Va viniendo

Hace poco me pasaron un vídeo de Marc Vidal alertando sobre las primeras consecuencias de la crisis: el recorte de libertades. No me convenció demasiado hasta que en el telediario escucho unos «consejos para ahorrar» que me escaman: comer solo un plato, rebajar la temperatura de la caldera (esto es, ducharse con agua fría) o bajar la calefacción a 15º cuando estás fuera de casa (siempre se había dicho que ahorra más energía mantener una temperatura constante todo el día).

A ver, a ver, a ver… ¿Comer solo un plato? ¿De qué estamos hablando realmente? Esto me parece llamativo, porque hace tan solo unos días, ya se habló de una cesta de 30 € ofrecida por una cadena de supermercados, en la que no había un solo producto fresco y sí muchas latas. ¿Calentar una lata, quizá? ¿Eso es lo que debemos hacer los ciudadanos para ahorrar energía?

Imagen de PublicDomainArchive en Pixabay.

La semana pasada os hablaba de la definición simple y clara de la inflación. La inflación de un 10 % significa que, de media, los productos que se contemplan para calcularla han subido el 10 % de su precio anterior. Y está claro que esta subida se notaría en los alquileres si el Gobierno no hubiese aprobado una medida por la que se limitó la subida del IPC (índice de precios al consumo, otra forma de llamar a la inflación) al 2 % este año. O en la compra de un coche. Pero en la cesta de la compra se habrá notado bastante menos. De manera quizá simplista: lo que antes te suponía 50 euros, ahora te supone 55. En nuestra mente, 50 y 55 se parecen mucho. Si son 4 compras de este importe al mes, pasamos de 200 a 220 euros. Sí, es más, pero no se nota hasta el punto de plantearse cocinar solo un plato, ducharse con agua fría o utilizar el anorak dentro de casa.

¿Ahorro o imposición?

Si os dais cuenta, de lo que hemos hablado arriba es de que los hogares puedan gastar menos gracias a estos consejos, así, sus facturas de la luz y del gas bajan y, de paso, la del supermercado al consumir menos comida.

Pero realmente no va de ahorro. En la misma noticia se dice, mezclado, que Europa nos hace a los hogares recortar el gasto de energía (de aquí las medidas apuntadas antes). Es decir, parece que se plantea lo bien que te va a ir a ti, para tu ahorro personal, seguir los «consejos». Se trata de un recorte que me recuerda a los cortes de agua cuando hay sequía. Los cortes de luz no son posibles, quizá se pueda reducir la potencia contratada o algo así. ¿Qué pasa con el teletrabajo? ¿Qué pasa con los productos congelados? Me gustaría comprender de qué manera Europa va a entrar en cada hogar a asegurarse de que recorta el gasto en un 10 % o el porcentaje que sea. ¿Cómo se va a controlar esto? La palabra clave aquí es controlar.

Ahora quizá encaja mejor por qué en verano se animó «al pueblo» a salir de vacaciones y tirar la casa por la ventana. Porque ya se anticipaba un control y un recorte del consumo.

Entonces, el vídeo de Marc Vidal comienza a cobrar sentido para mí: claro, evidente, aún no hemos notado demasiado en el bolsillo este aumento de precios, la dureza de la crisis está lejos, quizá no se vea hasta 2024. Mientras tanto, ya habrá personas que hayan tomado los «consejos» de la tele como nuevas normas a seguir, y empezarán a comer un plato y a ducharse con agua fría. Otras personas quizá nos veamos obligadas a recortar sin sentir la necesidad. Y esto es nuevo.

La mentalidad de la escasez está totalmente basada en creencias. Una persona puede sentir escasez a pesar de estar rodeada de abundancia. Cuando alguien siente escasez, se ponen en marcha muchas otras sensaciones: culpabilidad, pérdida de autoestima, aceptación de condiciones peores… Sería interesante comprobar si una persona con mentalidad de la abundancia, tras «tener que» tomar este tipo de medidas para ahorrar energía, puede ir perdiendo la sensación placentera de que todo está bien y tiene lo que necesita.


