Tócala otra vez, Sam

Deshacerse de un guion de vida decidido en la infancia es realmente difícil cuando las personas que nos rodean lo conocen y esperan que interpretemos nuestro papel. ¿Cómo es que tú, que eras el payaso de la clase, ahora te pones serio? Por favor, sigue tu guion, tócala otra vez, si no, no sabremos que eres tú y nos sentiremos muy incómodos.

Tú eres el gordo

Pondré un ejemplo de guion que se perpetúa para complacer a los allegados: una persona con sobrepeso se reúne con sus amistades o familia para una comida. Cuando la gente va sintiéndose llena o ya no quiere comer más, ofrece invariablemente sus restos «al gordo» [digo el gordo para seguir la forma de tratar las cosas de Eric Berne: hablando en plata]. Y esta persona, para complacer al resto y no salirse de su guion, se come los restos de comida y cumple con el papel que se había dado a sí mismo desde pequeño. Si, por ejemplo, esta persona se pone a régimen y trata de cuidarse, puede que rechace las sobras de comida de los demás. Entonces, empezará a recibir presión para que se las coma. Los del grupo harán chistes de todo tipo para ridiculizar la loca idea de esa persona de seguir un régimen.

¿Tú? ¿El gordo? Ja, ja, ja, ¡tú eres incapaz de hacerlo!

Los supuestos amigos de «el gordo».

Puede que esa persona sea capaz de vencer esta presión social unas cuantas veces, pero es probable que acabe cayendo ante ella, dando la razón al resto: claro que no puedo dejar de ser «el gordo», en ese caso, sería un extraño para todos vosotros, no sabríais qué papel darme. Yo mismo no sabría cómo actuar.

Reforzar al perdedor

Reforzar el lado perdedor de otra persona puede dar una cierta seguridad y sensación de poder al que lo hace. El gordo es el chivo expiatorio. Hace lo que los demás no se atreven a hacer, o consideran incorrecto según unos valores que les hacen sentir por encima, o bien, hace lo que todos los que pertenecen a ese grupo deben hacer para seguir perteneciendo.

Esto se da en otras conductas perjudiciales, como fumar, beber, tener comportamientos sádicos… También se refuerzan y perpetúan actitudes que llevan a una persona a ser la callada, la que no piensa, la tonta…

Al reforzar al perdedor, la persona se lleva un beneficio secundario: nadie espera que alcance nada o llegue a ningún sitio, por tanto, puede continuar su guion de vida banal sin demasiados esfuerzos.

Imagen de Fernando Villalobos en Pixabay.

Es curioso, pero tocamos la misma melodía una y otra vez incluso en soledad. Puede que la persona trate de cambiar una conducta que no le gusta y de pronto se sorprenda justificando la conducta anterior: «Bueno, solo son unos donuts, ya la semana que viene no compro más». No hay nadie ahí para escuchar este mensaje, salvo la propia persona. Esto refuerza la idea de Eric Berne de tener 3 estados del yo: el Niño está diciendo que ya no compra más bollos, puede que el estado Padre responda: «Vale, no pasa nada, te lo paso por esta vez». O bien: «Eres un desgraciado, nunca vas a adelgazar, ¡gordo de mierda!». Es probable que la persona sea más cruel consigo misma de lo que es cualquiera de su entorno.

La risa del ahorcado

Cuando la persona muere según su guion de vida, muestra una sonrisa o utiliza el humor. Está confirmando que todo va conforme a lo que decidió en su infancia. Es como si dijera: «Estoy siguiendo tus instrucciones, madre, ja, ja, espero que estés contenta». Es una conducta bastante llamativa, si nos paramos a pensarlo: reírse cuando se está muriendo.

Pues bien, sin que tenga que producirse este hecho, la persona ya está bromeando sobre «su muerte» cada vez que repite una conducta de guion que el resto aplaude, fuerza, o trata de evitar desde el salvador. Esto es: los demás refuerzan el guion de comer todo y engordar, lo aplauden y hacen lo mismo, o dicen frases como: «No te conviene, no deberías hacerlo, recuerda que no es saludable». Pues bien, las tres respuestas del entorno refuerzan la conducta perjudicial.

