¿Qué son las emociones y cómo influyen en el logro de tus metas?

Las emociones son mecanismos de defensa instalados en el sistema límbico, con el objetivo de asegurar la supervivencia y el bienestar.

El sistema límbico es el llamado cerebro animal, compuesto entre otros del hipotálamo y la amígdala, y común a los mamíferos.

De forma sencilla, a cada emoción le corresponde un estado físico. Así, las emociones las siente el cuerpo y después se razonan, cuando la información llega al cerebro consciente. Esta información vuelve al sistema límbico y la intensidad de la emoción se intensifica o se apaga.

En otras palabras, en el principio de la emoción está la acción, es decir, la respuesta ante el estímulo. Todos los seres vivos tratan de preservarse.

Cuando sentimos una emoción, lidiamos con ella de tres posibles formas ancestrales:

  • Huida.
  • Enfrentamiento.
  • Bloqueo.

¿Qué son las emociones primarias o auténticas?

Las emociones primarias se reconocen de forma universal tan sólo por los gestos que las acompañan, como ya apuntó Charles Darwin. Incluso, como comenta Antonio Damasio, se reconocen en especies no humanas. Son:

Foto de Domingo Alvarez E en Unsplash.
  • La alegría
  • El miedo
  • La tristeza
  • La ira
  • El asco
  • La sorpresa

¿Qué emociones son secundarias o no auténticas?

Son aquellos sentimientos que se experimentan con la misma intensidad que una emoción primaria, pero que no responden a la situación presente ni la resuelven. Siguiendo el análisis transaccional, se llaman sentimientos parásitos.

El sentimiento parásito es tu «sentimiento malo favorito»: esa emoción que aparece cada vez que surgen dificultades, como si tuviéramos preferencia por experimentarlo. Y es el que se fijó en nuestra infancia. Es probable que viésemos a nuestros progenitores reaccionando de la misma manera. Es más: si respondíamos de forma diferente, nuestra reacción o emoción no era premiada, más bien era ignorada.

Las familias suelen tener emociones prohibidas y emociones alentadas. Se suele premiar una «emoción incómoda» y se suelen dejar de lado las emociones genuinas, las que realmente permiten solucionar problemas. Por ejemplo, en una familia puede estar prohibida la alegría. O puede estar prohibida la tristeza. O bien, los hombres de la familia deben mostrar mucha ira, pero las mujeres deben permanecer con una sonrisa y la mente en blanco.

Por ejemplo, Vanesa se pone a la cola para esperar al autobús. De pronto, una señora con un carro se cuela varios puestos. Su primera reacción es la ira, pero enseguida la tapa con una sonrisa y dejando la mente en blanco. Puede que sonría a la señora que le había provocado la emoción genuina de la ira.

Tener sentimientos parásitos nos hace avanzar en nuestro guion de vida, justificando decisiones que nos llevan a donde no queremos ir.

¿Qué diferencia hay entre emociones y sentimientos?

Las emociones son los mecanismos biológicos de defensa que acabamos de ver. Los sentimientos son mezcla de emociones, normalmente secundarias, y pensamientos, que dan lugar a una miríada de sensaciones, como: celos, frustración, melancolía, sensación de vacío, angustia, rechazo…

Según afirma Hendrie Weisinger, nuestros pensamientos, además de nuestros cambios corporales, desencadenan respuestas emocionales. Al centrar nuestra atención en ellos, libramos de esta responsabilidad al suceso externo. Si nos molesta el comentario de un compañero, no es él el que provoca que apretemos los puños y sintamos cólera, son nuestros pensamientos, nuestras emociones. Y podemos gestionarlos.

