El animal moral

(Artículo originalmente publicado en Blogger en noviembre de 2012).

La lectura de un libro interesantísimo, The moral animal (el animal moral), me trae a estas páginas, en particular, la expresión «o virgen o puta».

Hasta ahora pensaba que esto de «o virgen o puta» venía de algún fragmento del refranero español. No suponía que en realidad los antropólogos estudian esta dicotomía, lo llaman «the Madonna-whore dichotomy«. Dicho en inglés parece que se suaviza.

Orígenes evolutivos

Pero no, en realidad se hace todavía más duro, porque parece ser que tener en mente en esta polaridad puede tener orígenes evolutivos. En un entorno de cazador-recolector, el hecho de que una mujer se aventure libre y alegremente en el terreno sexual, la lleva rápidamente al extremo opuesto de la polaridad, y esto hace que le sea más difícil encontrar una pareja estable.

Se observa en tribus de todo tipo que los hombres colocan a las mujeres en uno de estos dos cestos con el fin de distinguir claramente si merece la pena para él hacer una «inversión parental» como padre de las criaturas de esta mujer. Incluso con la existencia de anticonceptivos, el mecanismo heredado de la evolución sigue ahí, y se enfrenta a un córtex más elevado pero con menos peso evolutivo.

No somos esclavos de la selección natural

No porque la selección natural nos haya creado significa que tengamos que seguir sus planes de forma esclavizada.  Pero sí es necesario saber qué puede haber detrás de elecciones de pareja en ambos sexos. De la misma forma que las mujeres se plantearán en general reservarse para un compañero que les asegure apoyo para su descendencia, los hombres se plantearán probar «con todo lo que se mueva» (y está así escrito en el libro de Robert Wright), a menos que decidan hacer una inversión parental y se queden al lado de una de esas «Madonnas».

A pesar de lo libres que nos podamos sentir en el S. XXI, lo cierto es que las mujeres no mostramos el mismo comportamiento que los hombres, de acuerdo con el libro.

En un experimento, tres cuartas partes de los hombres a los que se aproximó una mujer desconocida de la universidad en que estaban, aceptaron tener sexo con ella, mientras que ninguna de las mujeres a las que se acercó un hombre desconocido aceptó el trato.

En conclusión, parece ser que cierto libertinaje en los hombres y cierta reserva en las mujeres son innatos en alguna medida. Aquellas mujeres que no se comportan con reserva, pueden también conseguir una buena descendencia, si bien parece ser que la descendencia de parejas estables es más fuerte y sale mejor adelante que la de mujeres sin pareja.

Hechos para las relaciones largas

Lo que sí acaban haciendo ambos sexos es engañar. Los hombres engañan a las mujeres buscando una más joven, que les va a dar la oportunidad de tener descendencia durante más años. Las mujeres engañan a los hombres cuando consiguen que uno les provea de recursos y aparece otro por el horizonte que les puede proveer de genes fuertes. A los hombres les duele y resulta casi imposible tolerar el engaño físico, mientras que lo que no pueden superar las mujeres es el engaño emocional, el pensar que su hombre pueda querer a otra mujer.

En cualquier caso, a diferencia de otros primates como los chimpancés o los gorilas, nuestra especie parece estar hecha para las relaciones de larga duración, que aseguran el desarrollo óptimo de la descendencia. Por ello, tampoco el modelo de Don Juan es adaptativo desde el punto de vista de la evolución. Conquistar a una mujer cada semana y dejarla abandonada no asegura que la descendencia vaya a salir adelante.

En resumen, ni virgen ni puta, ni Don Juan ni cornudo; somos animales venidos a más gracias a la adaptación de nuestros rasgos evolutivos.


¿Qué opinas de estas ideas? ¿Te parece que son políticamente correctas? ¿Sabías que lo que expone Robert Wright en este libro está totalmente alineado con la teoría de la evolución de Darwin?

Agradeceré cualquier comentario sobre el tema. ¡Y gracias por leer!

El valor de servir

Cuando vi la película Criadas y señoras (The Help), me hizo reflexionar sobre el acto de servir. Me pareció que son más humanos quienes sirven, pues van contra sus instintos, contra su ego. Los que sirven quedan detrás de la escena, la presencian como observadores pasivos: ver, oír, callar. Son criados, mayordomos, chóferes, limpiabotas…

Escultura de Joaquín Ureña: una azafata a tu servicio
Escultura en papel de Joaquín Ureña

Qué es servir

Servir es un arte, un trabajo duro que requiere humildad, un gran corazón, dejarse a uno/a mismo/a para el final… Siempre he admirado el trabajo de los camareros tras una barra atestada en un bar: te saludan cuando entras, recuerdan lo que tomas al segundo día, un solo camarero tiene atendidas a unas veinte personas, te cobran en cuanto pides la cuenta. Trabajan a una velocidad impresionante, con bastante buen humor, energía, vitalidad. Lo veo como la excelencia en el servir.

Poco después tuve la oportunidad de volver a ver Lo que queda del día, con Anthony Hopkins. En un momento dado, el mayordomo reflexiona:

“un hombre no puede darse por satisfecho hasta haber hecho todo lo necesario para satisfacer a su patrón”.

Y creo recordar que lo dice cuando su propio padre fallece durante la película y él no está a su lado, al pie de su cama, sino que está sirviendo a su patrón.

La libre voluntad

Quizá hay una diferencia importante, un matiz, entre las criadas de la película y los camareros o este mayordomo: la libre voluntad. El trato que se daba a las “criadas” era cercano al trato a un esclavo. Era como decir: “tú me perteneces. Tu voluntad me pertenece”.

