El triángulo del amor

Puedes elegir dejar de jugar al juego que justifica tu rol victimista, salvador, o perseguidor.

En el anterior post describimos la forma en la que los tres roles no adultos se relacionan en un juego dramático que nunca termina bien, que hace sentir mal a los que lo juegan. Pues bien:

“Dos no juegan si uno no quiere”

Es lo que dice el refrán, y desde luego es el “truco” para salir del triángulo dramático de Karpman, y comenzar a vivir otra forma de relación, consciente y desde el adulto: solo depende de ti continuar en una relación de juego con los demás, o dejar de jugar y comunicarte desde otra posición.

Salir de un rol no adulto

Como vimos, cada rol individualmente puede decidir dejar de actuar según el guion que se había marcado y responder realmente al aquí y ahora que está viviendo, moviéndose desde el rol que desempeñaba a una posición de adulto:

  • El victimista puede: actuar por sí mismo/a, encontrar su fortaleza interna y su poder, responsabilizarse y amarse a sí mismo/a.
  • El salvador puede: conectar con sus necesidades y sentimientos, permitir a los demás hacerse cargo de sí mismos, conectar con su enfado y sacarlo y divertirse más.
  • El perseguidor puede: gestionar su ira y ser más asertivo, permitir que cada uno piense y actúe como quiera, trabajar su lado más vulnerable y liberarlo.

Entrar en el estado adulto

Sea cual sea tu rol predominante, dar “un paso hacia afuera” del triángulo dramático te acerca a una forma de relación de verdadera intimidad, en un “triángulo del amor”.

Esta forma de relación es totalmente ajena a los mecanismos automatizados que utilizabas. En ella, las relaciones no te dejan una sensación de pérdida y malestar, y tú eres una persona más auténtica, más parecida a quien eres internamente, detrás de la máscara. Así, te relacionas con los demás sin perder tu individualidad y sin invadir el espacio del otro.

Digamos que los tres aspectos negativos que hemos analizado en los últimos posts y que todos tenemos en alguna medida, tienen su lado positivo y de energía:

  • Frente al perseguidor, un lado más racional y movido por la búsqueda de eficiencia.
  • Frente al salvador, un lado más emocional, intuitivo y cariñoso.
  • Frente al victimista, un lado más niño, movido por la curiosidad, la imaginación y el juego sano.

La idea es reconocer desde dónde estás actuando y salir del automatismo, volver a conectar con lo que tienes delante y abandonar el campo de batalla. Se trata de dejar de actuar desde el miedo, la obligación o la culpa.

Entrenamiento en el triángulo del amor

El triángulo del amor, relacionarse desde el adulto

Puedes entrenarte a vivir fuera del triángulo dramático de varias formas:

1) Relacionándote con otras personas

Cuando eres más consciente y te comunicas de una forma más conectada con tu interior, puede que otra persona en un rol del triángulo dramático te invite a salir de tu equilibrio: ¡bienvenida sea! Esta persona te está dando una oportunidad de crecimiento, al permitirte darte cuenta de que has caído en una conducta antigua, y al reforzar tu nueva forma de ver el mundo. Por ello, en cualquier interacción con los demás, puedes elegir entre el automatismo anterior y una experiencia nueva, probar tu adulto. Es como un entrenamiento, como una gimnasia. Puede que tú ya te relaciones desde una posición más adulta, y que la respuesta del otro siga enganchada al juego anterior: no es asunto tuyo. Un ejemplo:

– Gracias por fregar los platos.

– Pues me he cortado con el cuchillo y me sigue sangrando la herida (respuesta Victimista).

2) Leyendo novelas y viendo la tele

Este entrenamiento puede lograrse no solo con las relaciones con otras personas, también al leer novelas y ver la televisión: continuamente te invitarán a entrar en el juego dramático, a identificarte con los Perseguidores, los Salvadores o los Victimistas del mundo. A veces, entras en el triángulo de una forma tan simple como unirte a una queja de “cómo está el mundo”.

3) Con técnicas de relajación

Otra forma de entrenamiento es cualquier forma de relajación. Si estás relajado, si estás conectado con tu respiración, con el momento presente, es más difícil que entres en juegos que están fuera del aquí y ahora.

Recuerda: todo esto se trata de ti. En el momento que decides que los demás están equivocados y son los demás los que deberían salir del triángulo dramático, estás provocando un nuevo juego dramático.