Sin más, reproduzco el vídeo de Marc Vidal que mencionaba.

Vídeo de Marc Vidal sobre la recesión que va viniendo… pero de lejos.

El valor del dinero en el tiempo

El test es una película basada en una obra de Jordi Vallejo y que plantea el siguiente dilema: ¿qué prefieres, 100 000 euros ahora o 1 millón de euros dentro de 10 años? Cuando oí esto, al principio lo confundí con un dilema aparentemente menos interesante: ¿qué prefieres, 100 000 euros ahora o 100 000 euros mañana? Y empecé a pensar en qué razonamientos e impulsos se ponen en juego al tomar una decisión económica.

La economía da mucho miedo, la gente espera fórmulas, muchas matemáticas y conceptos incomprensibles. Sin embargo, la economía en gran parte es psicología, cómo se comporta el ser humano ante una decisión económica. Y todas las decisiones son económicas, porque cuando optas por algo, dejas de optar por otra cosa.

El valor del dinero en el tiempo te dice algo muy sencillo: que el dinero hoy vale más que en el futuro, porque existe esa cosa llamada inflación.

Un dólar en el presente vale más que un dólar en el futuro debido a variables como la inflación y los tipos de interés.

Investopedia.

Realmente, merece la pena dedicar 1:14 minutos en ver la explicación en vídeo de Investopedia (en inglés).

En esta explicación se mencionan otros dos conceptos, la inflación y los tipos de interés.

La inflación es el alza persistente de los precios.

Y ya. Comprenderlo es tan fácil como fijarse en cómo los precios suben año tras año y has observado cómo el mismo dinero compraba cada vez menos cosas. Nada de matemáticas, solo algo que puede observar cualquiera.

Los tipos de interés son el precio del dinero.

Esto igual suena más raro. ¿El dinero tiene precio? Pues sí, si tú vas a un banco y pides un préstamo, no te sale gratis, sino que, al devolverlo, devuelves más dinero del que te prestaron. Eso que devuelves de más es el tipo de interés. Y está sujeto a variaciones.

Pero, si quieres, recurrimos al refranero español:

Más vale pájaro en mano que ciento volando.

Ahorro de dinero premiado con el tipo de interés. Imagen de Nattanan Kanchanaprat en Pixabay.

Con esta explicación, nos queda claro que, según el sentido común, mejor el dinero hoy que mañana. Cien mil euros hoy ya los tienes, sabes lo que puedes comprar con esa cantidad. Los puedes medir en términos de cuántas veces puedes adquirir algo, por ejemplo: 4 coches de 25 mil, media casa de 200 mil, etc.

El coste de oportunidad

Antes he mencionado que cuando optas por algo, dejas de optar por otra cosa. Esto es el coste de oportunidad. Este tipo de decisiones las hacemos constantemente: ¿ahorro este dinero o me lo gasto? ¿Me gasto este dinero en comida o en ropa? ¿Pido un crédito o no me voy de viaje? Las opciones que elijamos son todas decisiones económicas.

El coste de oportunidad es el beneficio perdido que se habría obtenido de una opción no elegida.

Investopedia.

Si te das cuenta, siempre hay un beneficio perdido, en todas las opciones no escogidas, aunque sea en términos de tiempo perdido. Volviendo a la película, si yo escojo cien mil euros hoy pierdo la opción del millón dentro de 10 años. Si hago al revés, pierdo los cien mil euros hoy. Y, claro, hay fórmulas para calcular lo que supone esta pérdida, llevando el valor de los cien mil de hoy a dentro de diez años o trayendo el valor del millón de euros de dentro de diez años a hoy (esto siempre será una estimación, pero sirve). Piensa en lo que valía 1 millón de euros hace 10 años: no ha variado mucho.

