Si te cuentan una leyenda de amor torturado el día de San Valentín, piensas que merece la pena difundirla, recordarla, rescatarla del siglo en que ocurrió.
Es el caso de la relación de amor que hubo entre José Cadalso y María Ignacia Ibáñez, que debido a esto sería llamada «la musa del Romanticismo«.

María Ignacia Ibáñez era actriz en el teatro de la Cruz, el único abierto en la época, pues el Conde de Aranda había ordenado cerrar el resto de teatros, considerando demasiado vulgar su existencia en un siglo de Ilustración.
José Cadalso la vio actuar y se enamoró «en el acto» (pobre juego de palabras que me ha salido). Testimonio del gran amor que sintió él por ella, pero también ella por él, son sus cartas.
El proyecto conjunto era casarse en la iglesia de San Sebastián (en Atocha). Ya vivían juntos, sin embargo, el matrimonio no pudo celebrarse porque ella murió antes, de tifus.
José Cadalso cayó en una fuerte depresión y locura absoluta, y así, cuenta la leyenda (una leyenda que él mismo pudo difundir) trató de desenterrar su cadáver, que yacía en el cementerio de esta misma iglesia, y que hoy es un bonito vivero que da a la Plaza del Ángel. El Conde de Aranda habría sabido de este proyecto y consiguió frustrar el intento de desenterrar a María Ignacia.
José Cadalso se trasladó a Salamanca, quizá por ver si dejaba de hacer locuras de amor siniestro, y a la vuelta escribe la obra Noches lúgubres, donde refleja toda esta historia tan maravillosa y espeluznante de la exhumación del cadáver de su amada, más propia del Romanticismo que de la época en que se escribió, el Neoclasicismo.

Así que cuando paseéis cerca del vivero de la iglesia de San Sebastián, recordad que allí estuvo enterrada aquella mujer madrileña, tan magnética que volvió loco a uno de nuestros grandes escritores.
Hoy Blanca Hernández, una gran conocedora de Madrid y guía turística en nuestra ciudad, nos ha contado varias de estas historias y leyendas en el curso de Mujeres de Madrid del de la Concejalía de la Mujer del Ayuntamiento de Tres Cantos. Yo me he quedado con esta, porque me ha parecido la más bella y torturada, pero ya os hablaré de alguna que otra más.
Gracias, Belén.