Pájaro en mano: la recompensa inmediata

Más vale pájaro en mano que ciento volando

Esto dice el refrán, y no solo se trata de la “sabiduría popular”, sino que realmente nuestro cerebro está estructurado para pensar así y tomar decisiones en ese escenario.

Pájaro en mano: la recompensa inmediata

El pájaro (la recompensa) es mío ahora

La forma de expresarlo desde un punto de vista financiero se llama valor del dinero en el tiempo: un euro hoy siempre vale más que un euro en una fecha futura. Esto se debe a dos efectos: los intereses que dejan de obtenerse por ese euro invertido entre hoy y esa fecha futura y la posible inflación, que hará que en el futuro un euro tenga menos valor real.

Si lo tomamos desde este punto de vista, la aplicación de esta idea en el Libro del Buen Amor es más aproximada a este concepto: “No dejes lo ganado por lo que has de ganar (Libro de Buen Amor 994)”.

Recompensa inmediata frente a recompensa pospuesta

Desde el punto de vista de las decisiones racionales frente a las emocionales, nuestro sistema de recompensa hormonal necesita resultados tangibles y regulares. La neurología habla de la tensión que existe entre la idea de una recompensa inmediata y otra pospuesta: resulta un gran esfuerzo para nuestra parte consciente retrasar la recompensa, manteniendo al cerebro animal bajo control.

Tal como nos explica Taleb en El Cisne Negro, nuestro sistema de recompensa necesita un flujo constante de pequeñas recompensas, por lo que puede ser peor ganar diez millones para luego perder nueve que no ganar nada.

Taleb nos remite al artículo de la revista Science por Samuel M. McClure y otros: este grupo de investigadores descubrió que los sistemas cerebrales que evalúan recompensas económicas inmediatas y diferidas en el tiempo son distintos: las decisiones inmediatas involucran al sistema límbico, emocional, y las decisiones pospuestas en el tiempo al córtex (el córtex prefrontal lateral y estructuras asociadas).

La cigarra y la hormiga

Este mismo artículo de Science cita la fábula de Esopo de la cigarra y la hormiga para ilustrar los dos tipos de decisiones.

 

Es interesante que, mientras que el refrán popular nos anima a agarrar ese pájaro seguro hoy, la moraleja del cuento es retardar la recompensa a base de comportarnos más como la hormiga. (Por cierto, el esquema mental de la hormiga de dejar el placer para mañana es el “guion hasta” que vimos, mientras que el esquema mental de la cigarra es el “guion después”).

Las investigaciones como la citada confirman la idea de que los consumidores se comportan de forma impaciente hoy pero prefieren planificar pacientemente para el futuro.

La recompensa futura se nos desdibuja

A partir de un horizonte temporal, el futuro se nos desdibuja, por lo que nuestro sistema emocional ya no se involucra en decisiones tan lejanas. Los autores citados nos dicen que:

Por ejemplo, si a alguien le ofrecen elegir entre 10€ hoy y 11€ mañana, estará tentado a elegir la opción inmediata. Pero si se le pide hoy elegir entre 10€ en un año y 11€ en un año y un día, la misma persona probablemente preferirá la cantidad algo mayor y ligeramente pospuesta.

Al fin y al cabo, no somos sino primates superiores, los único capaces de retrasar tanto el disfrute de una recompensa como para hacer planes de ahorro, pensiones, pagar hipotecas… Y ciertamente no es lo que mejor se nos da.


¿Qué opinas sobre esto? ¿Prefieres retrasar la recompensa pero que sea mayor? ¿O más vale disfrutar el día de hoy? Puedes dar tu punto de vista en comentarios.

Gracias por tu atención al leer este artículo. ¡Eres libre de compartirlo!

Un cantante que desaparece. Doble cisne negro

Cartel de la película Searching for Sugar Man

He tenido la suerte de ver recientemente el documental «Searching for Sugar Man«, que relata una búsqueda digna de thriller de un cantante que grabó un par de discos y al que después pareció tragársele la tierra. Este cantante se llamaba Rodríguez, así, sin más.

Desde el primer momento del documental, la música de Rodríguez lo envuelve y le dota de color, de vida. Es una música de calidad, comparable a la de John Dylan y otros grandes de finales de los 60. Y sin embargo, Rodríguez no aparece. Se rumorea que ha muerto durante un concierto, que se ha suicidado en el escenario de una forma bastante grotesca.