Como solemos comentar, el primer paso es ser consciente de esta conducta, sobre todo, de cómo te hace sentir después. Puede que sientas sensación de fracaso, autoestima baja, sensación de no poder hacer nada mejor… Sin embargo, es posible tomar otras decisiones la siguiente vez que se está en esa situación. Lo más importante es no responder de forma automática y reactiva a lo que el entorno propone (salvo si se está en peligro). Después, desde el estado adulto, decidir hacer otra cosa, actuar de otra manera.


¿Tienes la sensación de que tu conducta responde a la presión exterior? ¿Qué te dicen los demás? ¿Qué te dices tú? Como en otras ocasiones, agradezco que leas este blog y compartas con quien quieras.

Un viaje en Taxi a Vilcabamba

En mi último viaje en taxi, una taxista me recogió en el aeropuerto para llevarme a donde vivo. Ella comentó que había vivido muchos años de su vida cerca de mi zona. Me fijé en ella. Me llamó la atención que era una mujer elegante y muy correcta. Casi parecía una directiva de un entorno empresarial. Mi curiosidad me animó a conocerla todo lo posible en un viaje de media hora.

Le queda un año para pagar la licencia del taxi. Yo miré a mi alrededor: un Prius. La licencia cuesta como un piso. Después, su sueño es montar un negocio de terapia asistida con caballos para trabajar con niños con dificultades. Se está sacando el máster. Mi interés iba en aumento. Había trabajado anteriormente en una gran empresa en el área de contabilidad. Le pregunté su edad, es dos años más joven que yo. Al comentarle que parecía muy joven, me dijo que sus ancestros provienen de un pequeño pueblo de Ecuador, Vilcabamba, famoso por la longevidad de sus habitantes. Su propio abuelo había vivido 120 años y había montado a caballo hasta poco antes de morir.

Esta pudo ser la taxista. Pero es una imagen generada en MidJourney.

Percibí en la taxista la fuerza, el empuje, la lozanía de su abuelo. Su motivación por la vida se enriquecía como reacción a momentos muy duros que le había tocado vivir. Llevaba un rosario colgando del espejo retrovisor en memoria de su hermana mayor, que había fallecido de cáncer. Su hermana había tenido un hijo estando ya enferma y había aguantado la vida hasta que estuvo criado (3 años). Y ella lo manifestó: «Ahora me puedo morir». Y se murió. Y este niño fue un regalo para la mujer taxista y entrenadora de caballos. El niño lo sabe: «Tengo tres madres, una en el cielo, una regañona (la hermana menor) y una regalona (la taxista)».

Creo que la taxista vive su vida con consciencia y la toma como un regalo. Creo que esta mujer sale adelante en todo lo que se proponga por este empuje que le viene de sus genes y por cómo ella toma de forma incondicional su vida. Creo que por eso pude prestar atención plena a comunicarme con ella, muy lejos de la «amenaza robótica» del mundo digital.

Tocar el alma de otro ser humano es caminar por tierra sagrada.

Stephen R. Covey

Máximo potencial

En la película Sin límites, el protagonista descubre una droga que permite que el cerebro trabaje hasta su máximo potencial. Así, un escritor pelagatos que no consigue redactar una línea pasa a ser un escritor muy productivo, ordenado y elegante que ve que escribir se le queda corto y empieza a invertir en bolsa. Hay personas que parecen llevar esa droga ya incorporada, lo pensé mientras hablaba con la taxista: tiene un plan de vida muy claro, un guion ganador, sabe el sacrificio que cuesta el camino elegido y transita por él con determinación. Para otras personas, hace falta un apoyo, un impulsor. Vengo a pensar que las inteligencias artificiales son ahora para muchos trabajos ese impulsor que nos va a convertir en muy productivos, ordenados y elegantes (mientras consigamos extraer su potencial y mantengamos los puestos para explotarlo).

¿Cuáles son los productos de nuestras actividades? ¿Cómo elegimos trascender? El producto que quiere lograr la taxista es la ayuda a niños con dificultades. Pienso que el ser humano tiene la necesidad de trascender, que no se agota con tener descendencia. Es la necesidad de hacer algo que llegue más allá que nuestra propia vida. ¿Podemos trascender creando productos apoyados en las inteligencias artificiales? ¿Los sentiremos como nuestros?

