La importancia del experto en el elearning

Acabo de finalizar la lectura de un libro magnífico, un libro sobre Juana la Loca escrito por el académico de la Real Academia de Historia Manuel Fernández Álvarez.

Manuel Fernández demuestra su excepcional conocimiento de la época, de los personajes, de los avatares que sufrió doña Juana y de los detalles del transcurso de su vida. Es para mí el mejor ejemplo en que puedo pensar cuando quiero ilustrar lo que es un experto. Este académico escribe de forma apasionante, porque siente pasión por la Historia. Antes de escribir el libro, no era experto en la vida de Juana la Loca. Para serlo, Manuel Fernández realizó un trabajo de investigación: fue a Tordesillas, a Simancas, en fin, a los lugares donde él sabía que podía encontrar documentación al respecto.

Esto es lo que no ocurre en la creación de contenidos para elearning.

Digo que no, que no ocurre. Es raro el poder sostener en tus manos, o bien ver en archivo PDF, un manual de un verdadero experto en una materia, un manual que se autoexplica, que contiene todo lo necesario para poder elegir las ideas fundamentales y descartar el resto, pero desde la comprensión. Lo más común es recibir un archivo corto, casi escaso para el curso que se desea diseñar, y con sospechosos cambios de expresión y tono. Sospechosos porque suelen provenir de distintas fuentes de Internet, tal cual. Es sabido que defiendo la copia creativa, el copyleft de Creative Commons, pero no defiendo que se pague a un supuesto experto por el copia-pega que demuestra que ni se ha leído el texto una vez para ver si guarda coherencia. Estos textos suelen tener faltas de ortografía que se siguen arrastrando en el tiempo, y sobre todo, fallos de gramática y estilo que hacen el contenido penoso y aburrido de leer.

¿Cualquiera puede ser experto?

Esto se parece a la pregunta de la película Ratatouille: ¿Cualquiera puede cocinar? Bien, depende de la materia. Si el diseñador instruccional o el guionista tienen libertad, y sobre todo tiempo (cosa que no suele suceder), pueden acudir a fuentes fiables, como libros escritos por expertos, y pueden alcanzar un nivel de conocimientos suficiente para sacar adelante un proyecto de elearning al que añadan los criterios pedagógicos necesarios. Sin embargo, incluso teniendo tiempo, hay materias técnicas, con jerga especializada, que no son fácilmente absorbibles por el sufrido guionista, y que por tanto serán tratadas con superficialidad: contenidos financieros, industriales, procesos técnicos, incluso algunos programas informáticos.

Contenidos propios

Ocurren otros problemas de calidad en los contenidos, y es en aquellos que provienen de grandes empresas que desean transmitir su cultura corporativa a través de cursos virtuales. Bien, a veces la información se recoge en textos tan oscuros e incomprensibles que merece la pena preguntarse si quienes los han redactado los entienden. En este caso no hablamos de plagio, pero sí hablamos de contenidos difícilmente utilizables para crear lo que todos deseamos, y tanto escasea: un curso interactivo, muy entretenido, motivador, y que entregue los contenidos que realmente permitan adquirir unas competencias.

Mucha teoría, pocas situaciones reales

La culpa de estar generando cursos que aportan muy poco y que hacen perder el tiempo al alumno, y a la empresa el dinero, no se debe solo a la escasez de expertos, sino que también hay un factor de herencia de la enseñanza tradicional: debemos contar mucha teoría, un 75% o más del curso, aderezada cada X pantallas con un poco de práctica, en forma de ejercicios previsibles de verdadero/falso, opción múltiple, respuesta múltiple, arrastrar y soltar… Esto se refuerza por la poca asimilación del contenido al crear el curso: no permite plantear ejercicios interesantes; únicamente a reflejar con otras palabras la teoría leída.

Ya hemos mencionado en otra entrada la importancia de construir escenarios que reflejen situaciones reales (reales de verdad, reales no significa poner a dos avatares que mantienen una conversación peregrina, reales significa plantear una situación con la que ese profesional va a enfrentarse o se enfrenta en el día a día).

