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Sólido, líquido y gaseoso: ¿quién está detrás de la IA?

El pasado 3 de diciembre (2025) tuve la suerte de asistir a una conferencia organizada por Fundación Telefónica y Aspen Institute España en la que el politólogo y catedrático Fernando Vallespín dio una conferencia y luego mantuvo una conversación con la doctora en filosofía Carmen Madorrán.

Conversación entre Fernando Vallespín y Carmen Madorrán en el foro de reflexión Tech & Society.

Esta conferencia se titulaba «Polarización, nuevas tecnologías y la amenaza de los nuevos autoritarismos». De una forma muy didáctica y cercana, Fernando Vallespín explicó cómo las redes sociales están polarizando la opinión y a los propios políticos, potenciando los discursos populistas, mientras que «la calle», el pueblo, no está tan marcadamente posicionado (pero sí arrastrado por estos debates en los que o estás conmigo, o estás contra mí, esa constante crispación, esa sensación de conflicto). Esta polarización, derivada de los algoritmos, tiene detrás cuatro o cinco empresas principales, cada una con su CEO, bien conocido, que funcionan como los señores feudales alrededor del rey coronado (el presidente, en este caso, Trump), a su servicio, pero controlando sus pasos. Creo que no nos damos cuenta de la cantidad de poder que, cada día, cedemos a estas grandes corporaciones.

Otro tema que se comentó es que los que fueran garantes de los hechos o de la verdad han sido bombardeados en la línea de flotación. Antes, para comprobar un hecho, bastaba con consultar los periódicos, las enciclopedias o los tribunales. Con la explosión de las redes sociales, en las que no hay que contrastar un hecho para escribir sobre él, en las que, aparentemente, cualquiera es libre de opinar y formar parte del foro colectivo, se mezclan hechos con opiniones y se pone en entredicho la labor de aquellos garantes de los hechos.

Una persona que escribe cualquier cosa en cualquier red social, mientras cree estar compartiendo su muy interesante opinión:

  • Cede información sobre sus datos sensibles.
  • Rellena el contenido de esa red social, les hace el trabajo.
  • Es polarizada sin darse cuenta, pues los algoritmos estrechan rápido y peligrosamente lo que puede ver en esa red social.
  • Cede parte de su autoestima al tipo de respuesta que recibe: más likes, más autoestima. Sucede que se ha puesto de moda el victimismo, ya que presentarse como una víctima lleva más likes.
  • Se ve arrastrada a posicionarse ante «noticias» presentadas en forma de conflicto con «el contrario».

En la conferencia, se comentó que las condiciones de vida actuales en la Unión Europea son las mejores que ha habido: la calidad de vida es claramente más alta que en épocas anteriores. Pero hay por debajo una sensación de tristeza o descontento, que puede tener relación con esa dependencia de los likes, con ese aislamiento que realmente se produce cuando creemos estar relacionándonos a través de las redes.

Vallespín citó una frase de un pensador/escritor (no recuerdo quién) que explica por qué el género humano se ve atraído por las noticias más oscuras. Esta es la frase no literal:

Mi perro prefiere oler la mierda que el mejor perfume. Me pregunto por qué.

Así, los temas oscuros y catastróficos siempre llaman más la atención, sea en las redes, sea en la televisión, donde proliferan los programas que yo llamo «de meter miedo». Metamos miedo a la población, enfrentemos a la gente entre sí, hagamos que se decanten por una idea, desvirtuemos los hechos hasta que sean también opiniones (por ejemplo, opinar sobre si Rusia «realmente» invadió Ucrania en 2022).

Otro tema que se puso en evidencia es el alto consumo de recursos tangibles que conlleva la última aparición tecnológica, la IA: una tarde trasteando con ChatGPT consume 300 litros de agua (para enfriar los servidores que procesan los prompts). También se puede hablar del consumo eléctrico, que está demandando la instalación de nuevas centrales nucleares en EE. UU., o del consumo de litio y otros metales por el uso extensivo de baterías.

Fue interesante el contraste entre sentir que se navega «en la nube», un espacio etéreo, intangible, incluso «lejano», y el estar consumiendo recursos materiales, tangibles y limitados de esta manera tan intensiva. Fernando Vallespín lo dijo varias veces: somos animales, necesitamos el contacto humano, ¿qué es esto de permanecer en mundos cibernéticos como si no tuviéramos cuerpo? A él le horroriza.

Y esto me hizo pensar. Porque yo me paso unas cuantas horas al día en el ciberespacio. Presumo de no necesitar usar papel. En lugar de eso, estoy frente a dos pantallas y utilizo un teclado y un ratón. Todo como si no tuviera cuerpo, salvo para operar ese teclado y ese ratón, como si fuese una mente que transmite sus ideas directamente a la máquina. Algo que Vallespín llamó el humano protésico, que desde tiempos inmemoriales se ha apoyado en distintas tecnologías para llegar más lejos, como un bastón, pero también, como unas gafas de realidad aumentada (o un chip incorporado en el cerebro). Por eso, es necesario compensar estos mundos digitales con el uso del cuerpo: ir al gimnasio, en bici, bailar, pasear, hacer estiramientos, aprender técnicas de respiración, de relajación, reírse mucho, tomar el sol…

El discurso de Vallespín me llegó fácilmente, es un comunicador de primer orden, habla con precisión, claridad y con ciertos chascarrillos o situaciones cómicas que generan una sensación de cercanía en el espectador. Y yo ya conocía su forma de hablar: Fernando Vallespín me dio clase en primero de carrera, allá por 1992-93. Antes de la conferencia, mi recuerdo era muy vago: recordaba el aspecto físico de Vallespín, pelo moreno, gafas, un rostro parecido al del actor Kyle MacLachlan. Recordaba más o menos la asignatura, o bien era Teoría política o era Derecho político, algo así.

Fernando Vallespín dio una conferencia muy interesante, perfectamente explicada y de forma muy cercana.

Sin embargo, mientras el catedrático hablaba, el recuerdo se iba despertando en mi mente hasta el punto de tener la sensación de haber estado en clase hacía muy poco. Incluso recordé partes de lo que nos explicó, como la ley D’Hondt, y eso que hace 33 años de aquello (cuando la mili se hacía con lanza). Es curioso, porque ambos profesores de universidad mencionaron que en los planes antiguos (como el que yo hice) era más fácil llegar al alumnado, con el que se compartía un periodo largo, de octubre a junio, mientras que ahora solo se compartía un trimestre, y la sensación es ver pasar alumnado sin poder crear un lazo. ¿Cómo habría sido mi recuerdo del profesor si solo le hubiera visto un trimestre? Desde luego, no habría sentido tanta cercanía al volver a verle en persona. Tuve la suerte de poder saludarle al final de la conferencia, me hacía ilusión que supiera que una alumna «tan antigua» le recordaba.

