Si solo queda el recuerdo

Una mujer joven regresa al hogar familiar con su hermano y su madre, a la vuelta de una estancia en Suecia. Decide emprender el proyecto de convertir ese hogar caótico, anárquico y lleno de trastos en un espacio minimalista que acoja su propia oficina. Este es el argumento de Feliz año pasado, una película tailandesa que vi recientemente en una iniciativa cultural: Cine invisible V.O. Al principio, la protagonista hace lo fácil: qué mejor forma de dejar ir el pasado que meter rápidamente todo en bolsas, cerrarlas y desecharlas. Ella misma lo dice:

Ojos que no ven, corazón que no siente.

Conocido refrán.

En un momento dado, estando con su amiga Pink, que es quien va a ejecutar la reforma, decide tirar a la basura un CD porque ya no hay dónde escucharlo. Su amiga abre la caja del CD y le muestra la nota que hay dentro: una dedicatoria de la propia Pink. Ver cómo quiere tirar el regalo como si fuese basura ofende a su amiga y despierta en la protagonista aquello que deseaba evitar:

Antes de deshacerte del pasado, debes mirarlo y despedirte de él.

A partir de ahí, reabrir las bolsas de basura y mirar dentro, objeto por objeto, se convierte en un proceso doloroso en el que la protagonista tiene que enfrentarse a su propio dolor, cuando encuentra objetos que pertenecen a distintas personas. Entre ellos, están las fotos que se hizo con su exnovio, a quien dejó sin ninguna explicación al irse a Suecia. Y está el gran piano, la evidencia de la ausencia de su padre, el piano al que su madre se aferra porque es la última prueba, el último recuerdo tangible, de un pasado mejor, de un hogar feliz.

Por momentos, se superponen imágenes del resultado final, el espacio blanco, aséptico y minimalista, a imágenes del estado actual, sucio, desordenado, incómodo… pero cercano y conocido. Qué duda cabe: el salón sin el piano queda mucho más despejado que con el piano, el piano «no pega» con el nuevo estilo minimalista; hay que deshacerse de él.

El hermano de la protagonista (cuyo nombre no recuerdo, todo eran nombres muy cortos, como Nim, Nao, Aim…) ve unos vídeos de Marie Kondo, y se fija en la frase que más repite:

Deja ir aquello que no despierta tu alegría (doesn’t spark joy).

Marie Kondo.

Pero para el hermano, todos los objetos que ve despiertan su alegría. En ese momento, muestra a su hermana una foto en la que se ve a la familia feliz que fueron, o que al menos fueron en el momento de la foto: el padre al piano, la madre cantando, los niños felices. Era el cumpleaños de la protagonista, pero ella no lo recuerda, se ha ocupado de ocultarse ese recuerdo que ahora es doloroso.

Cuando hay más pasado que futuro

El proceso que a la chica y a su hermano les es necesario, dejar ir el pasado y abrirse al presente, a la luz y a lo funcional, es perjudicial para su madre, porque ya solo le queda eso. Pasa los días cantando con un viejo karaoke al lado del piano que solo sabía tocar su exmarido, anclada en un pasado sin presente ni futuro. Cuando las personas alcanzamos ese momento de la vida en que empieza a haber más pasado que presente, ¿qué culpa podemos tener en tratar de aferrar aquello que fue, lo viejo conocido? Cada vez es más difícil abrirse a lo nuevo, acoger la incertidumbre, cada vez nos encuentra con un cuerpo más cansado, con una mente más saturada, con una sensación mayor de extrañeza ante lo desconocido. Quizá a esa mujer solo le quedaba ese piano. Quizá a otra mujer, que se calienta en su casa con una estufa de butano, solo le quedan las fotos en blanco y negro de muertos, junto con unos adornos anacrónicos y heterogéneos de los que no puede deshacerse, porque entonces corre el riesgo de olvidar quién era y qué hacía.

https://www.insconsfa.com/

Cada día, dejar ir

El pasado no solo está en los objetos que nos rodean, en los recuerdos que aún despiertan sentimientos. El pasado está, sobre todo, en nuestra mente. El pasado nos permite comprender el presente: sería imposible reconocer lo que nos rodea si el cerebro no estuviese preparado para registrar memorias. Por tanto, el pasado es un gran guía. Pero también es lo que nos impide acoger lo que cambia, lo nuevo. La sensación de incertidumbre es frecuentemente desagradable. Es mucho más incómodo, cansado y duro estar en una situación constante de desconocimiento sobre el siguiente paso a dar; es mucho más estresante. Pero esto empeora y se convierte en inasumible cuando, consciente o inconscientemente, dejamos de mirar la realidad para acomodarnos en lo viejo conocido. Es una colección de pensamientos y recuerdos, que, al decidir soltarlos, serían equivalentes a llenar cientos de bolsas de basura física. Por tanto, es mucho más fácil, cada día, ir mirando a lo que fue pero ya no es, dándole las gracias (a lo Marie Kondo) y dejándolo ir. Son pequeñas despedidas, un pequeño trabajo diario: se va el tiempo, se van las oportunidades, se van personas, se van formas de hacer una tarea. En su lugar, tiempo nuevo, nuevas oportunidades, otras personas, formas distintas de trabajar. Sean mejores o peores, se acaban imponiendo. Tratar de permanecer en una ceguera elegida es un esfuerzo adicional.


De nuevo, cada persona es libre de elegir a qué se aferra. En ocasiones, los cambios chocan tanto con la propia forma de ver la vida que no se consiguen digerir. Y se puede seguir adelante en una especie de realidad paralela, apoyada en esos objetos de antaño. Por ejemplo, yo sigo teniendo muchos CD que no tengo dónde escuchar, incluso algunas cintas. Tengo libros que sé que no volveré a leer. Y tengo esos adornos inservibles que me siguen acompañando, cuyo valor es solo sentimental. ¿A ti también te pasa? ¿Te rodeas de pasado? ¿O eres de las personas a las que les es muy fácil dejar ir? ¿Estás a gusto en espacios minimalistas? Me encantaría leerte en comentarios. Comparte libremente. Muchas gracias por leer.

La tendencia a la entropía

Puedes pensar que todo tiende al equilibrio y las aguas vuelven a su cauce y puedes pensar que todo tiende al caos y el desorden es siempre creciente.

Un buen amigo mío decía justo lo segundo: un profesor de Teleco, de Campos electromagnéticos, veía claramente cómo todo tiende al desorden, que es lo que mide la entropía, según la segunda ley de la termodinámica.

La cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo.

H. Callen

Así, voy paseando por las calles de una ciudad que antes fue pueblo y encuentro el desorden creciente, la tendencia al caos, el cómo unas construcciones se juntan con las anteriores sin parecerse, sin existir armonía entre ellas, con distintas alturas, diseños, colores, épocas. Los edificios más altos parece que engullen a casas bajas encaladas, que resisten empujándolos por los lados.

Otras casas se vienen abajo venciéndose por el tejado y mostrando sus secretos azulejos de la cocina o del baño, algunas más están simplemente en un claro estado de abandono, aderezado o no por cartones, por pises, por ratas.

Pero ¿qué es eso de la entropía?

