Hace poco me pasaron un vídeo de Marc Vidal alertando sobre las primeras consecuencias de la crisis: el recorte de libertades. No me convenció demasiado hasta que en el telediario escucho unos «consejos para ahorrar» que me escaman: comer solo un plato, rebajar la temperatura de la caldera (esto es, ducharse con agua fría) o bajar la calefacción a 15º cuando estás fuera de casa (siempre se había dicho que ahorra más energía mantener una temperatura constante todo el día).
A ver, a ver, a ver… ¿Comer solo un plato? ¿De qué estamos hablando realmente? Esto me parece llamativo, porque hace tan solo unos días, ya se habló de una cesta de 30 € ofrecida por una cadena de supermercados, en la que no había un solo producto fresco y sí muchas latas. ¿Calentar una lata, quizá? ¿Eso es lo que debemos hacer los ciudadanos para ahorrar energía?

La semana pasada os hablaba de la definición simple y clara de la inflación. La inflación de un 10 % significa que, de media, los productos que se contemplan para calcularla han subido el 10 % de su precio anterior. Y está claro que esta subida se notaría en los alquileres si el Gobierno no hubiese aprobado una medida por la que se limitó la subida del IPC (índice de precios al consumo, otra forma de llamar a la inflación) al 2 % este año. O en la compra de un coche. Pero en la cesta de la compra se habrá notado bastante menos. De manera quizá simplista: lo que antes te suponía 50 euros, ahora te supone 55. En nuestra mente, 50 y 55 se parecen mucho. Si son 4 compras de este importe al mes, pasamos de 200 a 220 euros. Sí, es más, pero no se nota hasta el punto de plantearse cocinar solo un plato, ducharse con agua fría o utilizar el anorak dentro de casa.
¿Ahorro o imposición?
Si os dais cuenta, de lo que hemos hablado arriba es de que los hogares puedan gastar menos gracias a estos consejos, así, sus facturas de la luz y del gas bajan y, de paso, la del supermercado al consumir menos comida.
Pero realmente no va de ahorro. En la misma noticia se dice, mezclado, que Europa nos hace a los hogares recortar el gasto de energía (de aquí las medidas apuntadas antes). Es decir, parece que se plantea lo bien que te va a ir a ti, para tu ahorro personal, seguir los «consejos». Se trata de un recorte que me recuerda a los cortes de agua cuando hay sequía. Los cortes de luz no son posibles, quizá se pueda reducir la potencia contratada o algo así. ¿Qué pasa con el teletrabajo? ¿Qué pasa con los productos congelados? Me gustaría comprender de qué manera Europa va a entrar en cada hogar a asegurarse de que recorta el gasto en un 10 % o el porcentaje que sea. ¿Cómo se va a controlar esto? La palabra clave aquí es controlar.
Ahora quizá encaja mejor por qué en verano se animó «al pueblo» a salir de vacaciones y tirar la casa por la ventana. Porque ya se anticipaba un control y un recorte del consumo.
Entonces, el vídeo de Marc Vidal comienza a cobrar sentido para mí: claro, evidente, aún no hemos notado demasiado en el bolsillo este aumento de precios, la dureza de la crisis está lejos, quizá no se vea hasta 2024. Mientras tanto, ya habrá personas que hayan tomado los «consejos» de la tele como nuevas normas a seguir, y empezarán a comer un plato y a ducharse con agua fría. Otras personas quizá nos veamos obligadas a recortar sin sentir la necesidad. Y esto es nuevo.
La mentalidad de la escasez está totalmente basada en creencias. Una persona puede sentir escasez a pesar de estar rodeada de abundancia. Cuando alguien siente escasez, se ponen en marcha muchas otras sensaciones: culpabilidad, pérdida de autoestima, aceptación de condiciones peores… Sería interesante comprobar si una persona con mentalidad de la abundancia, tras «tener que» tomar este tipo de medidas para ahorrar energía, puede ir perdiendo la sensación placentera de que todo está bien y tiene lo que necesita.
Sin más, reproduzco el vídeo de Marc Vidal que mencionaba.