Mi sensación particular con estas tecnologías es positiva: son «el futuro» presente, el avance, la forma que va tomando la civilización. Además, yo trabajo en este mundo tecnológico desde 2010, sus herramientas hacen mi trabajo más fluido, como si pesase menos y, claro, también menos «trascendente»: si antes, como mencionó el catedrático, escribías los trabajos a máquina y echabas mano del typex, ahora «se escriben solos». Su consecuencia positiva es esa ligereza y esa capacidad de rectificar y mejorar sin que se vean los tachones, su consecuencia negativa es que no cala, ni en la persona que lo hace, ni en la persona que lo recibe. Por ejemplo, para un curso que estoy desarrollando, busco recursos en internet y resulta que la mayoría de las páginas web posicionadas más arriba están totalmente escritas con una IA. Esto hace que el conocimiento quede más lejos, hundido bajo las expresiones retóricas, abstractas y vacías de estos modelos del lenguaje. Y esto me motiva: busco lo que hay detrás, compro libros, voy a otras fuentes. Trato de que la ligereza se asiente en ciertos pilares: es un reto.

La gran frustración de Gulliver en una tierra ignota

Mi tío quería ser director de cine. Desde muy joven, era muy aficionado a este arte, acudía al cine varias veces a la semana e incluso más de una vez por día, con un amigo que era más entendido y le iba instruyendo. Por entonces (alrededor de 1960), ir al cine era muy barato.

Lo más parecido al cine era el teatro. Así, en preuniversitario propuso dirigir una obra alejada de los gustos de entonces (y de lo que la censura consideraría políticamente correcto), Leoncio y Lena, de Georg Büchner. Estaba diseñando la escenografía, el vestuario, tomando notas al margen de la obra, seleccionando a los actores y las actrices… y mi abuelo, es decir, su padre, no lo pudo tolerar: él era un profesor muy respetado en la misma institución, conservador. Cuando se enteró del proyecto, le destrozó todas estas notas, todo este trabajo y le dijo: «Olvida tus pretensiones de hacer la obra». De hecho, ese año no hubo ninguna representación.

Mientras probaba a estudiar una carrera que no le interesaba y hacía sus pinitos en eso de ser «hippy», mi tío seguía determinado a ser director de cine. En esa época, no existían titulaciones relacionadas con el cine… hasta que surgió la Escuela Oficial de Cinematografía. A pesar de la oposición de su padre a las inquietudes artísticas de mi tío, se ofreció a pagarle la cara prueba para acceder a esta escuela: él le quería, pero no podía comprenderle. Eran tres las pruebas. Mi tío pasó las dos primeras y quedaron 150 finalistas. Se les citó a las tres de la tarde para una entrevista personal con un tribunal, por lo que a los últimos, mi tío entre ellos, se les entrevistó sobre las once de la noche. Eran nada menos que Miguel Picazo y Luis García Berlanga los que, cansados de escuchar respuestas a «¿Qué significa para usted ser director de cine?» no prestaron mucha atención. Mi tío no pasó esta prueba.

En la mili, se eligió a su destacamento para formar parte del rodaje de una película. Tenían que hacer de soldados ingleses en El largo día del águila, de Enzo G. Castellari. Mi tío disfrutó haciendo de extra y dejándose caer abatido por el fuego de las metralletas… más de una vez: se recreaba en mostrar una muerte realista y se situaba varias veces ante el objetivo de la cámara. Se lo pasó pipa.

En diciembre de 1988, RTVE convocó el Primer premio de guiones dramáticos. Y mi tío, Jesús Casado López, ganó este premio. Se le habló de producción inmediata y vio el cielo abierto: ¡por fin voy a entrar al mundo en el que quiero estar! Pero… la vida dio un giro de guion bastante doloroso. La dirección de RTVE cambió y el nuevo director suspendió los proyectos que estaban en curso.

Además de estos hitos, durante toda su vida probó de todo, se movió en círculos de personas muy famosas/importantes, fue «negro» como guionista en series conocidas… Pero nunca logró su sueño y el dolor y la frustración que le ha provocado esto siguen vivos en él.

La visión desde la perspectiva del Juego de los Sims

En las memorias de mi tío hay mucha más información, claro: es toda una vida, desde antes del nacimiento en 1948 (mi tío se lo imagina de una forma bastante graciosa) hasta antes del irremediable final que tendrá. Pues bien: solo un observador externo, imparcial y no involucrado con los acontecimientos puede darse cuenta de la enorme cantidad de pistas que estaba recibiendo mi tío a lo largo de su vida. Pistas que se resumen en una frase contundente:

Por aquí no es.

Por ejemplo, con bastante facilidad logró ser un alto directivo de un laboratorio farmacéutico internacional, en una época en la que el país se estaba reconstruyendo y se atraía la inversión extranjera para lograr tener puestos de trabajo y movilizar una España que había quedado anclada en el pasado. Cierto que años después se vio obligado a dejar ese puesto, pero, mientras duró, la vida le estaba dando señales, algo como: «Date cuenta de dónde obtienes dinero con mayor facilidad, dónde te sientes a gusto y eres capaz de salir adelante con soltura, dónde tienes la oportunidad de acceder a otras cosas que te gustan mucho, como los grandes viajes o comer en buenos restaurantes».

Esta pudo ser una de esas comidas en un caro restaurante.

También con pocas dificultades pudo trabajar en diferentes puestos, incluida la redacción y maquetación de una revista mensual. Llegó a montar su propia empresa y a tener varias personas empleadas. Llegó a disfrutar de actividades de alto nivel con algunos clientes importantes, yendo a jugar al tenis frecuentemente, a esquiar, a los grandes viajes que mencionaba… PERO: él no valoraba nada de esto; quizá lo daba por hecho. Él solo se fijaba en cuánto se estaba alejando de lo que para él era su destino, la gloria como director de cine. Solo veía pasar los años y encontrarse constantemente con puertas cerradas, cuando no con portazos. Los regalos de la vida no los veía como tales. ¿Cómo habría sido todo si él hubiera dicho sí, si hubiera permitido y aceptado el camino que trazaba el misterioso juego de los Sims? ¿Cómo se sentiría ahora, tras una vida sintiendo que vivía un guion idiota y de pequeño perdedor, nunca escuchado, nunca leído, perdido como Gulliver en una tierra de seres extraños?

Me parece que este juego solo consiste en mover la rueda, en hacer que todo avance, que, simplemente, funcione, incluso si nos parece que nuestra labor es totalmente absurda o muy alejada del ideal y de la perfección. Como dice con frecuencia Brigitte Champetier:

La misión de vida solo se conoce al final.