Los pensamientos que surgen espontáneamente son pensamientos automáticos, y se producen cuando surge alguna disonancia entre lo que esperábamos de la realidad y lo que ésta nos da. Las diferencias con el diálogo interior son:

  • Tienden a ser irracionales: «Le mataría». Su intensidad responde a la intensidad de la emoción que estamos sintiendo.
  • Tendemos a darles crédito por la rapidez con la que se producen: los aceptamos como una verdad, no los cuestionamos.
  • A menudo son crípticos, se expresan como una especie de taquigrafía: «Imbécil». «Mentiroso».
  • Suelen desencadenar otros pensamientos automáticos: «Es un egoísta. No me respeta. Ojalá le despidan». Un pensamiento actúa como catalizador de otro, con lo que se prolonga la intensidad de la emoción, y esto hace más difícil desactivarlos.
  • Pueden conducir a un razonamiento distorsionado: el hecho de que los propios pensamientos sean irracionales lleva a una lógica distorsionada, a valoraciones erróneas y sesgadas.

¿Cómo influyen las emociones en el logro de nuestras metas?

Sólo las emociones auténticas solucionan problemas, mientras que los sentimientos malos favoritos prolongan el guion de vida, el definido por tu posición existencial. Si buscas la culpa, lo que está mal, el problema, lo que te provoca rechazo, celos, frustración… entonces no vas a estar en el presente y en la acción, sino respondiendo a recuerdos pasados. Si en cambio pones el foco en lo que sucede ahora, las emociones auténticas te sacarán de tu equilibrio para que actúes:

  • El miedo auténtico es el que nos permite huir del depredador en la jungla. También nos puede paralizar por completo si lo necesario es ocultarse. El miedo evita un peligro futuro (si bien inminente).
  • La ira genuina provoca que el corazón bombee más sangre a nuestras extremidades, nos permite responder físicamente, golpeando o apartando la amenaza, o huyendo.
  • La tristeza auténtica es la que nos permite hacer el duelo para superar un hecho doloroso que sucedió en el pasado. Este hecho significa la pérdida de una situación (cambio de casa, de trabajo, de condiciones económicas) o de un ser querido.
  • La sensación de alegría auténtica nos permite relajarnos y sentir que todo está bien a nuestro alrededor. Esta felicidad genuina nos facilita disfrutar de lo que está ocurriendo en el momento presente, respirando con calma.

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¿Cuál es tu caso? ¿Consigues gestionar tus emociones, observar y después actuar? ¿Tiendes en cambio a reaccionar ante la situación, sin reparar en si se ha disparado una emoción que responde a lo presente o un sentimiento del pasado? Puedes dejar tus comentarios sobre ello. Y como siempre, siéntete libre de compartir. ¡Gracias por leer!

Emociones genuinas, emociones parásitas

Recuerda la última situación en la que experimentaste cierto estrés.

Te doy un ejemplo: fuiste a la compra y, una vez dejados los productos del carro en la cinta, en el momento de pagar, no llevabas la cartera. Te tocó quitar todo de allí, retroceder, irte sin la compra. Piensa en cómo reaccionaste: quizá te enfadaste contigo mismo, o sentiste pánico, vergüenza, o bien sentiste tristeza; quizá se te quedó la mente en blanco. ¿Qué palabras te decías en esa situación? Da un nombre a la emoción que sentías.

Foto de Julien L en Unsplash.

Pues bien, seguramente sientes algo parecido cada vez que experimentas estrés. Es una emoción que no te permite solucionar el problema, que te hace sentir peor, añadiendo esa sensación incómoda al suceso en sí, en este caso, a no poder llevarte la compra. Esa sensación es un sentimiento parásito. Es posible que pienses:

Todo el mundo reacciona igual cuando le pasa esto.

Pero no es así: cada persona responde de una manera distinta en situaciones de estrés.

Mi sentimiento malo favorito

El sentimiento parásito es tu «sentimiento malo favorito»: esa emoción que aparece cada vez que surgen dificultades, como si tuviéramos preferencia por experimentarlo. Y es el que, según el análisis transaccional (A. T.) se fijó en nuestra infancia. Es probable que viésemos a nuestros progenitores reaccionando de la misma manera.

Las familias suelen tener emociones prohibidas y emociones alentadas. Se suele premiar una «emoción incómoda» y se suelen dejar de lado las emociones genuinas, las que realmente permiten solucionar problemas. Por ejemplo, en una familia puede estar prohibida la alegría. O puede estar prohibida la tristeza. O bien, los hombres de la familia deben mostrar mucha ira, pero las mujeres deben permanecer con una sonrisa y la mente en blanco.