Siendo realistas, la mayoría de las veces, una persona llega a su máximo potencial y sin embargo no trasciende. Vi hace poco la película Un americano en París, en la que aparecen varios bailarines en distintas coreografías. Me imaginé a una de esas personas diciendo: «Mamá, fíjate bien en el baile en el que sale un decorado con dibujos, ahí se me ve». Cada uno de aquellos bailarines que acompañan a Gene Kelly en los bailes es perfecto, casi tan bueno como el propio Gene Kelly. Cada bailarina es casi tan buena, casi indistinguible de Leslie Caron. Sin embargo, la cara del resto de bailarines anónimos aparece en pantalla unos segundos. Es imposible retenerla. En su casa, dijeron: «Mamá, salgo en una película de Hollywood». Sin embargo, no quedó la huella de esto, no sabemos quiénes son esos bailarines casi perfectos seleccionados de entre miles.

La taxista de Vilcabamba no está pensando en esto cuando dirige su carrera hacia donde quiere ir. Está centrada en su objetivo y en la ayuda que puede ofrecer estando al servicio de la vida. Seguramente no esté pensando en que los productos de su actividad trasciendan. Así, no se apega a un hipotético resultado dirigido por los avatares de la vida, sino que se apega a su objetivo y a cómo puede beneficiar a otras personas.


Si vamos a vivir 120 años, si vamos a estar ayudados por robots e inteligencias artificiales que van a hacer aún menos original, creativo y trascendente nuestro trabajo, si nos queda por delante ver lo nunca visto, busquemos al menos una manera de entregar lo mejor al servicio de la vida, aquí y ahora, en cada momento presente. Si nos desligamos de la presión de trascender, nos podemos centrar en llevar a una pasajera desde el aeropuerto hasta su casa y vivir esa experiencia como la única posible del momento; una experiencia de calidad.

El último giro de guion

De los temas que he estudiado en profundidad en mi vida, el del guion de vida es uno de los que más presentes tengo. No hago más que ver decisiones tomadas por la gente con base en su guion de vida, un «escrito» que se sigue de forma automatizada e inconsciente. Pues bien, he llegado a esta conclusión:

El resultado del guion se conoce al final.

Yo misma.

Esto explicaría por qué personas con un guion ganador, que van cosechando éxitos en su vida y van triunfando, escalando, logrando objetivos, de pronto terminan con un final perdedor, como ya expuse cuando hablaba de O. J. Simpson, Marilyn Monroe o Benito Pérez Galdós.

En una película de acción y grandes robos, The Italian Job, un personaje dice que confía en la gente, pero no confía en el diablo que llevan dentro. Esto me conecta con la forma en que nuestro amigo Eric Berne veía esas decisiones de guion que echan todo a perder, esos giros que molesta ver en una mala película y duele ver en una persona cercana. Berne lo llamaba «la voz del diablo», que susurra a la persona algo como «tírate por el barranco».

Recetas para el éxito

No será que falten recetas para el éxito aquí y allá. Hace poco, buscando documentación que tenía guardada de distintos cursos, di con un texto en PDF titulado Proyecto de vida, sin autor ni copyright reflejados en sus páginas. Empecé a leer y encontré muchas de estas recetas para el éxito, muy bien explicadas. Realmente merece la pena mencionar algunas de sus explicaciones. Por ejemplo, dedica varias páginas a explicar el triángulo de la vida, una teoría de Bob Trask, presidente de Aras Foundation, que explica el éxito y el fracaso como dos caras de la misma moneda. A pesar de que este PDF anónimo tiene ya unos 14 años, la página de Aras Foundation sigue activa.

Triángulo de la vida. Adaptado de un material anónimo. Fuente original: Aras Foundation.

Si observamos brevemente el triángulo, tiene un recorrido externo en el sentido de las agujas del reloj. En este recorrido, el miedo es un impulsor hacia el éxito, la forma de encararlo es correr riesgos. Este éxito nos otorga un reconocimiento externo y una mejora de la autoestima. Tras el éxito, el ganador se permite un descanso, tras el cual analizará cuáles han sido sus fortalezas y debilidades, para emprender el próximo paso con este aprendizaje ganado. Una vez lo ha hecho, puede volver a enfrentarse a lo que le da miedo.