Recordad que en «No hay plan B» os había contado el horrible destino de un hombre que se pasó la mayor parte de su vida en la cárcel por un delito que no había cometido. Se me ocurren pocos destinos peores. El juego es más grande que nosotros, pequeños mortales.

Dar la vuelta al calcetín

Estoy leyendo las memorias de mi tío, uno de los hermanos menores de mi padre. Es muy interesante comprobar cómo era la vida hace relativamente pocos años, cómo suceden las cosas y da la vuelta el destino y qué papel jugamos en ello «los simples mortales».

En este Juego de los Sims, parece que se tiene mucha libertad de elegir cómo jugarlo, mucha influencia en cómo se van a desarrollar los acontecimientos y, al mismo tiempo, poca o ninguna capacidad para determinar qué es lo nuevo que viene.

Y todo es como en Matrix, una interfaz de ceros y unos que se concreta en objetos reconocibles cuando se dirige la mirada. Según describen las personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, como Anita Moorjani, se puede hacer mucho más con la intención, con la atención. ¿Dónde va tu mirada?

Esto es lo que he pedido a la IA para que genere esta imagen: Quiero una imagen que refleje la consciencia del universo, formada por las conciencias individuales de las personas.

Hace años que, por temas de salud, soy aficionada a los temas de nutrición (que por cierto, han ido variando con los años y cambian de un profesional a otro). Y he llegado a la conclusión de que el papel de la alimentación no es tan central en el bienestar, dados unos mínimos: observa a los perros y los gatos domésticos, que comen pienso y están tan felices, llenos de energía y con muchas ganas de jugar, viviendo el máximo de sus esperanzas de vida: no es la comida lo que determina el bienestar, la felicidad o la longevidad. Podríamos equipararlo a la gente que bebe alcohol y/o fuma toda su vida y vive más de 90 años.

Luego están hábitos como hacer ejercicio (pero ejercicios de fuerza, ya otras cosas parece que no valen, según la moda), ver la luz del día por la mañana, los ayunos intermitentes, las gafas con filtro de luz azul… Pienso en los mineros, en concreto, aquellos mineros de Chile que estuvieron 69 días enterrados a unos 700 metros de profundidad, sin casi comida ni agua. El ser humano es capaz de sobrevivir a condiciones extremas (luego: deja de quejarte).

Dar la vuelta al calcetín

Los males no están fuera de ti. Ese proyecto horrible, esa persona difícil, esa situación económica frágil, esa persona que no te hace caso, esa app de citas que solo te devuelve el vacío… Dale la vuelta. Empieza a verlo como una Matrix en el que solo existes tú y tu visión del proyecto, de la situación, de las personas, de las herramientas a tu alcance… Entonces, ¿de verdad «la culpa» o «la responsabilidad» están ahí fuera?

«¿Y si nuestras decisiones personales influyen de manera integral en el desarrollo de nuestra realidad?», se pregunta el neurocirujano Eben Alexander III.

Según el idealismo metafísico, la mente es el fundamento último de la realidad y los objetos materiales solo existen en la medida en que son percibidos o concebidos por una mente. Por lo tanto, la realidad depende del pensamiento o de la experiencia mental.

Me gusta pensar que la Luna está ahí fuera aunque no la esté mirando. Albert Einstein.

¿Cómo distinguir si es mi guion de vida o es «el destino»?

Llevamos años «hablando» en este blog sobre guiones de vida, un descubrimiento del médico psiquiatra Eric Berne, según el cual, la persona se marca una trayectoria de vida cuando tiene entre 5 y 7 años y luego la va ejecutando como si se tratase de un guion teatral o cinematográfico. Este plan incluye hasta la edad a la que se va a morir y la forma en que va a ocurrir. El guion de vida es la estrategia que se traza para jugar al juego de los Sims.

Cuando nos sucede algo, ¿depende del guion que nos hemos marcado o de un destino externo e incontrolable, es decir, de lo que esté diseñado en el gran juego?

Esta pregunta es importante, pero difícil o imposible de responder. En cambio, si actuamos con la premisa de «voy a permitir y aceptar los acontecimientos tal y como suceden», comenzamos a alejarnos de ese guion y, sorprendentemente, también nos alejamos de lo que parecía un destino ineludible.

Digamos que estos son los pasos para vivir de esta otra manera, dando la vuelta al calcetín:

  • Se observa un cambio en la realidad, por ejemplo, la aparición de la IA.
  • Se permite y acepta el cambio, aun sin entenderlo: ok, la IA está ahí y yo estoy aquí, podemos convivir.
  • Se evita etiquetar ese cambio, sobre todo si las etiquetas son negativas, porque «entramos en guion» y dejamos de estar en el presente. Evitamos: «La IA nos va a quitar el trabajo, nos va a engañar, nos va a manipular», tanto como: «Juas, estoy colando trabajos hechos con la IA y nadie se entera, je, je».
  • Se continúa adelante con una visión integradora, tipo: «Puede que yo utilice la IA y esto me sea de ayuda».
  • Se olvida el tema por completo. Esto es muy importante: no fijar la atención en algo que nos impone, nos da miedo o rechazamos fuertemente. La frase es: «Sigue con tu vida».
  • Al cabo de un tiempo, «cuando quieres darte cuenta», la IA y tú formáis parte de un proyecto, o te está ayudando a aclarar tus ideas.

Esta es la primera entrada directamente añadida en la nueva categoría del blog, Juego de los Sims. Podrás encontrar más entradas relacionadas con esta forma de ver la vida accediendo a la categoría.

De inscripciones

Os traigo tres textos muy distintos, tres «inscripciones» que nos pueden ayudar a explicar el mundo… o al menos, a tener visos de él.

Cuando la traducción automática es traidora

Se dice que «traductor, traidor» y en el caso que os traigo es exactamente así. El traductor ya no está en soledad ante el texto. Ahora (lo sé porque he traducido contenidos técnicos durante 10 años) el traductor debe trabajar con herramientas de traducción automática y ajustar el resultado. Esto significa que encuentra líneas de texto traducidas por inteligencia artificial y debe revisarlas y comprobar que son adecuadas. En ocasiones, se considera que el coste de esta revisión experta no interesa porque no añade demasiado valor, y nos topamos con páginas como la siguiente:

Encontrado en una página web explicativa de Windows, donde pone: Cómo restaurar una copia de seguridad? ¡Nosotros te damos la espalda!

Con optimismo y motivación, esta página web celebra que «te da la espalda». Todo viene de que en inglés copia de seguridad es backup (respaldo), por lo que se intuye que se alegran de darte respaldo.

