu tiempo? Como decía en otro post, tendrás que mostrar cómo viajas a lo loco, cómo te lo pasas gastando ese dinero que no inviertes en tu descendencia, cómo te haces selfies en una terraza, etc.

Algunas pinceladas

Yo hace un año o así hice un máster en que la mayoría de mis compañer@s pertenecían a esta cultura de la imagen, y tenían la edad correspondiente, entre 20-25 años. Digo yo que me verían como a una señora. Ya dije en una ocasión que te haces señora no cuando te lo llaman por la calle, sino cuando te das por aludida.

Un señor y una señora, de entre 40 y 60, son esas personas que están en transición entre el fueron felices y la vejez. En esa transición tienen algunos cometidos:

  • Están, como decíamos, criando a sus hijos.
  • Además, trabajan, ya tienen bastante experiencia y todavía no están en la actitud de «a ver si me dan la cuenta y me voy de viaje con el IMSERSO».
  • Se les permite ya tener cierta barriga, calvicie e incluso canas mal teñidas o sin teñir. Por favor, sin presiones que estamos en una época delicada.
  • Seguir físicamente activos notando ya los primeros achaques como: cierta incontinencia, dolor de piernas y espalda, digestiones cada vez peores, etc. Por tanto, coetáneos míos, no os machaquéis.
  • Salir de tarde y no de noche. Incluso los que no estamos criando hijos, ya no tenemos la resistencia de antes.
  • Por cierto, no tener pareja a esta edad aumenta las dificultades, porque tampoco está explicado en ningún sitio qué hacer, y las viejas consignas de ir a un bar y beber ya no funcionan. Así, se recurre a aplicaciones de todo tipo: ligoteo directo, indirecto, hacer como que es todo por un interés cultural, etc. Es duro buscar pareja a estas edades; no se sabe dónde están «los otros».

Hay algo de especial en aquellas personas (pocas hoy día, yo no soy una) que aceptan el paso del tiempo con naturalidad. Dedicado a vosotr@s.


Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué edad tienes? ¿Te has identificado con lo que digo?

Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios. 🙂