Dar y tomar

En este artículo de The Economist cuentan que, al fin y al cabo, la economía consiste en compensaciones: qué es lo que yo doy y qué es lo que yo recibo. Al final, existe una tendencia al equilibrio entre dar y recibir: si recibes algo, estás dando algo a cambio, de alguna manera. Según comenta el artículo:

No existe tal cosa como un almuerzo gratis, como dijo Milton Friedman. Cuando alguien recibe algo, casi siempre da algo a cambio. Si sales con tus amigos, no tendrás tiempo de ir al gimnasio.

The Economist.

Y este razonamiento es justo lo que comentábamos antes: el coste de oportunidad de salir con tus amigos es dejar de ir al gimnasio.

El artículo propone algunas lecturas básicas para comprender la economía, algunas de ellas clásicos en la literatura económica, como Capitalismo y libertad, de Milton Friedman. Yo no entraría mucho en la idea de que es necesario leerse uno de estos libros, igual que no he entrado en las matemáticas. Me quedaría con la visión global de cómo el ser humano decide sus opciones y descarta otras.

El ser humano toma decisiones irracionales

Tras toda esta lógica y sentido común, podríamos pensar que tenemos todo bajo control. Hasta aquí, sabemos que:

  • Es preferible quedarse con el dinero hoy si la cantidad es la misma (pájaro en mano).
  • Si pedimos un dinero que no tenemos, el dinero tiene un precio (tipos de interés).
  • Si tomo la decisión de hacer/comprar algo, la elección implica perder las otras opciones (coste de oportunidad).

Vale, pues hay algo más:

El ser humano toma decisiones irracionales.

Lo más difícil de la economía es que es una ciencia social. Por eso, la mayoría son modelos y teorías que se basan, eso sí, en los datos observados hasta la fecha en la que vivió el economista que hizo el modelo. Toda ciencia social se basa en comportamientos humanos que no siempre son racionales. Por ejemplo, podemos decir: si Juan prefiere las naranjas a las manzanas y las manzanas a las fresas, podemos deducir que Juan prefiere las naranjas a las fresas. Es una deducción lógica. Pero puede ocurrir perfectamente (y ocurre) que Juan un día se levanta con ganas de comer fresas y, aunque tiene en su casa las naranjas, se va al mercado a comprar fresas porque ese día las prefiere, que es lo misterioso.

Esto es bastante bonito. Nos saca del robot predecible y cuantificable. Es muy posible que alguien haya leído el razonamiento sobre la decisión de cien mil hoy o la misma cantidad mañana (o dentro de 10 años), haya comprendido perfectamente las implicaciones y, aun así, haya preferido que se la den mañana. Somos así.

Pero es que es 1 millón dentro de 10 años…

Aquí podemos enlazar la economía con los guiones de vida. No lo digo yo, lo dice Robert Kiyosaki en Padre rico, padre pobre. Este libro unifica la historia de las decisiones económicas que han tomado el padre rico y el padre pobre con sus respectivos guiones de vida, ganador y perdedor (sin especificarlo así, claro). Ya habíamos hablado de este libro en el blog, describiendo cómo estar muy ocupado puede llevarte, lenta y laboriosamente, a NO conseguir tus objetivos.

En este libro se expone un caso que es el mismo que el que plantea la película El test, pero, en lugar de recibir dinero, la cuestión es gastarlo. Y aquí las cosas se ponen más complicadas. Kiyosaki dice que si vas a comprar un coche hoy con dinero que luego puedes necesitar, no lo compres, sino que esperes. Al fin y al cabo, un coche es un gasto, al día siguiente de adquirirlo ya vale menos. Por tanto, lo mejor es tomar una decisión racional: comprar el coche solo en el caso en el que el dinero «nos sobre». No conozco a nadie a quien realmente le sobre el dinero por mucho que tenga. Pero sí conozco muchas personas que tienen sus necesidades ampliamente cubiertas y, aun así, ahorros: ese es el dinero «que sobra».