No te rindas

En ocasiones, los azucarillos o las servilletas de bar compiten con Mr. Wonderful y quieren desearte cosas muy buenas. A veces, me llevo el sobre de azúcar, porque, cortando un poco el texto, sí me resulta motivador y simpático. Estos textos están escritos en papel, algo en principio más duradero que una página web del ciberespacio, pero es un papel de usar y tirar, está destinado a identificar el producto (azúcar) o el lugar (Bar Pepe).

El sobre reza: «Aunque te sientas perdido y sin fuerzas, recuerda que cada día puede ser el comienzo de algo maravilloso. No te rindas».

Por mi parte, extracto el texto y leo la primera línea y la última:

Aunque te sientas perdido y sin fuerzas, no te rindas.

Me parece un mensaje con más energía, que tampoco llega muy lejos, pero quita la parte menos creíble del mensaje original.

La última palabra

La última palabra puede que sea la que escriben sobre tu lápida. Lo escrito en piedra se torna sagrado: jeroglíficos egipcios, piedra Rosetta, estelas romanas… Aquí no hay lugar para la rectificación, ya no podemos traducir alegremente ni emitir un texto al que le sobran partes, o que tiene erratas. Lo escrito en piedra queda.

Tras unos 30 años queriendo rendir mis respetos, por fin encuentro la tumba de don Benito Pérez Galdós, cuyo Episodio Nacional El abrazo de Vergara, inspiró uno de los post más leídos de este blog. La tumba de Galdós pasa totalmente desapercibida en el cementerio de la Almudena, en Madrid. Es una tumba más, sin nada destacado y, además, es una tumba de muchas personas, donde él es «uno más».

Tumba de Galdós en el cementerio de la Almudena, donde hay otras siete personas enterradas.

Pensaba que, al ver la tumba del escritor que más admiro y desde hace más años (desde que a los quince años leí Doña perfecta), me vendría abajo de la tristeza por su pérdida, por tener delante la prueba de que el admirado se fue hace mucho, no está presente y no se le puede conocer. Pero no sentí absolutamente nada. La lápida era fría y expedita. Ni siquiera había una breve mención, tipo «escritor», o «autor de los Episodios Nacionales» o «gran autor español», etc.

Me pregunto, como este escritor, si es esta la tumba que merece Galdós. Si entráis en el enlace, veréis que en la foto que he tomado yo la tumba está limpia, lo que muestra un mantenimiento, y además trae un QR acompañando un clavel fresco. El QR da acceso a este otro enlace sobre el autor. Por cierto, ¿qué pensaría don Benito sobre esto del QR?

La impermanencia

Quizá en el futuro, cuando otras civilizaciones excaven en busca de evidencias de los avances de nuestra civilización, no encuentren demasiado. Quizá saquen conclusiones equivocadas, porque no tendrán evidencia del alcance de aquello que se inscribió en el espacio digital. Tal vez, los servidores ya no funcionen, internet no exista y la IA quede en el olvido. Entonces, aquella gente ¿repetirá lo que ya se ha hecho?

Lo que no se ve

Alguno de mis seguidores más constantes ha advertido que le llegan menos envíos de este blog. En efecto, de recibir uno a la semana pasó a recibir uno cada quince días y luego a no recibir nada.

Igual has notado algo parecido en cuentas que sigues en redes sociales o en canales de vídeo, que, de repente, desaparecen.

Pues bien, puede haber razones buenas y malas por las que esto ocurre y, en mi caso, puedo decir que son excepcionales: tengo muchas cosas cociéndose en estos momentos, lo que hace que la mayoría de mi tiempo sea productivo y pueda reflexionar poco sobre los temas que se tratan en este blog.

¿En qué estoy?

Cuando un potencial cliente me pide que le muestre trabajos anteriores, me remito a mi escaso y tal vez algo desactualizado portafolio. Esto se debe a que la mayoría del trabajo que hago es confidencial, a veces por siempre, otras veces hasta que se publica. Por ello, os puedo contar poco de lo que estoy haciendo, pero sí puedo compartir mi felicidad y absoluto agradecimiento por todo el trabajo que estoy pudiendo realizar como autora de formación. Así, por encima, estoy:

  • Escribiendo varios libros para el certificado de profesionalidad de Gestión de residuos urbanos e industriales.
  • Coordinando y escribiendo contenidos relacionados con Dependencia.
  • Escribiendo cursos online muy completos y exhaustivos basados en las Competencias digitales DigComp 2.2.
  • Escribiendo un curso online para la especialidad formativa de Inteligencia artificial aplicada a RR. HH.
  • Retomando una novela que escribí y dándole un ángulo completamente distinto, lo que hará que tenga que descartar muchas páginas y añadir otras nuevas. Confío en que el nuevo enfoque haga la novela más dinámica y publicable.

Sigo a la zaga de las distintas herramientas de IA (no es posible estar al día, como reconoce el propio Ethan Mollick, profesor de la Universidad de Wharton, que se ha erigido como un experto en el tema por el tiempo que le dedica y la profundidad con la que trabaja).

¿Sabías que Darwin guardó su teoría de la evolución en un cajón durante diez años? Eso, al menos, según el libro The Moral Animal. Ahora no se lleva esto, se lleva comunicar a cada minuto en qué se está y qué se ha logrado. Pero él vio que aquello era gordo, porque iba en contra de las creencias católicas extendidas y que él mismo compartía.

Otro caso que me viene a la mente es el de Orison Swett Marden, que estaba finalizando el manuscrito de Pushing to the front cuando se le quemó por completo… y lo reescribió de nuevo, de pe a pa. Personas en sus despachos, haciendo un trabajo profundo y detallista. La exhibición constante, al menos para algun@s de nosotros, especialmente personas introvertidas, es un desgaste que impide la calma y el silencio necesarios para crear un trabajo de estas características.

Una mujer en algún lugar, elaborando una teoría muy interesante e innovadora. Generado con IA.

Las fotos que no se hacen, los momentos que no se comparten

Desde hace algún tiempo, cada día salgo para ver la luz del amanecer. Camino unos veinte minutos y vuelvo. Doy gracias a que puedo hacer esto: soy una privilegiada. Si el día está bonito o veo algo que me llama la atención, hago una foto y la comparto en mi estado de WhatsApp, reservado para personas cercanas. Celebro así el nuevo día. Pero las fotos que comparto palidecen ante los momentos que no comparto, simplemente, porque son privados, no son fotogénicos o un poco de todo.

Nos hacemos una idea de cómo es el mundo a través de lo que encontramos en redes sociales. Pero se nos olvida todo aquello que no está ahí, todos los momentos de intimidad, de privacidad, que aún algunas personas se guardan, los momentos de trabajo duro, de elaborar un proyecto, de concebir una teoría y dejarla reposar, o, simplemente, de disfrutar de la vida. Se nos olvida también que lo que se nos muestra es, cada vez más, una especie de espejo reducido de nuestros intereses: una red social te muestra solo unas diez cuentas de todas las que sigues, siempre las mismas, y tienes que buscar manualmente otras si quieres saber qué publican. Inadvertidamente, los algoritmos ocultan a las personas aquello a lo que no reaccionan, mostrando solo lo que les gusta mucho y lo que no les gusta nada.