Fuentes:

EDWARDS, G. El triángulo dramático de Karpman. Editorial Gaia

STEWART, I., JOINES, V. AT Hoy. Una nueva introducción al Análisis Transaccional. Editorial CCS

BERNE, E. ¿Qué dice usted después de decir hola? Editorial Mondadori

El triángulo dramático de Karpman

En las últimas entradas hemos analizado tres roles: víctima, salvador y perseguidor, tres maneras de enfrentar la vida que no responden al aquí y ahora del presente, sino a un guion preestablecido. Si quieres recordar en qué consiste cada rol, aquí tienes los enlaces:

Los tres roles interactúan en un juego psicológico, siguiendo la definición de juego de Eric Berne: los juegos son una forma de relacionarse que se basa en la manipulación abierta del otro, y en los que los jugadores, al final, terminan con una sensación incómoda de pérdida.

Estos juegos psicológicos tienen unas reglas, tal como el resto de juegos: son repetitivos, se juegan desde una posición fuera del Adulto presente, acaban mal para todos los jugadores y suponen intercambios ocultos y contrarios al intercambio que se da a nivel verbal.

El triángulo dramático en acción

Los tres roles comienzan justificando su rol, y van cambiando de uno a otro según se desarrolla la dinámica. Puede que tengas una tendencia clara a actuar según uno de los roles, pero la interacción con otro de ellos puede hacerte pasar a un rol distinto.

La forma en la que victimista, salvador y perseguidor se persiguen fue descrita por Stephen Karpman: los tres roles se posicionan en un triángulo “dramático” y van pasando por los otros roles, “persiguiéndose”:

El triángulo de Karpman describe un juego dramático de Eric Berne

 

Cambio de rol en el victimista

El rol victimista se convierte fácilmente en perseguidor, por ejemplo al final de un juego “sí, pero…”: el victimista habrá ido echando por tierra cada propuesta de solución a un problema, hasta que se dé el giro dramático del juego, en que dirá: “¿Ves? ¡No eres capaz de ayudarme!”.

También puede escabullirse hacia el rol salvador, dedicándose a atender las necesidades de los demás para quizá reforzar su lado débil.

Cambio de rol en el salvador

A veces un salvador puede adoptar el tono victimista cuando se siente mártir: “Después de todo lo que he hecho por ti…”.

Otras veces, puede entrar en la dinámica del perseguidor, con tonos más agresivos: “¡Es la última vez que te ayudo!”

Cambio de rol en el perseguidor

El perseguidor se hace pasar por salvador cuando se presenta como el “ángel vengador” o cuando aparenta haber claudicado, diciendo: “Haz lo que quieras”, pero en un tono en el que se conserva la ira manifiesta de su rol.

También puede justificar su conducta presentándose como víctima de acontecimientos o personas de las que no tiene más remedio que defenderse (porque están equivocados).

No hay solución a este juego

Las interacciones que se dan en el triángulo no acaban en una solución, sino que refuerzan el rol que ha adoptado cada participante:

  • El perseguidor humilla y reduce al victimista.
  • El salvador cede y deja de lado sus necesidades.
  • El victimista se doblega a las órdenes del perseguidor o a la “ayuda” del salvador.

También pueden ocurrir manipulaciones en el sentido contrario:

  • El victimista manipula al salvador para que haga todo por él.
  • El salvador recorta terreno al perseguidor haciendo tareas en su lugar.
  • El perseguidor manipula al salvador presentándose como víctima de la sociedad.

Y es que, en resumen:

  1. Los victimistas buscan seguridad, y se ocultan tras el temor.
  2. Los salvadores buscan la aprobación, y se apoyan en el sacrificio.
  3. Los perseguidores buscan el control, y lo refuerzan con ira.

Uso equivocado de la ira

De alguna manera, los tres roles giran en torno a un uso equivocado de la ira, ya que los victimistas la tienen como emoción negada, a la que no acceden conscientemente, los salvadores no se permiten mostrarla, la reprimen detrás de su fachada de ayuda, y los perseguidores utilizan un exceso de ira para ocultar emociones y sensaciones de vulnerabilidad o debilidad.

El triángulo dramático de Karpman es una manera muy hábil de no entrar en la intimidad. Otras formas de lograrlo están descritas en este artículo de Criteria Literata.

La buena noticia es que se puede dejar de jugar a este juego destructivo, y en el próximo post veremos cómo.

 

El paternalismo del rol Salvador

Soy bueno con tod@s, me lo deben todo

Otra manera de mantener un guion de vida es adoptar un rol salvador, una especie de madre buena que adivina las necesidades de todos los que le rodean y se apresura a satisfacerlas. Lo que aparentemente son buenas intenciones, empiedran un camino al infierno de la manipulación.

El salvador no permite a los demás que resuelvan sus problemas por sí mismos, ni tampoco se permite a sí mismo tener necesidades, de manera que los demás tampoco las pueden percibir. Además, el rol salvador encaja a la perfección con el rol victimista, por lo que los radares de ambos estarán en busca de su complementario.

