La idea de que podemos ser como personajes de un videojuego o estar en una realidad ficticia no es nueva. Quizá el símbolo más claro en nuestros tiempos es la película Matrix. O, también, en los 90 apareció un videojuego que continúa existiendo llamado «Los Sims«, en el que el jugador da vida a unos avatares.
Y, recientemente, vi este vídeo de Hashem Al-Ghaili donde los seres creados por IA sienten dolor al no poder salirse de su papel, al tener que vivirlo una y otra vez, o, sobre todo, al ser relegados al olvido cuando se acaba su función. Esto me hizo preguntarme: ¿Y si somos los sims de esta realidad?
Puede responderse desde tres ópticas: reencarnación, animar un cuerpo y jugar a un juego.
Reencarnación
En el hinduismo, la reencarnación consiste en que el alma eterna transmigra a nuevos cuerpos a través del ciclo del samsara, determinado por el karma acumulado. El objetivo es alcanzar la liberación del ciclo de renacimientos. Es como pasarse todas las pantallas de un juego y no tener que volver a jugarlo.
En el budismo, no se trata tanto de la reencarnación de una misma alma como de su karma, es decir, la reencarnación del karma de una persona pasada. El objetivo es lograr el nirvana, lo que cesa el ciclo de sufrimiento. El nirvana también es haberse pasado todas las pantallas y «vencer a la máquina».
Animar un cuerpo (ánima = alma)
Hay dos perspectivas de ver nuestra existencia: somos un cuerpo o estamos en un cuerpo. Si somos un cuerpo, ese cuerpo nace y muere. Pero si estamos en un cuerpo, animamos a un cuerpo, esto es, le damos alma. Así, el cuerpo sería la parte «sim» (sim viene de simulación) y el alma sería la parte que da vida a esta simulación en concreto, haya o no reencarnación (esto es, se pueda o no jugar de nuevo al juego).
Esto explicaría las grandes diferencias entre una persona viva y una que acaba de morir. Según muchas declaraciones: «se nota que ya no está ahí».
La versión infantil
Si pensamos que estamos animando un cuerpo que por sí mismo no tiene vida, podemos plantearnos si ocurre lo mismo con los animales y las plantas. ¿Tienen ánima las palomas, los conejos, los delfines o los pulpos? En ese caso, podríamos hablar de la versión infantil de los Sims: un juego más fácil, más corto y que tiene menos pantallas que pasar, adaptado a los niños. Entonces, estos «niños» ¿qué tipo de ánimas serían?
Jugar a un juego
Quizá entonces la vida sea como jugar a un juego parecido a los Sims: sea porque el ánima se ha reencarnado, sea porque solo tiene una oportunidad, «baja» (digo baja porque la mayoría de creencias sitúa el lugar de las ánimas arriba, en el cielo) y encarna un cuerpo, juega a los juegos que van surgiendo, va atravesando pantallas y acaba con una puntuación final, en un lugar del ranking y con una serie de insignias, vamos, como en una gamificación bien hecha.
También, tenemos afición por plantear juegos en la vida, como los famosos «juegos que la gente juega» de Eric Berne, para lograr cumplir un guion de vida. Tal vez ese guion es nuestro plan para pasarnos las pantallas y ganar el juego y, de la misma manera, puede ser nuestro plan para no pasar pantallas, perder vidas y perder el juego. Berne decía que creemos actuar con autonomía, pero que en realidad respondemos con automatismos similares a la música que produce una pianola: puedes fingir que estás tocando las notas, pero va sola.

El juego de las civilizaciones: Sim city
Además de Los Sims, también estaba «Sim city», en el que los sims pueblan ciudades que el jugador ayuda a crear, construyendo edificios, carreteras, vías de tren y así. Pero, si no se gestiona bien, la ciudad acaba en la ruina y pierdes el juego.
Las antiguas civilizaciones que ahora están extintas, enterradas bajo el polvo del desierto o bajo grandes masas de árboles en Latinoamérica, fueron más avanzadas de lo que queremos creer. Cuando se investigan, se hallan evidencias de su especialización y virtuosismo en diversas actividades. Pero «algo» ocurre y la civilización se extingue. El otro día, vi un documental en el que dieron nombre a este «algo»:
Consumo ostensible de recursos.
Es decir, un manifiesto consumo de recursos que supera las capacidades del entorno. ¿De qué me suena esto? Lo más sorprendente es que no nos imaginamos nuestra propia civilización enterrada bajo cientos de años de olvido… pero les ocurrió a otras antes; ocurre una y otra vez.
¿Cuál es el sentido?
Si la teoría de que somos como los Sims es cierta, ¿cuál es el sentido de este juego? Quizá es divertirse, jugar a ser otra persona, pasar el rato, obtener recompensas intrínsecas y extrínsecas… Y el gran sentido, el gran objetivo, puede ser, simplemente, hacer que la vida avance en su baile secreto. Nuestra misión es ayudar a ese avance «jugando» a los Sims, volviendo a reencarnar esos Sims y el gran juego de las civilizaciones, Sim city.
¿Cómo vivirías tu vida si supieras que es una simulación, un Matrix en el que puedes estirar y llevar al límite las capacidades de tu avatar? ¿Qué harías? Cuéntame.
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8 respuestas a “Tu vida es un videojuego: los Sims”