Aquí se produce el primer «cisne negro«, un término acuñado por Nassim Nicholas Taleb y que se refiere a fenómenos atípicos, que conllevan un gran impacto y de los que se buscan explicaciones a posteriori (porque son impredecibles). Y es el fenómeno de «no-éxito» no esperable ante la calidad de la música de Rodríguez. ¿Se debió a su apellido hispano? ¿Se debió a una mala gestión de la discográfica? Lo cierto es que las copias de los 2 discos de Rodríguez se perdieron en un piélago de mediocridad e ignorancia.

Sin embargo… Una copia pirata de uno de sus discos llega como regalo a Sudáfrica, en la época del Apartheid. Allí se produce el segundo «cisne negro«: el disco de Rodríguez llega al número uno de las listas de ventas y sus canciones se convierten en canciones protesta, con las que se identifican los jóvenes reprimidos por el régimen impuesto. Se reclaman más discos de Rodríguez, y se llega a hacer tan famoso como los Beatles, Elvis o el citado John Dylan; incluso más. Un fenómeno atípico donde los haya, que tuvo un gran impacto en Sudáfrica y que tratamos de explicarnos por las letras reivindicativas de Sixto Rodríguez, por la situación del país, por… porque sí.

Sixto Rodríguez

El propio documental de esta historia tan curiosa no tuvo mucha suerte al principio. Su director, Malik Bendjelloul ha realizado más documentales sobre músicos, y ha colaborado con Björk, Sting, Elton John, Rod Stewart, Madonna, U2… Sin embargo, le resultó muy difícil encontrar a productores que creyeran en su proyecto. A pesar de haber comprobado por sí mismo la calidad y profundidad de la música de Rodríguez (conoció su historia cuando buscaba en África y Sudamérica temas para su próximo documental), no conseguía convencer a nadie. Incluso enviando la película ya montada en un 90% a un famoso productor, le dijeron que el material no servía más que para un documental televisivo.

Y no, Searching for Sugar Man es un gran documental para ver en el cine, para escuchar y dejarse envolver por él en el cine, para seguir, intrigados y sin pestañear, la azarosa vida de los investigadores que buscaron a este Rodríguez del que solo se tenían las imágenes que aparecían en sus discos, Cold Fact y Coming From Reality.

¿Quieres comprobar lo que se perdió el mundo cuando a Rodríguez se lo tragó la tierra?
Puedes escuchar sus canciones y leer la letra aquí.

¿Expomanagement o bailaoras y toreros?

Varias columnas de monedas junto con un bote lleno de monedas, simulando el crecimiento del dinero

He tenido el placer de asistir a algunas conferencias de ISAVIA en Expomanagement 2011.

He podido ver cómo se está empezando a dar valor a trabajar en equipo (¡por fin!), a que el grupo de trabajo coopere, libere el potencial de cada uno, y llegue a soluciones más creativas de lo que podrían alcanzar los mismos individuos de forma individual. Pero para ello, en lugar de dirigir las acciones formativas o de coaching a grupos de directivos, deben dirigirse a grupos de trabajo: departamentos, equipos que llevan un proyecto, etc. En estas acciones, es interesante que el superior esté al mismo nivel que el colaborador, y que todos participen sin sentir la presión del miedo a las consecuencias.
Esto para mí contrasta con el futuro de bailaoras y toreros que nos auguraba mi profesor de Macroeconomía de 3º como ventaja comparativa única para comerciar con el exterior.

Como comenta Nassim Nicholas Taleb en El cisne negro, los EE.UU. se han especializado en tareas “escalables”, es decir, en tareas en que no hay un tope máximo de personas que pueden acceder a un servicio, en que la presencia de quien las impulsa no es necesaria y en que los resultados no dependen de un continuo esfuerzo. Por ejemplo: el software, el diseño, las redes sociales, etc. En otras palabras, la creatividad: en EE.UU. en lugar de venderse la fuerza de trabajo, se venden ideas, productos intelectuales. Esto hace que su ventaja comparativa aumente. La creatividad deja las tareas menos “escalables” a aquellos felices de ser pagados por horas.

“Hay más dinero en diseñar un zapato que en hacerlo en realidad: Nike, Dell y Boeing pueden ser pagados simplemente por pensar”, dice Taleb.

En muchas empresas podría utilizarse mejor el potencial de las personas, un potencial que es una variable cualitativa, de calidad o cualidad, que se valora de forma cuantitativa, de cantidad… o de dinero.

A veces se comete el error de tergiversar ideas muy buenas para meter a los profesionales en la horma de un zapato demasiado estrecho para ellos. Aun así, los resultados siguen siendo buenos, y en ocasiones es sorprendente. Tomar la idea de que cada uno vino a este mundo a realizar su vocación y convertirla en que “y por tanto te tiene que gustar tu trabajo (rutinario, sin posibilidad de desarrollo personal, vacío de contenido)” es unir causas y efectos casi casi incompatibles.