El rol del salvador nos recuerda a la Madre Teresa
Foto de Manfredo Ferrari (Own work) [CC BY-SA 4.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)%5D, via Wikimedia Commons

Características del rol salvador

  • Se siente responsable del bienestar ajeno, poniéndose por encima de la otra persona en cuanto a lo que le conviene: cae en el paternalismo.
  • Busca complacer a los demás al precio de perder sus propios objetivos.
  • Evita el conflicto para potencialmente evitar el rechazo.
  • Se mantiene alejado de la profundidad emocional.
  • Busca su valoración fuera de sí mismo.
  • Puede caer en comportamientos de mártir.
  • Pueden ser encubridores pasivos de conductas que les desagradan.

 

¿Cuáles son esos beneficios secundarios que obtiene?

  • Una gran sensación de poder sobre los demás: “yo sé lo que les conviene”.
  • Manipula abiertamente a otros para mantener un equilibrio sin conflictos.
  • No necesita averiguar qué siente.
  • Evita el dolor emocional al no profundizar en las relaciones.
  • La sociedad puede percibirle como un espíritu caritativo que se sacrifica.

 

Se puede salir del rol salvador

El salvador es un rol que parece alimentarse de ayudar a los demás, sin embargo, se pierde la comunicación de igual a igual (de adulto a adulto), la verdadera intimidad, y el crecimiento que resulta de las situaciones de conflicto. Se pierde, sobre todo, la comunicación con sus propios sentimientos, de manera que puede pasar por la vida definido por valoraciones externas y no por su conciencia interna. La buena noticia es que se puede abandonar este rol en pos de una posición más adulta.

Pasos para salir del rol salvador:

  1. Deja de preguntarte qué necesitan los que están a su alrededor, y empieza a tener en cuenta qué necesitas y qué sientes tú.
  2. La felicidad ajena no es asunto tuyo: cada persona adulta es quien ha de satisfacer sus propias necesidades. Acepta que los demás necesitan buscar su camino por sí mismos.
  3. No hagas ver que todo va bien cuando no es así. Si un conflicto subyace a una relación, es mejor sacarlo, enfrentarlo y resolverlo.
  4. Los demás no son tan susceptibles al dolor como piensas. Di claramente lo que necesitas, lo que te molesta o lo que te gustaría que cambiara.
  5. Diviértete más. Una vez te liberes de la responsabilidad de ayudar a otros, tendrás un espacio libre y ligero para disfrutar de la vida. Puede que además necesites desahogar tu ira. Hazlo.

 

No es fácil salir de un rol que socialmente está tan bien visto. Sin embargo, no deja de ser un rol manipulador. Tu vida va a ser mucho más rica si sales de él, si te haces consciente de cuántas veces caes en estas conductas. Te vas a quitar un gran peso de encima.

“Sí, pero…”: el rol victimista

¿Ves cómo es imposible que yo salga de aquí?

Para mantener el guion de tu vida puede que estés jugando a un juego que aparentemente te reporta lo que necesitas, pero que en realidad te hace sentir mal. Si tu forma de vivir la vida la mayoría del tiempo es la de un ser desamparado que no tiene ningún control sobre lo que sucede, probablemente estás metido en el rol victimista.

A veces los perros ponen cara de victimista

Ser victimista no es ser una víctima

El victimista cree que es víctima de los acontecimientos, de lo que le rodea, de lo que otras personas hacen. Pero solo lo cree. Tomando conciencia de ello puede empezar a ser un Adulto autónomo. ¿Por qué no lo hace? Porque hay muchos beneficios secundarios en seguir pareciendo una víctima…

Características del rol victimista

  • Se posiciona en el niño herido, viviendo la vida desde la posición infantil de no poder hacer nada por cambiar sus circunstancias.
  • Se queja de forma continua.
  • Siente pena de sí mismo/a.
  • Se siente herido, ofendido o manipulado en la mayoría de sus relaciones personales.
  • Es muy dependiente de las personas cercanas.
  • Juega al “sí, pero…” echando por tierra los intentos de ayuda que recibe.

¿Cuáles son esos beneficios secundarios que obtiene?

  • No se responsabiliza.
  • Manipula abiertamente a otros para que le consigan lo que no busca por sí mismo/a.
  • Obtiene la energía de otros (les “chupa la energía” como un vampiro).
  • Es “llevado”, como un bebé.

Se puede salir del rol victimista

A pesar de la comodidad aparente del victimista, lo cierto es que sufre mucho, sobre todo por esa sensación subjetiva de sentirse atacado o controlado por el exterior. Es la persona con este rol la que por sí misma ha de decidir salir de él, si bien es cierto que los que hacen el rol “salvador” le pueden ayudar mucho cuando dejen de ayudarle.

