La ducha de agua fría

Hace poco que sigo en Twitter a un neurobiólogo profesor de Stanford, Andrew D. Huberman. He leído tuits suyos de temas que ya conocía desde hace tiempo, por ejemplo, la importancia de (idealmente) despertar con luz natural, o al menos ver luz natural por la mañana, o, como mínimo, tener bombillas de espectro total. Es algo de lo que hablaba el fallecido David Servan-Schreiber, médico autor de Curación emocional y de Anticáncer, libro que hemos mencionado en este blog.

Pues bien, el doctor Huberman también propone ducharse o bañarse con agua fría de 1 a 3 minutos nada más levantarse por la mañana, incluso antes de ver luz natural. Es curioso porque resulta que hay una corriente al respecto. Y como dice el mismísimo Galdós:

…no hay colectividad, por mala que sea, en la cual no haya algo bueno.

Galdós en Los ayacuchos.

El propio Pedro Ruiz aparece hace pocos días bañándose en una piscina, con 6º de temperatura. Realmente recomiendo verlo porque no solo se mete en agua fría, sino que lo hace como un nadador profesional.

Imagen de Ryan McGuire en Pixabay.

¿Cuáles son los beneficios de bañarse en agua fría? ¿Es una moda o realmente interesa añadir esta práctica a nuestros hábitos?

Beneficios de ducharse con agua fría

Si tecleas en Google «beneficios de ducharse con agua fría», encontrarás varias páginas que listan casi los mismos beneficios. Muestro un compendio a continuación:

  • Activa la circulación sanguínea.
  • Activa el sistema de alerta del cerebro (libera noradrenalina y dopamina), lo que hace que la persona esté más despierta.
  • Produce una aceleración cardiovascular.
  • Fortalece el sistema inmune.
  • Mejora la recuperación tras el ejercicio.
  • Tiene un efecto antiinflamatorio.
  • Favorece la concentración y el ánimo, aliviando los síntomas de la depresión.
  • Acelera el metabolismo.
  • Alivia las piernas cansadas y ayuda a combatir las varices.
  • Activa las terminaciones nerviosas de la piel, tonificándola.
  • Previene la caída del cabello.

Desde luego, con este listado de beneficios, merece la pena plantearse la práctica. Aquí puedes leer la explicación completa de Andrew Huberman.

Sin embargo, el neurobiólogo da más importancia a ver la luz solar, incluso en días nublados, recalcando que no se trata de mirar al Sol fijamente. Y yendo más allá, Andrew Huberman habla mucho, mucho, de meditación.

La importancia de la meditación

Existen técnicas de meditación que son milenarias. Las más conocidas son el yoga, el zen, el tai chi, el chi kung… Hace unos años se despojó a estas técnicas de todo componente religioso o esotérico y se les añadió evidencia científica. De ahí nació el mindfulness. El mindfulness o conciencia plena, ha tenido un esplendor mucho más corto, de manera que seguimos encontrando las técnicas de meditación ancestrales pero no tanto esta nueva.

El doctor Huberman tiene muchísimos materiales relativos a la meditación en su página web, tanto entrevistas a otros profesionales como podcast que él mismo publica (es un «youtuber pro», como diría mi sobrina). Puedes escuchar un ejemplo aquí.

El guía interno

Cualquiera que sea la evidencia científica de los beneficios o los inconvenientes de un hábito, afortunadamente seguimos teniendo libertad de elección, como adultos autónomos. Ya Zygmunt Bauman habló en Modernidad líquida de ese humano que se tenía que ganar cada día el derecho a ser y estar. A pesar de esto, cada adulto tiene el criterio suficiente para comprobar en sí mismo si un hábito nuevo le funciona, o para decidir no ponerlo en práctica en absoluto.

En los días que vivimos, parece ser que, si un científico no confirma lo que ya se sabía, deja de saberse. Tengo una sensación de empobrecimiento de la cultura y el conocimiento, por este filtro obligatorio de la ciencia. De nuevo, solo si el mensaje viene de un «experto» es lícito. Y creo que esto limita mucho las habilidades de la intuición, el descubrimiento por casualidad (el ¡eureka!), la creación loca… Pensar que todo, incluso las películas y las novelas, tiene que estar filtrado por la ciencia, reduce el producto final, lo hace aséptico y mucho más aburrido.

Así que es interesante recordar la autonomía que como adultos tenemos, que no se ha tenido históricamente y que se puede perder en sistemas más restrictivos en el futuro.

Una vez considerado esto, ¿te animas a probar esa ducha de agua fría? Puedes contar tu experiencia en Comentarios. Como siempre, muchas gracias por leer.