Me puse a averiguar qué es la entropía y hasta qué punto describe esto que le sucede a una ciudad, a las obras de arte físicas, a las plantas, que crecen sin orden ni concierto, pero también al cuerpo humano. Encontré distintas definiciones de este concepto, que ha ido cambiando a lo largo del tiempo, lo que encontré me pareció fascinante.

La palabra entropía procede del griego, denota un movimiento de giro o de cambio. Lo interesante es que se trata de un cambio irreversible. Este concepto lo tomó un físico y matemático alemán, Rudolf Clausius, que se puso a pensar en la transformación de un sistema, revisando el ciclo de Carnot.

Rudolf Clausius. Imagen de dominio público.

Por lo que he entendido de mis lecturas, un sistema termodinámico va cambiando, la entropía va aumentando cada vez que se dan intercambios de calor entre un cuerpo y otro. En estas reacciones, en estos intercambios de energía de los cuerpos, hay una parte de energía que se pierde: no todo el calor del cuerpo A pasa al cuerpo B. Esa parte se disipa o se pierde por fricción, por lo que no se transforma en energía útil (trabajo). La entropía entonces es medida de este «desorden» asociado a esa pérdida de trabajo. Está además en relación con los «microestados» que pueda adoptar un sistema.

Al ser el universo mismo un sistema termodinámico, puede llegar un momento en el que el flujo termodinámico se acabe, no haya más calor y el universo muera. Al pensar en esto, se te queda la cara que se le quedó a Rudolf Clausius cuando se lo planteó.

También he leído que la entropía puede ser una forma de observar el transcurso del tiempo en una sola dirección.

…de los dos únicos sentidos en que puede evolucionar un sistema, el espontáneo es el que corresponde al estado del universo con una igual o mayor entropía. (…)  A modo tanto de cuestión filosófica como de cuestión científica, este concepto recae inevitablemente en la paradoja del origen del universo: si el tiempo llevara pasando infinitamente, la entropía del universo no tendría sentido, siendo esta un concepto finito creciente en el tiempo y el tiempo un concepto infinito y eterno.

Artículo de Wikipedia relacionado

La entropía solo puede aumentar con el tiempo, nunca disminuir. El ejemplo que he leído es curioso: se puede ir pasando pintura de un bote de pintura blanca a uno de pintura negra y viceversa, hasta llegar a un punto en el que se tienen dos botes de pintura gris. Pero este proceso no se puede revertir, de los botes de pintura gris no se puede volver al blanco, ni al negro.

Por otro lado, cuando ya tenía claro que entropía y desorden iban de la mano, leo que la entropía puede ser la medida del orden del sistema termodinámico, la medida de su equilibrio.

El desorden perfecto

Vuelvo a utilizar la entropía como metáfora de la decadencia de las ciudades, o de los cuerpos. Ese desorden, esa mezcla variopinta de edificios, esas plantas que brotan de entre las rocas sin apenas nutrientes, forman un mosaico de realidad: es lo que hay, no parece que el universo tenga un mal funcionamiento, al revés, parece que se arregla muy bien sin ninguna teoría que lo reduzca. El universo es, de esta manera, perfecto, la realidad misma. Y el desorden, entonces, forma parte de él.

En las calles, en las casas, vamos mezclando sin darnos cuenta el bote de pintura blanca con el de pintura negra. Al principio no se nota, una gota de un color sumergida en el otro no se ve. Con el tiempo, ambos son grises, se han equilibrado. Quizá este momento de equilibrio sea el de una ciudad completamente en ruinas, ya no sin tejados, ya sin paredes, sin calles, un conjunto de piedras y materiales que descansan cómodamente en la tierra y de ahí no se van a levantar.

O bien se intenta evitar esta heterogeneidad que lleva al desorden y se planifican y estructuran calles nuevas, vacías, que se irán llenando con los años con edificios nuevos, más uniformes entre sí, casi iguales. La zona está mejor organizada, aparentemente, los edificios son homogéneos, tienen alturas similares. Todo parece mejor. Pero el asfalto comienza a deteriorarse. Además, se detecta que faltan pasos de cebra, o sobran, o faltan cambios de sentido en esas largas avenidas planificadas. Porque la entropía se abre paso con la flecha del tiempo y no vuelve atrás. Nunca vuelve atrás: es irreversible.

El valor del dinero en el tiempo

El test es una película basada en una obra de Jordi Vallejo y que plantea el siguiente dilema: ¿qué prefieres, 100 000 euros ahora o 1 millón de euros dentro de 10 años? Cuando oí esto, al principio lo confundí con un dilema aparentemente menos interesante: ¿qué prefieres, 100 000 euros ahora o 100 000 euros mañana? Y empecé a pensar en qué razonamientos e impulsos se ponen en juego al tomar una decisión económica.

La economía da mucho miedo, la gente espera fórmulas, muchas matemáticas y conceptos incomprensibles. Sin embargo, la economía en gran parte es psicología, cómo se comporta el ser humano ante una decisión económica. Y todas las decisiones son económicas, porque cuando optas por algo, dejas de optar por otra cosa.

El valor del dinero en el tiempo te dice algo muy sencillo: que el dinero hoy vale más que en el futuro, porque existe esa cosa llamada inflación.

Un dólar en el presente vale más que un dólar en el futuro debido a variables como la inflación y los tipos de interés.

Investopedia.

Realmente, merece la pena dedicar 1:14 minutos en ver la explicación en vídeo de Investopedia (en inglés).

En esta explicación se mencionan otros dos conceptos, la inflación y los tipos de interés.

La inflación es el alza persistente de los precios.

Y ya. Comprenderlo es tan fácil como fijarse en cómo los precios suben año tras año y has observado cómo el mismo dinero compraba cada vez menos cosas. Nada de matemáticas, solo algo que puede observar cualquiera.

Los tipos de interés son el precio del dinero.

Esto igual suena más raro. ¿El dinero tiene precio? Pues sí, si tú vas a un banco y pides un préstamo, no te sale gratis, sino que, al devolverlo, devuelves más dinero del que te prestaron. Eso que devuelves de más es el tipo de interés. Y está sujeto a variaciones.

Pero, si quieres, recurrimos al refranero español:

Más vale pájaro en mano que ciento volando.

Ahorro de dinero premiado con el tipo de interés. Imagen de Nattanan Kanchanaprat en Pixabay.

Con esta explicación, nos queda claro que, según el sentido común, mejor el dinero hoy que mañana. Cien mil euros hoy ya los tienes, sabes lo que puedes comprar con esa cantidad. Los puedes medir en términos de cuántas veces puedes adquirir algo, por ejemplo: 4 coches de 25 mil, media casa de 200 mil, etc.

El coste de oportunidad

Antes he mencionado que cuando optas por algo, dejas de optar por otra cosa. Esto es el coste de oportunidad. Este tipo de decisiones las hacemos constantemente: ¿ahorro este dinero o me lo gasto? ¿Me gasto este dinero en comida o en ropa? ¿Pido un crédito o no me voy de viaje? Las opciones que elijamos son todas decisiones económicas.

El coste de oportunidad es el beneficio perdido que se habría obtenido de una opción no elegida.

Investopedia.