Los algoritmos empequeñecen el mundo de las personas.

Como el ser humano es ombliguista, es decir, centra su interés en su ombligo, suele creer que, cuando no sabe de una cuenta, o de una persona, es porque esa persona se ha alejado o enfadado con el ombliguista, si le conoce, o porque ya «no está haciendo nada». No se plantea que la persona puede tener mucho trabajo, estar en un momento de cambio vital, no desear o no poder compartir, sin que esto signifique que odie a la gente. Si pasa mucho tiempo, lo que no está desaparece de la conciencia.

Así, ten en cuenta que el blog sigue vivo y te seguirán llegando reflexiones que espero que te interesen. Hablando de esto: se admiten sugerencias de temas que tratar o extender más. Comenta o escribe, ¡y gracias por leer!

Lo duro y difícil forma parte de la vida

Es difícil mantener una postura imparcial cuando los acontecimientos tienen una fuerte carga emocional. Sobre todo, cuando son situaciones que engloban a una gran cantidad de personas. Rápidamente, se crea un campo de pensamiento en el que las personas se ven atrapadas, hasta el punto de que solo pueden ver sus creencias y su campo como verdades. Al mismo tiempo, otro grupo contrario se crea en oposición al primero, reaccionando. Ambos grupos se van alimentando de su diferencia con el otro, viviendo sus valores con tal intensidad que son incluso capaces de justificar la muerte de una persona del grupo opuesto por fidelidad a estos valores. A esto, Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares, lo llamó «la buena conciencia».

Campos de creencias en X

En X (antiguo Twitter), se puede experimentar en «primera línea de batalla» lo que es no estar de parte de un grupo de creencias: es intenso y muy desagradable. Hace poco, me vi envuelta en el torbellino del enfrentamiento entre dos de estos campos de pensamiento, lo que el biólogo Rupert Sheldrake llamó la resonancia mórfica. De forma ingenua, respondí en una cuenta de una persona muy conocida lo que yo pensé que era un mensaje «conciliador», que trataba de apaciguar los ánimos y acercar los puntos de vista. Las reacciones a mi respuesta fueron muchas, la mayoría positivas; mi mensaje se compartió mucho. Pero, también, recibí muchos insultos. Lo que yo pensaba que era un escrito para abrir el diálogo y matizar las posturas enfrentadas, muchas personas lo percibieron como un ataque y recibí la respuesta inmediata, no elaborada, sino visceral: insultos, agresividad.

Entonces, me pregunté: ¿cuál era mi intención real detrás de este mensaje? ¿De verdad mi posición era imparcial y trataba de contemporizar? Me di cuenta de que no: yo tenía una posición muy marcada sobre el tema en cuestión, una emoción muy fuerte también, estaba, como muchas otras personas, atrapada en la esfera de uno de esos campos inmensos de creencias, algo que ciega a la persona y no la permite ver lo que hay en realidad. Este estado mío interno no se traslucía en ninguna de mis palabras, pero como explica el análisis transaccional (A.T.) y Brigitte Champetier suele destacar, lo que recibe la otra persona es la realidad que está detrás, la intención, no lo aparente. Es lo que en A.T. se llama transacción cruzada:

Transaccion-cruzada

La emoción fuerte que había detrás de mis palabras llegó a «los otros» y contraatacaron. Empecé a sentirme realmente mal. ¿Por qué no se buscaba el diálogo y los puntos en común? ¿Por qué todo era insultar y sentirse ofendido/a por los del otro grupo? En ese momento, yo había sucumbido a la «tentación de salvar», desde mi ego.

La actitud sabia

No olvides que, ahí donde pones tu atención, estás participando, formas parte de lo que ocurre. Por ello, observo qué hacen las personas sabias para estar en la vida aceptando las circunstancias: aceptan las cosas tal como son. Para mí, no hay mejor explicación de cómo son las cosas que la sociedad que se describe en la película de Billy Wilder Irma la dulce. Y no hay mejor dibujo de un sabio que el camarero Moustache. Como contaba en esta entrada de blog, Moustache explica al joven agente Patou, que interpreta Jack Lemmon, cómo funciona el mundo y lo bien que va tal cual es, porque forma un ciclo, una rueda que gira y avanza:

—Está bien, tomemos un ciudadano decente, veinte años casado y que pasa el día vendiendo cochecitos de niño. Por la noche necesita distracción, camaradería, y por tanto viene a la calle Casanova. Se reúne con una chica, ella le da un poco de amistad y él un poco de dinero, la chica da el dinero a su novio y él lo gasta en bebida, en gemelos o en las carreras. E incluso, a veces, da un poco de ese dinero a un policía.

—¿Soborna a un policía?— dice el agente Patou, escandalizado.

—Y ahí viene lo estupendo, porque el policía coge ese dinero y compra un cochecito al ciudadano decente. Y así el dinero se mantiene en circulación. ¡Todo el mundo es rico! ¡Todo el mundo es feliz!

Una actitud sabia.

Las personas sabias saben ver seres humanos donde estos campos de pensamiento nos obligan a ver monstruos, enemigos, chusma, lo peor. Como Moustache, los sabios se dan cuenta desde una actitud adulta que el rol de cada persona es necesario porque ayuda a mover el mundo, que los dictadores, violentos, corruptos, son necesarios, porque están al servicio de la vida, y que la mirada amorosa incluye juntos a perpetrador y víctima y ayuda a suavizar el conflicto entre ambos. La persona adulta reconoce que también ha tomado un rol perpetrador muchas veces, y que la víctima se convierte al instante en un perpetrador que busca venganza. Pero, para todo esto, hay que renunciar a las preferencias.

¿Qué es renunciar a las preferencias?

Renunciar a las preferencias supone elevarse por encima de la situación y rendirse ante lo que es: los campos de pensamiento, las posiciones enfrentadas, el sufrimiento humano en ambos lados de un conflicto, la necesidad de venganza… Después, con esa perspectiva desde fuera y atemporal, nunca superior, estar al servicio de la vida, como hace el camarero Moustache, que sirve a policías, prostitutas y chulos por igual.

Me dirás, pensando en un conflicto crudo y que cuesta asumir:

Pero, ¿cómo no voy a reaccionar a esta situación? ¿Cómo me voy a quedar impasible ante esto?

Renunciar a las preferencias solo es posible desde el adulto, esa parte de ti que vive en el presente y es capaz de incluir a todas las personas, esto es, de tener una mirada que recoge a todos los seres humanos, hayan hecho lo que hayan hecho.