Pasos para salir del rol victimista:

  1. Recupera tu poder, actuando por ti mismo/a en lugar de esperar a que otros lo hagan por ti.
  2. Saca más partido a tus recursos internos: tú también eres fuerte.
  3. Deja de buscar vivir de otros o del Estado: eres capaz de mantenerte a ti mismo/a.
  4. Abandona las justificaciones del pasado, las circunstancias, los genes… Y cuéntate una historia de héroe o heroína triunfadora.
  5. Ámate a ti mismo/a en lugar de buscar constantemente el cariño y la aprobación fuera.

Como puede verse, la vida fuera de este rol puede ser mucho más significativa y enriquecedora. Mientras te abres camino hacia ella, pedimos a los demás un poco de comprensión hacia los victimistas del mundo.

Nunca, nunca sucederá…

Cuando tu guion de vida consiste en no lograr nunca tus objetivos

¿Eres una de esas personas que no se dedica a lo que realmente le gusta? ¿Quieres aprender sobre algo pero nunca te apuntas al curso que has mirado tantas veces? ¿Hasta ahora has sentido que perdías todo lo que buscabas lograr?

Quizá sea porque inconscientemente te has creado un guion de vida “perdedor”, que consiste en ponerte zancadillas o autoboicotearte con el fin de confirmar el fracaso. Si te ocurre esto, es importante que sepas que es por muy buenas razones.

¿Qué es el guion de vida?

Siguiendo a Eric Berne, el creador de la teoría del guion de vida, cuando somos muy pequeños decidimos sobre una serie de “detalles” tales como si nos vamos a casar o no, si vamos a tener hijos, a qué edad nos vamos a morir… El guion se fija entre los 5 y los 7 años y después dedicamos la vida a ir buscando aquello que lo confirma. La razón por la que lo creamos es que sirve como estrategia para sobrevivir en el entorno que nos toca.

¿Cómo se estructura el guion de vida?

Esta historia inconsciente que tanto pesa está muy influida por los padres, sin embargo, cada persona hace frente a las circunstancias de forma muy diferente. Los mensajes que recibimos se estructuran en mandatos, contramandatos y  permisos. De forma muy resumida:

  • el mandato es una orden que se interioriza: “Desaparece”,
  • el contramandato es una “orden positiva” que puede compensar a un mandato o funcionar exactamente igual: “Esfuérzate” y
  • el permiso es también una orden positiva, pero que permite salir adelante y no sucumbir a los mandatos: “Sé tú misma”.

¿Qué significa tener un guion perdedor?

Eric Berne distinguió 6 patrones de guion en función de todas estas decisiones, mandatos y permisos. Varios de estos patrones son “perdedores” y uno de ellos es “nunca”, es decir, “nunca podré lograr lo que deseo”.

Si tu guion de vida consiste en no lograr nunca tus objetivos te has trazado un camino que busca fallar, que se juega todo a una carta de un futuro que nunca llega: “Si me toca la lotería…”.

Grabado del mito de Tántalo
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El guion “nunca” parece estar basado en el mito de Tántalo, del cual hay varias versiones. Tántalo es condenado por Zeus a permanecer en un lago del que no puede beber, y bajo un árbol del que no puede comer los frutos. La idea que Berne trata de sacar del mito es la constante sensación de tener a mano la solución al problema y sin embargo no lograr nunca alcanzarla. Por eso, las personas con el guion “nunca” suelen contar sus problemas cada día como si no hubiera posible avance ni solución factible.

Existe incluso un verbo en inglés, “tantalize”, que significa tentar sin esperanza.

¿Cómo salgo del guion perdedor?

Parece un fracaso absurdo no intentar siquiera avanzar, pero quizá no tenemos la llave para abandonar esta conducta. Y sin embargo, la forma más rápida de dejar de repetir un patrón es ser consciente. Ser consciente y actuar; desde el adulto que somos, tomar decisiones. Hoy he leído un cartel en una tienda:

“Los grandes problemas se deben a no tomar pequeñas decisiones”.

Prueba a dar un paso, permítete actuar, eso que estás pensando, eso a lo que siempre le das vueltas, hazlo. Ese es el camino.

 

La vuelta a la vida sencilla

Hablo aquí del libro Medicina China Tradicional. Vivir sin enfermar de Liu Zheng.
Conocí a Liu Zheng por Facebook. Empecé a seguirle, y pronto me decidí a acudir a su centro de acupuntura. Estando dentro de una cabina, escuché la voz de Liu. Tardé un rato en darme cuenta de que la voz que oía era la suya, puesto que habla un español casi perfecto.