Si te das cuenta, siempre hay un beneficio perdido, en todas las opciones no escogidas, aunque sea en términos de tiempo perdido. Volviendo a la película, si yo escojo cien mil euros hoy pierdo la opción del millón dentro de 10 años. Si hago al revés, pierdo los cien mil euros hoy. Y, claro, hay fórmulas para calcular lo que supone esta pérdida, llevando el valor de los cien mil de hoy a dentro de diez años o trayendo el valor del millón de euros de dentro de diez años a hoy (esto siempre será una estimación, pero sirve). Piensa en lo que valía 1 millón de euros hace 10 años: no ha variado mucho.

Dar y tomar

En este artículo de The Economist cuentan que, al fin y al cabo, la economía consiste en compensaciones: qué es lo que yo doy y qué es lo que yo recibo. Al final, existe una tendencia al equilibrio entre dar y recibir: si recibes algo, estás dando algo a cambio, de alguna manera. Según comenta el artículo:

No existe tal cosa como un almuerzo gratis, como dijo Milton Friedman. Cuando alguien recibe algo, casi siempre da algo a cambio. Si sales con tus amigos, no tendrás tiempo de ir al gimnasio.

The Economist.

Y este razonamiento es justo lo que comentábamos antes: el coste de oportunidad de salir con tus amigos es dejar de ir al gimnasio.

El artículo propone algunas lecturas básicas para comprender la economía, algunas de ellas clásicos en la literatura económica, como Capitalismo y libertad, de Milton Friedman. Yo no entraría mucho en la idea de que es necesario leerse uno de estos libros, igual que no he entrado en las matemáticas. Me quedaría con la visión global de cómo el ser humano decide sus opciones y descarta otras.

El ser humano toma decisiones irracionales

Tras toda esta lógica y sentido común, podríamos pensar que tenemos todo bajo control. Hasta aquí, sabemos que:

  • Es preferible quedarse con el dinero hoy si la cantidad es la misma (pájaro en mano).
  • Si pedimos un dinero que no tenemos, el dinero tiene un precio (tipos de interés).
  • Si tomo la decisión de hacer/comprar algo, la elección implica perder las otras opciones (coste de oportunidad).

Vale, pues hay algo más:

El ser humano toma decisiones irracionales.

Lo más difícil de la economía es que es una ciencia social. Por eso, la mayoría son modelos y teorías que se basan, eso sí, en los datos observados hasta la fecha en la que vivió el economista que hizo el modelo. Toda ciencia social se basa en comportamientos humanos que no siempre son racionales. Por ejemplo, podemos decir: si Juan prefiere las naranjas a las manzanas y las manzanas a las fresas, podemos deducir que Juan prefiere las naranjas a las fresas. Es una deducción lógica. Pero puede ocurrir perfectamente (y ocurre) que Juan un día se levanta con ganas de comer fresas y, aunque tiene en su casa las naranjas, se va al mercado a comprar fresas porque ese día las prefiere, que es lo misterioso.

Esto es bastante bonito. Nos saca del robot predecible y cuantificable. Es muy posible que alguien haya leído el razonamiento sobre la decisión de cien mil hoy o la misma cantidad mañana (o dentro de 10 años), haya comprendido perfectamente las implicaciones y, aun así, haya preferido que se la den mañana. Somos así.

Pero es que es 1 millón dentro de 10 años…

Aquí podemos enlazar la economía con los guiones de vida. No lo digo yo, lo dice Robert Kiyosaki en Padre rico, padre pobre. Este libro unifica la historia de las decisiones económicas que han tomado el padre rico y el padre pobre con sus respectivos guiones de vida, ganador y perdedor (sin especificarlo así, claro). Ya habíamos hablado de este libro en el blog, describiendo cómo estar muy ocupado puede llevarte, lenta y laboriosamente, a NO conseguir tus objetivos.

En este libro se expone un caso que es el mismo que el que plantea la película El test, pero, en lugar de recibir dinero, la cuestión es gastarlo. Y aquí las cosas se ponen más complicadas. Kiyosaki dice que si vas a comprar un coche hoy con dinero que luego puedes necesitar, no lo compres, sino que esperes. Al fin y al cabo, un coche es un gasto, al día siguiente de adquirirlo ya vale menos. Por tanto, lo mejor es tomar una decisión racional: comprar el coche solo en el caso en el que el dinero «nos sobre». No conozco a nadie a quien realmente le sobre el dinero por mucho que tenga. Pero sí conozco muchas personas que tienen sus necesidades ampliamente cubiertas y, aun así, ahorros: ese es el dinero «que sobra».

También es cierto que no sabes si dentro de diez años 1 millón de euros comprarán lo que compran hoy, de hecho, comprarán menos y podrían incluso valer menos que los cien mil euros de hoy. Todo depende del escenario que se plantee. Podría llegar el caso de que la moneda ni siquiera existiese, podrías haber muerto. Pero sin ponernos tan dramáticos, podría llegar el caso de que ese dinero valiese muy poco por una inflación galopante, como ocurre en Argentina. En agosto de 2022 (hace menos de 1 mes cuando escribo esto), leí que la inflación en Argentina alcanzaba el 71 % anual. Con ese alza persistente de los precios es como si el dinero fuese agua y se te fuese escurriendo de las manos. Hacen falta tantos billetes para comprar un coche que la gente los tiene que llevar escondidos bajo la ropa por todo el cuerpo.


Las decisiones racionales con el dinero son las mejores. Las compras por impulso, las peores. No pidas un crédito para comprar un bien de consumo inmediato (unas vacaciones). Sopesa en cada decisión qué otras opciones pierdes. Guarda el dinero para una opción mejor, a menos que estés en Argentina. Espero que estas cuatro pinceladas sobre la economía y sin matemáticas te sirvan. Como siempre, muchas gracias por leer y por compartir.

La mejor versión de ti mismo

He visto en el cine Todo a la vez en todas partes. La película plantea la conexión de las personas con diferentes versiones de ellas mismas en los diferentes universos (multiverso) que se han generado en cada toma de decisión, a partir del resto de opciones que en ese momento se descartaron. No hablaré mucho más del argumento para no hacer spoiler.

Universos paralelos con versiones distintas de cada persona. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

Mucho de lo que expone esta película yo lo veo con otra perspectiva. Por ejemplo, la protagonista, para acceder a las habilidades que ha desarrollado en universos paralelos, tiene que hacer algo inusual (la mayoría de las veces absurdo) para «conectar» con esos otros universos y que el aprendizaje venga «de allí». Sin embargo, pienso que las capacidades están en cada persona aquí y ahora, no hay que traerlas de ningún sitio. Asumimos que la persona es la misma, por tanto, si tienes potencial para el canto, aunque no lo hayas desarrollado, el potencial sigue ahí y en cualquier momento que te dé la gana puedes trabajarlo. Pero solo lo puedes hacer aquí y ahora.

Cada uno de nosotros porta todas sus potenciales capacidades. Cada persona puede cambiar su guion de vida y ampliar sus horizontes. Existen muchas maneras, una de ellas es la programación neurolingüística o PNL. La PNL tiene una potencia demostrada para cambiar la trayectoria vital. La finalidad de muchos de sus ejercicios es abrir el ángulo con el que se está mirando la realidad. De hecho, algunos ejercicios se llaman «reencuadre» (reframing) y muchos otros buscan completar frases que ocultan creencias o mandatos, esos mismos mandatos de los que habla el A.T. Puedes leer un poco más sobre PNL en esta entrada: son lentejas.