En el caso del personaje de Anthony Hopkins, él libremente entrega su voluntad al patrón. A partir de ahí, comienza una relación similar: “tú me perteneces. Tu voluntad me pertenece”, o también “tú y yo somos distintos; tú eres inferior”, pero en la que ambos parecen estar de acuerdo. El que sirve por voluntad propia dice: “yo me pongo por detrás de ti, me pongo en último lugar”. En el caso de Criadas y señoras, las criadas se ven obligadas a ponerse en último lugar: no estaban con sus propios hijos y además, cuidaban los hijos de los otros.

El valor de servir

Admiro a quien sabe servir, porque no se puede servir con agrado si no nace de dentro. Igual que no se puede obligar a alguien a ser espontáneo, ponerse en el último lugar y por detrás de otra persona a la que se sirve es un arte, o es aprendido a base de golpes.

Detesto la actitud de algunos “jefes” hacia sus “subordinados”, que siguen las mismas premisas de este cántico tan humano como inhumano: “tú y yo somos distintos; tú eres inferior”. Afortunadamente, cada vez se extiende más la figura del directivo-coach, que busca colaboradores, no sirvientes.

Por todo esto, pienso que el valor del que sirve está muy por encima del servido, por eso me parece que el que sirve tiene cualidades más humanas.

Trabajos al servicio del cliente

Alrededor del servicio, por último, se me ocurren diversas expresiones en que la palabra aparece: servicio al cliente, actitud de servicio, servicio técnico, servicio post-venta… (Por otro lado, ¿no están todos los trabajos de alguna manera al servicio del cliente?

En todas estas actividades subconscientemente esperamos que la voluntad del que sirve se pliegue a la nuestra, y no tiene por qué ser así.

Por ejemplo, en La vida secreta de las palabras, la enfermera sirve al quemado, le sirve correctamente y le trata con una delicadeza exquisita, pero su voluntad no se somete a la del enfermo. En la enfermera se puede distinguir claramente dónde termina su vocación de ayuda y dónde comienza su persona privada, que no está al servicio del enfermo y que es libre.

Respetemos al que sirve, sea por necesidad o por voluntad propia.


Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué opinión te merece lo que rodea al «servicio» o a la «atención» al cliente? ¿Trabajas en algún puesto en que tienes trato directo con los clientes? ¿Cómo lo vives?

Como siempre, te agradezco mucho que te tomes el tiempo tanto para leer el artículo como para compartir tus pensamientos en comentarios.

Somos (como) animales

Human Nature muestra cómo somos en realidad animales
Fuente de la imagen

Human Nature

Eres un animal.

No, no es un insulto. Es una realidad.

Una realidad, a veces muy tapada por el mundo que hemos creado, tan intelectual, tan de la mente. Y tan falso.

La mayoría de nuestra comunicación es no verbal

Ahora que estoy investigando sobre Comunicación Humana, descubro que el 93% de esta comunicación es animal, no verbal. Me encuentro con autores como Desmond Morris, que titula su obra de la forma más acorde a esta verdad: El Mono Desnudo.

He tenido la suerte, además, de descubrir la película “Human Nature”, y de confirmarme en lo que ya intuía. Algunos dicen que el lenguaje genera realidad, y yo digo que las palabras nos alejan de la realidad. Hemos creado un mundo basado en ideas y abstracciones mentales, en conceptos, y el máximo de este mundo virtual es, claro está, Internet. Internet, o esos millones de monos desnudos dejando su cuerpo abandonado a la inactividad, utilizando tan solo sus manos para teclear, sus ojos para mirar una imagen en dos dimensiones, la pantalla, y su mente para crear todo lo demás.

Cuando los sabios místicos dicen que no hay nada, que todo está en tu mente, saben también lo animales que somos los seres humanos. De hecho, afirman que no hay mente. Es decir: no hay nada.

¿Imaginas un mundo en el que todo se comunicara a través de gruñidos y gestos?

Desde luego la especie seguiría sobreviviendo y reproduciéndose, pero es difícil poner un post en gruñidos, o en gestos. Por lo que a mí respecta, se me acabaría la profesión. Sonrío tristemente al pensar en esto, porque en el fondo me fascinaría vernos a los monos desnudos privados del habla y tratando de discutir sobre el sexo de los ángeles…

Un universo construido sobre palabras

En el fondo, parece algún tipo de locura esto de haber creado todo un universo a partir de las palabras, palabras que delimitan, que categorizan, que etiquetan, que empaquetan lo que nos rodea para que creamos que lo podemos controlar. Igual que el personaje de la película que interpreta Tim Robbins, nos ponemos a experimentar con ratas de laboratorio para llegar a conclusiones absurdas, para redescubrir una y otra vez lo animales que somos todos, y lo poco que nos gusta esto.

¿De verdad somos animales, nada más?

«Sí, pero hay un 1% de diferencia en la cadena de ADN que…»
«¿Y qué me dices del arte, y la mística, y la ciencia?»

Me acuerdo entonces de la frase de la película “Amadeus” en la que el protagonista dice que los reyes y nobles parecen cagar mármol, perdón por la expresión pero es esto lo que dice. Y es que en los temas escatológicos, es cuando más nos damos cuenta, con horror y mucho asco, de lo animales que somos.

Para que no queden vestigios de nuestra procedencia, los seres humanos, el homo sapiens sapiens, lo que hace es destruir a aquellos que le recuerdan su condición animal: primero parece que pudo haber una destrucción del Neandertal por parte del Cromagnon, y luego cada vez que nos hemos encontrado con una civilización que vivía cómodamente en el estado del buen salvaje, nos la hemos cargado: indios, guanches, tribus perdidas de tal o cual lugar, y bueno, a los llamados grandes simios hemos comprobado que con tenerlos en jaulas nos es suficiente.