El camino inverso, al contrario de las agujas del reloj, es el del guion perdedor. Ante el miedo, entra en ansiedad y se paraliza, no actúa, sino que descansa sin haber logrado nada. Esta evasión lleva a la persona a aburrirse y sentir que no merece reconocimientos, por tanto, su autoestima se ve afectada. La inacción lleva a sentirse culpable y se vuelve a la ansiedad. Como dice este autor que me gustaría mucho identificar y nombrar:

Hay una y mil formas de evadir la responsabilidad que tenemos con nosotros. Pasando horas interminables chateando, viendo TV, platicando tonterías, vagando, enojándonos, haciéndoles berrinches a los padres, a la pareja, a los maestros; usando drogas, durmiendo de más, deprimiéndose, confundiéndose, olvidándose de lo importante, fingiendo, aparentando, mintiendo, perdiendo el tiempo, suicidándose, etc. Pronto la evasión se convierte en aburrimiento… a veces mortal.

Proyecto de vida. Autor desconocido.

En esta cita, el autor pasa del guion banal al guion perdedor, y de este al guion harmático o de muerte, la versión más extrema de los guiones perdedores.

La autoestima, clave en el éxito

El autor desconocido menciona la autoestima como la clave, el impulsor que permite transitar por la parte externa del triángulo de vida. Y qué fácil es que falle, qué fácil dejarse caer dentro, incluso creyendo que se está en el legítimo descanso después del éxito. Si la autoestima no se ha construido fuertemente en la infancia, en que la actitud de los padres es clave para ello, se puede construir después: desde el adulto, cada vez que enfrentamos el miedo, cada vez que corremos riesgos, cada vez que vencemos retos, estamos reforzando la autoestima. Para su reconstrucción y fortalecimiento, ningún secreto: constancia, responsabilidad, aceptación… De estas palabras de nuestro autor desconocido encontramos alguna en la receta del éxito de este tuitero, Álex Maese:

Puedes ver el hilo completo de Álex Maese aquí.

Posponer, la clave del fracaso

Si hay un elemento que todas estas recetas para el éxito sugieren evitar, es la procrastinación, el posponer una y otra vez la meta. Claro, el diablo nos está diciendo: «mejor ve otro capítulo de la serie», «mejor déjalo para mañana, ¡qué pereza!», «no lo hagas, total, no va a servir para nada». Todas estas son la voz de la baja autoestima, una voz con un componente embriagador que nos adormece y nos arrastra a lo más fácil: la evasión. Posponer no es otra cosa que evadir. ¿Evadir qué? Evadir la vida que te ha tocado, evadir la responsabilidad que tienes, evadir el malestar que produce el incomodarse por primera vez, hasta que la rueda se engrasa y va siendo menos incómodo actuar.

Yo estoy de acuerdo con Haruki Murakami en que la voluntad no se puede forzar. Sin embargo, también pienso que cada persona es capaz de mucho más de lo que cree. De hecho, las personas estadísticamente somos muy parecidas, respondiendo a una distribución normal, una campana de Gauss que se nos aplica en nuestras características y capacidades. Incluso cuando nuestros cerebros, por su configuración, tienen una menor fuerza de voluntad, podemos entrenarnos para aumentarla.

La voz del diablo, el secreto de ese último giro de guion

Cuando observo la trayectoria vital de alguna persona, me acuerdo de ese cuento: «¿Buena suerte, mala suerte…? ¡Quién sabe!». Porque una vida puede haberse enderezado, puede parecer que va siguiendo un camino de éxito, aunque sea discreto, pero hasta el último giro de guion no podemos sacar conclusiones. Así, uno de los «mejores» guiones de vida en los que se puede acabar es el de final abierto: las personas mayores se sientan a contemplar el paso del tiempo. Ya han vivido, ya han cumplido metas, ya han ganado y perdido, y ya no tienen objetivos nuevos, solo estar. Este guion es un final banal, mejor que, por ejemplo, asesinar a tu exmujer o tirarte por un barranco con tu coche.

Solo al final sabemos si la persona va a dejarse llevar por un último giro de guion que la arroje fuera de su camino o si va a quedarse tan tranquila dando de comer a las palomas. Incluso puede que, en efecto, sea realmente una persona con guion ganador y siga activa hasta el último día.


Después de leer todo esto, alguien dirá: ¿Y para qué todo este esfuerzo? ¿Para acabar así? Este esfuerzo, realmente, supone ir a más. Como dice Bert Hellinger, ante cada decisión de la vida, puedes ir a más o puedes ir a menos. Tú decides. Cuando vas a más, progresivamente va siendo más fácil acomodarse en la incomodidad, enfrentarse al miedo, cosechar éxitos. Cuando vas a menos, la vida se va complicando, parece que todo a tu alrededor falla, pero eres tú quien no coge las riendas. Tu vida es tuya: haz lo que quieras.