Si la idea de actuar de forma inesperada es buena como base para introducir un cambio en la vida, no creo que esté bien planteada en la película y al final me ha resultado ridícula. En realidad, sí se necesita actuar distinto, hablar distinto, cambiar el enfoque, pero son formas de actuar relacionadas con la capacidad que se quiere poner en juego. Así, pienso que la película ha desperdiciado dar este mensaje: aquí y ahora desde luego que puedes actuar de una forma inesperada: puedes leer un periódico en inglés, puedes apuntarte a clases de chino, puedes coger una mochila y empezar a ir al gimnasio.

¿La mejor versión de ti mismo?

En la película, se habla de mejores y peores versiones de la protagonista. La que está viviendo en el momento de empezar a contactar con esos otros universos es «la peor». Pero eso ¿qué significa? ¿Por qué va a ser peor vivir una vida en la que no se han explotado ciertas habilidades o en la que se ha elegido como pareja a un hombre de lo más común? ¿Quién determina que esa vida es peor que las otras? ¿Qué significa eso de peor o mejor?

Quizá no significa nada. No es más que una creencia que las personas tengamos que desarrollar al máximo nuestros potenciales. Puede ser hasta un mandato del guion de vida.

No hay nada más liberador que decir:

Sí, así fue. Sí, así es: esta es mi vida.

Y luego con ella haces lo que te da la gana (lo que puedes, en el lugar y momento que te ha tocado vivir), que incluye no hacer nada, echarse la siesta, no apuntarse al gimnasio ni tomar clases de canto ni leer textos en inglés ni aprender chino. Eso en sí no es «peor» que las versiones de ti en las que sí haces todas estas actividades.

¿Tú estás en paz?

Yo creo que se trata más de estar en paz. Estar en paz conlleva mucha aceptación, mucho: «sí, así es; sí, así fue». Si una persona percibe que podría sentirse mejor explotando alguno de sus potenciales, pues genial, lo hace y entonces se siente mejor y más cerca de estar en paz. Recordemos que el guion de vida ganador no necesariamente es el de una persona rica, famosa o con alto estatus. El guion de vida ganador es el más parecido a los anhelos de la persona: si alguien se planteó que sería feliz en un piso humilde y con un trabajo normalito y lo alcanza, se siente en paz, su guion es ganador. Si alguien escala social y económicamente y se siente desgraciado, su guion es perdedor.

El destino colectivo

Algo que no aparece en la película ni en el curso de nuestros pensamientos habituales es el destino colectivo. No olvidemos que lo que hacemos se enmarca en un acontecer común, el destino colectivo, que es más grande que cada cual y ante el que solo se puede decir: «sí, así es».

Por ejemplo, independientemente de las capacidades propias que se trabajen, ocurren acontecimientos fuera de nuestro alcance y que nos influyen directamente: guerras, atentados, catástrofes naturales, crisis económicas… Estos «contextos» son destinos para cada uno de nosotros con los que no contamos, pero que pueden cambiar el curso de muchas vidas a la vez. Ante el destino colectivo solo nos podemos rendir, es decir, solo podemos aceptar lo que hay, las circunstancias que configuran la realidad. Eso sí, podemos actuar frente a ellas desde nuestra plena capacidad: el estado adulto.


Tus capacidades del multiverso están accesibles ya. Elegir y, sobre todo, dejar atrás, son potestades de tu estado adulto que puedes poner en práctica en cada decisión de la vida. Hay muchísimas variables que una persona no puede cambiar. Aun así, siempre puedes seguir actuando desde el adulto «pese a» este destino, esto que estamos todos viviendo. El adulto también se echa la siesta.

Drowse vacacional

Drowse es una canción de Queen que menciona «los domingos por la tarde». Significa dormitar, estar amodorrado, quedarse medio dormido… Describe muy bien lo que he experimentado en mis vacaciones. Lejos de hacer siquiera una cuarta parte de lo que había proyectado, el «drowse» me ha invadido, junto con el calor, y ha matado mi fuerza de voluntad.

Imagen de Jess Foami en Pixabay.

Lo contrario del «drowse»: la constancia

Con la fuerza de voluntad, se han ido la constancia y la capacidad de concentración, elementos que, según Murakami, son fundamentales para la creación. Así, lo que se había proyectado como un espacio sin límites para la creatividad, «haz lo que quieras», que diría Michael Ende , se convierte por el calor y el cansancio en un espacio sin límites de aburrimiento, dormitar y ver la tele, interrumpido por vivificantes visitas a la piscina y otros ocios.

Por otro lado, José Luis Sampedro se levantaba a las 4 de la mañana para escribir. Lo hizo durante 40 años antes de lograr el éxito, compatibilizando su trabajo como economista con su trabajo como escritor. Eso, aunque Murakami diga que no, para mí se llama fuerza de voluntad, bueno, Sampedro lo llama perseverancia.

Y hay otro escritor que conozco desde hace poco, Sergio Rozalén, que religiosamente escribe en su blog una entrada al día. Son al menos de dos tipos: unas se parecen a las mías y otras son ficciones de futuros distópicos las más de las veces. Este prolífico escritor no ha parado con el calor, lo que para mí es admirable. Sobre la fuerza de voluntad, este bloguero me diría esto: «Tanto si piensas que puedes como si piensas que no puedes… tienes razón».

Me llama la atención que tanto Sergio Rozalén como yo reflexionemos con frecuencia sobre temas similares, unas veces estando muy de acuerdo y otras veces sacando conclusiones totalmente diferentes. Casi se podría establecer un carteo escritoril de mensajes y respuestas.

Por ejemplo, muchas veces he echado de menos los carretes de fotos antiguos. Solo se podían hacer 12, 24 o 36 fotos, varias de ellas salían mal y, aun así, o precisamente por ello, se conservaban como si fueran tesoros. Ahora se hacen miles de fotografías cada año, la mayoría selfies, hace poco vi una noticia en la que la gente esperaba cola para hacerse una foto en un lugar de costa y que pareciera que estaban solos allí. ¿Y realmente miramos esas fotos? Yo no. Desde mi punto de vista, las fotos de un álbum sí se revisan, había una o dos de cada persona, localizar ancestros o momentos vividos en ellas era como hacer arqueología. Ahora son tantas y tan repetitivas que rara vez acudo a mirarlas. Sin embargo, Sergio Rozalén piensa que está mucho mejor ahora en que las fotos están organizadas por fechas y puede ver cuándo y dónde ocurrió algo, mientras que las del pasado le crean un desequilibrio de los recuerdos porque parece que no pasaba casi nada y además cuesta reconstruir el recuerdo a partir de unas pocas imágenes…

Ya sabéis que reflexiono sobre los guiones de vida de forma recurrente, puesto que me parece un tema apasionante y pienso que conocerlo ayuda a desautomatizar una serie de creencias. Sergio Rozalén hace una aportación interesante cuando habla del guion trazado por el padre de las hermanas Williams y sobre aquellos otros guiones que resultan perdedores y de los que no se habla tanto.