También es cierto que no sabes si dentro de diez años 1 millón de euros comprarán lo que compran hoy, de hecho, comprarán menos y podrían incluso valer menos que los cien mil euros de hoy. Todo depende del escenario que se plantee. Podría llegar el caso de que la moneda ni siquiera existiese, podrías haber muerto. Pero sin ponernos tan dramáticos, podría llegar el caso de que ese dinero valiese muy poco por una inflación galopante, como ocurre en Argentina. En agosto de 2022 (hace menos de 1 mes cuando escribo esto), leí que la inflación en Argentina alcanzaba el 71 % anual. Con ese alza persistente de los precios es como si el dinero fuese agua y se te fuese escurriendo de las manos. Hacen falta tantos billetes para comprar un coche que la gente los tiene que llevar escondidos bajo la ropa por todo el cuerpo.


Las decisiones racionales con el dinero son las mejores. Las compras por impulso, las peores. No pidas un crédito para comprar un bien de consumo inmediato (unas vacaciones). Sopesa en cada decisión qué otras opciones pierdes. Guarda el dinero para una opción mejor, a menos que estés en Argentina. Espero que estas cuatro pinceladas sobre la economía y sin matemáticas te sirvan. Como siempre, muchas gracias por leer y por compartir.

El pueblo

El pueblo es una de esas abstracciones que describen una gran cantidad de gente. También se dice el vulgo, el pueblo llano, la masa… Me he fijado en que, en la estructura de las noticias de un telediario, el pueblo siempre tiene su palabra. Primero, se da la noticia. Luego, se recaban declaraciones de distintas personas del pueblo que confirman la noticia. Si se han dado dos versiones o posibles opiniones, se muestran ambas en el vulgo. Después llegan «los expertos» (suele ser una sola persona, dos como máximo) que explican como a una clase del colegio la noticia desde el punto de vista «científico».

Don Benito (Pérez Galdós) sentía una apreciación sincera hacia el pueblo, ese pueblo que sufre las decisiones de los que mandan pero que no puede intervenir en ellas. Ese pueblo que se convierte en masa y es capaz de buscar a Godoy, sacarlo de su palacio y lincharlo, ese pueblo que se defiende de la invasión de los franceses con uñas y dientes, hombres y mujeres por igual, batallando para proteger lo que es suyo.

Sólo es verídico el pueblo en su ignorancia y candidez; por eso es el burro de las cargas. Él lo hace todo: él pelea, el paga los gastos de la campaña, él muere, él se pudre en la miseria, para que estos fantasmones vivan y satisfagan sus apetitos de mando y riquezas.

De Oñate a La Granja. Galdós.
Motín de Aranjuez. Grabado de Francisco de Paula Martí (1761-1827), dibujado por Zacarías Velázquez (1763-1834), dominio público, vía Wikimedia Commons.

El pueblo con carrera y dos másteres

El pueblo de ahora se parece poco al pueblo del S. XIX descrito por Galdós. La mayoría tiene ya una formación mínima y una buena proporción de personas tienen una titulación media o superior. Muchas personas tienen, además del Grado, uno o varios másteres de especialización (no voy a abrir el melón de la calidad de la enseñanza). Así, el pueblo es capaz de razonar y de ver las intenciones detrás de las opiniones, es capaz de producir piezas de arte y cultura de todo tipo, algunas de mucho valor.

Sin embargo, sorprende ver que en los telediarios, el pueblo que aparece es muy parecido al que describe Galdós, precisamente en su ignorancia y candidez.

Somos de Berganzo, y de allí nos ha echado el asoluto, después de quemarnos el pueblo. Asolación mayor no se ha visto.

Un viejo ladino en Vergara. Galdós.

Cuando don Benito pone palabras en boca del pueblo, siempre hay una forma de hablar tipo Gila, dando patadas al diccionario.