El paternalismo del rol Salvador

Soy bueno con tod@s, me lo deben todo

Otra manera de mantener un guion de vida es adoptar un rol salvador, una especie de madre buena que adivina las necesidades de todos los que le rodean y se apresura a satisfacerlas. Lo que aparentemente son buenas intenciones, empiedran un camino al infierno de la manipulación.

El salvador no permite a los demás que resuelvan sus problemas por sí mismos, ni tampoco se permite a sí mismo tener necesidades, de manera que los demás tampoco las pueden percibir. Además, el rol salvador encaja a la perfección con el rol victimista, por lo que los radares de ambos estarán en busca de su complementario.

El rol del salvador nos recuerda a la Madre Teresa
Foto de Manfredo Ferrari (Own work) [CC BY-SA 4.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)%5D, via Wikimedia Commons

Características del rol salvador

  • Se siente responsable del bienestar ajeno, poniéndose por encima de la otra persona en cuanto a lo que le conviene: cae en el paternalismo.
  • Busca complacer a los demás al precio de perder sus propios objetivos.
  • Evita el conflicto para potencialmente evitar el rechazo.
  • Se mantiene alejado de la profundidad emocional.
  • Busca su valoración fuera de sí mismo.
  • Puede caer en comportamientos de mártir.
  • Pueden ser encubridores pasivos de conductas que les desagradan.

 

¿Cuáles son esos beneficios secundarios que obtiene?

  • Una gran sensación de poder sobre los demás: “yo sé lo que les conviene”.
  • Manipula abiertamente a otros para mantener un equilibrio sin conflictos.
  • No necesita averiguar qué siente.
  • Evita el dolor emocional al no profundizar en las relaciones.
  • La sociedad puede percibirle como un espíritu caritativo que se sacrifica.

 

Se puede salir del rol salvador

El salvador es un rol que parece alimentarse de ayudar a los demás, sin embargo, se pierde la comunicación de igual a igual (de adulto a adulto), la verdadera intimidad, y el crecimiento que resulta de las situaciones de conflicto. Se pierde, sobre todo, la comunicación con sus propios sentimientos, de manera que puede pasar por la vida definido por valoraciones externas y no por su conciencia interna. La buena noticia es que se puede abandonar este rol en pos de una posición más adulta.

Pasos para salir del rol salvador:

  1. Deja de preguntarte qué necesitan los que están a su alrededor, y empieza a tener en cuenta qué necesitas y qué sientes tú.
  2. La felicidad ajena no es asunto tuyo: cada persona adulta es quien ha de satisfacer sus propias necesidades. Acepta que los demás necesitan buscar su camino por sí mismos.
  3. No hagas ver que todo va bien cuando no es así. Si un conflicto subyace a una relación, es mejor sacarlo, enfrentarlo y resolverlo.
  4. Los demás no son tan susceptibles al dolor como piensas. Di claramente lo que necesitas, lo que te molesta o lo que te gustaría que cambiara.
  5. Diviértete más. Una vez te liberes de la responsabilidad de ayudar a otros, tendrás un espacio libre y ligero para disfrutar de la vida. Puede que además necesites desahogar tu ira. Hazlo.

 

No es fácil salir de un rol que socialmente está tan bien visto. Sin embargo, no deja de ser un rol manipulador. Tu vida va a ser mucho más rica si sales de él, si te haces consciente de cuántas veces caes en estas conductas. Te vas a quitar un gran peso de encima.

¿Cuál es mi guion y cómo salgo de él?

En los últimos posts hemos analizado los seis tipos de proceso de guion que definió Eric Berne. Si te perdiste alguno, estos son los seis procesos de guion:

Tipos de guion de vida definidos por Eric Berne

¿No sabes cuál es tu guion?

En mayor o menor medida, cada uno de nosotros/as tenemos los seis patrones de conducta, pero la mayoría de nosotros tiene uno que es predominante, o bien uno principal y otro que se combina con el primero. Veamos cómo pueden ser algunas de estas combinaciones:

 

Guion “hasta” + guion “nunca”. Su lema de base sería:

No me puedo divertir hasta que no acabe el trabajo. Pero el trabajo no se acaba nunca, por lo que nunca puedo divertirme.