Una vocación de artista, por ejemplo, se tergiversa a una vocación de querer que se cumplan los objetivos de la empresa, que todos “estemos alineados” y “en el mismo barco”. Pero es que ese barco se dirige a que el empresario gane más dinero y, a veces esto choca de tal forma con los medios de motivación del personal, que se consigue lo contrario de lo que se busca lograr. Esto puede llevar a aprovechar situaciones críticas como la actual y hacer una limpia de personal a través de un ERE cuando se tienen los mayores beneficios de la historia, por ejemplo.

Retomando las fantásticas conferencias que tuve la suerte de atender, se puede hacer mucho. Se puede construir desde el trabajo de equipo, se puede crecer, se puede liberar creatividad a raudales, y todo esto lo pueden hacer estas mismas personas en las que a algunos responsables les cuesta creer. Todos guardamos dentro la mejor versión de nosotros/as mismos/as esperando fluir con facilidad. Incluso si no es en esa vocación nuestra.

¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué no com-probarlo?

 

Una flor pisoteada: ¿eligió estar ahí?

Muchas flores blancas y amarillas en medio de un campo verde

Me pregunto en qué estaría pensando alguna de las flores que he pisado hoy, sin querer, descuidadamente, cuando paseaba. Sí, claro, las flores no piensan… De todos los seres vivos que hoy he sentenciado a muerte por el simple hecho de pasear por el campo, ¿cuántos de ellos han atraído semejante fin a sus vidas?

Está muy de moda decir que cada uno es responsable de lo que le sucede, de todo lo que le sucede. Además, está de moda la Ley de la Atracción, por la cual atraemos a nuestras vidas de forma casi mágica aquello en lo que no dejamos de pensar, sea positivo o negativo. Siempre que he oído esto, me he preguntado si uno atrae a su vida las enfermedades con las que nace, o los genes que le predisponen a tener cáncer.

Por eso me pregunto perpleja qué pensaban esas flores, esas hormigas y demás bichos y plantas, cuando he depositado mi pie sobre ellos sin ninguna delicadeza.

¡Es tan absurdo pensar que lo han atraído hacia sí! Tan absurdo como pensar que las plantas y bichos de alrededor pensaban solo cosas positivas y solo atraían insectos amigos.

No podemos predecir «cisnes negros»

No cabe en nuestra mente predecir sucesos inesperados, de proporciones inmensas, y que cambian por completo nuestra existencia. Como un tsunami. Pero lo cierto es que estos sucesos marcan claramente nuestra historia, como defiende Nassim Taleb.

Nuestro cerebro está diseñado para tener esperanza por un futuro mejor (saldremos de la crisis, el año que viene habrá menos desempleo, ya se ven los brotes verdes de la economía), y está diseñado para olvidar rápidamente aquellos sucesos que no encajan en una progresión «normal» y ascendente de los acontecimientos.

A expertos y no expertos, nos encanta la campana de Gauss, nos parece que todo se distribuye de forma «normal», la virtud está en el punto medio y los extremos son raros de ver. Esto es verdad para variables como la altura o el peso de una persona. Esto no es tan cierto para variables como el dinero, la salud, o el pisotón que se lleva una flor en el campo.

Ilustración de la Campana de Gauss
Campana de Gauss

¿Debemos preocuparnos y tener miedo de acontecimientos totalmente inimaginables ahora?

Pienso que no se trata de eso, pero sí podríamos dejar de vivir en la falacia de que dominamos por completo nuestra vida, una vida «normal» en la que suceden cosas «normales», o dentro de lo imaginable. Por eso muchos siguen jugando a la lotería aunque no les toque nada, porque saben que hay sucesos que ocurren en contra de toda probabilidad.

Por cierto, ¿cómo podría una flor evitar ser aplastada por una bota de montaña? No puede. Es decir, incluso sabiendo lo que podría ocurrirle, conociendo por sus antepasadas flores que esto a veces sucede, la flor no se podría desplazar a zonas menos transitadas por el ser humano.

Cuando me hablan de que uno es responsable de lo que sucede en su vida, también vienen a mi mente las personas nacidas en países subdesarrollados, que contraen enfermedades que aquí se curan con una pastilla, que pasan hambre, que malviven, que no tienen agua potable… ¿Lo han elegido ellos? ¿Son responsables? ¿Podrían desplazarse a otro sitio? No, no pueden. Ya se está viendo. No se les permite si quiera eso. El gran pie les aplasta allí, y punto. Al margen de la propia responsabilidad personal está «el destino», aquello que es más grande que nosotros y que nos puso en el lugar en el que estamos.

