Cuando leí El corazón de las tinieblas hace 16 años o más, me sonaba vagamente el nombre de Kurtz, tenía la noción de que la película Apocalypse Now se había inspirado «un poco» en este libro.
Al volver a ver la película recientemente y al volver sobre el libro, compruebo que la película es una adaptación de la novela de Conrad, una adaptación tan brillante que supera al libro, o más bien diría que lo amplifica, aumenta su realidad, para usar una expresión moderna.
A partir de un punto, alrededor de la mitad del libro (capítulo 2), ocurre algo mágico que recomiendo que compruebe cualquier admirador de la película de Coppola. Cada párrafo del libro encuentra una imagen de la película a la que asociarse. Ocurre como en esos libros de niños que despliegan un dibujo en tres dimensiones que se levanta del libro al abrir la página. Esa es la sensación que me da: sobre cada párrafo sobrevuela desplegada, brillante e inmensa la escena de la película.
A partir de aquí puedes encontrar spoiler
Voy a poner algunos ejemplos de cómo leer a Conrad a través de la narración de Marlow trae automáticamente imágenes de Apocalyse Now:
Cuando salió el sol había una niebla blanca, muy cálida y pegajosa, y más cegadora que la noche. Ni se movía ni avanzaba, simplemente estaba allí, rodeándole a uno como algo sólido.
También aparece el ataque con flechas y más adelante la muerte del timonel negro, que en la película es Laurence Fishburne.
La vivencia onírica, la sensación de que todo es una especie de sueño que se convierte en pesadilla, está brillantemente expresada en algunas frases, que automáticamente nos traen al capitán Willard (Martin Sheen) a la mente:
Lo único que lográbamos ver era el vapor sobre el que nos hallábamos…
… el estado onírico que impregnaba todos mis días en aquella época.
El peligro, si existía, se derivaba de nuestra proximidad a una gran pasión humana desatada.
Una imagen de la selva que de pronto se transforma en un conjunto de miembros humanos aparece un par de veces también en la película:
… y de repente, como si me hubieran retirado un velo de los ojos, descubrí en lo profundo de la enmarañada tenebrosidad, pechos desnudos, brazos, piernas, ojos brillantes: la maleza bullía de miembros humanos en movimiento, resplandecientes, del color del bronce.
Kurtz, el destino, el secreto, la locura, la clarividencia
Sin duda, Kurtz parece el motor de toda la historia, tanto en el libro como en la película.
La primera mitad de ambos es diferente: en el libro, Marlow quería viajar a algún país lejano y encuentra financiación a través de una tía suya. Sin embargo, cambiará varias veces de barco (uno de los vapores que iba a llevar se hunde). En la película, ambientada en la guerra de Vietnam, al capitán Willard le encomiendan entrar a Camboya para eliminar a Kurtz, un coronel que se ha vuelto loco.
Por tanto, aquí tenemos la primera gran diferencia: en la película, Kurtz se revela desde el principio como el motivo fundamental del viaje, mientras que en el libro solo al final nos damos cuenta de la importancia de Kurtz en la vivencia de Marlow. Al comienzo solo se le menciona de pasada: se comenta que es un comerciante de marfil que está en lo profundo de la selva.
Sin embargo, en ambas obras la imagen de Kurtz antecede a su aparición en escena, nos hablan de él, nos dan indicios de cómo es, nos envuelven en ese halo de curiosidad y posterior admiración que siente el protagonista. Marlow lo describe desde el recuerdo, antes de su encuentro con él:
¡Y el altanero hueso frontal del señor Kurtz! Dicen que el pelo continúa creciendo a veces, pero este espécimen estaba impresionantemente calvo. La selva le había pasado la mano por la cabeza y, ¡ya veis!, quedó como una bola, una bola de marfil (…)
¿No te viene automáticamente a la mente la imagen de Marlon Brando entre las sombras?
Kurtz «se había colocado en un alto sitial entre los demonios de la tierra».
Este tipo de frases nos hace ver a Kurtz antes de ver a Kurtz.
En la película, la forma en que vemos a Kurtz antes de verlo es la revisión que hace el capitán Willard de un dosier que se le entrega al principio. En él comprueba cómo la hoja de servicios de Kurtz era brillante, cómo se trataba ya de un personaje enigmático, complejo y válido hasta que se volvió loco en la selva.