Guion “hasta” + guion “casi tipo 2”. Esta persona se dirá a sí misma:

No puedo descansar hasta que no llegue a la cima. Realmente, no puedo llegar a la cima: siempre encuentro una más alta. Por ello, nunca puedo descansar.

Guion “siempre” + guion “nunca”. Su creencia será:

Siempre me pasa lo mismo: conozco a una persona que me parece especial y diferente pero al final es lo contrario a lo que yo busco. Nunca podré encontrar a alguien afín a mí.

 

¿Cómo salgo de mi guion?

En una palabra: «desautomatiza«. Es decir, deja de actuar conforme a unas creencias muy arraigadas, tanto, que son inconscientes. ¿Y cómo se hace en la práctica? Dándote permiso:

  1. Guion “hasta”: monta en el pony antes de haber limpiado los establos. Es una frase de Daniel Casriel, explicando cómo darse permiso para disfrutar incluso con las tareas “obligatorias” a medio hacer.
  2. Guion “después”: dosifica tu disfrute, no es necesario quemar hoy todas las naves, el disfrute puede continuar mañana.
  3. Guion “nunca”: decide qué es lo que puedes hacer para lograr tus objetivos y entonces hazlo. Da el paso. No hables de “lo que pudo ser y no fue”, habla de lo que vas a hacer, de acciones.
  4. Guion “siempre”: no necesitas repetir los patrones, ni continuar en una situación insatisfactoria. Puedes darte permiso para abandonar lo que no te gusta, y sobre todo, para buscar lo que sí deseas.
  5. Guion “casi tipo 1”: acaba lo que has empezado, no saltes a otra tarea. En vez de ser multitarea, escoge una y acábala, llega hasta el final.
  6. Guion “casi tipo 2”: cuando alcanzas un objetivo, felicítate por ello, regálate algo, descansa y disfruta. Celebra tus éxitos antes de buscar nuevos objetivos.
  7. Guion “final abierto”: una vez llegas al final de una etapa, puedes llenar el vacío haciendo lo que te plazca: viajar, aprender fotografía, ir a exposiciones, bucear…

 

Para saber más…

El proceso de guion forma parte del Análisis Transaccional, creado por Eric Berne, una teoría de la personalidad y una psicoterapia para el crecimiento y el cambio personal. Puedes leer:

BERNE, E. ¿Qué dice usted después de decir hola? Editorial Mondadori.

HARRIS, T. A. Yo estoy bien, tú estás bien. Editorial Sirio.

STEWART, I., JOINES, V. AT Hoy. Una nueva introducción al Análisis Transaccional. Editorial CCS.

BERNE, E. Juegos en que participamos. Editorial Diana.

¿Por qué siempre me pasa lo mismo?

Si esta es una de las preguntas que más te haces, quizá tengas un proceso de guion “siempre”, un planteamiento de vida en el que te parece que chocas una y otra vez con la misma piedra.

El mito que Eric Berne eligió para ilustrar este proceso de guion es el de Aracne: desafió a la diosa Atenea por su virtud al tejer y esta la convirtió en araña, condenándola a tejer eternamente.

El guion "siempre" se inspiró en el mito de Aracne

Las personas que tienen este patrón de conducta eligen de manera insatisfactoria y vuelven a elegir una y otra vez de la misma manera: eligen una pareja que no les gusta porque por ejemplo, es demasiado extrovertida y aventurera. Le cuentan a todo el mundo que esta pareja no les gusta, y que preferirían estar con alguien más introvertido y calmado. Con el tiempo, rompen con la primera pareja y al cabo empiezan una relación con otra persona que resulta ser demasiado extrovertida y aventurera. Ante el asombro de amigos y familiares, el guion “siempre” podrá elegir una y otra vez parejas extrovertidas y aventureras cuando preferiría otro tipo de personalidad. Acabarán por hacer la pregunta retórica:

¿Por qué siempre me pasa esto?

Ante la cual, sus allegados se quedan perplejos y sin respuesta.

Este tipo de elección puede realizarse con parejas, trabajos, lugares de residencia… Algunas veces, las personas con este guion “siempre” pueden permanecer con una de sus elecciones insatisfactorias, explicando de ellas que no están a gusto pero que continuarán adelante “a ver qué pasa”.