Brigitte Champetier, en su libro Los desafíos de la vida actual, nos recuerda que «lo duro y difícil forma parte de la vida», me pareció un título acertado para esta entrada.

Los gozos, las sombras, la clase media y la abundancia

Recientemente, vi un vídeo de Marc Vidal en el que explicaba las características de la clase media y cómo la mayoría de la población, pertenezca en realidad a la clase baja o a la clase alta, se autopercibe como de clase media. Pero si no tienes inmuebles libres de cargas, cierto patrimonio o la holgura suficiente como gastar dinero en unas vacaciones o en renovar el vehículo, entonces eres de clase baja, solo que no tienes conciencia de clase.

Pienso que esto es más complejo que lo que se puede deducir desde el punto de vista económico. En Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester, se percibe muy claramente qué es la clase alta y qué es la clase baja. Los de la clase alta no trabajan y pasan el día charlando mientras el servicio les trae comida, pero sí poseen medios de producción, como el astillero o los barcos, donde trabajan los de la clase baja (hay que decir que Cayetano Salgado, el dueño del astillero, sí trabaja, como empresario, si bien, es denostado por su conducta en la que compra a las personas con dinero y las hace dependientes de él). Los de la clase baja están en la supervivencia, por ejemplo, Clara Aldán tiene un solo vestido, unas solas bragas y un par de medias. Va al mercado y le tienen que fiar para poder seguir comiendo.

Actualmente, si una persona no cumple los criterios que indica Marc Vidal sobre «clase media», pero tiene un coche, vive en una casa «lujosa» (nueva, con buena calidad, con aislamiento térmico, con piscina y jardines), tiene trabajo y puede irse de vacaciones, no va a sentirse de clase baja, porque el eco de aquellos tiempos de solo unas bragas quedaron en la generación de mi abuela, tal vez de mi madre de pequeña, en la posguerra, como una mala pesadilla. Quiero decir que la persona descrita tiene lo suficiente.

Un momento… Arriba comenté un detalle importante: los de la clase alta no trabajan. De manera que, quizá, una persona sienta que es rica o muy rica si no tiene que trabajar para vivir. Pero, ¿qué clase de vida tiene una persona que no tiene que hacer ningún esfuerzo por ganar el dinero que utiliza? ¿Qué tipo de motivaciones o satisfacciones logra? Quizá una vida así se sentiría estéril.

La abundancia

¿Qué es la abundancia? Pues es tener aquello que necesito, no aquello que creo necesitar (siguiendo a Brigitte Champetier de Ribes). Quizá, sentir que se está en la abundancia es más cuestión de mentalidad que de cantidad de dinero en el banco. Esta mentalidad se contrapone a la de la escasez: tener la constante sensación de que falta algo, estar siempre buscando la pieza que completa el puzle. Esta mentalidad genera una gran angustia, porque siempre se puede querer más: un coche nuevo, un coche más potente, una casa más grande, una segunda casa, ropa de marca, un viaje más largo, un viaje más lejos.

La persona que vive en la abundancia se siente rodeada de regalos. El primero: la misma vida. Siempre recuerdo aquel vídeo navideño que comenzaba con: «I’m alive, I’m alive!!!» (¡¡¡Estoy vivo, estoy vivo!!!) que decía al despertarse un hombre envuelto en papel de regalo con alegría y sorpresa. Después, todo lo demás que te rodea: agua corriente, agua caliente, un techo, comida, un trabajo, familia, amistades, pareja… Todo forma parte de la abundancia que vives.

Voy más allá: el bien público también es abundancia. Voy por la calle y entro a un lujoso jardín con unas enormes puertas de hierro, lleno de árboles centenarios, césped, fuentes y frescor. El parque de El Retiro es mío, pero no tengo que ocuparme de contratar y pagar a «unos jornaleros» para que lo cuiden: puedo disfrutar de sus ventajas sin pagar directamente (sí indirectamente a través de impuestos) a quien lo mantiene. Bueno, y sin entrar en política, puedo disfrutar del aire, del cielo, de las otras personas. Orison Swett Marden, un viejo conocido de este blog, escribió un bello libro, La alegría del vivir, en el que refleja este estado de gracia que es conducirse por la vida disfrutando de ella como de un inmenso regalo.

En el regalo de la vida se incluyen la salud, el amor o el éxito (definido por la persona misma), ajenos a las medidas cuantitativas o monetarias. Estas bondades son más valoradas que el dinero, porque garantizan vivir la vida de una forma más amable, más fácil. Pueden tenerse estos imponderables y aun así, no cumplir con la descripción de «clase media». Tal vez haya que redefinir los términos.

Going bananas

Los que seguimos los avances de la IA estamos flipando con la nueva plataforma de generación de imágenes de Google, Nano Banana. Puedes hacerlo directamente en Gemini, en la opción Imágenes. Pero la potencia que tiene Nano Banana en la edición, al nivel de Adobe Photoshop, pero sin necesidad de saber usar ninguna herramienta, está volviendo locos (to go bananas en inglés) a los que necesitan editar imágenes.

Un artículo que lo muestra de una forma muy gráfica es este de Xataka, que sitúa a personas en lugares y épocas en los que no ha estado, con personas con las que no han coincidido, y que completa muy bien el cuerpo de una persona a partir de una foto que llega hasta el pecho. Otro ejemplo es este a continuación, que me sitúa en el escenario propuesto y completa mi outfit según mis indicaciones.

Interfaz de Nano Banana en la que le solicito unir dos imágenes en una creación nueva.

¿Hacia donde va esto?

El jueves 4 de septiembre (2025) asistí a una conferencia del periodista de The Economist David Rennie en Espacio Fundación Telefónica, en la que se trataba precisamente de este tema: cuál es la situación de la IA en el plano geopolítico y hacia dónde se dirige.

Imagen de la conferencia de David Rennie en la que, supuestamente, yo estoy sentada en el sillón amarillo. Pues bien: allí no había nadie.

