Drowse vacacional

Drowse es una canción de Queen que menciona «los domingos por la tarde». Significa dormitar, estar amodorrado, quedarse medio dormido… Describe muy bien lo que he experimentado en mis vacaciones. Lejos de hacer siquiera una cuarta parte de lo que había proyectado, el «drowse» me ha invadido, junto con el calor, y ha matado mi fuerza de voluntad.

Imagen de Jess Foami en Pixabay.

Lo contrario del «drowse»: la constancia

Con la fuerza de voluntad, se han ido la constancia y la capacidad de concentración, elementos que, según Murakami, son fundamentales para la creación. Así, lo que se había proyectado como un espacio sin límites para la creatividad, «haz lo que quieras», que diría Michael Ende , se convierte por el calor y el cansancio en un espacio sin límites de aburrimiento, dormitar y ver la tele, interrumpido por vivificantes visitas a la piscina y otros ocios.

Por otro lado, José Luis Sampedro se levantaba a las 4 de la mañana para escribir. Lo hizo durante 40 años antes de lograr el éxito, compatibilizando su trabajo como economista con su trabajo como escritor. Eso, aunque Murakami diga que no, para mí se llama fuerza de voluntad, bueno, Sampedro lo llama perseverancia.

Y hay otro escritor que conozco desde hace poco, Sergio Rozalén, que religiosamente escribe en su blog una entrada al día. Son al menos de dos tipos: unas se parecen a las mías y otras son ficciones de futuros distópicos las más de las veces. Este prolífico escritor no ha parado con el calor, lo que para mí es admirable. Sobre la fuerza de voluntad, este bloguero me diría esto: «Tanto si piensas que puedes como si piensas que no puedes… tienes razón».

Me llama la atención que tanto Sergio Rozalén como yo reflexionemos con frecuencia sobre temas similares, unas veces estando muy de acuerdo y otras veces sacando conclusiones totalmente diferentes. Casi se podría establecer un carteo escritoril de mensajes y respuestas.

Por ejemplo, muchas veces he echado de menos los carretes de fotos antiguos. Solo se podían hacer 12, 24 o 36 fotos, varias de ellas salían mal y, aun así, o precisamente por ello, se conservaban como si fueran tesoros. Ahora se hacen miles de fotografías cada año, la mayoría selfies, hace poco vi una noticia en la que la gente esperaba cola para hacerse una foto en un lugar de costa y que pareciera que estaban solos allí. ¿Y realmente miramos esas fotos? Yo no. Desde mi punto de vista, las fotos de un álbum sí se revisan, había una o dos de cada persona, localizar ancestros o momentos vividos en ellas era como hacer arqueología. Ahora son tantas y tan repetitivas que rara vez acudo a mirarlas. Sin embargo, Sergio Rozalén piensa que está mucho mejor ahora en que las fotos están organizadas por fechas y puede ver cuándo y dónde ocurrió algo, mientras que las del pasado le crean un desequilibrio de los recuerdos porque parece que no pasaba casi nada y además cuesta reconstruir el recuerdo a partir de unas pocas imágenes…

Ya sabéis que reflexiono sobre los guiones de vida de forma recurrente, puesto que me parece un tema apasionante y pienso que conocerlo ayuda a desautomatizar una serie de creencias. Sergio Rozalén hace una aportación interesante cuando habla del guion trazado por el padre de las hermanas Williams y sobre aquellos otros guiones que resultan perdedores y de los que no se habla tanto.

Hasta aquí las similitudes. Sergio Rozalén se permite imaginar futuros y posibilidades ilógicas (Irreflexiones es el nombre de su blog), de manera que puede crear más allá de «lo que hay»; yo solo lo hago en libros de relatos. Muchas entradas de su blog abren opciones posibles. Por ejemplo, en un momento dado reflexiona sobre la creciente complejidad de nuestro mundo, que da lugar a perfiles cada vez más especializados. Pues bien, inventa la figura del gestor de complejidad, que serían:

…personas que controlen el nivel de abigarramiento de los sistemas, tratando de reducirlo cuando sea posible, asegurando que el conocimiento se mantiene, definiendo las reglas y capacidades organizativas necesarias para su funcionamiento, en un contexto de cambio y evolución permanente.

https://irreflexiones.com/2022/06/21/gestionar-la-complejidad/

Y va más allá, escribe pequeños relatos de ficción, normalmente en mundos futuros y distópicos.