No se trata de que las opiniones de la gente con menos conocimientos sean menos válidas; no lo creo. Pero ¿es que no hay personas que puedan dar una opinión más informada, basada en sus conocimientos y experiencia? Ah, sí, que ese espacio está reservado a «los expertos». De manera que se envía un mensaje: estos son los expertos, los demás sois «ignorantes y cándidos».

La crisis

Muy cándido e ignorante hay que ser para no ver venir una crisis. Ya hace meses que subieron los precios de los combustibles y que empezaron a subir los precios de los alimentos. Ya hace hasta un año o así que empezaron a subir los precios de la luz y del gas. Tengo la sensación de que se nos ha lanzado el siguiente mensaje:

Tú vete de vacaciones, gástate mucho dinero para que las cifras de turismo no decaigan, y después te caerá la espada de Damocles, ya que la recesión va a ser fina. Pero nada, tú disfruta.

Este razonamiento es típico del guion después: yo disfruto ahora y luego las pago todas juntas. El pueblo informado no puede seguir este razonamiento y quedarse tan ancho, a menos que haya hecho el ejercicio de ahorrar para sus vacaciones y/o de recortar sus gastos para después. Sin embargo, la gente que sale por la tele, con todo el respeto, está buscada para confirmar el guion, dicen algo como: sí, sí, yo me he ido, he tirado la casa por la ventana, ya veremos después, pero ahora, disfruto. Quizá sea una forma de controlar la ira del pueblo cuando no llegue a fin de mes:

«Al menos te has ido de vacaciones y has disfrutado».

¿Y si lo bueno ya pasó?

Sergio Rozalén comentaba en un post reciente que tenemos unas 4.000 semanas para vivir y que algunos (como él o como yo misma) ya hemos vivido unas 2.000. Si hacemos un gráfico de lo que se nos contó en la época de la economía del bienestar, esas 4.000 semanas muestran una trayectoria ascendente en todos los sentidos: mejor trabajo, más dinero, mejor casa, mejor coche, mejores vacaciones, más familia… Esto es, precisamente, el aspecto que muestra en el largo plazo la representación del PIB de un país: va a más.

Pero, ¿y si lo mejor que podíamos vivir está ya detrás y las otras 2.000 semanas van a ser peores? ¿Y si el sistema actual está en clara decadencia y «nos van a invadir los bárbaros»?

A pesar de la mejor formación «del pueblo», a pesar de la muy superior capacidad del pueblo actual de darse cuenta de lo que realmente ocurre, la trayectoria de los acontecimientos depende de muchos factores, muchos de ellos impredecibles, y los posibles «escenarios» de la evolución de la economía son muchos y variados, la complejidad es tan alta que resulta complicado sacar conclusiones suficientemente válidas de lo que va a ocurrir. Esto no quita para que nos sigan saliendo expertos de turno que nos lo expliquen didácticamente, teniendo en cuenta nuestra candidez e ignorancia.

Yo tuve una conversación hace poco con un par de personas bastante cultas e informadas. Personas que leen artículos en The Economist o Bloomberg. En ambas conversaciones se trató de la economía. En ambas, se pintaron evoluciones futuras muy negativas. Lo cierto es que no somos un país muy competitivo, los gigantes como China e India nos dan mil vueltas en productividad, mientras que seguimos fiándolo todo a la baza del turismo.


El pueblo eres tú, soy yo. El pueblo tiene una gran fuerza. El pueblo puede reconducir las situaciones cuando toma conciencia y actúa. El pueblo puede despertar del letargo producido por las redes sociales y las plataformas de series y películas. Puede aplicar sus conocimientos de otras áreas a analizar lo que ocurre realmente. El pueblo puede. ¿El pueblo quiere?

Pájaro en mano: la recompensa inmediata

Más vale pájaro en mano que ciento volando

Esto dice el refrán, y no solo se trata de la “sabiduría popular”, sino que realmente nuestro cerebro está estructurado para pensar así y tomar decisiones en ese escenario.