En efecto, fuera de la cabina vi a Liu y le escuché expresarse en perfecto español. No solo habla bien, sino que escribe correctamente, y prueba de ello es que el libro lo ha escrito en español y no en chino. Esto lo he deducido porque ciertas expresiones a lo largo del libro nos recuerdan más a otros compatriotas de Liu que no tienen tanto dominio de nuestro idioma. El hecho de encontrarse estas expresiones añade encanto al libro y nos acerca más a su autor.

He leído ya algunos libros de medicina china, e incluso he asistido a cursos introductorios, por lo que he podido comparar lo que ya conocía con lo que nos aporta Liu. Lo que destaco en este artículo son estas diferencias con otros contenidos sobre el tema.

Liu Zheng propone una vuelta a la vida sencilla

El libro de Liu nos trae de vuelta a la vida sencilla, al sentido común, al equilibrio en nuestras vidas que actualmente están descompensadas hacia lo rápido, el estrés, la inmediatez… hacia lo yang.

A lo largo de los nueve capítulos (que son tres veces tres, y tres es un número mágico en la cultura china; también en la nuestra), Liu procura acercar la medicina china tradicional y la medicina occidental, algo que le distingue de otros acupuntores chinos. Una anécdota: para explicar el yin y el yang, Liu hace un símil con Don Quijote/b> (el yang) y Sancho Panza (el yin), mostrando así un acercamiento de culturas.
Lo cierto es que Liu, como le estoy llamando amistosamente, no solo es licenciado en medicina china tradicional, sino que es diplomado en fisioterapia y acupuntura en España, máster en fisioterapia invasiva y máster en aspectos clínicos en el dolor. Lo pongo así por encima y como si tal cosa, podéis ver el currículo completo en el libro.

¿Qué valores nos transmite el libro?

A pesar de todo lo que Liu ha logrado hacer en nuestro país, es una persona muy humilde; de hecho, pienso que no habría cursado ninguna titulación de las mencionadas si no hubiera sido humilde. La humildad es uno de los valores clave que Liu ensalza en su libro.

Hablando de valores, muy importante también es el valor de vivir en armonía con la naturaleza. Liu nos dice:

“el origen fundamental de las enfermedades se encuentra cuando no vivimos en armonía con la Naturaleza”.

Acercarnos a la naturaleza es uno de los mejores consejos para restablecer la paz interior.

Otro de los valores fundamentales que nos transmite Liu es el respeto a lo que fue antes de nosotros, a la sabiduría de nuestros antepasados. En sistémica diríamos que los antiguos tienen prioridad, y nos han entregado un legado. Lo moderno y cómodo parece ser echar a un lado estas enseñanzas. La medicina tradicional china las rescata y las pone al servicio de lo nuevo.

En algún sentido, este es el libro de la abuela. Digamos que tiene tres (otra vez tres) componentes, a grandes rasgos: es un libro de medicina tradicional china, es un libro de medicina occidental y es el libro de consejos de la abuela. Pues bien, los consejos de la abuela son para mí la parte más importante del libro. Quizá un estudiante de medicina china recurrirá a un libro o varios más complejos sobre esta disciplina. Un estudiante de medicina occidental hará lo propio. Pero ninguno de ellos podrá encontrar fácilmente los consejos de la abuela que se destilan de miles de años de una cultura que a veces se desdeña porque no se acierta a entender, de un análisis sabio que realiza el autor al encontrar muchas similitudes entre la medicina que trae y la que encuentra aquí y de un sentido común que se agradece encontrar por no ser tan habitual.

A lo largo del libro, Liu cuenta historias para poner en evidencia alguna explicación, son cuentos que traen de muy lejos un mensaje milenario de la cultura china y que nos entregan una pequeña gran moraleja. Además, encontramos sus consejos entreverados en los capítulos que nos hablan de cada uno de los cinco elementos. En lugar de limitarse a describir las características de los elementos y sus meridianos asociados, Liu hace reflexiones sobre la vida diaria y actual que ilustran por qué cuidar cada meridiano es importante.

¿Cuál es la clave para no enfermar?

El estrés

Comencemos por el más importante. El estrés es el “caldo de cultivo de todas las enfermedades”. El estilo de vida en el que vamos constantemente más allá de nuestro límite, es contrario al estilo de vida que nos puede proporcionar salud. Lo que hacemos sin embargo es mantener tensión, recibir un exceso de estímulos, mal comer, mal dormir… mal vivir. Con esto se nos desajustan los ritmos de un cuerpo diseñado para funcionar correctamente, y permitimos que cualquier enfermedad pueda entrar, al debilitarse nuestro sistema inmunológico.