Hasta aquí las similitudes. Sergio Rozalén se permite imaginar futuros y posibilidades ilógicas (Irreflexiones es el nombre de su blog), de manera que puede crear más allá de «lo que hay»; yo solo lo hago en libros de relatos. Muchas entradas de su blog abren opciones posibles. Por ejemplo, en un momento dado reflexiona sobre la creciente complejidad de nuestro mundo, que da lugar a perfiles cada vez más especializados. Pues bien, inventa la figura del gestor de complejidad, que serían:

…personas que controlen el nivel de abigarramiento de los sistemas, tratando de reducirlo cuando sea posible, asegurando que el conocimiento se mantiene, definiendo las reglas y capacidades organizativas necesarias para su funcionamiento, en un contexto de cambio y evolución permanente.

https://irreflexiones.com/2022/06/21/gestionar-la-complejidad/

Y va más allá, escribe pequeños relatos de ficción, normalmente en mundos futuros y distópicos.

Podéis leer esta historia sobre una app llamada Cyrano AR, bastante interesante y que da que pensar. Es una de esas entradas que evocan distopías tipo Black Mirror, solo que las de Sergio Rozalén suelen acabar bien.

También es interesante leer este relato en el que se plantea una situación parecida a la de Gattaca, una distopía del futuro en la que los niños se conciben in vitro y se eliminan las posibilidades de que padezcan enfermedades o sean físicamente desagradables. El texto de Rozalén invita a reflexionar qué es mejor, si vivir muchos años siendo un ser más o menos perfecto o vivir unos cuantos menos siendo un ser superior. Habría que plantearse aquí si el hecho de tener todas esas ventajas genéticas hace que se siga un guion ganador.

En Gattaca, uno de los últimos niños en nacer de forma natural y sin cribado genético es Vincent. Tiene una deficiencia cardiaca de nacimiento y una gran miopía, lo que le califica como “no válido” en un mundo de humanos genéticamente perfectos. Así, subsiste trabajando en los puestos más bajos. Sin embargo, más adelante consigue entrar en el mundo exclusivo de la gente guapa y perfecta utilizando la identidad y la huella genética de un deportista que quedó paralítico en un accidente, pero que en todo lo demás es perfecto. ¿Y cómo lo logra? ¿Con fuerza de voluntad, con constancia, con perseverancia? Desde luego, con una combinación de estas cualidades y seguramente no durante un caluroso verano en el que el «drowse» te arrastra a tu versión más parecida a nuestro primer ancestro: la ameba.

Las edades del hombre

He visto la nueva película de Top Gun. Llama la atención lo bien que se conserva Tom Cruise, a pesar de que este año 2022 cumpla los 60 tacos. Aun así, el que «Maverick» sea como el abuelete de los nuevos pilotos, hace que su historia personal esté desleída (ocurrió en los 80, nada menos) y sin embargo roba el posible protagonismo a los nuevos, personajes totalmente planos y sin sustancia (desde mi punto de vista de espectadora palomitera).

Imagen tomada de https://www.infobae.com/historias/2022/05/26/top-gun-el-capitan-que-casi-arruina-la-mejor-escena-la-tragica-muerte-en-el-set-y-tom-cruise-banado-en-su-vomito/

Por Tom Cruise pasan los años también, aunque de forma diferente a como pasan por la mayoría. ¿Cómo sería Tom en el siglo XIX y con los avatares de aquella época? ¿Cómo serían él o cualquier actor o actriz sin acceso a los retoques? ¿Cómo seríamos cada uno de nosotros si no nos pudiéramos teñir el pelo y no existieran los gimnasios?

Me voy a mi fuente preferida: los episodios nacionales de Galdós. En ellos, hay varias referencias a la edad de los personajes y lo que estaban haciendo en ese momento. Llama la atención que el envejecimiento era bastante parecido al de ahora, por las descripciones que hace don Benito de los personajes. Por ejemplo:

Gay (…) era un hombre membrudo, como de cincuenta años, la cabeza blanqueada por canicie precoz (…)

Luchana.

Es decir, al escritor le parece prematuro tener canas a los cincuenta años. Yo diría que hoy en día nos parece lo más normal; estamos en el mismo caso.

En otra parte de Luchana, se habla de Aura y otras amigas suyas: tienen alrededor de 20 años y en varias ocasiones los otros personajes las llaman «niñas». Esto no quita para que estén en edad casadera y ya se empiecen a arreglar compromisos con esta o aquella familia.

Nuestro ya estimado don Beltrán de Urdaneta, cuando habla de su ceguera progresiva, comenta:

Hay días en que no veo tres sobre un burro, y si sigo así, pronto quedaré ciego. Esto me aflige, porque me he propuesto llegar a los noventa.

Don Beltrán de Urdaneta en Luchana.

Es decir, en el siglo XIX era normal que alguien se propusiera vivir hasta los noventa años.

Por otro lado, esto dice don Beltrán de su nieto:

Figúrate que tiene veintiséis años, y ya es calvo… sí, hijo mío: se le cae el pelo de tanto cavilar haciendo números, y enfilando largas baterías de reales y maravedises. Su calvicie procede también de la sordidez, de la sequedad del entendimiento, donde no han entrado más que los números.

Don Beltrán hablando de su nieto Rodrigo, Luchana.

De esta descripción se puede deducir que no era normal en esa época que a un chico joven se le empezase a caer el pelo tan pronto. También se puede inferir que no mucha gente se dedicaba a «cavilar haciendo números», y que semejante actividad parecía conducir a la calvicie, frente a otras de más acción física. Esto da que pensar.

Modos de vida

En aquella época, la actividad física era muy superior a la de la época actual. Las mujeres iban al mercado, o mantenían una casa, o tenían que atender una granja, etc. Los hombres estaban en el ejército, o trabajaban el metal, como vimos en el post anterior, o traían y llevaban mensajes. Es posible que la acción de los personajes de ficción sea mayor que la de las personas reales de la época. Eso también ocurre ahora: en las series y películas, casi siempre los personajes están de pie, recorren un pasillo, se suben a un coche, se bajan… Rara vez permanecen mucho tiempo frente a una pantalla o mirando su móvil en el sillón, porque es aburridísimo de ver. Haz el ejercicio de verte desde fuera en el transcurso de un día: casi todo el rato aparecerás en posición sentada mirando fijamente a algo.

Aun así, el narrador no califica como extraño que sus personajes estén en constante movimiento y acción física, que recorran largas distancias andando (largas es media España) o que paseen por la ciudad durante largo rato. Rara vez aparecen sillas en las descripciones de los espacios cerrados, salvo en los bares en los que los personajes se reúnen a hablar de política. Y las camas suelen ser camastros «más duros que la piedra», rara vez un personaje descansa en una cama confortable.

En resumidas cuentas, se podría deducir que las edades de la época eran similares a las actuales, y que en cambio, los signos de envejecimiento como la calvicie o las canas no se ponían de manifiesto tan pronto, quizá por una actividad física mayor.


Ya, ya sé que últimamente visitamos mucho el siglo XIX, quizá habría que escuchar este consejo que Galdós pone en boca de Sabino, padre de Zoilo:

(…) conviene que no mires tanto a lo pasado, pues el que mira mucho atrás, atrás se queda… y el que vive entre fantasmas en fantasma se convierte…

Sabino en Luchana.