Pájaro en mano: la recompensa inmediata

El pájaro (la recompensa) es mío ahora

La forma de expresarlo desde un punto de vista financiero se llama valor del dinero en el tiempo: un euro hoy siempre vale más que un euro en una fecha futura. Esto se debe a dos efectos: los intereses que dejan de obtenerse por ese euro invertido entre hoy y esa fecha futura y la posible inflación, que hará que en el futuro un euro tenga menos valor real.

Si lo tomamos desde este punto de vista, la aplicación de esta idea en el Libro del Buen Amor es más aproximada a este concepto: “No dejes lo ganado por lo que has de ganar (Libro de Buen Amor 994)”.

Recompensa inmediata frente a recompensa pospuesta

Desde el punto de vista de las decisiones racionales frente a las emocionales, nuestro sistema de recompensa hormonal necesita resultados tangibles y regulares. La neurología habla de la tensión que existe entre la idea de una recompensa inmediata y otra pospuesta: resulta un gran esfuerzo para nuestra parte consciente retrasar la recompensa, manteniendo al cerebro animal bajo control.

Tal como nos explica Taleb en El Cisne Negro, nuestro sistema de recompensa necesita un flujo constante de pequeñas recompensas, por lo que puede ser peor ganar diez millones para luego perder nueve que no ganar nada.

Taleb nos remite al artículo de la revista Science por Samuel M. McClure y otros: este grupo de investigadores descubrió que los sistemas cerebrales que evalúan recompensas económicas inmediatas y diferidas en el tiempo son distintos: las decisiones inmediatas involucran al sistema límbico, emocional, y las decisiones pospuestas en el tiempo al córtex (el córtex prefrontal lateral y estructuras asociadas).

La cigarra y la hormiga

Este mismo artículo de Science cita la fábula de Esopo de la cigarra y la hormiga para ilustrar los dos tipos de decisiones.

 

Es interesante que, mientras que el refrán popular nos anima a agarrar ese pájaro seguro hoy, la moraleja del cuento es retardar la recompensa a base de comportarnos más como la hormiga. (Por cierto, el esquema mental de la hormiga de dejar el placer para mañana es el “guion hasta” que vimos, mientras que el esquema mental de la cigarra es el “guion después”).

Las investigaciones como la citada confirman la idea de que los consumidores se comportan de forma impaciente hoy pero prefieren planificar pacientemente para el futuro.

La recompensa futura se nos desdibuja

A partir de un horizonte temporal, el futuro se nos desdibuja, por lo que nuestro sistema emocional ya no se involucra en decisiones tan lejanas. Los autores citados nos dicen que:

Por ejemplo, si a alguien le ofrecen elegir entre 10€ hoy y 11€ mañana, estará tentado a elegir la opción inmediata. Pero si se le pide hoy elegir entre 10€ en un año y 11€ en un año y un día, la misma persona probablemente preferirá la cantidad algo mayor y ligeramente pospuesta.

Al fin y al cabo, no somos sino primates superiores, los único capaces de retrasar tanto el disfrute de una recompensa como para hacer planes de ahorro, pensiones, pagar hipotecas… Y ciertamente no es lo que mejor se nos da.


¿Qué opinas sobre esto? ¿Prefieres retrasar la recompensa pero que sea mayor? ¿O más vale disfrutar el día de hoy? Puedes dar tu punto de vista en comentarios.

Gracias por tu atención al leer este artículo. ¡Eres libre de compartirlo!

Buscando amargarte la vida

barco
Esta entrada va dedicada a Marisa, Javier y Maite. A Marisa, porque descubrió que era una buscadora y se sintió identificada con el anterior post sobre el tema. A Javier, porque me habló de El arte de amargarse la vida y esto me ha ayudado a avanzar sobre el tema buscar-encontrar. A Maite, porque reivindicó lo bonito de ser cometas en lugar de estrellas. Gracias a los tres.

Pero que esté dedicada a ellos no significa que no te valga a ti. Al contrario, si te ha atraído el tema, estás en el sitio correcto, a ver si podemos dar algunas respuestas.