Lo cierto es que para plantear situaciones reales, no hay nada como la colaboración entre el experto y el diseñador instruccional. Y este es otro factor que suele fallar en la creación de cursos. Incluso existiendo el experto, el máximo contacto que suele tener el diseñador con él es leer su manual, su libro o su documentación en Power Point, a veces tan escasa de explicaciones que no puede asimilarse sin conocer lo que ese experto tenía en la cabeza cuando la generó.

Las situaciones reales, que el alumno se vea realmente reflejado en los a veces siniestros avatares, que salga del curso virtual sabiendo hacer algo que no sabía hacer antes de empezarlo, dependen mucho de la transmisión de conocimientos de un experto, de alguien que tiene experiencia, que lo ha vivido, que lo vive, que está ahí todos los días. Esto lo saben muy bien algunas grandes compañías con las que he tenido el placer de trabajar, pero no es lo habitual.

En resumen, pienso que invertir en buenos contenidos generados por verdaderos expertos y facilitar la relación entre el experto y el diseñador instruccional es clave para que los (sufridos) alumnos de cursos e-learning comiencen a disfrutar de experiencias de aprendizaje positivas, y esto realmente pueda reflejarse en los resultados de la empresa.

8 respuestas a “La importancia del experto en el elearning

  1. Montse

    Interesante descripción de la realidad (o una gran parte de ella) que envuelve el ámbito de la producción de formación en modalidad e-learning. A la vez invita a la reflexión y confieso que me ha animado a buscar soluciones…

  2. diariodeunaescritoranovata

    Totalmente de acuerdo contigo, Belén. ¿Cuántas veces habré corregido textos de (supuestos) autores españoles que escriben en español de Venezuela, Colombia o México según el párrafo en el que te detengas? 😦 Por otro lado, el experto que realmente se precie de serlo debe tener amplios conocimientos de diferentes materias, dominar diferentes tecnologías y tener un enfoque (y, por lo tanto, conocimientos) altamente pedagógico. Si además puede disponer de una libertad para desarrollar los contenidos adecuados, y acceso a los expertos para comprender adecuadamente tanto la teoría como la práctica a desarrollar, sin duda tendremos grandes cursos online. De lo contrario, seguiremos como hasta ahora: desarrollando un simple PDF farragoso o un mero Powerpoint y pensando orgullosos que hemos creado un curso estupendo…

    • belencasado

      ¡Qué razón tienes! Gracias por tu comentario.

      Corregimos continuamente textos que de partida son pobres, mal elaborados, peor redactados, mientras muchos expertos reales estarían encantados de colaborar en proyectos como estos.
      Y por otro lado, como dices, es fundamental la libertad del diseñador instruccional, al menos la mínima para mostrar a la empresa cómo se pueden hacer contenidos que realmente enganchen y que realmente sirvan para aprender y aplicar en la práctica los conocimientos.
      Muchas veces, los clientes no se dan cuenta de que esta pequeña inversión extra en dinero y tiempo, marcaría realmente una diferencia, y podría repercutir en una mayor rentabilidad. Lo demás es tirar el dinero, realmente.

  3. Cristina muñoz

    Estoy de acuerdo contigo, una parte fundamental del éxito de un curso son sus contenidos, el desarrollo de los mismos debe realizarse por un experto y guiarse por un diseñador instruccional, el cual provea de la visión pedagógica y didáctica necesaria para que ese contenido sea interesante, claro y promueva el desarrollo de competencias profesionales.

  4. Ernesto Gutierrez

    ¡Excelente reflexión Belén! Siempre intento que el «Experto en la Materia» me explique en frases breves el «Conocimiento» o «Competencia» que se supone debe adquirir el capacitando al cubrir un Objeto de Aprendizaje de Desempeño. Esto lo extraje del célebre «Caso de la Aceituna» de American Airlines, pensando en la frase «…cómo ahorrar con pequeñas cosas. Porque es eso, la clave es recortar en alguna cosa cotidiana…» Llevé la idea a la economía del lenguaje y así lograr contenidos claros. ¿Qué opinas de esta práctica? Saludos cordiales.

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