14 de febrero, día de los que aman

No es necesario tener pareja para tener el corazón ocupado

Resulta difícil no enterarse de lo que se celebra el día 14 de febrero, San Valentín. Este fin de semana estuve comprando en un centro comercial. El caso es que, desde que entré hasta que salí, los altavoces nos recordaban continuamente las ofertas en la sección tal y cual para el regalo del día de los enamorados. Salí tan harta que estuve a punto de dedicar este escrito a cualquier otra cosa…

Lo cierto es que esto del 14 de febrero, San Valentín, provoca reacciones viscerales de todo tipo, desde aquellos que quieren celebrarlo románticamente con grandes festejos, como viajar o darse un homenaje (léase hotel, comilona, SPA, etc.) hasta aquellos que lo critican y se revuelven cuando alguien les pregunta si lo van a celebrar.

Es curioso, porque mi caso siempre ha sido bastante ambiguo: primero se habla y se decide que no, que esas cursiladas impuestas por los centros comerciales y la cultura norteamericana no se celebran, y al mismo tiempo, llega ese día y al menos uno de los dos tiene un detalle con el otro, o acabamos cenando por ahí.

¿Qué amor se celebra?

El 14 de febrero es tan bueno y tan malo como cualquier otro día para celebrar el amor. ¿Pero qué amor? Usualmente, el llamado “amor romántico”. Se dejan fuera otras formas de amor igualmente interesantes, quizá más satisfactorias, más plenas e incondicionales, y otras más de andar por casa, pero todas ellas ausentes de lo que hace al amor “romántico”: el sexo.

Sí, has leído bien. ¿Qué diferencia el amor romántico de la amistad, del amor materno-filial, del amor a los animales o del amor a dios? El sexo.

El deseo de unión, según nos indica Eduard Punset, nos nace de una impronta tan básica y profunda como la de las propias células, que quieren así no sólo perpetuar su código genético, sino también colaborar en una distribución de tareas y utilización de recursos que es sinérgica.

Según comentaban hace poco en el programa Sacalalengua de La 2, en algunas culturas no existe separación alguna entre “amor romántico” y sexo; son la misma cosa. En esas culturas, se vive de una forma más abierta la sexualidad, y la mujer tiene un papel más protagonista y liberado en comparación con culturas más influidas por convencionalismos rancios y heredados siglo tras siglo.

Se dice también que la palabra “amor” es hasta 10 veces más buscada en Internet que la palabra “sexo”. Y yo digo: ¿por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

¿Amor o enamoramiento?

Bromas aparte, creo que “el día de los enamorados” parece referirse a personas que están enamoradas, y no a personas que aman a otras. El enamoramiento, aunque muy valorado por la sociedad, se compara neurológicamente con un trastorno obsesivo compulsivo que lleva a la persona a obsesionarse con otra persona.

Podría decirse que en el enamoramiento el centro de atención es uno mismo/a, mientras que en el amor, el centro de atención es el otro.

Dile a cualquier enamorado que lo que está haciendo en realidad es mirar su ombligo: no te creerá. “Pero si no hago más que pensar en ella”. Pensar en ella desde tus referencias, desde la imagen idealizada que has hecho de ella, desde la pura fantasía que imaginas con ella. De hecho, el enamoramiento se va perdiendo cuando la fantasía creada choca una y otra vez con la realidad. La persona sigue siendo ella misma, quieras o no, y todas aquellas proyecciones y quimeras que construiste a su alrededor van cayendo sin piedad. Lo malo es que este proceso no tiene vuelta atrás. Lo bueno es que puede que debajo del trastorno obsesivo compulsivo por el otro haya surgido una forma de amor, ternura, cariño, respeto, etc. Es el amor a segunda vista.

¿Por qué no celebrar el día de los que aman?

Así que quizá sería más interesante celebrar el amor. De hecho, podría ser el “día de los que aman”; tendríamos que celebrar el “amar”, y no el amor, como plantea Stephen Covey. ¿No es interesante la diferencia? Amar es un verbo, una acción, es algo que se hace por otra persona, es el sacrificio de uno mismo por otro. No se trata de centrarnos en cómo nos sentimos. El verdadero amor llama a sacar el centro de atención de nuestras vidas hacia otro que nos necesita.

La celebración del amar, sea el 14 de febrero o sea cualquier otro día, puede hacerse se tenga o no se tenga con quién.

Hace pocos días encontré en el parabrisas de mi coche una publicidad bastante llamativa: una tarjeta con un corazón rojo. Pensaba que un restaurante me sugeriría celebrar allí San Valentín, pero leí:

“No es necesario tener pareja para tener el corazón ocupado”

Me gustó, y también la frase siguiente: “Escucha a tu cuerpo”.