Cuidado con la llegada

Esto es lo que nos dice Watzlawick en el libro que he mencionado antes. Algunos estamos en viaje permanente, y ponemos mucho cuidado en no llegar nunca. No llegar nunca es nuestro arte para amargarnos la vida. Y es que, cuando no hemos alcanzado esa meta lejana, admirable, y propia de los héroes de novela, se nos presenta como algo mucho más romántico, atractivo y seductor. Cuando ya se ha alcanzado, deja de ser apetecible, y pasa a ser cotidiana. Lo cotidiano, rutinario y conocido es, esencialmente, mucho más aburrido. Por tanto, llegar es destruir el sueño.

Si me tocara la lotería…

Es un juego al que jugamos con los demás y con nosotros mismos. Conozco a muchas personas que trabajan en oficinas a quienes les encanta fantasear con lo que pasaría si les tocara la lotería. Todo es idílico. Lo primero que harían, claro, es dejar de trabajar. Y después se suelen mencionar destinos paradisíacos, playas, hamacas, cambios de casa, cambios de todo tipo… Es curioso que haya datos que nos muestran cómo personas a las que les tocó la lotería han caído en un estado de pobreza peor una vez gastado el dinero. Desde luego, eso no es lo que soñaron que harían con esa tremenda suerte en su mano.

Cuando te cansas de no llegar nunca

Volviendo al juego de «nunca llegar», a mí lo que me ha pasado es que me he cansado de no llegar nunca. Como juego está gracioso, cuando ya se comprueba que es una forma de amargarse la vida, deja de tener tanta gracia. De nuevo, no afirmo que todos los que son buscadores estén complicándose su existencia. Quizá los buscadores puros han encontrado su forma de ser felices. Esto distingue entonces a los buscadores puros de todos los demás, que no acertamos a vislumbrar el puerto donde queremos amarrar el barco, quizá porque no existe, quizá porque se trata de una forma de vivir tan contraria a la que hemos llevado hasta ahora, que ni siquiera sabemos en qué consiste. Utopía significa «en ninguna parte».

Destruir el destino para empezar de cero

Otra forma de buscador no puro es aquel que se pasa años construyendo una vida para luego destruirla a los pocos meses, con el fin de construir otra con un gran esfuerzo, sin utilizar ninguna de las piezas de la anterior, y con el mismo destino futuro. Yo lo visualizo como construir un castillo, pieza a pieza, y cuando se está a punto de poner la bandera en lo alto, o la última almena, o el detalle del puente levadizo, entonces se decide que este castillo hay que pisotearlo y destruirlo ya porque ni remotamente responde al plano que nos habíamos creado en la mente. Entonces se le arrancan piezas y se le destruye muy rápido, no sea que permanezca ahí. Por si fuera poco, salimos corriendo y lo dejamos atrás, no sea que descubramos que hay algunas piezas (o muchas, o todas) que se podrían reutilizar para lo siguiente, para lo que venga, para seguir viviendo.

El buscador puro no habría construido ningún castillo, sino que lo habría alquilado para pasar el fin de semana.

¿Mejor no comprobar cuál es la realidad?

Por supuesto, hay otras formas igualmente interesantes de amargarse la vida, y casi todas ellas coinciden en no comprobar cuál es la realidad en cada momento, sino aferrarse a unas ideas únicas, inamovibles, y muy personales que hacen del mundo propio una auténtica pesadilla. Hace tiempo reflexioné que cada uno se construye su propio infierno, y luego vive en él quejándose de lo horrible que es. Un infierno de creencias como «no soy capaz», «el mundo es hostil», «el pasado fue mejor», «el pasado ha hecho que nunca más pueda ser feliz», etc. Algunos son tan convincentes en su descripción de estas pesadillas que arrastran a otros a la misma visión del mundo, o por lo menos les hacen ver lo que están sufriendo ellos y les someten a ser eternos cuidadores de la pobre víctima.