Otro ejemplo: Vanesa se pone a la cola para esperar al autobús. De pronto, una señora con un carro se cuela varios puestos. Su primera reacción es la ira, pero enseguida la tapa con una sonrisa y dejando la mente en blanco. Puede que sonría a la señora que le había provocado la emoción genuina de la ira.

Tener sentimientos parásitos nos hace avanzar en nuestro guion de vida, justificando decisiones que nos llevan a donde no queremos ir conscientemente, pero habíamos proyectado llegar desde el pensamiento mágico del niño.

El elástico me lleva al pasado

De pequeños, obtener caricias de los progenitores es cuestión de vida o muerte. Por tanto, iremos modelando distintas conductas hasta dar con aquellas que provoquen caricias (positivas o negativas). Ser ignorado es percibido por un niño pequeño como el paso previo a ser abandonado o morir de inanición, es decir, las consecuencias son muy importantes.

Así, cuando siendo personas adultas nos encontramos con una situación de estrés, puede que conecte de golpe con una situación de estrés del pasado, como un elástico que te lleva de un salto a tu infancia. Entonces, ya no estás en la cola del supermercado teniendo que quitar todo de la cinta mientras el cajero te mira fijamente: eres tú en tu infancia, sin recursos, cegado por un sentimiento parásito, quien se encuentra en esa situación. Tu reacción no sólo no te permite solucionar el problema, sino que te lleva a manipular el entorno tal como tratabas de hacer con tus progenitores buscando la emoción que les satisficiera.

Las emociones genuinas solucionan problemas

Según el A. T., hay 4 emociones auténticas:

  • Ira
  • Tristeza
  • Miedo
  • Alegría

La mayoría de autores suman otras dos:

  • Sorpresa
  • Asco/aversión

Todo lo demás, la miríada de nombres que le podemos dar a los sentimientos, son emociones parásitas: frustración, decepción, angustia, indignación, melancolía, desolación mente en blanco, sensación de vacío, vértigo ante la vida…

Pero las emociones que hemos heredado de miles de años de evolución, las que están en la amígdala y se manifiestan en el cuerpo, son las genuinas, las que están preparadas para evitar un peligro o permanecer más tiempo en una situación.

Veamos cómo.

Miedo: evitar un peligro futuro

El miedo auténtico es el que nos permite huir del depredador en la jungla. También nos puede paralizar por completo si lo necesario es ocultarse. En la vida actual, nos permite por ejemplo dar un salto cuando un coche no disminuye la marcha al acercarse al paso de cebra por el que estamos cruzando. El miedo evita un peligro futuro (si bien inminente).

Ira: solucionar una situación presente

La ira genuina provoca que el corazón bombee más sangre a nuestras extremidades, nos permite responder físicamente, golpeando o apartando la amenaza, o huyendo. Si estamos en el metro y alguien nos empuja, la respuesta adecuada es un empujón de igual intensidad. Esto nos deja en equilibrio con la otra persona. También podemos escabullirnos si el contrincante es más grande o es peligroso. En cambio, si reprimimos la respuesta, acumulamos el resentimiento para usarlo otro momento en el que ya no tiene sentido.

Tristeza: superar el pasado

La tristeza auténtica es la que nos permite hacer el duelo para superar un hecho doloroso que sucedió en el pasado. Este hecho significa la pérdida de una situación (cambio de casa, de trabajo, de condiciones económicas) o de un ser querido.

Felicidad

La sensación de alegría auténtica nos permite relajarnos y sentir que todo está bien a nuestro alrededor. No hay amenazas, la situación está bien como está, podemos respirar profundamente, con calma. Esta felicidad genuina nos facilita disfrutar de lo que está ocurriendo en el momento presente.


Con lo que has leído, ¿identificas tus sentimientos parásitos? ¿Eres capaz de darte cuenta de cuándo tu respuesta a una situación no se corresponde con lo que está sucediendo? ¿Qué preguntas te han surgido al leer esta entrada? No dudes en dejar tus impresiones en comentarios. ¡Gracias por leer y por compartir!