Podéis leer esta historia sobre una app llamada Cyrano AR, bastante interesante y que da que pensar. Es una de esas entradas que evocan distopías tipo Black Mirror, solo que las de Sergio Rozalén suelen acabar bien.

También es interesante leer este relato en el que se plantea una situación parecida a la de Gattaca, una distopía del futuro en la que los niños se conciben in vitro y se eliminan las posibilidades de que padezcan enfermedades o sean físicamente desagradables. El texto de Rozalén invita a reflexionar qué es mejor, si vivir muchos años siendo un ser más o menos perfecto o vivir unos cuantos menos siendo un ser superior. Habría que plantearse aquí si el hecho de tener todas esas ventajas genéticas hace que se siga un guion ganador.

En Gattaca, uno de los últimos niños en nacer de forma natural y sin cribado genético es Vincent. Tiene una deficiencia cardiaca de nacimiento y una gran miopía, lo que le califica como “no válido” en un mundo de humanos genéticamente perfectos. Así, subsiste trabajando en los puestos más bajos. Sin embargo, más adelante consigue entrar en el mundo exclusivo de la gente guapa y perfecta utilizando la identidad y la huella genética de un deportista que quedó paralítico en un accidente, pero que en todo lo demás es perfecto. ¿Y cómo lo logra? ¿Con fuerza de voluntad, con constancia, con perseverancia? Desde luego, con una combinación de estas cualidades y seguramente no durante un caluroso verano en el que el «drowse» te arrastra a tu versión más parecida a nuestro primer ancestro: la ameba.

Lo.Li.Ta

Libro del verano tardío, Lolita, de Vladimir Nabokov

Lolita, de Vladimir Nabokov

Tenía el libro rondando aquí y allá, junto con otros libros no leídos, ¡y qué grande es la biblioteca de libros no leídos!, verdad, verdad, Umberto Eco. Y no lo había leído porque desconocía la talla de escritor que se hallaba entre sus páginas. Todo apunta a que mi siguiente lectura será Ada o el ardor.

Había visto la adaptación al cine de 1997, con Jeremy Irons, y de alguna manera esa adaptación ha contaminado un poco la forma en que he visto las imágenes que evoca el libro, sobre todo en el aspecto del personaje principal y en el de Charlotte Haze, la madre de Lo.

En Lolita, el narrador en primera persona es un pederasta. Lolita tiene tan solo 12 años cuando Humbert Humbert se la lleva en un viaje hacia la decadencia. Piensa en cualquier niña que conozcas de 12 años, o trata de recordar cuando tú los tenías. Exacto. Recordando la película de Adrian Lyne, la Lolita que aparece en ella no aparenta menos de 16, y tal vez esto hace más digerible el hecho.

Dicho esto, Lolita es un libro lleno de poesía y juegos de palabras de un nivel literario bastante alto. Algo que es muy difícil de reflejar en la gran pantalla. Su historia compleja se disfruta a través de imágenes originales y bellas.

Por ejemplo:

“El aire, a pesar de la firme llovizna que lo adornaba con sus cuentas de cristal, era verde y tibio; ante la taquilla de un cine chorreaban luces como alhajas…”

“Mi vecino de la izquierda, quizá un hombre de negocios o un profesor, o ambas cosas, me hablaba de cuando en cuando mientras afeitaba de flores tardías su jardín o regaba su automóvil, o deshelaba, avanzando el año, un camino de su casa (no me preocupa que estos verbos estén todos mal empleados)…”

“Y nadie intentó deslizarse entre nuestro humilde automóvil azul y su imperiosa sombra roja… como si un hechizo pesara sobre el espacio intermedio, una zona de júbilo y magia perversos, una zona cuya precisión y estabilidad misma tenían una virtud cristalina que era casi artística”.