Llegar más lejos, y más aún

No tenemos límite. O sí. El ser humano puede concebir altos niveles de desempeño, de mejora, de crecimiento… puede imaginar lo inimaginable, y esto le ha ayudado a alcanzar mundos que no estaban hechos para nosotros: volar, viajar al espacio, bucear por el fondo marino… Sin embargo, el cuerpo sí tiene un límite. Se desgasta. Se agota. Potencialmente, y con una probabilidad del cien por cien, se muere. Es algo que no solemos tener en mente cuando jugamos a llegar más lejos, más lejos aún. En la naturaleza, nada crece sin parar, todo son ciclos de nacimiento, crecimiento y muerte. Lo mismo aplica a las empresas, aunque insistan en ganar siempre más que el año anterior, de forma indefinida. Bien, pues al menos 4 empresas en las que he trabajado a lo largo de mi vida ya no existen.

Tenemos una especie de batería que es el Chi almacenado en los riñones, con el que nacemos y que se va desgastando. En principio esta energía no puede reponerse, por lo que es interesante cuidarla. Además, es importante ser conscientes de cuánta energía tenemos de nacimiento, porque no todos tenemos la misma cantidad, y por ello, no todos podemos alcanzar las mismas metas, o no de la misma forma.
Liu nos lanza la pregunta: ¿hasta cuándo tensarás la cuerda?

Cualquier mínimo síntoma de malestar significa que tu cuerpo te está avisando de que se está acercando al límite. Por favor, hazle caso. Escúchale, reflexiona, no permitas que tu cuerda se rompa.

El victimismo

En occidente vamos al médico para que nos solucione los problemas, haciendo preguntas retóricas: “¿Por qué me viene todo a mí?” En muchas ocasiones, nos prescriben un ansiolítico y nos mandan a casa. También acudimos al médico de medicina china tradicional a lo mismo, pero entonces él/ella nos responde que para curarnos, tenemos que responsabilizarnos de nuestra salud y comprometernos a cambiar los hábitos. Es decir, no es el médico el que te cura, te curas tú y el médico te apoya y orienta para ello. El mejor médico es el que no tiene pacientes…

Lo que le viene a cada uno, lo que le toca vivir, es muchas veces consecuencia de una acción propia anterior, lo que en la sistémica se llama compensación. Puede que hayamos alimentado la ansiedad y ahora nos encontremos una enfermedad grave, o puede que hayamos provocado tiranteces en las relaciones. Solo recibimos la respuesta.

El agotamiento entra por los ojos

Frente a un conjunto de grandes empresas muy interesadas en que “nos hagamos digitales” (me imagino a una persona en un váter, muy digital todo), estamos los consumidores con la capacidad de elegir si nos hacemos o no digitales y cuándo. La realidad es que la mayoría de nosotros nos hemos convertido en un producto que suministra constantemente datos a estas grandes empresas, lo que a su vez les permite conocernos muy bien y aumentar nuestra adicción a las redes.

Liu hace una reflexión: si vemos desde fuera a una persona mirando fijamente a una pantalla, realmente nos parecerá que está castigada contra la pared. Así de triste es la imagen externa de una persona consumiendo información audiovisual. Cuanto más pequeña la pantalla, más ridículo parece. Esto me recuerda a este artículo que he leído hace poco.

La importancia del presente

Respiramos vida, aquí y ahora. Las personas que te quieren están en el presente. No solemos vivir en él, normalmente nos anclamos en el pasado o nos dedicamos a imaginar el futuro. Otras veces, estamos en un lugar pero mantenemos la mente ocupada en otro: en el trabajo pensamos en los hijos, en casa recordamos lo que quedó pendiente del trabajo, estamos en el sillón dándole vueltas a una meta que no conseguimos… mente y cuerpo van cada uno por un lado y esto nos mantiene disociados, lo que nos conduce a la enfermedad.

Es a través de la meditación como Liu nos propone volver al presente. La meditación se puede aprender y está demostrado que aporta muchos beneficios (hay muchos estudios sobre esto: busca en Google J). Con la meditación calmamos la respiración y calmamos la mente, poco a poco encontramos momentos en que la mente se queda en blanco, vaciamos el pensamiento, nos liberamos de las tensiones.