¿Qué mandato se esconde detrás del guion “siempre”?

Se trata de un mensaje que todos recibimos en mayor o menor medida: ¡Esfuérzate!

La persona que se esfuerza respondiendo a un mandato inconsciente y que viene de su infancia no está en un Adulto presente que elige conscientemente hacer un trabajo. Al contrario, se siente obligada a esforzarse, y por tanto es habitual escucharle decir:

Lo intentaré.

Intentar hacer algo es distinto de simplemente hacerlo. El mandato ¡esfuérzate! conlleva una presión que da lugar a lo contrario de lo que busca. La persona puede que diga:

¿Qué? No te entiendo… Es difícil. ¿Cómo?

Así, la persona con este mandato no comprende lo que se le está diciendo, por esa carga cognitiva previa que le «obliga» a entenderlo.

¿Cómo abandonar el guion “siempre”?

Una vez te das cuenta de que sigues este patrón de comportamiento, puedes decidir hacer otra cosa. Puedes concienciarte de no repetir tus elecciones desacertadas, puedes elegir no seguir adelante con aquello que no te acaba de convencer y elegir algo nuevo, distinto. Aquí la palabra clave es “nuevo”: abrirse a lo desconocido buscando un tipo de vida que no responde a lo que siempre acabas encontrando… y repudiando.

Luego, cuando todo sea perfecto

La semana pasada hablábamos del guion «nunca», aquel que nunca comienza lo deseado y habla de ello cada día como si no pasase el tiempo.

Hasta que no acabe esto, no podré disfrutarOtro guion de vida perdedor es el que traemos esta semana: «hasta». La frase es más o menos: «hasta que no acabe con esta ardua tarea, no podré disfrutar». Las arduas tareas no acaban nunca, así que quien vive conforme al guion «hasta», no disfruta nunca.

Como vemos en la imagen, hay muchas personas que llevan la carga de semejante guion, esperando toda la semana para que llegue el viernes (San Viernes en mi argot), todo el año para 22 días de vacaciones, y toda la vida para que llegue el momento de descansar y ser feliz, por ejemplo en la jubilación.

Siempre recuerdo esa frase contundente de Stephen R. Covey:

Nadie en su lecho de muerte lamentaría no haber pasado más horas en la oficina.

Eric Berne basó el guion «hasta» en el mito de Hércules: debe llevar a cabo una serie de tareas imposibles, «los doce trabajos», para aplacar la ira de Hera. Y solo después será liberado.

El guion «hasta» nos es transmitido culturalmente, y tiene muy «buena prensa», es admirable comportarse según este guion. Me recuerda a esta canción de Los payasos de la tele:

Lunes antes de almorzar

una niña fue a jugar

pero no pudo jugar

porque tenía que planchar.

Así planchaba, así, así,

así planchaba, así, así,

así planchaba, así, así,

así planchaba que yo la vi.

La canción se completa con todos los días de la semana. La niña no puede jugar hasta que no planche, no limpie, no barra, no friegue… La niña nunca juega.

El mandato subyacente al guion «hasta» es «sé perfecto«. Nunca se alcanza la perfección, de manera que nunca se puede terminar ninguna tarea que preceda al descanso y al disfrute. Y si se termina, surge otra, y luego otra, quizá una lista de tareas inacabadas.

Este guion es el contrario al que veremos más adelante, el guion «después», el que posterga el deber eligiendo siempre el placer. Son dos actitudes de vida opuestas, que responden a unos mandatos, convertidos en creencias, y que saltan como resortes ante cada decisión de la vida, cada día. En el caso del guion «hasta»:

  • Hasta que no acabe este trabajo, no me relajo.
  • Cuando acabe los exámenes, salgo de marcha.
  • Hasta que no llegue el verano, no me voy de viaje.
  • Mi recompensa está en el otro mundo.
  • Hasta que los niños no crezcan, no podré descansar.
  • La vida comienza a los cuarenta.
  • Hasta que no me jubile, no viajaré.

No deja de ser la voz interiorizada de los padres:

  • «Hasta que no te comas las judías, no podrás tomar el postre».

¿Cómo se puede combatir esta manera de filtrar la vida? El primer paso es ser consciente de que se vive según este patrón. Y a continuación, consiste en darte permiso:

Ya eres lo suficientemente buen@ tal y como eres.

Sin más. ¿O es que lo dudas?