En la novela, antes del encuentro con Kurtz se cuenta que se le ha encargado escribir un informe para la Sociedad Internacional para la Supresión de las Costumbres Salvajes. Un informe elocuente, tenso, lleno de benevolencia y sentimientos altruistas… en el que al final, Kurtz anota un garabato a mano que «le deslumbraba a uno como un relámpago»:
¡Exterminar a todos los salvajes!
Es algo que en la película el capitán Willard descubre al final.
El fotógrafo arlequín
La antesala de Kurtz es el extraño individuo que sale a recibir al barco, una especie de arlequín, que en la película es un fotógrafo (Dennis Hopper), un admirador de Kurtz, un discípulo occidental que muestra hasta qué punto el influjo de Kurtz no se detiene en los salvajes ignorantes, sino que puede alcanzar a una mentalidad menos impresionable.
Lo que dice el fotógrafo es lo que dice el arlequín:
A Kurtz no se le habla, se le escucha. (…) No se puede juzgar a Kurtz.
El capitán Willard/Marlow argumenta: «¡Ese hombre está loco!»
El señor Kurtz no podía estar loco. Si le hubiera oído hablar dos días antes…
Este personaje vuelve a presentarnos a Kurtz, nos habla de un gurú clarividente, lleno de sabiduría, que se hace adorar, pero también peligroso, despótico. Todavía desde el barco, Marlow utiliza unos gemelos para ver la casa donde está Kurtz y se encuentra con que los postes que la rodean no están adornados de «pomos redondos», tienen cabezas ensartadas en ellos…
El horror
Si algo está magníficamente aumentado y utilizado en Apocalypse Now es el momento en el que Kurtz grita en susurros (atención a la expresión, un grito susurrado):
¡El horror! ¡El horror!
Realmente, la mención del horror en la novela nos abre un abanico de posibilidades, nos invita a unir retales, como que Kurtz apuntó «¡Exterminar a los salvajes!» en su informe, el hecho de se hiciera adorar por los salvajes o que el arlequín le tenga miedo.
Pero el horror alcanza las dimensiones más inimaginables en la obra de Coppola, cuando Kurtz, hablando al capitán Willard sobre el horror, describe una escena concreta de lo que significa: una serie de soldados eficientes, con altas cualidades morales, con mujeres e hijos, soldados nobles, que de pronto cortan los brazos a cientos de niños salvajes a los que se había vacunado. Y la montaña de esos brazos. Aunque esta imagen no se ve en la película, se abre de nuevo un gran desplegable en el libro, una figura de tres dimensiones que es exactamente eso, el horror puro.
Es un punto de inflexión en el que la película vuelve a separarse de la novela y, en mi opinión, vuelve a superarla. El capitán Willard se convierte él mismo en el horror, es tomado por la selva, mata a Kurtz como los salvajes matan a un gran toro, a hachazos y sin miramientos. Una sucesión de imágenes muy difícil de olvidar. En la novela, Kurtz muere a bordo del barco, es un ser enclenque y enfermo. En la película, no se lo ponen tan fácil al protagonista, tiene que cumplir su destino, que es matar a Kurtz, algo que el propio Kurtz sabe.
La separación de ambas obras continúa. En la novela, Marlow se ha llevado consigo todo lo que pertenecía a Kurtz, y se lo va entregando a distintos interesados, hasta que al final entrega unas cartas a la novia de Kurtz. Cuando ella pregunta por sus últimos momentos, Marlow le dice que Kurtz dijo su nombre. ¿Cómo le va a decir lo que realmente pronunció Kurtz? Así, siente que no le hace justicia.
En la película, no aparece la novia de Kurtz, en el dosier se indica que estaba casado y con hijos y Kurtz mismo encarga al capitán Willard que hable a su hijo sobre su verdad. Cuando acaba la misión de Willard, acaba la película, con el grito susurrado evocado en su recuerdo:
¡El horror! ¡El horror!
De manera que la película omite dos mujeres importantes: la novia de Kurtz y la mujer salvaje y poderosa que les contempla desde la orilla, llena de adornos metálicos.
Aun así, el regusto que queda es el mismo. Nos dice Marlow:
Y después estuvieron a punto de enterrarme a mí.
No obstante, como veis, yo no fui a unirme con Kurtz allí y entonces. No lo hice. Me quedé para soñar la pesadilla hasta el final y para demostrar mi lealtad hacia Kurtz una vez más.
Así, se cierra el círculo: Kurtz es el destino, el secreto, la locura, la clarividencia… Marlow es capaz de señalar la locura de Kurtz pero no es capaz de escapar a su influjo, acaba siéndole leal, acaba conquistado por este ser que habitó el corazón de las tinieblas.