En efecto, se trataba de la publicidad de un gimnasio, que nos invita a hacer ejercicio para así tener el corazón ocupado. Y me lo llevé, y lo podéis ver en la foto.

Creo que solo podemos amar y alimentar el ser de otros en la medida en que nos amamos a nosotros mismos/as. Creo que no puedes encontrar fuera lo que no llevas dentro.

¿Por qué no celebras tu San Valentín personal?

Te puedes autorregalar los bombones más chocolatosos del mercado, puedes ver tu película favorita, cenar en el restaurante que más te gusta; incluso convocar a tus amistades y quedar para celebrar un amor que no es romántico, pero sí es pleno.

En definitiva, estés en la situación que estés, el día 14 de febrero puedes permitirte celebrar el amar, el amor romántico, el sexo amoroso, el enamoramiento o lo que te apetezca… como cualquier otro día.

¡Que lo disfrutes!

Somos (como) animales

Human Nature muestra cómo somos en realidad animales
Fuente de la imagen

Human Nature

Eres un animal.

No, no es un insulto. Es una realidad.

Una realidad, a veces muy tapada por el mundo que hemos creado, tan intelectual, tan de la mente. Y tan falso.

La mayoría de nuestra comunicación es no verbal

Ahora que estoy investigando sobre Comunicación Humana, descubro que el 93% de esta comunicación es animal, no verbal. Me encuentro con autores como Desmond Morris, que titula su obra de la forma más acorde a esta verdad: El Mono Desnudo.

He tenido la suerte, además, de descubrir la película “Human Nature”, y de confirmarme en lo que ya intuía. Algunos dicen que el lenguaje genera realidad, y yo digo que las palabras nos alejan de la realidad. Hemos creado un mundo basado en ideas y abstracciones mentales, en conceptos, y el máximo de este mundo virtual es, claro está, Internet. Internet, o esos millones de monos desnudos dejando su cuerpo abandonado a la inactividad, utilizando tan solo sus manos para teclear, sus ojos para mirar una imagen en dos dimensiones, la pantalla, y su mente para crear todo lo demás.

Cuando los sabios místicos dicen que no hay nada, que todo está en tu mente, saben también lo animales que somos los seres humanos. De hecho, afirman que no hay mente. Es decir: no hay nada.

¿Imaginas un mundo en el que todo se comunicara a través de gruñidos y gestos?

Desde luego la especie seguiría sobreviviendo y reproduciéndose, pero es difícil poner un post en gruñidos, o en gestos. Por lo que a mí respecta, se me acabaría la profesión. Sonrío tristemente al pensar en esto, porque en el fondo me fascinaría vernos a los monos desnudos privados del habla y tratando de discutir sobre el sexo de los ángeles…

Un universo construido sobre palabras

En el fondo, parece algún tipo de locura esto de haber creado todo un universo a partir de las palabras, palabras que delimitan, que categorizan, que etiquetan, que empaquetan lo que nos rodea para que creamos que lo podemos controlar. Igual que el personaje de la película que interpreta Tim Robbins, nos ponemos a experimentar con ratas de laboratorio para llegar a conclusiones absurdas, para redescubrir una y otra vez lo animales que somos todos, y lo poco que nos gusta esto.

¿De verdad somos animales, nada más?

«Sí, pero hay un 1% de diferencia en la cadena de ADN que…»
«¿Y qué me dices del arte, y la mística, y la ciencia?»

Me acuerdo entonces de la frase de la película “Amadeus” en la que el protagonista dice que los reyes y nobles parecen cagar mármol, perdón por la expresión pero es esto lo que dice. Y es que en los temas escatológicos, es cuando más nos damos cuenta, con horror y mucho asco, de lo animales que somos.

Para que no queden vestigios de nuestra procedencia, los seres humanos, el homo sapiens sapiens, lo que hace es destruir a aquellos que le recuerdan su condición animal: primero parece que pudo haber una destrucción del Neandertal por parte del Cromagnon, y luego cada vez que nos hemos encontrado con una civilización que vivía cómodamente en el estado del buen salvaje, nos la hemos cargado: indios, guanches, tribus perdidas de tal o cual lugar, y bueno, a los llamados grandes simios hemos comprobado que con tenerlos en jaulas nos es suficiente.

¿Sexo en crisis?

El guion después vive con la espada de Damocles sobre su cabeza

Me hago eco del artículo aparecido este domingo en El País Semanal, por Guillermo Abril, y busco aportar mi propio punto de vista sobre el tema. Se plantea que la cantidad y calidad de las relaciones sexuales han podido verse afectadas por el cambio en la coyuntura económica.

¿Creatividad o rutina?