Puede que en otro post hablemos de la inflación y tal y cual. Ya veremos. Mientras tanto, muchas gracias por leerme, por comentar y por compartir. 🙂

Costumbres de antaño

Leyendo los episodios nacionales me voy encontrando con menciones al estilo de vida que seguramente en esa época no llamaban la atención, pero que al leerlas ahora, resultan chocantes o curiosas. Voy a recoger algunas aquí, de forma no exhaustiva. Son las que más me han llamado la atención de los últimos episodios que he leído, pero hay muchas más: te invito a descubrirlas.

Que la fuerza bruta te acompañe

En el siglo XIX todavía se utilizaba mucho la fuerza física de personas y animales. En Luchana, Zoilo y su familia son herreros. Trabajan el metal como en el cuadro de La fragua de Vulcano, a mano, con la fuerza bruta y viril.

Sano y vigoroso, dotado de un temple acerado y de una naturaleza a prueba de inclemencias, no conocía el cansancio. A los veintidós años gustaba de mostrar su fuerza hercúlea en cuantas ocasiones se le presentaban (…). A su pujante vigor muscular correspondía su intachable conformación corpórea, de líneas estatutarias, y un rostro atezado, de serena expresión, toda lealtad y nobleza sin pulir (…). Tenía conciencia de su fuerza física (…), pero no sospechaba que era hermoso siempre, y más cuando tiznado y cubierto de sudor domaba la dureza de un metal menos consistente que su voluntad.

Descripción de Zoilo. Luchana.
La fragua de Vulcano. Dominio público.

Otro ejemplo de necesidad de fuerza física son los camilleros. Cuando Galdós habla de que se llevaban a los heridos en camillas, la imagen mental que me vino es una camilla con sus patas y sus ruedas. Pero no, las camillas las levantaban dos forzudos hombres, uno por cada lado, de manera que hacían falta dos hombres no heridos por cada camilla.

Huevos fritos con chorizo

En las novelas de don Benito sale muchas veces la comida. Diremos que Galdós no debía de ser muy fan de la dieta mediterránea. Lo que más comen sus personajes es queso con pan, de beber, siempre toman vino, si meriendan, pueden tomarse un chocolate con bollos, más raramente un café.

Eso sí, se desayunan unas sopas o unos huevos fritos con chorizo como si tal cosa. Cuando pasan hambre, los personajes comen sobras de lo que han comido otras personas. Es una imagen bastante impresionante. Cuando los precios suben por la guerra, pueden que tengan que comprar unos huevos muy pasados y a precio de oro.

Huso horario

Algo pasó en algún momento con el huso horario, porque en los episodios nacionales, cuando es verano, amanece y anochece a las 5 de la tarde. Repito: a las 5 de la tarde. Eso me recuerda a cuando estuve en el Mar Rojo en verano, precisamente: amanecía y anochecía a las 6, así que a esa hora había que levantarse/irse a dormir. He investigado sobre esto, lo que he encontrado son dos artículos (a su vez copiados a otras páginas) sobre que las horas en el s. XIX eran distintas en cada provincia.

Además, se comía y cenaba a otras horas. En Luchana, unas señoras de la nobleza comentan que:

…amiga mía, no puedo avenirme a esa novísima costumbre de comer a las tres y cenar a las once de la noche… costumbres napolitanas deben de ser éstas…

La «señora incógnita» en una carta a Fernando Calpena. Luchana.

Mira, ya sabemos por qué en España tendemos a comer y cenar más tarde que otros europeos. ¿Lo harán así los napolitanos, como dice esta mujer?

A pie

Verdaderamente, cuando los personajes de Galdós recorren varias provincias de la geografía española andando, llego a sentir su cansancio. No, no van en un carro, a veces unos sí tienen carro o burro, los más nobles, caballo, pero van todos a la vez, así que se entiende que van al ritmo de los que van a pie. Estos grandes viajes quijotescos se forman por distintos intereses. Por ejemplo, en una fonda coinciden dos personajes y hablan de la ruta que sigue cada uno. Uno de ellos puede estar encaminándose a donde dejó a su amada, el otro puede estar en misión oficial llevando unos legajos a un alto cargo. Y aún otro, puede estar de camino para volver a sus tierras y retirarse allí. Hablan entre ellos de los medios con los que cuentan y se acuerda emprender el viaje.

En el suelo

Pasan la noche en cualquier lado, por ejemplo, paran en una fonda y duermen varias personas todas en el suelo, cada cual haciéndose su lecho con lo que tenga a mano, o bien en los establos, durmiendo sobre el heno. Esto lo hacen hasta personas tan mayores como nuestro amigo don Beltrán de Urdaneta, que según referencias galdosianas, pasa de los 70 años.

También es posible que duerman en una iglesia, en un humilladero o, incluso, en una cueva, siempre con sus molidos huesos sobre duros suelos.

Prepararse para bien morir

Una de las cosas que más me costaba digerir en las novelas de Galdós son los fusilamientos y otros tipos de muertes cruentas. Los condenados pasan una noche con su conciencia, resignándose a su fatal destino y en comunión con Dios mismo. Es de notar con qué entereza asumen los personajes que van a morir. La muerte está mucho más cerca de ellos de lo que la sentimos ahora. No solo por las guerras, también porque la muerte era más probable, la esperanza de vida, menor.

También hay descripciones realistas y exactas de linchamientos, como el de Godoy. De la fuerza del pueblo y sus acciones hablaremos otro día; es admirable cómo Galdós presenta al pueblo en estos actos en masa.

Ancestros

Desde luego, la vida era más dura, o al menos, más cansada físicamente. Esta gente comía bastante menos, tenía que ganarse el pan con más esfuerzo, y no había un trato especial para personas mayores o con problemas de salud: tenían que superar los mismos avatares que el resto. Eso sí, se percibe en los personajes de don Benito una humanidad sin límite, cuando una persona requiere cuidados, los demás se vuelcan, la acogen, la acompañan.

En este contexto y otros peores si nos vamos más atrás en la historia, crecieron y vivieron nuestros ancestros. Nos ha llegado la vida de las personas que sobrevivieron al hambre, la enfermedad, la guerra. ¡Qué precio más alto! Se trata, como comenta Sergio Rozalén en un post, de 110 mil millones de historias.

Brines, testigo del paso del tiempo

El pasado domingo emitieron un Imprescindibles sobre Francisco Brines en La 2. Cuando lo vi anunciado en Twitter, sentí emoción: yo conocí personalmente a Francisco Brines en la carrera de Teoría de la literatura y literatura comparada; de hecho, autografió para mí su antología Poesía completa (1960-1997). Brines era materia de estudio de la asignatura de Crítica literaria, dentro de la generación del 50.

Cuando vi a Brines en el documental, me costó aceptar su envejecimiento. Le había conocido alrededor del año 2002-2003, cuando tenía unos 70 años; aún no era académico de la RAE. Brines vino a la Facultad a dar un seminario y leyó varios de sus poemas. Explicó que la inspiración podía venirle en cualquier momento, incluso conduciendo: se paraba en un semáforo en rojo y apuntaba rápidamente en un papel la imagen que le había venido a la mente.