Un estómago a un cerebro pegado

¿Cuál es el sentido de tu vida?

Discutía el otro día con una amiga cuál es el fin último de todo ser humano. La verdad es que, tras un estudio concienzudo de libros como El hombre en busca de sentido o Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, había concluido que el ser humano persigue un fin superior. Este fin sería de carácter altruista, idealista, vocacional.

Las lecturas sobre neurociencia y neurobiología me confirmaron por otro lado mi creencia de que el ser humano está compuesto de cuerpo y cerebro, es decir, de cuerpo y cuerpo. Cada vez más, aquellos procesos que llamamos «mente» y que habían pertenecido a un reino espiritual, se le van robando al «alma» y se van localizando en áreas cerebrales.

El ser humano es un cerebro pegado a un estómago

Por la razón que sea, una frase en boca de un personaje de Galdós me hizo despertar de pronto, sentir un chasquido de los dedos, un eureka, al escuchar a este personaje decir:

«Indigno linaje humano, ¿qué eres? Un estómago y nada más.»

Rápidamente acudió a mi mente otra frase similar, esta vez de Unamuno:

«El cerebro en cuanto a su función, depende del estómago.»

Así que ya tenemos un cerebro que yo suelo comparar a un cuadro de mandos, y un estómago que se impone en los momentos difíciles, en los que desaparece toda convención social y reina la Naturaleza pura. Un estómago a un cerebro pegado.

Buscando la supervivencia

El estómago es el reflejo físico del instinto de supervivencia: si no como, me muero. El cerebro sirve para garantizar nuestra supervivencia, y para ello tiene una estructura, el sistema límbico, que controla las funciones vitales más importantes. Se sobrevive huyendo del peligro o enfrentándose a él, y se sobrevive comiendo. La búsqueda de seguridad, de estabilidad y de dinero suelen ser lo mismo que el instinto de supervivencia, instrumentado en los medios con los que se sobrevive. Luego viene el de reproducción. Y ya.

A los neurocientíficos les cuesta ver qué papel han jugado en la evolución actividades aparentemente inútiles, tales como la música, la poesía, la pintura… o la mística. Un papel que parece ser secundario y al mismo tiempo se revela como trascendental. Tal como dice Francisco J. Rubia,

«…el valor de supervivencia de estas experiencias estaría en la superación de la ansiedad y el miedo a la muerte al conectar con algo que se percibe tanto eterno como fuera de nosotros mismos.»

Implicaciones de ser un estómago…

El considerar que somos un estómago tiene implicaciones muy felices para mí, y explicaría muchas de las decisiones que he tomado en la vida y que no se explican con otros razonamientos más profundos. Ser un estómago es buscar el placer, el disfrute, el gozo de la comida, sentirse saciado, entrar en calor, poner a trabajar el cuerpo tanto en la búsqueda de la comida como en su digestión. Ser un estómago es como ser una célula gorda que, como todas las células, quiere seguir viva. Ser un estómago es buscar un trabajo que me dé los medios para llenarme y saciarme y sentirme feliz, sentir el placer de las endorfinas liberadas al relajarme tras haber comido. Y así.

Yo cuando le planteaba esto a mi amiga, veía en su cara el escepticismo, y una cierta decepción. ¿De modo que somos animales que buscan saciarse? ¿Dónde queda el amor, los sentimientos altruistas? ¿Dónde queda lo espiritual, lo trascendental?

…un estómago social

El ser un estómago no quita para que seamos un estómago social. La evolución ha premiado los comportamientos altruistas y la cooperación nos es interesante desde un punto de vista biológico. En situaciones como la que describe Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido, es decir, la permanencia por un largo periodo de tiempo en un campo de concentración, surgen comportamientos bellísimos que nos alejan de esa concepción de estómago. Teniendo tan solo un mendrugo de pan para comer, un recluso era capaz de compartirlo con otro, o incluso de renunciar a él. En cualquier caso, veo que la norma general es quedarse el mendrugo y ocultar muy bien que se tiene, por el temor de ser robado.

Un estómago insaciable

Analizarnos como estómagos andantes también nos ayuda a ver en qué medida creemos que nuestros estómagos son muy grandes e insaciables. El estómago físico necesita comer, pero el estómago psicológico necesita dinero de sobra, una casa, un coche, un trabajo seguro, más dinero, una casa más grande, otro coche mejor, un puesto más alto… Probablemente siguiendo este ciclo ascendente y sin fin, el estómago físico se resienta de indigestión.