Esta forma de pensar esperanzada y un tanto ingenua también se da en las empresas, con la proactividad, la fijación de objetivos, la responsabilidad frente al victimismo… He visto empresas entre cuyos valores está prever con anticipación el futuro y tomar medidas. Es como si premiaran prever la pisada de una bota de montaña. O bien, premiaran entrever que ocurrirá un 11-S que tirará abajo las torres gemelas, o que un tsunami desolará todo un país, o que habrá una horrible guerra entre hermanos donde antes reinaba la paz. ¿Cómo esperan que lo hagamos? ¿Alguien trae bola de cristal consigo?

Nos inventamos la realidad

Nassim Taleb y el concepto de Cisne Negro

Cómo no ser el cordero el día de Navidad

Cada vez estoy más convencida de que cada uno vive en el mundo que se ha creado para sí mismo/a. Que el mundo que te rodea, por decirlo de otra forma, está en tu cerebro, en tu mente. En ningún caso está fuera de ti.

Nos inventamos la realidad

¿Cómo es posible que no exista el mundo que me rodea? Solo mira cómo tu mente procesa la información que recibe: cuando le faltan datos, el cerebro generaliza para crear una información más simple, elimina lo que considera superfluo y distorsiona aquello que percibe, filtrándolo a través de las creencias y las expectativas.

Como dicen en Programación Neuro Lingüística, tenemos una tendencia innata a confundir el mapa con el territorio, nuestro mapa mental con la realidad que está fuera. Tendemos a creer que sabemos más del «mundo exterior» de lo que sabemos, y esto puede llevarnos a correr riesgos sin ni siquiera ser conscientes de ello.

De hecho, no solo es que nuestra mente esté preparada para procesar la información de una determinada manera, es que, cualquiera que busque la confirmación de sus creencias, la encontrará, porque seleccionará de la realidad aquellos elementos que concuerdan con sus ideas. Así, personas de diferente orientación religiosa o política, ante los mismos hechos, observan realidades completamente opuestas.

Las creencias facilitan la vida pero te ciegan

Sabiendo que elegimos las creencias de formas a veces poco rigurosas, solemos tratarlas como propiedad personal que debe ser protegida y defendida, incluso con la vida. Podemos haber adquirido una creencia en el colegio, a la edad de siete años, y no volvemos a modificarla jamás. Cuando sentimos que esa creencia es atacada, reaccionamos como si estuviera amenazada nuestra existencia, cuando la única amenaza que se da es la de nuestro ego.

Otra de las tendencias de nuestra mente es a buscar explicación a cualquier acontecimiento. En especial, esto nos juega malas pasadas cuando hemos actuado por impulso, y luego sentimos que tenemos que justificar nuestras acciones. Es un derecho asertivo no tener que dar excusas. Sin embargo, la mayoría de la gente busca una razón «que suene bien» incluso para sí mismo/a. Esto explica por qué en un experimento en el que mujeres elegían de entre una muestra de panties, dieran todo tipo de razonamientos de su elección cuando, en realidad, todos los panties eran exactamente iguales.

Así, los seres humanos parecemos amar el autoengaño, porque no solo se trata de responder ante los demás, se trata de creer que hemos actuado con lógica y raciocinio en todo momento. El problema, por tanto, no está en la realidad que observamos, sino en que tenemos una especie de ceguera genética que nos protege, haciéndonos creer que el mundo es mejor de lo que es, que tenemos más probabilidades de que nos toque la Lotería de las que existen estadísticamente, que «todo irá bien», o que «ya saldrá» lo que sea (el trabajo, el amor, el dinero).

No seas el cordero de Navidad

Nassim Nicholas Taleb trata de estos temas en su libro El cisne negro, en el que, entre otras muchas cosas, nos explica cómo no ser el pavo del día de Acción de Gracias, o como yo he puesto en el título, cómo no ser el cordero el día de Navidad.

En efecto, el cordero es alimentado día tras día durante digamos un mes. Para el cordero, la realidad es más que esperable: todos los días, a una hora concreta, le dan de comer, y bastante bien. Sus expectativas de futuro son halagüeñas, comerá cada día a la misma hora, felizmente. Todos, menos el día de Navidad, en que ocurre algo muy distinto. Curiosamente, la confianza del cordero en que va a ser alimentado aumenta cada día, aun cuando la matanza es cada día más cercana. Para evitar ser como el cordero, debemos conocer que la realidad no es tan predecible como creemos, que suceden acontecimientos altamente improbables pero que trastocan por completo nuestras vidas (y es a lo que Taleb llama «cisne negro»).

Más información

Página web de Taleb

Entrevista al autor