David Rennie, un hombre muy culto que ha vivido largos periodos en China, explicó varios aspectos muy interesantes de la batalla por alcanzar la inteligencia artificial general (AGI), que comparó con la batalla por construir la bomba nuclear y, también, con la creación de internet. En resumen, las posiciones de las grandes potencias que mencionó son estas:

  • EE. UU. lucha por tener las herramientas de IA más potentes y mejores, reservándose los procesadores y chips de primer nivel. Se prioriza la innovación sobre el control, pues lo que interesa es el avance más rápido posible. Esto puede dar lugar a preocupaciones éticas sobre los riesgos ya conocidos de la IA (sesgos, manipulación, alucinaciones).
  • China, mientras desarrolla potentes sistemas de control (reconocimiento facial, supervisión de trabajadores), lucha por estar en segundo lugar: considera que llegar el primero no es tan importante como difundir sus herramientas lo máximo posible. No serán las mejores, ya que EE. UU. ha vetado su envío de los mejores procesadores a China, pero sí serán suficientemente buenas y a bajo coste, de manera que la batalla puede ganarse por cantidad, en lugar de por calidad.
  • El lugar que le queda a la Unión Europea es la regulación. Me gustó cómo justificó David Rennie la existencia de tanta regulación en Europa: es la manera en que los 27 países, muy distintos entre sí, puedan tener un marco común que los iguale en derechos y responsabilidades. Pero el precio que pueda pagar Europa por la posición que desempeña no lo puede controlar: tal vez se quede fuera del juego y tenga que ocupar un lugar más discreto en la batalla, como simplemente definir el AI Act, el marco regulatorio de la IA en Europa.

La IA en la educación

Mientras finalizo la lectura de un gran libro, Think Like a Marketer, Train Like an L&D Pro (Piensa como un experto en marketing, forma como un profesional de aprendizaje y desarrollo), del excelente diseñador instruccional Mike Taylor, en España la cosa va por otro lado: usemos la IA para todo.

Muchas empresas de formación están probando con modelos en los que la IA (ChatGPT o un LLM muy similar) está literalmente generando todo el contenido que se va a impartir, incluidas las preguntas, con escasa intervención de expertos en la materia o en diseño instruccional. ¿Cuál es la calidad de ese contenido? Pues hay que decir que es cada vez mayor: ChatGPT-5, el que yo utilizo, puede generar contenidos con un nivel muy alto de expresión, precisión y claridad, adaptados al estilo que se le solicita. Hay dos problemas aquí:

  • que esos contenidos no suelen tener alma (son demasiado esquematizados o estructurados, o bien, demasiado entusiastas, pero, sobre todo, con una sensación robótica que los alejan del alumnado) y
  • que esos contenidos siguen teniendo «alucinaciones», pero cada vez es más difícil detectarlas: suena todo tan creíble que se puede colar información inexistente, incluso basada en fuentes como páginas web que son malinterpretadas de alguna manera.

La IA en cualquier generación de contenido

Es muy tentador utilizar la IA para todo: a través de prompts cada vez más sencillos, los resultados son cada vez más ajustados, de manera que la tendencia puede ser a generar todo a través de prompts. Me llamó la atención que David Rennie, el periodista de The Economist, fuera claro sobre el tema: no usa la IA para escribir sus artículos.

Si necesito la IA para escribir mis artículos, ¿qué clase de periodista soy? Puedo entender su uso para localizar fuentes o traducir una información de un idioma que no hablo, pero no puedo concebir no ser yo quien escribe sus artículos.

Pues bien, con una frecuencia creciente, los contenidos que encontramos en páginas web y redes, incluidas páginas de periódicos, tienen ese deje que hace sospechar de un texto generado por IA.

Y es que nos queda por valorar si el tiempo que se invierte en escribir un prompt (segundos) y obtener una respuesta (segundos), sumado al tiempo de revisar críticamente esta respuesta y adaptarla al contenido que estamos elaborando, es menor al que dedicaríamos escribiendo el texto a partir de las fuentes «tradicionales».

Y algo que tiene mayor calado: necesitamos sopesar cómo nos sentimos en cada uno de los casos, qué sensación (motivación, aburrimiento, ansiedad, interés, curiosidad, descontento) tenemos cuando simplemente copipegamos un texto de la IA o cuando lo elaboramos. Haz la prueba. Esto referido a textos, pero pregúntale a un diseñador gráfico cómo se siente al obtener imágenes a través de prompts frente a crearlas por sí mismo.

Me despido desde mi casa de Malibú.

Los otros en mi juego de los Sims

Si la vida es como el juego de los Sims, hay más Sims que yo. Esas personas están experimentando un mundo similar al que yo experimento: ven los colores, oyen los sonidos, la música, sienten el viento, el agua… ¿Quién es toda esa gente?

Destino colectivo

Montas en el metro y está lleno de otros Sims. Durante unos minutos, compartes un destino con ellos: mismo metro, mismo vagón o cercano, mismo espacio que respirar.

Ese destino de minutos puede de pronto convertirse en horas, si, por ejemplo, hay una avería grave que impide salir de allí. Formas una comunidad con los otros Sims, totalmente desconocidos. Quizá se establezcan ya algunos lazos al interactuar entre sí.

Incluso, ese destino puede convertirse en «el destino» de todos si hay un accidente fatal: un Sim queda unido al resto «para siempre».

Pero, un momento… No hace falta compartir un viaje para compartir un destino. ¿Quiénes son todas esas personas que te rodean ahora? ¿Quiénes son los Sims que te cruzas en la vida, con los que compartes un saludo, unos días, unos años o una vida? ¿Los conoce tu yo observador, el que está fuera del juego? ¿Cómo es tu relación con los otros?

Revisión de vida

Hace poco, Brigitte Champetier destacó en un directo algo que yo había identificado en testimonios de experiencias cercanas a la muerte (ECM): muchas personas relatan haber accedido a una revisión de su vida de golpe, como si todos los sucesos fuesen simultáneos. Pero no se trata de una revisión de sus éxitos, ni aun menos, de sus horas en la oficina: es la revisión de lo que han dado a otras personas, de cómo las han tratado, de si les han hecho daño, algo que puede haber sido inconsciente.

Por ejemplo, en la ECM del médico José Morales, relatada por el doctor Manuel Sans Segarra en su libro La supraconciencia existe. Vida después de la vida, José Morales se ve enfrentado a «un mosaico» de escenas de su vida, no como si fuesen fotos o vídeos, sino sintiendo las emociones de las personas con las que compartía cada recuerdo. Se dio cuenta de cómo había hecho daño a algunas personas y necesitó volver para repararlo.

¿Cómo te relacionas con los otros Sims?

Puedes pensar:

Si esto es solo un juego, me da igual lo que pase con el resto de los Sims. Realmente, puedo incluso abusar de ellos, extorsionarlos, explotarlos, maltratarlos, reírme de su estupidez, de sus limitaciones. Yo juego a ganar, caiga quien caiga.

La Vida, y te la puedes imaginar como si fuera Jessica Lange si quieres, nos muestra que eso solo vuelve a ti, es como un bumerang. Todo aquello que lances, te vuelve. Pero esa no es la razón por la que te conviene tratar bien a esos otros Sims, sean desconocidos, conocidos, amigos o íntimos. La razón es que tú eres uno de ellos. Una vez te haces consciente de que lo que le duele a la otra persona te puede doler a ti igual, de que en el otro te ves tú, de que lo que rechazas del otro lo tienes o lo deseas, pero no te lo permites, entonces puedes sentir en tu corazón la compasión, la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro.

