Dice Isra Bravo que el título de los capítulos de un libro es lo que hace que ese libro se venda. Y estoy de acuerdo en que ayuda: estás en una tienda, real o virtual, hojeas un libro y los títulos de los capítulos te ayudan a entender de qué va. Es más, te atraen, te enganchan, te despiertan la curiosidad… o no.
Lo que pasa es que en un libro de formación reglada esos títulos vienen impuestos, como es el caso de los manuales que acabo de publicar: Herramientas de coaching y Habilidades de comunicación en el aula. Estos libros responden a un currículo decidido en un programa formativo fijado por el Ministerio de trabajo, migraciones y seguridad social. Así, ni el título del libro, ni el título de los capítulos, ni, por ende, el contenido de estos, lo decide el autor.
El autor tiene que honrar aquello que ya está establecido.

¿Qué hacer entonces?
Pues poner la creatividad a tope. Cuando una unidad se titula, por ejemplo: «El diálogo y otros discursos plurigestionados», buscas la manera de explicar algo relevante para el alumnado, utilizando lo que conoces e investigando lo que no. Tal como dice Brigitte Champetier:
Las dificultades nos hacen creativos.
Y así es: cuando no escribo lo que me da la gana, sino lo que viene marcado por una ley, o por lo que solicita un cliente, o lo que exige un plan de estudios, entonces mi creatividad se pone a prueba, así como mi capacidad para hacer atractivo e interesante un contenido que no llama la atención por su título.
A veces, se podría flexibilizar esta escritura y poner títulos «más locos». Pero en la formación suelen esperarse títulos aburridos. Un título loco llama la atención y, a continuación, asusta a quien ha encargado el material. Muy en la base de todo esto está el «la letra con sangre entra», frase espeluznante, esa creencia de que la formación tiene que aburrir, porque si no «es otra cosa». Esa puede ser una razón por la que existen tantos cursos malos, tal como afirma el gran Tom Kuhlmann, uno de los mejores diseñadores instruccionales de EE. UU.
Y es que es otra cosa la que se necesita: la formación tiene que motivar y tiene que ayudar a retener y utilizar conceptos. Ayuda mucho más el título «¡Incendio en la planta 8!» que «Prevención de riesgos de incendio». Hay muchos estudios científicos sobre esto. Sea un libro o un curso de formación en línea, la experiencia del alumnado se enriquece mucho si utilizamos principios de marketing, como hace Mike Taylor, diseñador instruccional senior. Por ejemplo, según comenta el propio Mike:
¿Sabías que el alumnado se forma una impresión de tu formación en tan solo 50 milisegundos? ¡Eso es más rápido que un parpadeo! Si tu diseño y presentación no captan la atención al instante, ya los has perdido.
Así que, siempre que sea posible, vale la pena motivar, sea a través de títulos más atractivos, sea a través del contenido pertinente, entretenido y práctico.
Por cierto, he de decir que los títulos de los capítulos ayudan, pero que un libro puede tener mucho éxito con títulos crípticos, tan escuetos que no dicen absolutamente nada. Eso pasa con el famoso libro de Eric Ries, El método Lean Startup, que va por la edición 26.ª en Deusto, con capítulos como: «Saltar», «Probar», «Definir», «Pivotar (o perseverar)», o «Formar lotes». Cuando vuelves al libro y quieres encontrar rápidamente dónde hablaba de los early adopters, te toca revisar el libro casi página por página.