Algunas perlas

Finalmente, me gustaría terminar con algunas frases cortas que me han parecido importantes, pequeños regalos que nos hace el autor a lo largo del libro:

  • La prepotencia no ayuda al progreso; la humildad, sí.
  • No sirve de nada tratar el cuerpo mientras la mente sigue bloqueada.
  • Existe un principio innato en la vida: avanzar.
  • Con la cabeza baja no podemos mirar hacia adelante, la mente se queda retenida en el melancólico recuerdo del pasado.
  • Aprende a relajarte.
  • ¿Qué hora es? Mira al sol. El ritmo biológico está regido por la luz solar.
  • La cama más cara del mundo es la del hospital.
  • Mantén un corazón limpio y con pocos deseos.

Te recomiendo leer el libro, esto no es más que una crítica subjetiva y centrada en mis intereses. La edición es bastante bonita, con ilustraciones, y cómoda de leer. Puedes aprender muchas cosas del doctor Liu Zheng.

Buscando amargarte la vida

barco
Esta entrada va dedicada a Marisa, Javier y Maite. A Marisa, porque descubrió que era una buscadora y se sintió identificada con el anterior post sobre el tema. A Javier, porque me habló de El arte de amargarse la vida y esto me ha ayudado a avanzar sobre el tema buscar-encontrar. A Maite, porque reivindicó lo bonito de ser cometas en lugar de estrellas. Gracias a los tres.

Pero que esté dedicada a ellos no significa que no te valga a ti. Al contrario, si te ha atraído el tema, estás en el sitio correcto, a ver si podemos dar algunas respuestas.

Cuidado con la llegada

Esto es lo que nos dice Watzlawick en el libro que he mencionado antes. Algunos estamos en viaje permanente, y ponemos mucho cuidado en no llegar nunca. No llegar nunca es nuestro arte para amargarnos la vida. Y es que, cuando no hemos alcanzado esa meta lejana, admirable, y propia de los héroes de novela, se nos presenta como algo mucho más romántico, atractivo y seductor. Cuando ya se ha alcanzado, deja de ser apetecible, y pasa a ser cotidiana. Lo cotidiano, rutinario y conocido es, esencialmente, mucho más aburrido. Por tanto, llegar es destruir el sueño.

Si me tocara la lotería…

Es un juego al que jugamos con los demás y con nosotros mismos. Conozco a muchas personas que trabajan en oficinas a quienes les encanta fantasear con lo que pasaría si les tocara la lotería. Todo es idílico. Lo primero que harían, claro, es dejar de trabajar. Y después se suelen mencionar destinos paradisíacos, playas, hamacas, cambios de casa, cambios de todo tipo… Es curioso que haya datos que nos muestran cómo personas a las que les tocó la lotería han caído en un estado de pobreza peor una vez gastado el dinero. Desde luego, eso no es lo que soñaron que harían con esa tremenda suerte en su mano.

Cuando te cansas de no llegar nunca

Volviendo al juego de «nunca llegar», a mí lo que me ha pasado es que me he cansado de no llegar nunca. Como juego está gracioso, cuando ya se comprueba que es una forma de amargarse la vida, deja de tener tanta gracia. De nuevo, no afirmo que todos los que son buscadores estén complicándose su existencia. Quizá los buscadores puros han encontrado su forma de ser felices. Esto distingue entonces a los buscadores puros de todos los demás, que no acertamos a vislumbrar el puerto donde queremos amarrar el barco, quizá porque no existe, quizá porque se trata de una forma de vivir tan contraria a la que hemos llevado hasta ahora, que ni siquiera sabemos en qué consiste. Utopía significa «en ninguna parte».

Destruir el destino para empezar de cero

Otra forma de buscador no puro es aquel que se pasa años construyendo una vida para luego destruirla a los pocos meses, con el fin de construir otra con un gran esfuerzo, sin utilizar ninguna de las piezas de la anterior, y con el mismo destino futuro. Yo lo visualizo como construir un castillo, pieza a pieza, y cuando se está a punto de poner la bandera en lo alto, o la última almena, o el detalle del puente levadizo, entonces se decide que este castillo hay que pisotearlo y destruirlo ya porque ni remotamente responde al plano que nos habíamos creado en la mente. Entonces se le arrancan piezas y se le destruye muy rápido, no sea que permanezca ahí. Por si fuera poco, salimos corriendo y lo dejamos atrás, no sea que descubramos que hay algunas piezas (o muchas, o todas) que se podrían reutilizar para lo siguiente, para lo que venga, para seguir viviendo.

El buscador puro no habría construido ningún castillo, sino que lo habría alquilado para pasar el fin de semana.

¿Mejor no comprobar cuál es la realidad?