Aceptar plenamente que somos iguales, que tú eres igual que los otros Sims, exige humildad. Te lo puede decir Shylock, el mercader de Venecia:

Al Pacino como Shylock en El mercader de Venecia. Creado por ChatGPT-5. Sin palabras…

Me ha arruinado. Por él he perdido medio millón: él se ha reído de mis ganancias, y de mis pérdidas: ha afrentado mi raza y linaje, ha dado calor a mis enemigos y ha desalentado a mis amigos. Y todo ¿por qué? Porque soy judío. ¿Y el judío no tiene ojos, no tiene manos ni órganos ni alma, ni sentidos ni pasiones? ¿No se alimenta de los mismos manjares, no recibe las mismas heridas, no padece las mismas enfermedades y se cura con iguales medicinas, no tiene calor en verano, y frío en invierno, lo mismo que el cristiano? Si le pinchan ¿no sangra? ¿No se ríe si le hacen cosquillas? ¿No se muere si le envenenan? Si le ofenden, ¿no trata de vengarse? Si en todo lo demás somos tan semejantes, ¿por qué no hemos de parecernos en esto? Si un judío ofende a un cristiano, ¿no se venga este, a pesar de su cristiana caridad? Y si un cristiano a un judío, ¿qué enseña al judío la humildad cristiana? A vengarse. Yo os imitaré en todo lo malo, y para poco he de ser si no supero a mis maestros.

Mira a los ojos a las otras personas. Es la manera de contactar con su realidad subyacente. Como decía en un post anterior, dentro del juego vemos lo de fuera cuando miramos a otra persona a los ojos.

Maneras de vivir

Hay dos maneras de vivir, esto es, de jugar al videojuego de simulación de la Vida: una es centrarse en el juego y otra es hacer más presente el yo que juega.

Centrarse en el juego: la interfaz

La forma de jugar más extendida es la implicación completa con el guion que se desarrolla dentro del juego. A esta visión corresponden creencias como «las cosas son así» y el materialismo científico. Es la postura de vida aristotélica.

En un juego de realidad virtual, la interfaz son unas gafas y unos mandos que se cogen con las manos. En el juego de la Vida, la interfaz se compone del cuerpo y el cerebro, es decir, tenemos los 5 sentidos y los razonamientos cerebrales.

Además, jugamos con tres avatares: Padre, Niño, Adulto (conceptos del Análisis Transaccional).

El avatar llamado «Padre» dice a los demás lo que deben hacer. Se siente muy bien consigo mismo, e incluso es percibido por todos los demás como una persona que se hace cargo. Pero, realmente, no actúa, solo señalan a otras personas lo que hay que hacer. Es un eco del pasado.

El avatar llamado «Niño» puede querer jugar, hacerse el inocente o la víctima, también puede querer quejarse, llorar, patalear… Al igual que el avatar «Padre», este otro tampoco hace nada, sino que se encoge de hombros o tiene actividades improductivas: procrastinar, entregarse a divertimentos, evadirse por varios medios (Netflix, alcohol, fiestas, hacer como que trabaja…). También es eco del pasado.

El avatar llamado «Adulto» se sitúa en el momento presente de esta Simulación. Es el único que colabora con el yo que juega, puesto que es el único dispuesto a la acción. Pone a disposición del jugador sus competencias y habilidades, dice: ¡sí, adelante!, ¡seguimos!, ¡manos a la obra!

Los avatares del juego de simulación de la Vida: el Niño, el Adulto y el Padre. La IA me ha sacado al Adulto como si fuera un santo.

El yo que juega

El que juega es la mente o el observador. Es quien se da cuenta de «cosas» más allá de la información contrastable de la que dispone. Por ejemplo, puede tener intuiciones, presentimientos, premoniciones, sueños con ancestros… Es la postura de vida platónica.

El yo que juega se vale de los avatares que crea su interfaz (Padre, Niño y, sobre todo, Adulto) para comunicar estas sensaciones, usando el cuerpo para sentir: el vuelco al corazón, el encogimiento del estómago, la apertura y facilidad para respirar, o el irse para atrás y contener la respiración.

Vivir desde este yo supone prestar atención a lo subyacente de manera predominante, dando menos importancia a lo aparente. Es decir, en vez de involucrarse por completo en el juego, el yo se centra en identificar lo que hay detrás de la información que percibe.

Para ello, paradójicamente, desconecta el pensamiento y se deja llevar por el cuerpo, centrándose en el momento presente y en la respiración y eligiendo ver lo que hay detrás. Sobre esta capacidad de ver más allá escribió muy bien y bonito Clarissa Pinkola Estés en Mujeres que corren con los lobos.

El mejor método para ver la realidad subyacente detrás de las cosas son las constelaciones familiares, de las que tienes una categoría en este blog y cuyo máximo exponente actual es Brigitte Champetier de Ribes.

Por qué el agradecimiento es la clave

La perspectiva del yo es la de la magia, la que modifica el juego de la Vida de maneras sorprendentes e inexplicables. Por ejemplo, una persona se cura de un cáncer terminal de forma «milagrosa», una persona que cae en paracaídas se salva de chocar con un compañero de manera fortuita, una persona con poliomielitis cambia su guion de vida y consigue tener éxito en varias áreas de su vida.

Pero también permite algo tan simple y tan difícil como salirse del guion de vida, de esos movimientos automatizados que van hilando un guion con un final ya decidido en la infancia de manera inconsciente. Conseguir actuar respondiendo a lo que se presenta, con ayuda pero dejando a un lado a los avatares «Padre» y «Niño», es un gran logro solo posible desde fuera del juego.

Esto se alcanza poniendo en práctica dos simples actividades: permitir y aceptar. En eso consiste el agradecimiento, en abrazar lo que se va presentando, con la seguridad de que es lo que debe ocurrir. Esto es contraintuitivo y revolucionario: justo al aceptar lo que se percibe como negativo, se transforma, pierde fuerza o pasa a ir a nuestro favor.

Tampoco es muy intuitivo el que las cosas subyacentes sean, a menudo, lo contrario de las aparentes. Por ejemplo, con frecuencia las personas que se muestran como críticas o quejicas y que amargan la existencia a otras, no tienen ninguna fuerza, sino que la extraen de los demás. Personas que se llenan la boca con unos «valores y principios», por detrás hacen justo aquello que condenan. O personas que se muestran como víctimas, se comportan como perpetradores. Esto se amplía en este artículo sobre el triángulo de Karpman.

En resumen: puedes elegir vivir la vida identificándote con tus avatares y siguiendo tu guion preestablecido o puedes tomar las riendas desde «el observador», tu yo subyacente que, asociado con tu avatar «Adulto», es capaz de darle la vuelta a lo que estás viviendo.