Su visita era importante, es como si nos hubiera visitado Vicente Aleixandre, de quien tenía influencias en su primera obra. Durante su charla, se me ocurrió una «pregunta inteligente» que, cuando me llegó el turno, se me fue de la mente. Como no conseguía recordarla, le pedí torpemente que leyera otro poema. Su voz era vibrante, profunda, leía con gusto y buena vocalización. Brines tenía más o menos este aspecto:

Magazelka, CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0, via Wikimedia Commons

La voz de Brines en el documental, grabado en 2020 y 2021, sonaba como un hilillo de aire, muy débil, pausada. Ya no solo su aspecto, su voz no era la voz que yo había escuchado. Lo que decía, por contraste, tenía mucha fuerza. Una fuerza que se puede apreciar en sus poemas, por ejemplo, este, Sísifo de la carne(*):

Algo el tiempo ha empezado a corroer
en la línea del vientre, en donde cruel
me avasalló, gimiendo, tu belleza.
Se ha iniciado la lenta despedida
del esplendor, y me arroja el reino
la maldición de mi naturaleza.
Y otra vez el desierto hasta encontrar
de nuevo los grilletes que me aten
a esa indecisión de una sonrisa
aparecida. El valle de los pájaros.

Cuántos barcos sin norte en esa niebla
de desaparición. Los mástiles caídos.
Al espejo se asoma
el estupor cansado de mis ojos,
la destrucción tan larga de mi carne.
Y el mendigo del mundo prometido
adelanta la mano que le humilla
por cobrar la moneda que no ha alcanzado nunca.

La reflexión sobre el tiempo

Los temas comunes de la poesía de Francisco Brines son varios. Uno de ellos el cuerpo, la carne. Otro los paisajes, los atardeceres y la noche, la naturaleza. Y otro, el principal, el tiempo. Impresiona el paso del tiempo en él, se buscan sus trazas al comparar sus poemas de Las brasas con los de La última costa. Curiosamente, su yo lírico en Las brasas era un hombre anciano despidiéndose de la vida porque se sabe mortal. En el poema Sísifo de la carne, de La última costa, podemos ver que la carne es víctima también de ese paso del tiempo.

Cuando vi a Francisco Brines en la Complutense, fijé el aspecto del autor, como si lo hubiera visto en una película. Así, en mi mente, Brines no envejecía. En las películas, los personajes no envejecen, mientras que, en cada revisión de una película, el espectador sí lo hace. Si en su día te habías identificado con Gene Kelly en Levando anclas, un día vuelves a ver la película y de pronto te parece un chico «demasiado joven». Y, al mismo tiempo, lleva muerto muchos años. Estos son los contrastes temporales a los que nos llevan fotografías y películas.

Por otro lado, a partir de una edad, es muy posible que no reconozcas a las personas de tu propia quinta. Más o menos hasta los 40 identificas bien a otros coetáneos. Y a partir de ahí, poco a poco, vas creyendo (ingenuamente, erróneamente) que esas personas «tan mayores» no pueden ser de tu edad, que tú te conservas mejor. El «señora» y la gente que te habla de usted te devuelven rápido a tu sitio, a tu generación.

Don Beltrán de Urdaneta

Recordar a Brines me ha conectado al personaje estimable de don Beltrán de Urdaneta, del que ya os he hablado un par de veces. Este personaje es un señor de unos setenta años. Le ha gustado disfrutar de la vida y sigue queriendo hacerlo. Pero se está quedando ciego y se va sintiendo cansado de ir de un lado para otro. Que esté acercándose a la última costa no significa que no pueda estar sometido a las circunstancias del destino, del azar. En el Imprescindibles, Brines comenta que somos hijos del azar: cuando llega, hay que agarrarlo, aunque nos aparte de un golpe.

El paso del tiempo, con la propia observación de un cuerpo que «el tiempo ha empezado a corroer», es doloroso cuando se atisba la muerte, el final, la otra cara de la moneda de la vida. Don Beltrán de Urdaneta se siente cercano a la muerte, por edad, pero cuando se ve apresado por un regimiento de facciosos (soldados carlistas) liderado por Cabrera, y es sometido a todo tipo de trabajos duros, se prepara aún más para este final: en cualquier momento puede ser fusilado por orden del general Cabrera, personaje histórico, apodado «el tigre del Maestrazgo».

La historia es dura: los liberales fusilan a la madre de Cabrera, María Griñó. Desde ese momento, Cabrera promete que la sangre de los liberales llenará los valles y subirá por las montañas. Y fusila a todo el que encuentra, sean mujeres, sean niños, o sean personas que pasaban por ahí, como el propio Urdaneta, que es capturado y llevado como preso a través de montes y valles, la mayor parte del tiempo a pie.

A pesar de su edad y su nobleza (el primer noble de Aragón), a Urdaneta le encargan talar árboles (con un hacha) para despejar una zona, o enterrar a los fusilados, a los que se desnudaba antes.

Terrible duelo y consternación produjo a don Beltrán la vista de los dieciséis cadáveres ya desnudos, rígidos en sus violentas contorsiones (…). Eran jóvenes, lozanas existencias destruidas bárbaramente en la plenitud del vigor (…). [Pensó:] «¡Pobres muchachos! ¿Por qué se les ha quitado la vida? España se desangra, España se aniquila. Asisto al suicidio de una nación. Sepultémosla en su propia tierra…»

La campaña del Maestrazgo
Hecho de Burjasot. M. Molina. Biblioteca Nacional. Madrid.

Contrasta la edad de los cuerpos con el rigor de la muerte. Contrasta la vejez de Urdaneta con la juventud de los muertos a los que se ve obligado a enterrar. Galdós no omite la dureza de la guerra, más bien crea imágenes claras de aquellos sucesos. En la época que escribió esta tercera serie, Galdós tenía entre 55 y 57 años. Aún había de vivir unos 20 más, pero ya era sensible a los achaques de la edad, especialmente el que le tocaría a él: la progresiva pérdida de la visión.

Igualmente, Francisco Brines habría de vivir unos 20 años a partir de aquella charla en la que presentó su antología subtitulada «Ensayo de una despedida».


Todo este juego de edades que contemplan edades es lo que me evocó el excelente documental de Imprescindibles. Brines, en pantalla, con 88 y 89 años, inmediatamente el Brines de la charla en mi Facultad, con 70, yo con 47 recordando haberle pedido su autógrafo con 29, Galdós escribiendo con 56 años sobre un personaje de 70 que contempla la muerte de jóvenes de unos 20.

Tal vez no podemos saber cuándo hemos de despedirnos. No sabemos qué hechos nos va a tocar presenciar, qué circunstancias nos quedan por vivir. Podemos atestiguar el paso del tiempo, como Brines y Galdós, podemos reflejar lo que vemos y lo que sentimos. Podemos, simplemente, vivir, disfrutar de lo que tenemos, agradeciendo lo que nos llega, despidiendo lo que se va.

(*) Nadie mejor que cada lector para sentir las emociones que le sugieren los versos del poeta. La poesía es difícil por su simbolismo, por su polisemia, por no ser lógica. Muchas veces requiere relectura, ir destilando cada imagen, cada palabra.

En casa… separados se escribe junto

En casa, como la mayoría… Buscando formas de pasar el tiempo.