Por supuesto, hay otras formas igualmente interesantes de amargarse la vida, y casi todas ellas coinciden en no comprobar cuál es la realidad en cada momento, sino aferrarse a unas ideas únicas, inamovibles, y muy personales que hacen del mundo propio una auténtica pesadilla. Hace tiempo reflexioné que cada uno se construye su propio infierno, y luego vive en él quejándose de lo horrible que es. Un infierno de creencias como «no soy capaz», «el mundo es hostil», «el pasado fue mejor», «el pasado ha hecho que nunca más pueda ser feliz», etc. Algunos son tan convincentes en su descripción de estas pesadillas que arrastran a otros a la misma visión del mundo, o por lo menos les hacen ver lo que están sufriendo ellos y les someten a ser eternos cuidadores de la pobre víctima.

Una flor pisoteada: ¿eligió estar ahí?

Muchas flores blancas y amarillas en medio de un campo verde

Me pregunto en qué estaría pensando alguna de las flores que he pisado hoy, sin querer, descuidadamente, cuando paseaba. Sí, claro, las flores no piensan… De todos los seres vivos que hoy he sentenciado a muerte por el simple hecho de pasear por el campo, ¿cuántos de ellos han atraído semejante fin a sus vidas?

Está muy de moda decir que cada uno es responsable de lo que le sucede, de todo lo que le sucede. Además, está de moda la Ley de la Atracción, por la cual atraemos a nuestras vidas de forma casi mágica aquello en lo que no dejamos de pensar, sea positivo o negativo. Siempre que he oído esto, me he preguntado si uno atrae a su vida las enfermedades con las que nace, o los genes que le predisponen a tener cáncer.

Por eso me pregunto perpleja qué pensaban esas flores, esas hormigas y demás bichos y plantas, cuando he depositado mi pie sobre ellos sin ninguna delicadeza.

¡Es tan absurdo pensar que lo han atraído hacia sí! Tan absurdo como pensar que las plantas y bichos de alrededor pensaban solo cosas positivas y solo atraían insectos amigos.

No podemos predecir «cisnes negros»

No cabe en nuestra mente predecir sucesos inesperados, de proporciones inmensas, y que cambian por completo nuestra existencia. Como un tsunami. Pero lo cierto es que estos sucesos marcan claramente nuestra historia, como defiende Nassim Taleb.

Nuestro cerebro está diseñado para tener esperanza por un futuro mejor (saldremos de la crisis, el año que viene habrá menos desempleo, ya se ven los brotes verdes de la economía), y está diseñado para olvidar rápidamente aquellos sucesos que no encajan en una progresión «normal» y ascendente de los acontecimientos.

A expertos y no expertos, nos encanta la campana de Gauss, nos parece que todo se distribuye de forma «normal», la virtud está en el punto medio y los extremos son raros de ver. Esto es verdad para variables como la altura o el peso de una persona. Esto no es tan cierto para variables como el dinero, la salud, o el pisotón que se lleva una flor en el campo.

Ilustración de la Campana de Gauss
Campana de Gauss

¿Debemos preocuparnos y tener miedo de acontecimientos totalmente inimaginables ahora?

Pienso que no se trata de eso, pero sí podríamos dejar de vivir en la falacia de que dominamos por completo nuestra vida, una vida «normal» en la que suceden cosas «normales», o dentro de lo imaginable. Por eso muchos siguen jugando a la lotería aunque no les toque nada, porque saben que hay sucesos que ocurren en contra de toda probabilidad.

Por cierto, ¿cómo podría una flor evitar ser aplastada por una bota de montaña? No puede. Es decir, incluso sabiendo lo que podría ocurrirle, conociendo por sus antepasadas flores que esto a veces sucede, la flor no se podría desplazar a zonas menos transitadas por el ser humano.

Cuando me hablan de que uno es responsable de lo que sucede en su vida, también vienen a mi mente las personas nacidas en países subdesarrollados, que contraen enfermedades que aquí se curan con una pastilla, que pasan hambre, que malviven, que no tienen agua potable… ¿Lo han elegido ellos? ¿Son responsables? ¿Podrían desplazarse a otro sitio? No, no pueden. Ya se está viendo. No se les permite si quiera eso. El gran pie les aplasta allí, y punto. Al margen de la propia responsabilidad personal está «el destino», aquello que es más grande que nosotros y que nos puso en el lugar en el que estamos.

Esta forma de pensar esperanzada y un tanto ingenua también se da en las empresas, con la proactividad, la fijación de objetivos, la responsabilidad frente al victimismo… He visto empresas entre cuyos valores está prever con anticipación el futuro y tomar medidas. Es como si premiaran prever la pisada de una bota de montaña. O bien, premiaran entrever que ocurrirá un 11-S que tirará abajo las torres gemelas, o que un tsunami desolará todo un país, o que habrá una horrible guerra entre hermanos donde antes reinaba la paz. ¿Cómo esperan que lo hagamos? ¿Alguien trae bola de cristal consigo?