Recuerda

Mujer tumbada sobre hojas secas en un parque recordando el pasado

¿Recuerdas haber estudiado un montón de información de diverso tipo cuando estabas en el colegio? ¿Recuerdas el detalle de alguna de esta información ahora? Se suele poner como ejemplo resolver raíces cuadradas: ¿quién puede recordar semejante cosa si no la utiliza?

Otro ejemplo son las fechas: ¿alguien recuerda las fecha de nacimiento y muerte de, digamos, Quevedo? Salvo fechas muy notorias como el descubrimiento de América, ¿qué fechas de las que estudiaste recuerdas ahora?

¿Recordar es bueno o es malo?

Recordar es bueno

En nuestra historia académica se nos ha premiado por recordar. Lamentablemente, no solo en el colegio: casi toda la formación de adultos basa sus evaluaciones en que el alumno haya memorizado partes del curso, más que en que sepa utilizar la información que recibe (porque en la mayoría de los casos no se le enseña a ello). En todo caso, recordar sería «bueno».

Además, se dice que quien no conoce su historia, está condenado a repetirla. En este caso, recordar también es «bueno», no solo recordar lo que hemos vivido, sino también lo que ocurrió antes y nos han contado, a ser posible recordando también fechas, nombres y lugares, porque si no, esa información ya no tiene el mismo valor.

Antes todo esto era campo

Por otro lado, recordar calles o edificios que ya no existen, puentes que se han tirado, campos que se han convertido en bloques de pisos… Esto parece nostálgico y supuestamente no sirve para nada más que para anclarse en el pasado. Es un pasado que habría que meter en cajas de mudanza y llevar discretamente a la basura.

Además, no sabemos hasta qué punto reinventamos un recuerdo cada vez que lo traemos a la mente, de manera que podemos magnificar o minimizar objetos, emociones o acciones que no fueron así.

En estos casos, recordar es «malo».

Recordar haber tenido más derechos laborales, recordar que antes de la crisis de 2008 se ganaba lo mismo en términos absolutos que en 2019, recordar que de pequeños parecíamos tener talento y observar que no dio lugar al éxito… eso no es bueno, porque nos convierte en el ratón que se queda atrapado en una zona del laberinto donde antes obtenía queso y ya no.

Así, recordar también es «malo».

El recuerdo de normas, creencias y saberes

El «peor» recuerdo es el de normas, creencias y saberes que en la época actual están prohibidos, censurados o altamente criticados. Eso hay que borrarlo, tacharlo, eliminarlo y, a ser posible, reescribirlo.

No hay que tener una historia vital muy larga para recordar creencias y saberes demostrados científicamente hace unos años que ahora no se pueden mencionar sin alterar los ánimos. Muchas de estas creencias y saberes llevaban consigo una serie de publicaciones serias, cursos, carreras universitarias, negocios y puestos de trabajo.

Todo eso se tiene que ir a la basura y recordarlo es «lamentable».

Una oveja en primer plano y al fondo un rebaño

Es un poco como los Mandamientos que se inscriben en la pared en Rebelión en la granja. Al principio, siete mandamientos bienintencionados, claramente redactados.

Después, estos mandamientos se van transformando: mientras que las ovejas repiten las nuevas consignas borrando automáticamente de sus mentes las anteriores, el caballo (o yegua, no recuerdo) cree recordar que «ahí antes ponía otra cosa». Este es un recuerdo no solo lamentable, sino «peligroso».

El único mandamiento que queda al final en la obra de Orwell vuelve a traerme a la mente esta frase que digo yo mucho por aquí:

El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

Se ve que el olvido de creencias, saberes y normas anteriores es bienintencionado, que sirve para «avanzar». El avance en Rebelión en la granja es circular: se acaba en el mismo sitio del que se partió/huyó.

El trabajo absurdo: la insatisfacción con el sistema

Fotografía de un relieve de escena teatral con máscarasTodavía puede verse la obra Famélica, de Juan Mayorga, en el Teatro del Barrio, está hasta el 23 de abril. Y merece la pena, porque es una buena forma de actualizar y revivir una gran obra literaria como es Rebelión en la Granja, de George Orwell, sin dejar de tener en mente la película Trabajo basura, de Mike Judge.

Y es lo que vamos a hacer ahora: analizar la insatisfacción del trabajador en lo absurdo de las organizaciones en un ejercicio de Literatura Comparada entre Famélica, Rebelión en la Granja y Trabajo basura.

Similitudes: la reacción contra un trabajo absurdo

Trabajo basura es una película norteamericana que refleja con ironía ácida el grado de insatisfacción de los trabajadores de oficina, y cómo empezando a rechazar el absurdo sistema, tratando de ser despedido, un empleado comienza a ser valorado por primera vez.

Famélica también se desarrolla en una oficina y también refleja la insatisfacción con el trabajo. En los primeros momentos de la obra hay una similitud muy clara con la obra de Orwell: comienza una revolución en la granja (la oficina) desde dentro y de forma oculta. Se cantan himnos y se defienden valores comunistas.

Por debajo, subyace el recuerdo de la lapidaria conclusión a la que llegan los animales más inteligentes en la granja:

“Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”.

También desde el principio, en la granja se asume que “es natural” que los animales más inteligentes organicen a todos los demás. Y en la lucha contra el sistema que emprenden los personajes de Famélica, sigue subsistiendo la diferencia jerárquica entre ellos, que no es otra que la diferencia de clases.

Un personaje “despistado”, ajeno a todo pero con el brillo en la mirada de aquel que no está del todo motivado por el trabajo de oficina, va desvelando las inconsistencias del razonamiento aparentemente recio de los que emprenden la rebelión. Además, le obsesiona la expresión “famélica legión” en La internacional, porque ya no son personas famélicas las que reclaman un mundo más justo.

El personaje despistado es también la clave en la película Trabajo basura; lo paradójico en este caso es que, siendo su comportamiento abiertamente revolucionario y “anti sistema”, es valorado de pronto por su creatividad y ascendido a puestos más altos.

En cambio, en Rebelión en la granja no podemos apuntar a ningún despistado, sino que el «darse cuenta» está repartido entre varios de los animales más inteligentes, siendo Benjamín el burro el que puede recordarlo todo (un burro vive mucho tiempo), pero no lo aprovecha en ningún sentido, sino que calla ante la transformación de sus «iguales».

Comienzan los interrogantes: el sistema es malo, el sistema tiene a unos cuantos arriba y a muchos oprimidos abajo pero ¿es posible un sistema mejor? ¿Qué ocurre cuando los de abajo se organizan para derrocar a los de arriba? ¿Acaso no hay suficientes pruebas en la historia del fracaso que supone esta reorganización, que al final vuelve a ser de “unos más iguales que otros”?

Diferencias: el mensaje de fondo

Las diferencias entre las tres obras comparadas también nos dan pistas del interés de disfrutar cada una: mientras que Rebelión en la granja se escuda en que el relato está protagonizado por animales, Trabajo basura no hace ninguna reivindicación política, porque pasaría de comedia a película proscrita. Famélica tiene un elemento diferencial muy interesante y a la orden del día, en línea con la idea de que “los animales” más inteligentes serán los que acaben por dominar al resto, pero no lo vamos a revelar: mejor ir a verla.