A cada uno de nosotros/as nos ha pillado esto de una forma: solos o acompañados, con trabajo o sin trabajo, o con cambios radicales en el ritmo de actividad hacia el exceso o hacia el defecto.

«Cualquier cosa» mejor que si lo que nos toca es pasar por el hospital o si las consecuencias son fatales, para nosotros o los más allegados.

Quería recoger aquí algunas iniciativas que me han ido llegando para pasar el tiempo y comunicarse con los demás.

Comparte tu canción preferida

Un compañero mío de teatro escribió hace dos días en el grupo de whatsapp el siguiente mensaje:

No sé si recordaréis el programa de radio, «peticiones del oyente». Se dedicaban canciones a amigos y familiares en fechas señaladas. ¿Qué os parece si seguimos el hilo y cuando tod@s hayamos puesto una canción, votamos y elegimos la canción del día? Es una pequeña aportación para hacer más llevadero el confinamiento.

Y compartió una primera canción. A partir de ese momento, he podido conocer muchos artistas, canciones y vídeos que ignoraba y paso un buen rato escuchando las canciones, algunas de ellas muy emocionantes. Al final del día votamos las 3 que más nos han gustado y al día siguiente se listan los 3 ganadores.

He pedido permiso a este compañero para compartir su iniciativa. Desde entonces, funciona con éxito en otros dos grupos numerosos. Os animo a replicarla en vuestros grupos de whatsapp de gente cercana. 🙂

Tocando música para los demás

Desde hace días, los artistas se han volcado con el «quédate en casa» y comparten música que graban en casa, incluso entre varios.

Quería compartir esta canción de mi amigo Miguel Vigil, un artista de la música y de la letra. Me quedo con su «separados se escribe junto» que tan intensamente se siente estos días:

También he recibido esta otra canción en grupo que me ha parecido muy chula:

Hacer ejercicio

Se han compartido muchos vídeos y herramientas para seguir haciendo ejercicio en casa. No podemos pasear ni correr, quizá no tenemos en casa una bici estática, pero podemos mantenernos en forma. Yo me decanto por el baile, un tipo de ejercicio que me sube el ánimo, ya que combina escuchar música con mover el esqueleto.

Por poner algún ejemplo, aquí va un vídeo con coreografía tipo zumba pero fácil:

Hacer un curso… o continuar las actividades

Una amiga mía tiene un negocio de Tai Chi, yoga, etc. Hemos hablado sobre cómo podía continuar la actividad. A la idea de grabarse en vídeo y de tener un canal en YouTube, se añadió que los alumnos/as se graben haciendo el nuevo movimiento que les enseñe, con el fin de poder corregirlo.

Otras amigas tienen una escuela de artes escénicas. También hemos hablado de formas de verse en grupos grandes, como Google Hangouts o Skype, y se han decidido por esta última. La idea es reunirse con los alumn@s, trabajar el personaje que tiene cada uno asignado, etc.

Si lo que te ha tocado es poca actividad laboral y/o soledad, puedes apuntarte a uno de los cientos de miles de cursos gratuitos que hay online. He recibido este enlace de Fundación Telefónica y me he matriculado en este curso de Telefónica Educación Digital que juraría que gestionó un antiguo compañero de trabajo en esta empresa que ahora está en venta.

El curso dura 8 semanas. Incluso si estudio 2 módulos por semana, tengo para un mes de curso. Y así puedes estar hasta el infinito. Ya digo: la oferta es muy amplia, hay cursos muy buenos (como este) y sirve para pasar el rato y desconectar un poco del teléfono.


¿Cuál es tu forma de pasar el rato? ¿Cómo prefieres comunicarte? Comentarios siempre bienvenidos, y más en esta época.

Pájaro en mano: la recompensa inmediata

Más vale pájaro en mano que ciento volando

Esto dice el refrán, y no solo se trata de la “sabiduría popular”, sino que realmente nuestro cerebro está estructurado para pensar así y tomar decisiones en ese escenario.

Pájaro en mano: la recompensa inmediata

El pájaro (la recompensa) es mío ahora

La forma de expresarlo desde un punto de vista financiero se llama valor del dinero en el tiempo: un euro hoy siempre vale más que un euro en una fecha futura. Esto se debe a dos efectos: los intereses que dejan de obtenerse por ese euro invertido entre hoy y esa fecha futura y la posible inflación, que hará que en el futuro un euro tenga menos valor real.

Si lo tomamos desde este punto de vista, la aplicación de esta idea en el Libro del Buen Amor es más aproximada a este concepto: “No dejes lo ganado por lo que has de ganar (Libro de Buen Amor 994)”.

Recompensa inmediata frente a recompensa pospuesta

Desde el punto de vista de las decisiones racionales frente a las emocionales, nuestro sistema de recompensa hormonal necesita resultados tangibles y regulares. La neurología habla de la tensión que existe entre la idea de una recompensa inmediata y otra pospuesta: resulta un gran esfuerzo para nuestra parte consciente retrasar la recompensa, manteniendo al cerebro animal bajo control.

Tal como nos explica Taleb en El Cisne Negro, nuestro sistema de recompensa necesita un flujo constante de pequeñas recompensas, por lo que puede ser peor ganar diez millones para luego perder nueve que no ganar nada.

Taleb nos remite al artículo de la revista Science por Samuel M. McClure y otros: este grupo de investigadores descubrió que los sistemas cerebrales que evalúan recompensas económicas inmediatas y diferidas en el tiempo son distintos: las decisiones inmediatas involucran al sistema límbico, emocional, y las decisiones pospuestas en el tiempo al córtex (el córtex prefrontal lateral y estructuras asociadas).

La cigarra y la hormiga

Este mismo artículo de Science cita la fábula de Esopo de la cigarra y la hormiga para ilustrar los dos tipos de decisiones.

 

Es interesante que, mientras que el refrán popular nos anima a agarrar ese pájaro seguro hoy, la moraleja del cuento es retardar la recompensa a base de comportarnos más como la hormiga. (Por cierto, el esquema mental de la hormiga de dejar el placer para mañana es el “guion hasta” que vimos, mientras que el esquema mental de la cigarra es el “guion después”).

Las investigaciones como la citada confirman la idea de que los consumidores se comportan de forma impaciente hoy pero prefieren planificar pacientemente para el futuro.

La recompensa futura se nos desdibuja

A partir de un horizonte temporal, el futuro se nos desdibuja, por lo que nuestro sistema emocional ya no se involucra en decisiones tan lejanas. Los autores citados nos dicen que:

Por ejemplo, si a alguien le ofrecen elegir entre 10€ hoy y 11€ mañana, estará tentado a elegir la opción inmediata. Pero si se le pide hoy elegir entre 10€ en un año y 11€ en un año y un día, la misma persona probablemente preferirá la cantidad algo mayor y ligeramente pospuesta.

Al fin y al cabo, no somos sino primates superiores, los único capaces de retrasar tanto el disfrute de una recompensa como para hacer planes de ahorro, pensiones, pagar hipotecas… Y ciertamente no es lo que mejor se nos da.


¿Qué opinas sobre esto? ¿Prefieres retrasar la recompensa pero que sea mayor? ¿O más vale disfrutar el día de hoy? Puedes dar tu punto de vista en comentarios.

Gracias por tu atención al leer este artículo. ¡Eres libre de compartirlo!