El sexo es una forma de creatividad, de puesta en práctica de la imaginación, de comunicación intensa y profunda con el otro, y de desahogo de tensiones físicas. Esta forma de ver la sexualidad puede convertirse en esta otra: el sexo es una rutina que ocurre con cierta frecuencia, cuando toca, y que se da siempre de la misma forma, con pocas o ninguna variación, que resulta aburrida y por tanto, acabamos por evitar.

¿Cómo es posible que la misma actividad pueda verse desde ángulos tan opuestos?

La sexóloga Carol G. Wells nos cuenta una causa fácil de entender: la creatividad sexual parte del hemisferio derecho del cerebro, y sin embargo, nosotros nos pasamos el tiempo en actividades propias del izquierdo. El orgasmo se produce en un estado de semivigilia, que actualmente llamamos de flujo o «flow». Sin embargo, con el hemisferio izquierdo calculando, razonando, aplicando la lógica, no podemos alcanzar un estado similar, dado que interfiere una parte de nuestro yo con un fuerte espíritu crítico.

Es decir, el tipo de concentración necesario para tener una relación sexual satisfactoria es muy distinto al tipo de concentración que requiere realizar un trabajo de oficina, hacer cuentas, o hacer la lista de la compra. En cierto sentido, son opuestos: el espíritu racional, deductivo, realista debe deponer las armas y habremos de sumirnos en la vivencia intuitiva, impulsiva y atemporal si queremos disfrutar.

¿Cómo influye la economía en el sexo?

Con la aparición de un gran cambio en la situación económica, lidiamos con una variable más, y es la intensa emoción que puede ser de miedo o de tristeza. Pienso que la repercusión en nuestra sexualidad es diferente si la reacción es de miedo que si es de tristeza:

  • La ansiedad puede activarnos, puede instarnos a actuar para escapar de la situación actual. Y esta activación puede repercutir en un aumento de las relaciones sexuales y de su calidad, ya que hemos puesto en marcha nuestra imaginación para encontrar soluciones creativas a las circunstancias.
  • La tristeza puede hacernos caer en la inactividad, paralizando el funcionamiento de nuestros sistemas hasta que la coyuntura mejore. Entonces, el sexo se verá reducido a su mínima expresión. No nos quedarán ganas de pensar en ello con tantos problemas en la cabeza, problemas que nos han bloqueado.

A todo esto hay que añadir que el no poder adornar nuestras vidas con cierto glamour que compra el dinero, o el sentir que no podemos arreglarnos y salir de tapas porque no tenemos suficiente, pueden apagar la llama y revelar desavenencias que existían bajo una capa de estabilidad. Buscamos la estabilidad como si eso fuera la vida, y la mayoría de las cosas que merecen la pena ser vividas están fuera de nuestra área de seguridad. La estabilidad añade rutina, lleva al aburrimiento, y éste a la cólera y a identificar a nuestra pareja como razón de toda esta monotonía y blanco de nuestra ira.

La incertidumbre y nuestra reacción a ella

Cuando se produce un cambio, incluso si es positivo, se abre un abismo ante nuestros ojos, un abismo de lo desconocido, de no saber qué va a pasar, y de no saber cómo actuar. Y al mismo tiempo, se abren nuevas posibilidades, nuevos caminos que podemos tomar, y la posibilidad de aprender que la vida es cambio y que nos estábamos agarrando a cosas que inevitablemente van a desaparecer, porque no son eternas.

Si tu trabajo estuviera asegurado de por vida, el sexo no sería mejor.

Si tuvieras mucho dinero, el sexo no sería mejor.

Si tuvieras más tiempo libre, el sexo no sería mejor.

¿Cómo mejorar la calidad de las relaciones sexuales?

El sexo será mejor si:

  • Aprendes a desconectar de la actividad del hemisferio izquierdo: analítica, objetiva, intelectual.
  • Reconoces tus emociones como algo diferente de ti, y dejas de identificarte con ellas: miedo intenso, excesiva ansiedad, tristeza y desesperanza.
  • Comienzas a permitirte un espacio de verdadera creatividad e imaginación: juegos, reírte, tomarte menos en serio, visualizar tu próximo encuentro sexual, ver una película que te resulta excitante, leer una novela erótica.
  • Comienzas a relajarte: cierras los ojos, buscas una posición cómoda, dedicas ratos de tu día a no hacer absolutamente nada, realizas técnicas de respiración.
  • Dejas hueco a los placeres sensuales (y gratuitos): admirar la belleza, tomar el sol, escuchar música (o a los pájaros), pasear por un parque, observar el atardecer, darte una ducha siendo consciente de todos tus movimientos, el olor del jabón, el calor del agua sobre tu piel.

Para saber más:

http://www.elpais.com/articulo/portada/sexo/tiempos/revueltos/elpepusoceps/20090517elpepspor_8/Te