“Rojas letras de luz anunciaban un comercio de fotografía. Un gran termómetro con el nombre de un laxante se exhibía tranquilamente al frente de una farmacia. La joyería Rubinov ostentaba diamantes artificiales reflejados en un espejo roto. El reloj verde luminoso se mecía en las profundidades del Lavadero de Jiffy, atestado de ropa. Al otro lado de la calle, un garaje decía “Lubricidad genuflexa”, pero se corrigió y dijo “Lubricante Bulfex”.

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Imagen original de http://www.tododvdfull.com/lolita-latino/

Lolita no es un libro moralista, si bien el propio autor trata de suavizarlo con un prólogo escrito por un personaje ficticio. Pero él mismo, Nabokov, dice al final que lo que más le interesa destacar es la poesía, es decir, la belleza, el lenguaje. No desea que en una hipotética clase de Literatura el profesor plantee: “¿Cuál es el propósito del autor?”, “¿Qué quiso decir con esta obra?”

Humbert se describe a sí mismo como un hombre bastante atractivo, maduro, que además es misógino y podríamos decir que amoral. El narrador se abstiene de hacer descripciones explícitas de las relaciones sexuales entre él y Lolita. El propio autor explica que si se espera una novela erótica con escenas calientes in crescendo, es mejor cerrar el libro. Porque Lolita no es una novela erótica, es un poema, un poema escrito en un idioma que no es el materno de Nabokov, lo cual para mí le da aún más valor.

Cuando leo la forma en que Humbert desea a Lolita y la arrastra hacia su deseo, me viene a la mente una mano que trata de apresar un pájaro con el fin de domesticarlo, y el pájaro poco a poco se va ahogando, y va perdiendo plumas en ese apretón que busca tan solo “amarlo”.

Las palabras de amor de Humbert, ese amor desesperado, amor poético del que su objeto de deseo se ríe una y otra vez, van calando al lector con su pena, van acariciándole con su furor, de manera que acaba siendo comprensible que Humbert ame a Lolita, de manera que una lectora quisiera ser una Lolita a la que un Humbert amara así, de manera que se lamenta que la chiquilla no pueda realmente corresponder a semejante pasión.

“Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”.

El libro tiene además muchos toques de humor verdaderamente geniales. En una página estamos suspirando con Humbert, que aunque nos parece despreciable nos transmite su forma de amar loca y desesperada; en otra página, asistimos a una escena cómica.

No tiene desperdicio la entrevista entre Humbert y la señora Pratt en el colegio de Beardsley para niñas, en la que la señora Pratt va cambiando el nombre a Humbert a medida que habla:

“Nuestro interés principal, señor Humbird, no es que nuestras estudiantes sean ratas de biblioteca o puedan localizar todas las capitales de Europa, que nadie conoce, de todos modos, o sepan de memoria las fechas de batallas olvidadas”.

“Pensamos, doctor Humburg, en términos de organismo y de organización”.

“Doctor Hummer, ¿comprende usted que para el niño actual pre-adolescente fijar una fecha en la historia medieval tiene un valor menos vital que fijar la fecha de una cita (…)?

“¿Qué pueden importarle a Dolly Hammerson Grecia y Oriente, con sus harenes y esclavos?”

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Imagen vista en esta interesante entrada (aviso, contiene “spoiler”, es decir, te cuenta el final): http://notasomargonzalez.blogspot.com.es/2013/04/lolita.html

Recomiendo la lectura pausada de Lolita, recomiendo recrearse en las imágenes y en las apreciaciones de este narrador decadente, recomiendo deleitarse con una escritura cuidada que nos conduce poco a poco hacia un abismo no dramático.